Reseña de Adam's Tongue
José Angel García Landa
Universidad de Zaragoza
Un magnífico libro sobre el origen del lenguaje acaba de publicar Derek
Bickerton: Adam's Tongue: How Humans Made Language, How Language Made
Humans (Nueva York: Hill and Wang, 2009). Es, además, lectura
compulsiva, cosa que no suele suceder con los libros de
lingüística. Aquí recojo algunas de las ideas centrales del
mismo, traduciendo y comentando cuando corresponde.
Introducción
La diferencia entre habla y lenguaje. Puede haber habla sin lenguaje:
el habla es sólo un vehículo para el lenguaje, como pueden serlo
también los signos manuales de los sordos. (Y también la escritura, que
es un avatar del lenguaje, y del habla en su versión alfabética:
contrariamente a lo que dice Bickerton, sí que se puede ver el habla, y
el lenguaje). En sustancia, "el lenguaje es lo que determina los
significados de las palabras y lo que las combina en unidades de
sentido, unidades que sumadas dan conversaciones, discursos, ensayos,
poemas épicos" (3).
Más allá, el lenguaje es lo que nos permite combinar las ideas de
manera estructurada. "Aunque te parezca que piensas en imágenes, el
lenguaje es lo que combina esas imágenes en unidades de sentido, más
allá de simples líos desordenados y enredados" (4). "El lenguaje es lo
que nos hace humanos. Quizá sea lo único que nos haga humanos" (4).
Y es un gran problema científico sin resolver. Darwin ya supuso que era
el uso continuado de un lenguaje elaborado lo que nos dio
autoconsciencia, poder de abstracción... para Bickerton, yendo algo más
allá, el lenguaje nos dio un cerebro altamente desarrollado (y no al
revés). Tantas capacidades y características hay que se han propuesto
como únicas y distintivas de lo propiamente humano.... Que si nuestra
consciencia, que si nuestra autoconsciencia, nuestra capacidad de
previsión, o de retrospección, nuestra imaginación, la capacidad de
planear... Habría que estudiar cómo evolucionó todo eso, y para eso hay
que estudiar la evolución del lenguaje que las hizo posibles. "Una cosa
que suelen ignorar con demasiada frecuencia quienes escriben sobre el
origen del lenguaje, pero que quiero enfatizar en este libro, es que la
evolución del lenguaje es parte de la evolución humana, y que sólo
tiene sentido si se considera en tanto que parte de la evolución
humana" (6). Y el centro del problema, el momento clave, es "el momento
en el que nuestros antepasados por primera vez rompieron con el tipo de
sistema comunicativo que había servido bien a todas las demás especies
durante por lo menos quinientos millones de años" (6).
Un obstáculo para encarar bien el problema es el enfoque sobre lo
específicamente humano que ha surgido del darwinismo. Al colocar al ser
humano como un primate más, en reacción al antropocentrismo de los
enfoques anteriores, se ha perdido la perspectiva. Se han enconado las
posturas entre los naturalistas y los antinaturalistas, de modo que los
primeros enfatizan de modo exagerado la continuidad entre simios y
humanos. La idea más extendida entre los evolucionistas era que no
había una discontinuidad fundamental entre el no lenguaje y lo
prehumano, y el lenguaje—con pasos intermedios, una transición suave.
Pero, para Bickerton, "Si el hueco entre los humanos y los otros
animales es tan pequeño como nos han dicho, ¿qué podrá entonces ser
esta minúscula diferencia que hace que todos los demás animales hagan
tan poco y nosotros hagamos tanto? En lo que a mí se me alcanza, nadie
de los que defienden la continuidad entre los humanos y otras especies
se ha dado cuenta siquiera, por no hablar de admitir, que cada vez que
se minimiza el hueco, las múltiples y manifiestas capacidades de los
humanos se vuelven más misteriosas que nunca" (8).
Aunque para nada tiene intención Bickerton de proponer ningún deus ex
machina ni diseño inteligente para resolver este punto. "La
discontinuidad existe", dice, "y la discontinuidad no se limita al
lenguaje—se extiende a todos los aspectos de la mente humana. Primero
tenemos que admitir que existe. Y luego llegar a desentrañar cómo la
pudo haber producido la evolución" (9). Aquí habla de cambios súbitos
de fase, como el agua que pasa a hielo, o el desarrollo del vuelo: "lo
que dio energía a la mente humana es el equivalente intelectual del
vuelo" (9). Penn y otros han supuesto dos discontinuidades básicas
entre humanos y animales: el lenguaje y la cognición. Pero esto no
tiene sentido, una ya sería bastante malo. Hay que mostrar cómo
evolucionó el lenguaje, y "cómo el lenguaje causó la evolución de la
mente humana" (9).
La visión tradicional de la evolución (George Williams) es que los
organismos se adaptan al medio, no al revés. Pero esto no es así.
Entendida así como una calle de dirección única, "la 'adaptación' suena
como si los organismos estuviesen haciendo algo positivo, pero no
significa eso. Significa que los animales, incluyéndonos, no son
agentes de su propio destino" (10). Para Bickerton, lo son (en cierta
medida al menos). Los organismos están en interacción con el medio
ambiente: se adaptan a él, pero también lo transforman, y se adaptan a
ese medio transformado, y así sucesivamente, en retroalimentación
constante. Al contrario de lo que propugnan evolucionistas como
Dawkins, la evolución no es una cuestión de genes egoístas replicándose
a sí mismos sin talento: "Es un proceso en el que las cosas que hacen
los animales guían su propia evolución" (11).
(Y aquí sí que retoma Bickerton aspectos una vieja teoría idealista de
la evolución humana: la de que los humanos transforman el medio
ambiente y "progresan" dinámicamente, no pasivamente, hacia un
objetivo. La teoría de los nichos ecológicos extiende esta noción a
otros seres vivos, que coevolucionan dinámicamente con su ecosistema y
lo transforman y a sí mismos con él. Lamarck había propuesto una vaga
"dinámica del progreso" hacia la complejidad, complementaria o
contrapuesta a la adaptación al medio, pero no llegó a formular
coherentemente sus principios. La teoría de los nichos propone un
mecanismo plausible para esta interacción de seres vivos y medio
ambiente, y para la construcción de ecosistemas—la acción de
transformación de los seres vivos en su medio ambiente– adaptando así
estas nociones de evolución progresiva y guiada, de una manera mucho
más coherente y 'user-friendly', al pensamiento ecológico. Otro
personaje "maldito" a recuperar en esta cuestión de la interacción
entre la adaptación al medio y la adaptación del medio es el hoy
despreciado Herbert Spencer, que en sus First Principles desarrolla una
filosofía evolutiva general en la que enfatiza la creciente complejidad
y especialización de las formas vivas, y el proceso dialéctico que se
da entre las fuerzas opuestas del organismo y su medio ambiente).
Esta visión ha sido propugnada recientemente por la teoría de la
construcción de nichos ecológicos. En sustancia, el libro de Bickerton
aplica esta teoría al problema del origen del lenguaje. De este modo,
"Ya no es la evolución humana, y la compleja cultura producida por la
evolución humana, una anomalía única en su género. Lo que la impulsa
puede verse ahora como un proceso activo en muchas otras
especies—posiblemente en la mayoría de las especies" (11). La cultura
humana es, sencillamente, el nicho ecológico construido por los humanos.
El origen del lenguaje y de la cultura se debe a acciones muy
particulares de nuestros antepasados—luego veremos que es un tipo de
depredación colaborativa—que requería hacer algo que ninguna especie
con capacidad cerebral comparable había hecho: romper los límites que
restringen a casi todos los demás sistemas de comunicación animal. Y
una vez abierto ese hueco, el lenguaje siguó evolucionando con el mismo
circuito de retroalimentación: del comportamiento a los genes, de los
genes al comportamiento, que siguen todos los procesos de construcción
de nichos. "El lenguaje cambiaría, crecería y se desarrollaría hasta
convertirse en el medio infinitamente complejo e infinitamente sutil
que todos conocemos y usamos y damos por hecho hoy y cada día de
nuestras vidas" (12).
Bickerton quiere explicar el origen del lenguaje porque es la
explicación del origen de la humanidad. Y para ello hay que combatir
algunas explicaciones y teorías que desorientan la investigación: el
sesgo "primatecéntrico", por una parte, y la creencia en que los
sistemas de comunicación animal forman una jerarquía o escalera que
asciende hasta el lenguaje en la cima—o sea, el sesgo "homocéntrico".
"En realidad, el sistema comunicativo de cualquier especie está
diseñado (pero Bickerton no quiere decir "diseñado", ojo) sola y
únicamente para ocuparse de las necesidades evolutivas de esa especie"
(13). En suma, hay que salir de la dicotomía que nos lleva a pensar o
bien que todos los sistemas de comunicación forman un continuo, o bien
que el lenguaje es un sistema totalmente diferente. "Tenemos que darnos
cuenta de que la dicotomía es falsa: lo segundo puede que sea cierto
ahora, pero desde luego no lo era entonces" (14), cuando surgió el
lenguaje. Esto requiere examinar con atención ese momento clave en que
se rompe el molde de la comunicación animal, abriendo el camino a la
alteración de la comunicación y de las mentes que se comunicaban. Y esa
fuente hay que buscarla no en los simios, que no hablan, y no en las
cosas que los simios hacen hoy, sino en cosas que hacían nuestros
antepasados y que los simios ni hacían entonces, ni hacen ahora.
Adam's Tongue 1: La dimensión del problema
Marc Hauser estudió los sistemas de comunicación animales (ACS) y
concluyó que sus señales pueden ser de tres tipos: señales relativas a
la supervivencia individual, señales relativas al apareamiento y
reproducción, y señales relativas a otros tipos de interacciones entre
individuos de la misma especie (señales sociales). A veces son mixtas,
pero no hay señales que cumplan otras funciones. Los animales no pueden
hablar del tiempo, ni del paisaje, ni contarse cosas sobre lo que han
hecho, ni mandar señales sobre planes para el futuro ni que rememoren
el pasado. (Les faltan, pues, la descripción, y la narración, como
poco. Aparte de otras funciones lingüísticas como el metalenguaje, la
poesía, las órdenes y peticiones verbales, las promesas... toda una
colección de actos que son actos de habla. Pueden lograr algunos de los
efectos que nosotros logramos perlocucionariamente, mediante el uso del
lenguaje, pero en su caso no son perlocucionarios porque no hay una
locución previa).
Los sistemas de comunicación animal (señales visuales, llamadas,
gestos) no surgieron originariamente con esa finalidad; se utilizó para
fines comunicativos algún sistema que originalmente tenía poco o nada
que ver con la comunicación. (Es lo que Stephen Jay Gould llama
exaptación: aquí, exaptación para la comunicación. El lenguaje también
es producto de una exaptación). Y el problema que encontramos con el
lenguaje es que los sistemas de comunicación animal de nuestros
parientes más próximos, los grandes simios, no son nada prometedores
como material para extraer de ellos palabras, o frases, o significados.
Las llamadas de supervivencia se realizan en función de la perpetuación
de los genes. Así son menos frecuentes las llamadas de aviso a quienes
no son parientes cercanos, por un cálculo espontáneo del gen egoísta.
Las señales de reproducción también van destinadas a aumentar la
aptitud de supervivencia. Y la afiliación al grupo también beneficia la
supervivencia del individuo.
Los humanos tienen muchas características únicas o muy distintivas de
lo específicamente humano: el bipedismo, la falta de pelo, el blanco de
los ojos, la precisión de manipulación... "Pero ningún otro rasgo único
de ninguna otra especie está tan aislado del resto de la evolución como
lo está el lenguaje" (20). Y el asunto no es que sea único, sino que
sea distinto en carácter. Tiene la apariencia de algo surgido de
ninguna parte. La materia prima de la evolución para crear el lenguaje
debería tener estas características que lo separen de otros medios de
comunicación animal: tendría que ser un sistema refinable, y tendría
que ser desconectable de las situaciones presentes relacionadas con la
aptitud para sobrevivir. ("Y eso son tres tareas en una en realidad: el
sistema tendría que desconectarse de las situaciones, de los
acontecimientos presentes, y de la aptitud" - 21). "Así que para llegar
hasta el lenguaje, la referencia de las unidades significativas—signos
o palabras—tiene que transferirse de alguna manera desde las
situaciones concretas hacia los conceptos que tenemos de cosas
concretas del mundo" (22). Los sistemas de comunicación animal (ACS)
están atados a la inmediatez del momento presente: no hay avisos por
anticipado de lo que podría suceder mañana ni rememoraciones del ayer:
se refieren al entorno inmediato. "Las palabras, en cambio, se usan
relativamente poco para tratar lo que tenemos delante de los ojos"
(22). Seguimos teniendo y usando el lenguaje corporal para comunicarnos
in praesentia, pero las palabras hacen otras cosas. "No hay ninguna
señal de ACS que tenga lugar en ninguna situación que no se refiera
directamente a la aptitud" (23). Y esa función la hacen bien los ACS;
los animales no tienen lenguaje porque no lo necesitan Por eso tuvo que
tener una fuerte presión selectiva el lenguaje, ser útil desde el
principio, para poder desarrollarse, ya desde la primera palabra: "Si
no, nadie se hubiera molestado en inventar más palabras" (24). Las
teorías dominantes sobre el origen del lenguaje no tienen en cuenta
suficientemente la especificidad del lenguaje frente a los ACS. No
tendría sentido evolutivo la creación de un sistema infinitamente más
complejo que el de los ACS si fuese para hacer lo mismo.
Hay modas en paleoantropología. Primero fueron los cazadores y
fabricantes de herramientas lo que llamaba la atención, y se asoció el
origen del lenguaje a ese razonamiento. Luego, en los años 1990, se
primaba la inteligencia social, la mujer recolectora, etc. Así que se
desarrollaron teorías del origen del lenguaje asociadas a la
interacción social. (Y aquí se hizo sentir especialmente la visión
primatecéntrica de las investigaciones recientes, que para Bickerton es
errónea).
Una de las teorías de "inteligencia social" comenta Bickerton, la
teoría de Robin Dunbar de que el origen del lenguaje va asociado al
cotilleo y al acicalamiento mutuo (igual que los chimpancés se
despiojan). El error es creer que porque una función del lenguaje sea
dominante hoy (el cotilleo, el contacto fático, etc.) el origen tuvo
que estar asociado a esa función. Las primeras palabras tuvieron que
ser mucho más vitales selectivamente para la supervivencia, y sólo
después con el crecimiento del lenguaje se aplicó éste al cotilleo. Una
teoría del origen del lenguaje debe pasar las siguientes pruebas
- la de la singularidad
- la de la utilidad inmediata
- la de la ecología
- la de la credibilidad
- la del egoísmo
Singularidad: Por qué ninguna otra especie tiene lenguaje. Está claro
que el lenguaje, una vez desarrollado, contribuyó a la competencia
evolucionaria, pero tuvo que hacerlo ya desde el principio para poder
desarrollarse at all. Hay teorías que asocian el lenguaje a la búsqueda
de poder y status, a la selección sexual por parte de las mujeres...
pero estos factores se dan también en otras especies. Estos factores
pueden influir en el lenguaje una vez hay ya una gama de aptitudes
lingüísticas entre las cuales seleccionar. Pero para eso tuvo que
surgir primero la aptitud; el origen mismo del lenguaje (tema de este
libro) es previo a los efectos de la selección sexual o social sobre el
lenguaje.
Ecología: A saber, que las teorías sobre el origen del lenguaje deben
estar en consonancia con lo que sabemos sobre la ecología de los
ancestros humanos. El error frecuente ha sido asimilar estos ancestros
humanos a los simios actuales en cuanto a su comportamiento.
"Puede que nuestros antepasados remotos no fueran mucho más listos que
sus primos los simios, pero vivían en entornos dramáticamente
diferentes y se ganaban la vida de maneras completamente distintas. A
menos que uno crea que hay genes universalmente uniformes que imponen
comportamientos idénticos allí donde se den (algo que ha sido
decisivamente refutado por la biología moderna) hay que darse cuenta de
que unos simios parcialmente arborícolas y que viven en entornos
selváticos son modelos muy malos para entender la manera en que se
comportaban los protohumanos" (30).
Credibilidad y egoísmo: Amotz Zahavi teorizó el problema de las señales
baratas. Una vez hay señales disponibles para la comunicación, se
pueden usar para engañar. Por eso, la credibilidad de las señales exige
que sean costosas. Ahora bien, las palabras parecen ser baratas.
Especialmente si tenemos en cuenta el estudio de las estrategias
maquiavélicas entre primates para engañarse uno a otro (Byrne y
Whiten), incluso antes del lenguaje. El problema es que si las palabras
son baratas, ¿de dónde podría haber venido el ímpetu evolutivo para
desarrollar un sistema complejo de palabras? El cotilleo especialmente
parece el modelo mismo de señal barata. Transmitir información útil que
conoce A sí parece beneficios para B, pero ¿cómo se explica que A la
quiera transmitir? Concluye Bickerton que los primeros actos
lingüisticos hubieron de ser tales que beneficiasen de modo directo
tanto al oyente como al hablante.
Hay que rechazar la "falacia del cerebro grande". Es decir, "la teoría
de que a medida que se iban haciendo mayores los cerebros, nuestros
ancestros se fueron volviendo más inteligentes hasta que finalmente
fueron lo suficientemente inteligentes como para inventar el lenguaje"
(32). Es una falacia con muchos adeptos entre los científicos
evolucionarios, dice Bickerton, y de una manera un tanto exagerada,
arguye que "que yo sepa, nadie ha demostrado una correlación entre el
tamaño del cerebro y la capacidad de planificación" (33). Según Euan
Macphail, hay tres niveles de inteligencia según el aparato mental con
el que los animales hacen las cosas. Hay organismos capaces de asociar
un estímulo y una respuesta. Otros son capaces de asociar un estímulo
con otro estímulo (todos los vertebrados y hasta algunos
invertebrados). Y luego está el lenguaje. Según Bickerton, el cerebro
no crece de por sí. Crece cuando se necesita más capacidad para hacer
algo que ya se hace: "Dicho de otro modo, el aumento de tamaño cerebral
no dirige la innovación—es la innovación la que conduce al aumento de
tamaño cerebral (...). No es que consiguiésemos un cerebro mayor y
mejor que luego nos dio el lenguaje: conseguimos el lenguaje y eso nos
dio un cerebro mayor y mejor" (34)—(Aunque parece obvio que esto está
pidiendo a gritos un proceso de feedback entre las capacidades
lingüisticas, la inteligencia y la capacidad cerebral).
En suma, para Bickerton el lenguaje no ha evolucionado a partir del
sistema de comunicación animal (ACS) del último ancestro con los
simios. Recuerda que él formuló la paradoja de la continuidad: "el
lenguaje tiene que haber evolucionado de algún sistema previo, y sin
embargo no parece existir tal sistema previo a partir del cual pudiese
haber evolucionado" (35). Antes había propuesto Bickerton la teoría de
sistemas de representación mental, mapas conceptuales del mundo que
iban conectados a las estrategias de alimentación de los protohumanos,
y que cuando se volvieron elaboradas hicieron surgir un protolenguaje,
diferente y separado de los ACS... por alguna súbita mutación
inexplicada. A esta teoría le faltaba el concepto de la construcción de
nichos ecológicos que ahora le ayuda a Bickerton a desarrollar su
teoría de modo más creíble y más articulado con la biología, y más
continuista con los ACS.
Hay que estudiar qué pudo hacer que los ACS evolucionasen hacia una
forma de protolenguaje, y asociar ese desarrollo a la construcción de
un nicho ecológico particular que favoreciese esa evolución hacia una
forma de comunicación más lingüística.
Adam's Tongue 2: Pensando como ingenieros
¿Qué haría un ingeniero que quisiera construir un lenguaje humano a partir de un sistema de comunicación animal?
En contraste a los sistemas de comunicación animal (los ACS), el
lenguaje consta de tres niveles autónomos: la fonología (nivel de los
sonidos, sin sentido), la morfología (secuencias de sonidos con
sentido) y la sintaxis (enunciaciones con sentido). No se puede pasar
de un ACS a un lenguaje directamente, hay un paso intermedio que al que
podemos aproximarnos a través del estudio de los pidgins y lenguas
criollas. Sobre los pidgins, lo que la gente habla cuando no tiene
idioma común, escribió Bickerton en Bastard Tongues, y para él son lo
más cerca que podemos situarnos para conjeturar cómo eran las cosas al
alba del lenguaje (—los pidgins, y otros fenómenos como el habla
infantil o de personas con daños cerebrales, o en el lenguaje enseñado
a los simios). Antes de lenguaje propiamiente dicho, tuvo que haber un
protolenguaje, como argumenta Bickerton en Language and Species (1990).
Lo que se pueda decir con un protolenguaje variará mucho de una
situación a otra, según sea un pidgin, o el lenguaje de un infante. "Al
protolenguaje le faltan niveles de estructuración, no tiene morfología
ni sintaxis estructurada—pero sí tiene algo que les falta a los ACS: la
combinabilidad.
Los partidarios de la teoría continuista fuerte desearían encontrar un
ejemplo de animal que pueda combinar elementos comunicativos, para
postular así una transición de los ACS al protolenguaje. Los monos
Diana al parecer "modifican" algunas de sus vocalizaciones de peligro
añadiéndoles delante una vocalización que retumba, cuando el depredador
está lejano o el peligro no está claro—y entonces los demás suelen no
responder con alarma. Bickerton sin embargo no quiere ver aquí nada
parecido a una modificación (aunque para algunos podría ser una forma
análoga una negación, o a una modalización irrealizadora). Buscar
sintaxis en los sistemas de comunicación animal es inútil, arguye, pues
las llamadas de animales no son equivalentes a palabras. Una palabra se
puede usar en ausencia de aquello a lo que se refiere, una llamada ACS
no. (Aunque el ejemplo de los monos Diana parece en cierto modo un
contraejemplo a esto).
Las llamadas de los ACS pueden ser tanto informativas como
manipulativas, al igual que el lenguaje, es cierto. A veces se usan
falsas llamadas, pero en este caso las llamadas funcionan precisamente
como si la presencia del depredador fuese real. Una llamada no se
refiere a un depredador—es un estímulo asociado a una respuesta que ha
mejorado la adaptación a sobrevivir, pero no es un significado
combinable. No se pueden combinar dos llamadas de "significados"
distintos para crear una tercera. Los ACS no son un sustituto inferior
del lenguaje. Cumplen su función perfectamente, pero no es una función
lingüística: "un ACS es primordialmente manipulativo, y sólo
secundariamente informativo, mientras que el lenguaje es
primordialmente informativo y sólo secundariamente manipulativo"
(47-48). Las unidades de los ACS son indiciales, las de los lenguajes
son simbólicas:
"Las unidades de los ACS son indiciales porque su función es manipular
a los otros. Esos otros tienen que estar allí precisamente en el
momento presente y el lugar presente si han de ser manipulados. Así que
incluso si hay intercambio de información, puede ser sólo información
sobre el aquí y ahora.
Las unidades lingüísticas son simbólicas porque su función es
transmitir información. La información puede ser pasada, presente o
futura, aquí, allá o en cualquier sitio. Pero en la medida—una medida
muy considerable—en que su valor está en su novedad, es mejor que la
información no se refiera al aquí y ahora." (49).
(Más adelante Bickerton volverá a enfatizar la importancia de la
deslocalización, del DESPLAZAMIENTO del sentido, en la génesis y
estructura del signo lingüístico. Y esto hace pensar que el desarrollo
ulterior de una deslocalización mayor a través de la escritura—una
deslocalización del propio hablante con respecto al mensaje—es un
proceso no accidental sino extraordinariamente inherente a la sustancia
misma del lenguaje. Más sobre esta cuestión trascendental ha tratado W.
J. Ong en Orality and Literacy).
Terrence Deacon, en The Symbolic Species, sostenía que la capacidad
simbólica era la característica central de la humanidad, y la clave del
lenguaje. Bickerton, entonces en una fase más chomskiana, sostenía que
no, que lo esencial de la comunicación humana era la sintaxis. Ahora
acepta la tesis de Deacon sobre la simbología. Pero Deacon no nos
explica cómo se generaron palabras simbólicas—aunque sí asocia el
nacimiento del simbolismo como tal a los ritos. Arguye Bickerton que la
sintaxis que él consideraba primordial hubo de ser un desarrollo
posterior, sólo posible cuando el cerebro se hubo modificado tras un
par de millones de años de protolenguaje.
(Aquí habría que realizar una reflexión sobre el desarrollo de los
signos complejos en general—que están presentes en toda la organización
de la realidad y de la vida social. Son lo que Erving Goffman llamaba
"marcos" en Frame Analysis—los marcos que estructuran la acción y el
mundo. De hecho Goffman, en uno de sus miniexcursos, propone una
interpretación de la sintaxis como un sistema de marcos. Se utilicen
diagramas de árbol o diagramas de "llaves" o marcos, parte de lo que
hace la sintaxis es lo que Chomsky llama "merge", o sea, crear signos
mayores a partir de signos de orden inferior. Luego volverá Bickerton
sobre esa "fusión" entendida a la manera de Chomsky. Por ahora sólo
señalo que en los marcos son fases esenciales a) su creación, el trazar
el marco alrededor de un conjunto de signos que funcionarán como un
todo unificado; b) su combinación, las secuencias, inserciones o
superposiciones de marcos; c) su transformación o reciclaje, por
ejemplo cuando un marco de comportamiento no se usa "literalmente" sino
que hace como un ensayo, o una ficción, o una imitación... d) Las
rupturas de marco: al ser las fronteras de los marcos imaginarias, se
pueden hacer fusiones y transiciones imposibles entre lo que hay dentro
del marco y lo que hay fuera. Todos estos procesos semióticos son
asimismo esenciales para construir frases simples o complejas,
estructuras discursivas, metáforas, y narraciones. El lenguaje y la
estructura semiótica del mundo social tienen así una base estructural
común).
Pero Bickerton no establece esta relación entre signos lingüísticos y
marcos. Está interesado en un problema mucho más concreto, el origen
del primer signo que se pudo usar de modo desplazado. Propone buscalo
en las llamadas ACS referidas al alimento: un desarrollo de estas
llamadas, con comida deslocalizada:
"supongamos que la comida se encontrase a cierta distancia de cualquier
otro miembro del grupo, y supongamos que tuviera que transcurrir un
lapso de tiempo medible entre el descubrimiento de una fuente de
alimento dada y la transmisión de noticias sobre ese descubrimiento a
otros animales. Si alguna señal animal se pudiera usar en ese tipo de
situaición, ¿no contaría como una huída de la prisión del aquí y ahora,
como el primer caso auténtico de desplazamiento?" (51)
¿Pero qué tipo de señal sería? Un indicio ACS no sirve, pues es
inmediato; el símbolo no existe en ACS y tiene que aparecer de algún
lado. Tenemos el tercer tipo de signo (según Peirce), los iconos. Las
palabras, que son en principio símbolos, pueden ser también iconos
(como 'buzz') o indicios como los deícticos. Y además están las
palabras gramaticales que no refieren como los símbolos, sino que sólo
establecen relaciones entre los términos que sí refieren. Pero todas
las palabras (símbolicas e icónicas) tienen capacidad de
desplazamiento. Y el desplazamiento es lo crucial en el origen del
lenguaje—no la arbitrariedad del símbolo. Pues de hecho los signos ACS
son arbitrarios.
De los tres tipos de signos, los indicios van unidos a su referencia,
no tienen capacidad de desplazamiento (en lo básico, aunque claro a un
segundo nivel se pueden transformar y reutilizar como símbolos). Los
símbolos tienen necesariamente esa capacidad de desplazamiento. Y los
iconos pueden tenerla o no, según cómo se usen. En los animales, no la
tienen,
"pero la capacidad estaba allí en potencia, y floreció con la llegada
del lenguaje" (....). "La iconicidad, por tanto, es el camino más
probable por el que llegaron nuestros ancestros al lenguaje". (53)
Ahora pasaremos a examinar condiciones biológicas concretas, analogías
con otros sistemas de comunicación animal, y casos de desarrollos
comunicativos específicos, para evitar que esta explicación se vuelva
meramente especulativa. La gente suele empezar a mirar (con razón o no)
por los grandes simios.
Adam's Tongue 3: ¿Simios cantores?
Con la moda del determinismo genético que ha venido dominando el
panorama evolutivo, entre Dawkins y la secuenciación de genomas, se ha
enfatizado el estrecho parentesco genético entre humanos y grandes
simios, de tal modo que
"cada vez más gente daba por supuesto que la mayoría si no todo de lo
que se veía como rasgos y comportamientos típicamente humanos (y en
muchos casos, exclusivamente humanos) no eran sino expansiones de
rasgos y comportamientos que se encontraban en los simios. Esta
perspectiva se reflejaba en los títulos de obras populares sobre la
evolución humana: El mono desnudo, El Tercer Chimpancé, y
(naturalmente) El Simio que Hablaba y El Simio Parlante" (55)
Se presuponía que con el cambio de dieta de lso simios, el elemnto de
inteligencia maquiavélica y competitiva presente en chimpancés y
bonobos llevó a una expansión y diversificación del su sistema de
señales (ACS), que se convirtió poco a poco en lenguaje—y esto complicó
la vida social, y eso llevó en retroalimentación a una complicación del
lenguaje... En algunos círculos, dudar de que las cosas sucedieron así
es casi como declararse creacionista; se ha vuelto un dogma que impide
replanterse la cuestión del origen del lenguaje.
Para esta teoría es un problema que hay monos que tienen cosas más
parecidas a un protolenguaje, o a palabras, que nada que tengan los
chimpancés y los bonobos. Y esto parece ofender a la idea de una escala
progresiva, según la cual la especime más cercana a nosotros debería
tener el ACS más cercano a un lenguaje.... pero no es así. Y no lo es
porque el ACS no es una especie de intento fracasado de lenguaje.
Esta teoría de la continuidad simiesca también tiene en su contra que
ignora elementos cruciales: que la ecología y hábitat de los
protohumanos eran muy distintos de los de los grandes simios; y también
que los humanos desarrollaron un grado de cooperación desconocido en
ninguna otra especie de primates. Los humanos son socialmente
competitivos, como los simios, pero tambien altamente cooperativos. Los
chimpancés lo más vistoso que hacen en cooperación es despulgarse de
dos en dos (Bueno, también cazan en grupos a veces).
El planteamiento corriente es que como somos inteligentes,
desarrollamos el languaje. Señala aquí Bickerton una especie de falacia
de la retrospección en el planteamiento de este tema: como ahora
expresamos nuestros pensamientos con el lenguaje, damos por hecho que
el lenguaje nació como un modo de expresar pensamientos. El
razonamiento de Bickerton aquí se atiene más a una teoría del lenguaje
como exaptación: nacido no de la inteligencia, sino de la cooperación y
comunicación, el lenguaje encontró luego otros usos—y contribuyó al
desarrollo de la inteligencia. Y no al revés. Hace falta aquí una
especie de replanteamiento copernicano: "Pero primero tenemos que ver
por qué no puede mantenerse una evolución en línea recta hasta el
lenguaje partiendo de un ACS típico de los simios" (59)
Amy Pollick y Frans de Waal buscan el origen del lenguaje en los gestos
de los simios. El problema es que los ACS de los grandes simios son más
limitados que los de los monos. Así pues, Pollick y de Waal ven los
gestos como más flexibles, más adaptables y por tanto más
lingüísticos... —aunque de hecho es más probable que las similaridades
en gestos de simios y humanos se deban a homologías heredadas del
antepasado común, no a desarrollos comunes. Los monos necesitan ACS
detallados, con llamadas de alarma, pues corren peligros de
depredadores. Los simios no. Debemos concebir a los protohumanos como
los habitantes no de la selva sino de un ecosistema muy diferente, con
necesidades de comunicación diferentes de los de ninguna especie de
simios actual.
La teoría de los simios cantores ha sido una de las más frecuentes en
especulaciones sobre la evolución del lenguaje, ya desde Darwin, si no
desde Rousseau (y hoy Mithen). Y sí hay simios cantores: los gibones,
que hacen largos cantos y cantan dúos en pareja. El problema es que en
la sabana eso de cantar es un peligro; los gibones viven en los
árboles, pero nuestros antepasados probablemente tendían a hacer menos
ruido que los simios, no más. Alison Wray ha propuesto que las señales
ACS, que son en principio holísticas, no descomponibles, pudiesen por
mera repetición del azar dar lugar a un inicio de descomposición en
partes, una especie de morfología incipiente. Bickerton también
descarta esta hipótesis del protolenguaje holístico, pues para él
descansa en la falacia de que el lenguaje y la comunicación animal son
en el fondo lo mismo, y no lo son. El ACS de por sí no tiene los
ingredientes necesarios para evolucionar y convertirse en un lenguaje.
Dean Falk ha propuesto otra teoría, asociada al cuidado de los bebés.
Los niños humanos necesitan mucha atención y cuidados de la madre,
transporte—y Falk propone que el lenguaje pudo nacer de la necesidad de
mantener el contacto entre madre y niño cada vez que éste se era
depositado en el suelo, algo que tenía que suceder constantemente.
Bickerton no ve por qué sonidos sin más, para tranquilizar (y no
palabras con significado) no pueden cumplir esa función. En suma, según
Bickerton,
"No hay modo de que "las palabras emergieran" sin alguna serie de
circunstancias muy concretas y específicas que forzasen a las palabras
a emerger—no de los cantos de los simios, ni de los arrullos de las
madres, ni de los despulgamientos, ni de la descomposición de
enunciados holísticos, ni de ninguna de las docenas de propuestas que
se han formulado durante años." (73)
Aunque antes de cerrar el tema de los simios también hay que tratar la
cuestión de si los simios pueden aprender a hablar, cosa que también se
ha intentado demostrar.
Adam's Tongue 4: ¿Simios parlanchines?
Ya Samuel Pepys, contemplando un simio en 1661, se preguntaba si no
podría enseñársele a hablar o a comunicarse por signos. Pero hasta la
década de 1940 no se realizaron experimentos, enseñando cuatro palabras
a un chimpancé. Max Müller, en la estela de Darwin, había sentenciado
que el lenguaje era la única gran barrera entre el hombre y los
animales—pero dando por hecho que era una barrera infranqueable. Los
experimentos con comunicación animal han de evitar el fenómeno de "Hans
el listo", el caballo que parecía que entendía preguntas y respondía
dando señales con el pie… pero que en realidad sólo leía en los gestos
de su amo la señal de parar. También sobre los experimentos con
chimpancés (Washoe) o gorilas (Koko) se han hecho declaraciones
exageradas e infundadas:
"la pretensión de que los simios aprendieron el Lenguaje de signos
Americano (ASL) es absurda. Se les enseñó un puñado de signos
equivalentes a palabras referenciales corrientes, y punto. Algunos
observadores lo han descrito, con bastante exactitud, como "pidgin de
signos". Los simios nunca adquirieron la estructura del ASL. Los
investigadores habrían hecho mejor admitiendo eso: y entonces podrían
haber visto que una cosa que sí hicieron los simios era, como veremos,
significativa y sorprendente" (77)laughing chimp
Sosteniendo que los simios "entendían" el lenguaje, se pasaba por alto
que no podían construir frases—y que la comprensión se basa en la
comprensión de la situación, de lo que se busca y de lo que se trata,
no en comprensión de sintaxis. Un niño pequeño rápidamente supera a
cualquier simio en cuanto al puro manejo de estructuras
lingüísticas—aunque en un contexto de experimentación los simios tengan
la inteligencia de conseguir el premio que quieran.
"La conversación de los simios está centrada en el ego. Todo lo que
habla un simio cualquiera, incluyendo a Kanzi, el Einstein de los
simios, se refiere a cosas como a dónde quieren ir, qué quieren o qué
quieren que hagas, o qué querrían comer. No hay temas generales. Nunca
se intercambia información objetiva sobre el entorno o acontecimientos
que tengan lugar en él." (78)
(Los críticos de Bickerton le reprochan en este punto que no tenga en
cuenta los experimentos de Michael Tomasello, sobre infantes y
chimpancés. Tomasello y sus colaboradores arguyen que la capacidad de
señalar in absentia es prelingüística. Aunque Tomasello sí figura
(marginalmente) entre las referencias de Bickerton, y no parece que sus
estudios contradigan drásticamente las conclusiones deAdam's Tongue.
Una capacidad prelingüística de atención a lo ausente parece un
requisito imprescindible para el desarrollo del lenguaje, y sin embargo
no está en absoluto excluido que el lenguaje contribuya enormemente a
desarrollar o canalizar esa capacidad).
Una cuestión que señala Bickerton es que los simios sí parecen captar
espontáneamente algunos aspectos importantes para el lenguaje (y en
general ignorados por sus entrenadores):
a) la diferencia entre nombres comunes y propios—los objetos los
agrupan en clases de objetos (un plátano es un plátano, no el nombre de
este plátano) pero a las personas las reconocen por su
nombre—¿resultado de la sociabilidad?
b) los simios combinan signos enseñados espontáneamente. Y esto es
notable: puesto que los sistemas de señales animales (ACS) no combinan
signos, ni existen en ellos signos arbitrarios con significado.
c) Y la tercera cosa: el hecho mismo de captar qué es un signo. Pero
esto sí que es algo que son capaces de hacer, aunque sea "ajeno" al
comportamiento de su especie. Una especie de bombilla que se les
encendió en la cabeza. Bickerton interpreta esto como resultado de un
principio neurológico básico, la regla de Hebb (aunque hay que decir
que la escuela de Ramón y Cajal ya sostenía antes este principio):
neurons that fire together wire together, es decir, que las neuronas
que se activan simultáneamente repetidas veces acaban desarrollando un
enlace neuronal directo—y así es como se desarrollan las redes
neuronales, y el aprendizaje.
"Sólo hay dos cosas que podrían haber desencadenado el desarrollo de
una red neural que hizo posible conectar señales arbitrarias con cosas
del mundo exterior. Una de ellas, la que les funcionó a los simios, fue
un acto de intervención deliberada por parte de otra especie. La otra,
la que les funcionó a nuestros antepasados remotos, era el factor X–el
factor que busca este libro." (83)
Nos podríamos preguntar que si los simios tenían esta capacidad de
aprender, ¿por qué no la desarrollaron en estado salvaje? Pero es que
en estado salvaje no había presión selectiva para usar esta capacidad.
(Por cierto, no sé por qué E.B. Bolles dice que Bickerton ignora la
selección natural en su razonamiento sobre el origen del lenguaje, si
precisamente su razonamiento se basa en la selección natural asociada
al desarrollo de un nicho ecológico). Si cambia el medio ambiente,
algunos animales son capaces de aprender y desarrollar comportamientos
nuevos, y esto puede ser una presión selectiva suficiente para un
cambio mayor. Los materiales están, y lo que se requiere es una presión
selectiva suficiente. Los grandes simios sí tienen el material genético
necesario para desarrollar cambios en la dirección del lenguaje, más
que otras especies. (Ojo que Bickerton no dice que tengan TODO el
material necesario; su postura no es necesariamente contradictoria con
la de Tomasello)¿Pero hay otras especies que tengan estos ingredientes?
Los leones marinos. Los delfines. Los loros—el loro Alex, de Irene
Pepperberg (este loro al parecer corregía a sus congéneres loros en el
laboratorio, cuando se equivocaban: les decía "¡Habla bien!" Ver su
libro Alex&Me, 2008). En todos se han detectado capacidades
protolingüisticas. Esto lleva a plantear que no habría que buscar los
precursores del lenguaje humano exclusivamente en el comportamiento de
los simios. Por homología (o sea, por comunidad de descendencia)
podrían buscarse las capacidades protolingüísticas en antepasados muy
remotos—comunes con los loros. Y explicar por qué se manifiesta en tan
pocas especies de entre tantos primos lejanos. Bickerton se inclina más
bien por una interpretación analógica: el rasgo común (como el parecido
de ictiosaurios y delfines) no se debe al parentesco, sino a un mismo
desarrollo en respuesta a un medio ambiente similar. El nivel cognitivo
necesario para el protolenguaje no lo sitúa Bickerton muy arriba:
requiere una conceptualización cognitiva: requeriría
"tener la capacidad auditiva y/o visual de captar el mundo como algo
divisible en un elevando número de categorías separadas y distintas, y
el espacio cerebral necesario para clasificar y almacenar
sistemáticamente todos los rasgos que distinguen las diversas
categorías" (87)
Hacen falta más experimentos cognitivos con animales en este sentido.
Si muchas especies poseen este tipo de cognición protolingüística, esto
podría hacer pensar estando ampliamente disponible el material, se
podría pasar del protolenguaje al lenguaje si se dan las presiones
selectivas adecuadas para ello. Y, apunta Bickerton, no harían falta
"cambios especiales, mutaciones mágicas, 'órganos del lenguaje' o
circuitos dedicados para que arrancase el lenguaje" (88)–(ésta va por
Chomsky, con el que seguirán más diatribas en capítulos posteriores de
Adam's Tongue).
Los fragmentos de lenguaje humano que aprenden los simios los usan sólo
cuando lo requieren sus entrenadores, para obtener recompensas. Los
bonobos, altamente sociables, no usan esa sociabilidad para desarrollar
el lenguaje cuando lo aprenden, ni viceversa. La sociabilidad de los
simios no requiere el lenguaje. Lo que hace necesario el lenguaje no es
la inteligencia práctica ni la sociabilidad de los simios, sino algo
que no es necesario para los simios, pero que sí que lo era para
nuestros antepasados, que "inauguraron un nicho ecológico en el que
ningún animal de su tamaño ni complejidad había entrado antes". El
lenguaje nació para esa necesidad ecológica—y ahora hemos perdido de
vista ese origen por una especie de falacia retrospectiva: porque nos
ciega todo el mundo cultural que el lenguaje ha generado, aunque no
nació para generarlo.
(Es el viejo principio de la exaptación enunciado por Gould como
mecanismo evolutivo crucial: vemos pájaros con alas y plumas, y
cometemos el error de pensar que surgieron en un origen "para volar".
Pues no: el vuelo vino después).
Adam's Tongue 5: Los nichos no lo son todo (son lo único)
El problema del origen del lenguaje requiere relacionarlo con la
biología de nuestra especie. Si somos la única especie con lenguaje,
hay que estudiar en qué modo está inserto éste en la biología humana, y
cómo su desarrollo es parte de la evolución humana (y no una "invención
cultural" cualquiera). La teoría de la construcción de nichos
ecológicos permite repensar esta cuestión.
El neo-darwinismo imperante durante la segunda mitad del siglo XX
enfatizaba la adaptación al medio. La teoría de construcción de nichos
enfatizará más bien la adaptación del medio: es "una teoría que hace
jugar a los animales mismos un papel vital en su propia evolución"
(93), y da así un papel más proactivo a los seres vivos (en especial,
diría yo, a los más inteligentes):
"Entre sus muchas virtudes, esta teoría puede explicar tanto las
rápidas cascadas de cambios que dieron lugar a la teoría del equilibrio
puntuado de Stephen Jay Gould, como la emergencia ocasional de factores
que parecen ser al principio totalmente novedosos (el lenguaje es sólo
uno de entre muchos ejemplos)." (93).
Por ejemplo, los castores se construyen de modo obvio su propio
entorno, y también se han hecho a él. Es una adecuación tal la que se
da en tantas especies entre estructura corporal y entorno, que la
explicación darwinista clásica no parecía suficiente a muchos (y de ahí
la tentación del Diseño Inteligente): algo faltaba por añadir a la
presión ambiental y la selección natural.
Bickerton habla de "la evolución de la evolución": Lamarck, el primer
gran zoólogo evolucionista, quedó atrás al ser insuficientes sus
explicaciones. Darwin propuso unos mecanismos evolutivos más flexibles
y variados (¡incluyendo los lamarckistas!) pero si hoy hablamos de
darwinismo es sobre todo por la exitosa combinación de sus teorías con
la ciencia genética de Mendel, la "nueva síntesis" darwinista del siglo
XX: "Los genes no son lo único, claro, aunque sería perdonable el
pensar que lo son. En el consenso neodarwinista que ha dominado la
biología durante un siglo, los animales son sólo vehículos para sus
genes" (95)—son ante todo una fuente de variación genética sometida a
un entorno activo y a unos genes hiperactivos. El comportamiento se
hace depender implícitamente de los genes. Pero en realidad, con mayor
frecuencia, el cambio de comportamiento se da primero, y los cambios
genéticos van a remolque.
Un ejemplo es la tolerancia a la lactosa en los humanos adultos. Es
producto de una mutación, pero una mutación que se ha difundido gracias
a un cambio cultural. Antes hubiera sido disfuncional. Hoy, la práctica
totalidad de los suecos y la inmensa mayoría de los americanos blancos
son tolerantes a la lactosa: pero sólo un pequeño porcentaje de chinos,
y no lo son los indios americanos. Esta diferencia genética se debe a
un comportamiento cultural: a la cultura del pastoreo en los
antepasados.
"Lamarck se había equivocado en su elección de mecanismo: el motor que
impulsa la evolución son los genes, no los logros vitales del
individuo. Pero su intuición de que son los propios animales quienes
guían su evolución era certera. Porque es la interacción de los genes y
del comportamiento la que hace arrancar el motor evolutivo, y la
retroalimentación entre los genes y el comportamiento es lo que lo
mantiene en marcha. Es la comprensión de esto lo que hizo nacer la
teoría de la construcción de nichos." (97)
Esta teoría fue desarrollada por John Odling-Smee, Marcus Feldman y
Kevin Laland (se expone en su libro Niche Construction: The Neglected
Process in Evolution, Princeton UP, 2003). Contribuyó algunos aspectos
Richard Dawkins en The Extended Phenotype (aunque en conjunto es muy
crítico con la teoría, y un defensor de la predominancia del factor
genético); también antes había ideas de Waddington, Lewontin, y otros
estudiosos del comportamiento y la ecología.
"La idea básica que hay que tener en mente es que los propios animales
modifican los entornos en que habitan, y que estos entornos
modificados, a su vez, causan la selección de más variaciones genéticas
del animal. Así empieza un proceso de retroalimentación, una vía de
doble sentido en la que el animal va desarrollando el nicho, y el nicho
va desarrollando al animal, hasta que se llega al ajuste como entre una
llave y una cerradura que hace que la gente diga: '¡Pero es que tiene
que haber un diseñador!' Los animales no son sólo vehículos pasivos
para sus genes; desempeñan un papel activo en el diseño de su propio
destino". (100).
Los nichos ecológicos tienen tres componentes esenciales: un hábitat o
entorno físico, un tipo de alimentación, y los medios de obtenerla. Se
suele concebir el medio como algo a lo que el animal se adapta: pero en
realidad muchísimas especies construyen activamente su nicho, adaptando
el ambiente a sí mismas: los castores, las hormigas cultivadoras de
hongos, las lombrices. Darwin mismo mostró cómo las lombrices
(descendientes de gusanos acuáticos) construyeron el suelo cultivable.
Y la construcción de nichos por parte de una especie puede alterar
significativamente el hábitat de otras especies.
Bickerton propone que la construcción de nichos es la clave para
entender el origen del lenguaje, algo que faltaba en las teorías
anteriores, especialmente en las de los lingüistas: "uno de los
aspectos más flojos de de los estudios sobre la evolución del lenguaje
era que no estaban integrados en una explicación global de cómo había
evolucionado la especie humana en su conjunto" (103). La habilidad
simbólica de nuestra especie es simplemente un caso de construcción de
nicho ecológico, como lo son las capacidades especiales de otros seres
para desenvolverse en su entorno (y no sólo casos como las "culturas"
de los chimpancés, etc.): "la teoría de la construcción de nichos liga
a los humanos con otros seres de una manera mucho más amplia y válida
que las afirmaciones sobre la cultura de los chimpancés" (105). Esta
teoría nos permite ver cómo el hiperdesarrollo de comportamientos
aprendidos que se da en los humanos es un caso de construcción de
nicho, y está basado en un instinto, el instinto del lenguaje,
desarrollado evolutivamente: fue un comportamiento que guió un cambio
genético, y continuó como cambios genéticos que guiaban el
comportamiento. El lenguaje es tanto cultural como biológico, pero
hasta ahora faltaba una teoría que permitiese integrar adecuadamente la
interacción de biología y cultura que permitió la aparición del
lenguaje.
Hay que buscar el origen del lenguaje, algo que no compartimos con
otras especies, no en lo que compartíamos originalmente (el material
genético) sino en lo que hacía a nuestros antepasados diferentes: es
mucho más probable que la diferencia se hallase en el nicho ecológico
construido por nuestros ancestros, un nicho muy distinto del de todos
los demás simios. Bickerton propone identificar ese nicho y cómo
contibuyó al origen del lenguaje y a la humanización.
Adam's Tongue 6: Nuestros ancestros en sus nichos
De nuestros parientes los simios nos separa la serie de nichos
ecológicos que fueron desarrollando nuestros ancestros, distintos de
los de ellos: un nicho de alimentación omnívora terrestre, un nicho
como carroñeros de última fila, un nicho como carroñeros de primera, un
nicho como cazadores-recolectores, un nicho pastoril, un nicho
agrícola. Y podríamos añadir un nicho urbano-industrial. Hasta ahora se
ha solido ignorar esta construcción activa de nichos como factor
evolutivo, enfatizando en su lugar la mera adaptación AL ambiente, como
consecuencia de cambios genéticos que alteraban las capacidades
intelectuales y comportamiento de los humano(ide)s: como si los
ancestros no hubiesen jugado un papel activo en estas transformaciones,
cambiando de costumbres antes de ningún cambio genético.
Bickerton critica las explicaciones genéticas sobre el origen del
lenguaje (tan en boga hoy entre los lingüistas de la escuela de
Chomsky). No se encontrará ningún "gen del lenguaje", ni el FOXP2 ni
ningún otro. Los genes hoy se ven como algo más flexible, capaz de
cambiar su expresión para producir múltiples resultados. El origen del
lenguaje no tiene por qué deberse a ningún cambio genético.
Es simplista creer que nuestro último antepasado común era "algo así
como un chimpancé", dice Bickerton—como si los chimpancés no hubiesen
cambiado, y sólo lo hubiésemos hecho nosotros. Pero los bonobos y los
chimpancés tienen culturas, alimentación, y relaciones sociales muy
distintas entre sí. Los conservadores nos ven como chimpancés, los
progres como bonobos. Pero esto es ridículo. El ancestro común era
seguramente diferente de todos los simios actuales. Y ninguno tiene ni
rastro de lenguaje. En respuesta a cambios climáticos surgió el linaje
de los australopitecos; los tipos "robustos" no están en nuestra línea
evolutiva. Los tipos gráciles no eran tan diferentes de los demás
simios—si bien eran diferentes. No hacían herramientas de piedra, con
posible excepción del último, el Australopithecus garhi, y su sistema
de comunicación no sería muy distinto del de los simios "a no ser
porque es muy probable que añadiesen llamadas de aviso sobre
depredadores" (113), en respuesta al nuevo entorno de la sabana.
afarensis
Como se explica en Man the Hunted, los australopitecos eran más presa
que cazadores. Se volvieron más omnívoros que los simios, pero no es
probable que desarrollasen una vida social tan complicada como los
actuales simios. Estos no tienen depredadores que evitar en su
ambiente, y han desarrollado complejas estrategias maquiavélicas para
competir unos con otros. A veces se aduce este maquiavelismo como una
de las fuentes del lenguaje, con el desarrollo de niveles más complejos
de lectura de la mente del otro, pero es más probable que las
estrategias maquiavélicas hubieran interferido con las capacidades de
supervivencia de nuestros ancestros. De hecho lo que se potenció entre
los ancestros humanos fue la cooperación, no la competencia con otros
miembros del grupo.
"El único sentido en el que la vida social de los australopitecinos
habría sido más rica que la vida social de los simios es precisamente
en la atenuación de la competencia interna al grupo (y, en última
instancia, en el nacimiento de la cooperación) que sigue
inevitablemente cuando tienes que competir con miembros de otras
especies, más que con miembros de tu propia especie". (115)
La potencialidad genética para desarrollar una vida social compleja
existía, pero a veces la gente olvida que los genes no dictan el
comportamiento, excepto en criaturas muy simples. Simplemente lo
posibilitan. Son las circunstancias las que deteminan si esas
posibilidades se realizan, y cuándo. El entorno se asegura de que
quienes obedecen a sus genes, y no al entorno, sean eliminados.
Los gritos de alarma serían en los australopitecos un sistema de
comunicación más parecido al de los monos que los tienen,
diferenciados, que al de los simios. Y aunque estas llamadas de alarma
no son "palabras", sí podrían haber supuesto un primer paso hacia el
lenguaje, preparando a nuestros ancestros para las palabras,
"acostumbrando a sus usuarios a la noción de que una señal pueda
expresar algo más que meros sentimientos, necesidades y deseos" (117).
Al menos dirigen la atención hacia un elemento objetivo del mundo
externo (aunque no pueda decirse que lo signifiquen), y son gritos
arbitrarios. Tienen así dos de las propiedades de las palabras.
El cambio climático, con las sabanas cada vez más secas, planteó
presiones evolutivas y cambios de comportamiento a nuestros ancestros
omnívoros. Hubo mayor tendencia a la dieta carnívora, menos con caza de
acecho que con persecuciones de aguante. Allí da una ventaja la
locomoción bípeda. Pero no se hace en grupos grandes, y se requiere
también un desarrollo de armas defensivas, pues se es cazador y presa a
la vez. Otra fuente de alimentos era la carroña. Pero los grandes
felinos, hienas, etc., son carroñeros también, y siguen un orden de
prioridad en su acceso a la carroña. Los humanos empezaron por la base
de la pirámide: aprovechando la médula de los huesos. Esto también
añadió presión para el uso de herramientas de piedra para partir los
huesos. Este cambio de dieta, a su vez, propulsó el desarrollo
cerebral, que requiere mucho consumo energético. Pero de por sí no hace
surgir el lenguaje.
"Un cerebro más grande por supuesto habría venido bien una vez
arrancase el lenguaje, y el propio lenguaje llevaría a seleccionar
cerebros más grandes" (121)—pero hace falta explicar cómo se dio este
desarrollo. Y "para el lenguaje, lo que se necesitaba no eran sesos, ni
siquiera inteligencia. Sólo el nicho adecuado" (121).
Bickerton asocia este desarrollo a un cambio de dieta, y de status en
la pirámide carroñera. De ser carroñeros de última fila, y comer
médula, pasaron los homínidos a consumir la carne de grandes animales
muertos, y a acceder a ella en primer lugar. Esto queda probado por el
estudio de la posición relativa de las incisiones de dientes y de
instrumentos de piedra en los huesos fósiles de grandes animales. En
los más antiguos, las huellas de dientes vienen primero, y las de
hachas después. En los más recientes, más recientes de dos millones de
años, pasa poco a poco a ser al revés: primero llegan al hueso las
hachas, y luego las huellas de dientes. Los grandes carnívoros no
pueden acceder inmediatamente a los cuerpos de paquidermos, pues sus
dientes no pueden desgarrar esa piel y han de esperar a que reviente.
Pero las hachas de piedra sí pueden cortarla. Cita Bickerton
estadísticas que calculan la accesibilidad relativa de grandes
cadáveres en la sabana. Una organización de los grupos en torno al
seguimiento de manadas, con vistas a una fuente de proteínas
sistemática, y no ocasional, hubiera supuesto un cambio importante en
la dieta y en el comportamiento. Son aspectos de la construcción de un
nuevo nicho ecológico, como carroñeros de primera categoría. Una
indicación adicional la proporciona la teoría de la búsqueda óptima de
alimentos de Robert MacArthur y Eric Pianka, según la cual cualquier
especie seleccionará, de entre los alimentos disponibles, los que
proporcionen mayor cantidad de calorías en relación a la energía
gastada en obtenerlos.
El inconveniente para pasar a carroñeros de primera era la presencia de
los otros carroñeros alrededor de los cuerpos de paquidermos. La única
ventaja posible de los homínidos, arguye Bickerton, estaba en los
grandes números y en la cooperación, pero los grandes números se
contradicen con la dispersión de la sabana y con los pequeños grupos en
que trabajarían los cazadores-batidores. Ahí es donde entra en acción
el factor lenguaje.
Adam's Tongue, 7: Fíjate en la hormiga, holgazán
Uno de los artículos sobre el origen del lenguaje influyentes sobre el
origen del lenguaje este siglo es "el de Chomsky": M. Hauser, N.
Chomsky, y T. Fitch, "The Faculty of Language: What Is It, Who Has It,
and How Did It Evolve" en Science 198 (2002): 1569-79. Para Bickerton,
da una orientación errónea a la cuestión (ver cap. 9). Representa la
tendencia actual a asociar el origen del lenguaje a la biología
evolutiva, en concreto a la "evo-devo" que estudia la manera en que los
genes regulan el desarrollo corporal, y más generalmente a la genética
y la presencia de elementos comunes en el genoma humano y de muchos
animales, hasta los parientes más remotos. Aunque Bickerton reconoce el
interés de todo esto, recalca que la homología genética no configura el
comportamiento. Configura partes del cuerpo. Pero el lenguaje no es una
parte del cuerpo (recordemos aquí el supuesto "órgano del lenguaje" de
Chomsky), sino un comportamiento. Hay demasiadas variables entre los
genes y el comportamiento para que un estudio de la homología profunda
nos pueda dar antecedentes de un comportamiento dado, en especial de
uno que es único. (Aquí matizaría yo que, siendo único el lenguaje
humano, muchos de sus ingredientes no son únicos, y que el estudio de
esos sí puede beneficiarse de los estudios genéticos).
"Así que, frente a todas las promesas de la evo-devo en otras áreas, no
nos da buenas razones para ir a buscar los precursores del lenguaje en
sitios nuevos extraños. Si vamos a buscar fuera de los primates,
incluso fuera de los vertebrados, es el comportamiento, y no los genes,
lo que buscaremos. Porque eso es lo que nos dice que hagamos la teoría
de construcción de nichos." (130)
Serán los nichos los que determinarán cómo se manifestarán los genes.
Es más útil buscar analogías de comportamiento que homologías
genéticas: nichos que tengan el mismo tipo de presión selectiva. Siendo
el nicho lo que importa, no importa lo lejos que busquemos de nuestra
propia especie. (Este es, podríamos decir, a la vez el punto fuerte de
la teoría de Bickerton, y el que más se presta a críticas por su
pretensión de volverse en EL elemento determinante. Pero atendamos
bien: ) El nicho que hace necesario el desarrollo lenguaje es el que
requiere
"una presión selectiva a favor de la transmisión de información sobre
fuentes de alimento que se encuentren más allá del alcance sensorial de
los receptores del mensaje. Así que lo que necesitamos buscar, en la
amplia gama de especies de la tierra, son las que tienen nichos que
requiren este tipo de intercambio de información. Si la información que
se transfiere resulta que se refiere a fuentes de alimento demasiado
grandes para que las manejen los individuos, requirirendo así algún
tipo de estrategia de reclutamiento, pues tanto mejor.
De modo un tanto sorprendente, casi las únicas especies que cumplen estos criterios son las hormigas y las abejas." (131)
El sistema de comunicación animal (ACS) de las abejas lo describió Karl
von Frisch a mediados del siglo XX. Y ya desde antes se sabía que el
ACS de las abejas tenía la capacidad del desplazamiento (de transmitir
información sobre un elemento ausente de la situación comunicativa).
Pero entonces se concebía la cuestión de modo que no se asociaba este
desplazamiento como un elemento relevante en común con el lenguaje
humano—por la distancia biológica que nos separa de las abejas; y con
la asociación que se hizo entre genética y comportamiento, estaba la
asociación descartada. Faltaba el planteamiento a que lleva la teoría
de la construcción de nichos ecológicos, y su reinterpretación de la
relación entre nicho ecológico y comportamiento.
Sigue aplicándose en todo esto el principio genético de la aptitud
inclusiva: es decir, que un individuo no busca sólo preservar sus
propios genes, sino también los de sus parientes.
(Este principio, derivado del del gen egoísta, a mí me parece menos
obvio que todo esto. Después de todo, si nos interesamos por los
parientes a causa de sus genes, ¿por qué detenernos en la familia, o en
la comunidad, o en la especie? Con los chimpancés tenemos un noventa y
muchos por ciento del genoma. El detector incorporado de parentesco
genético aquí supuesto me parece un mito, y la solidaridad funciona,
creo, de otra manera totalmente distinta, guiada por criterios de
organización social, sociobiológica y ecológica, antes bien que regida
por ninguna matemática genética. En fin, que Bickerton, con toda su
crítica al genetismo-inherentismo, aún se queda corto en este punto).
En las llamadas de animales, este principio de la aptitud inclusiva
permite que se dé una llamada de alarma, un comportamiento que pone en
riesgo al propio animal en favor de sus congéneres, porque permite la
supervivencia de la comunidad cohesiva. Y no es por casualidad que el
ACS elaborado de las abejas se dé en una especie que manifiesta alta
cooperación y cohesión en sus comunidades. Así, se comparten y explotan
conjuntamente las fuentes de alimento. En el caso de las abejas, las
fuentes de alimento están dispersas y requieren dispersión de los
individuos para localizarlas; requieren también explotación conjunta,
pues duran poco.
"Por tanto un ACS eficaz en las abejas debe ser capaz de desplazar:
debe transmitir información sobre estados y acontecimientos que existen
en otro lugar y en otro tiempo. A diferencia de otros ACS, no puede
funcionar si permanece aprisionado en el aquí y ahora." (133)
Las abejas comunican la orientación y distancia de las fuentes de
comida con unos bailes complejos que requieren no sólo atender al
movimiento, sino a los ejes de orientación del baile y la posición del
sol. La objecion de que lo hacen "por instinto" y no conscientemente es
menos válida de lo que parece. Tampoco hablamos tan conscientemente
como creemos: procesamos el lenguaje inconscientemente. El lenguaje de
las abejas también debió evolucionar gradualmente, a partir de cambios
en el comportamiento que resultaban selectivamente beneficiosos. Pero
las hormigas aún se parecen más a los humanos en cuanto a su búsqueda
de alimentos.
Es difícil generalizar sobre el mundo de las hormigas, con gran
variedad de comportamientos y sistemas de producción de sustancias
químicas con una variedad de usos. Algunos son comunicativos. Hay
hormigas granjeras y pastoras de áfidos, pero muchas buscan fuentes de
alimento como depredadores y carroñeros. Y necesitan un sistema de
comunicación para acudir en masa a esas fuentes, dispersas, una vez las
han localizado en sus batidas. Es lo que llama Bickerton una estrategia
de "fisión-fusión". Los chimpancés no tienen necesidad de ella: cuando
forman grupos son pequeños y están a la vista unos de otros o pueden
oírse. Nuestros antepasados sí tenían razones para usar este tipo de
estrategia ecológica para explotar alimento, como las abejas y hormigas.
Investigadores como Bert Hölldobler y otros han estudiado este tipo de
comportamientos en las hormigas. "Entre las estrategias de las hormigas
hay un par de cosas que se parecen sorprendentemente a dos de los
componentes importantes del lenguaje: la concatenación y la
predicación" (136)—cosas que no se dan en los ACS. Se refiere Bickerton
a los movimientos (una especie de baile de las hormigas) seguidos de
una señal química para marcar el camino. Un tipo primitivo de
concatenación, pero que rara vez aparece entre otras especies. Otras
regurgitan alimento como muestra—esto puede deberse a que las hormigas
tienen una alimentación más variada que las abejas. Lo esencial para
Bickerton es que la información transferida se refiere a cosas fuera
del aquí y ahora —(aunque en el caso de las hormigas no señala ningún
sistema de desplazamiento que no dependa de acompañar físicamente a la
primera hormiga que guía a la fuente y marca el camino. En este sentido
el ACS de las abejas tiene más capacidad de desplazamiento y de
codificación de información que el de las hormigas, aunque siga
teniendo la rigidez de poder transmitir sólo un tipo de significado. Lo
que el modelo de las hormigas le aporta a Bickerton es que está
pensando en un modelo muy similar para la ecología de la alimentación
humana y la comunicación: una palabra que signifique el animal
localizado, y luego seguir en grupo el camino indicado acompañando al
mensajero).
En suma, las especies que desarrollen este tipo de comunicación con desplazamiento deben ser:
- sociales,
- que busquen alimento en una área extensa, no como la mayoría de las especies en su entorno inmediato,
- que utilicen la estrategia de fisión-fusión,
- que exploten fuentes de alimento voluminosas o que requieran grandes números de individuos para su aprovechamiento.
Los cuervos, curiosamente, también emplean sistemas de reclutamiento
(ver Ravens in Winter de Bernd Heinrich), y tienen un ACS todavía mal
conocido que ha logrado desplazamiento. Aquí el problema a resolver es
buscar aliados para apoderarse de las carroñas defendidas por cuervos
emparejados.
Se pueden contestar las objeciones siguientes planteadas a esta hipótesis de la fisión-fusión.
- La objeción de que hormigas y abejas tienen sistemas que no
evolucionan, frente a la productividad del lenguaje. Pero hay que tener
en cuenta también las diferencias entre la complejidad del cerebro y
comportamiento de los grandes simios y los de las hormigas. Un sistema
similar interactuaría allí con una biología social enteramente distinta.
-Los "lenguajes" de hormigas y abejas son instintivos, no aprendidos ni
modificables. Bien, de hecho el origen del lenguaje tuvo que ser
deliberado, no producido por ningún instinto inherente. (Aquí yo
disentiría, y vería más bien un proceso evolutivo más gradual basado en
comportamientos ya interiorizados). Pero el lenguaje al desarrollarse
se produve de modo automático. Bickerton arguye que el procedimiento de
interiorización de un comportamiento espontáneo (los modos de
reclutamiento novedosos) debe basarse en el llamado efecto Baldwin.
- Los "lenguajes" de hormigas y abejas se limitan a una cuestión, la
obtención de alimento, y un mecanismo tal en los primeros humanos
habría debido seguir enganchado a esa función, sin desarrollarse y
convertirse en el lenguaje. Bien, pues.. quizá fue así durante cientos
de miles de años, piensa ahora Bickerton. (No olvidemos que estamos
aquí comentando las nuevas teorías de uno de los mayores defensores de
la idea de que al lenguaje le precedió un protolenguaje). En el cap. 11
veremos la expansión del protolenguaje al lenguaje. Queda la cuestión
de por qué se estancó el desarrollo cultural una vez existía algún tipo
de protolenguaje simple. Los fabricantes de hachas de piedra tallada no
variaron el diseño durante un millón de años o más. Eso no sería
posible si fuesen seres humanos como los actuales: "Ancestros o no, los
fabricantes de hachas de mano deben haber sido un tipo de ser
totalmente diferente de nosotros" (143). (Y eso desplaza el problema
quizá: pues éste pasaría a ser no tanto el origen del protolenguaje,
que busca localizar Bickerton, sino el origen del lenguaje moderno,
quizá sólo atribuible al homo sapiens).
- Lo que aquí se describe no es el lenguaje, sino un protolenguaje muy
limitado. El lenguaje es un fenómeno único, aunque haya habilidades
cognitivas en simios o monos, o en otros animales, que sean
ingredientes o soportes para el lenguaje. Bickerton encuentra pasmoso
que se haya desarollado, visto lo bien que funcionan los ACS para las
demás especies. Pero la única manera de poder entender el comienzo de
su desarrollo es estudiar un nicho ecológico que hiciera necesario
"romper la cárcel del aquí y ahora". Eso no era más que un comienzo,
aunque ahora vemos que sin el lenguaje viviríamos en un mundo
totalmente diferente. En lo que sigue se desarrolla una hipótesis
especulativa de cómo pudo expandirse ese ACS primitivo hacia un
protolenguaje.
Adam's Tongue 8: El "Big bang"
(No esperen ninguna gran explosión del lenguaje en este capítulo del
libro de Bickerton. Más bien un "small crack". Pero significativo. Y
acompañado de interesantes reflexiones sobre la teoría de la evolución
y la ecología).
Ha cambiado bastante en las últimas décadas la imagen de la evolución
humana. De una línea directa que llevaba de los simios a nosotros,
pasando por australopitecos, homo habilis, homo erectus y neandertales,
se ha pasado a un panorama más ramificado con múltiples especies, cuya
relación con nosotros es incierta; de un tiempo en que era plausible la
hipótesis multirregional, en la que los prehumanos de todo el Viejo
Mundo hubieran evolucionado conjuntamente, humanizándose
progresivamente todos a la vez, se ha pasado a la aceptación casi
universal de la hipótesis de "out of Africa", situando el origen del
homo sapiens en Africa. A los viejos diagramas lineales, que nos
relacionaban con los simios pero a una distancia decente, le suceden
diagramas fragmentarios, en forma de matorral, con líneas de puntos,
interrogativas....
(Hay que aclarar, sobre estas "múltiples ramas", que el modelo actual,
si bien ha multiplicado las especies de humanos primitivos, es en
cierto sentido más lineal que nunca: en efecto, si descendemos todos de
un pequeño grupo (pre)humano de Africa, se hace difícil distinguir a
ese grupo en concreto entre todas las especies y subespecies
emparentadas de humanoides primitivos. Pero el modelo actual deja en
principio menos lugar a la hibridación y al entrecruzamiento de ramas
genealógicas entre variedades humanas primitivas, algo que por difícil
que sea de concebir en la práctica estaba prácticamente implicado por
el modelo multirregional).
En paleontología, como en cualquier disciplina de estudio, nos dice
Bickerton que hay dos tipos de personas: los juntadores y los
separadores : "si eres un juntador, quieres agrupar varios tipos
supeficialmente diferentes en la misma categoría; si eres un separador,
quieres categorías con etiquetas separadas para cada tipo" (148). Una
manera de salir de debates interminables sobre estas diferencias es
atender a cómo sucede la especiación. Porque como dijo Dobzhanksy, en
biología nada tiene sentido sin la teoría de la evolución, y sobre la
cuestión de la especiación versaba el libro de Darwin. También es
crucial para el asunto del origen del lenguaje:
"El nacimiento del lenguaje fue sólo parte—tuvo que ser sólo parte—de
lo que a menudo se llama, de manera que puede llevar a confusión, un
'acontecimiento de especiación'. En la evolución, la mayoría de las
cosas interesantes suceden cuendo una especie se separa de otra como
una rama y por así decirlo abre su propio negocio" (148).
(Y este asunto seguirá siendo debatido... porque si situamos el origen
del homo sapiens hace unos doscientos mil años, queda por determinar
por qué el florecimiento de la cultura simbólica se sitúa mucho más
recientemente, hace menos de cien mil años. Suponiendo que fuese
asociado al origen del lenguaje—del lenguaje moderno, y suponiendo que
este origen pueda ir asociado a una transformación relativamente
revolucionaria, podríamos tener la paradoja evolucionaria de humanos de
nuestra especie biológica pero sin lenguaje, seguidos de una
transformación cultural y mental radical pero no acompañada de una
especiación. De todos modos, como veremos ahora, la noción de
especiación pierde en gran medida su sentido una vez se aplica a formas
humanas con un desarrollo cultural considerable: pues la capacidad de
interreproducción pasa a ser en gran medida irrelevante, al ser los
criterios culturales, y no los biológicos, quienes dictan cuál es el
grupo al que se pertenece, y con el que es viable o aceptable la
reproducción).
Bickerton, siguiendo a Robert Foley y Marta Lahr, asocia la especiación
al aislamiento de un pequeño grupo, con respecto a la población
mayoritaria de la especie. Aun si vuelven a reunirse las poblaciones,
un grupo que haya desarrollado suficientes diferencias tenderá a
reproducirse entre sí de modo diferenciado. (Las poblaciones humanas no
serían sino una variante probablemente más extrema de este caso
general). Y explotarán alimentos diferenciados de los de la población
mayoritaria. Al final habrá imposibilidad de reproducción con la
especie principal, o gran dificultad: pero es un proceso que no puede
situarse en un momento dado, pues va asociado al aislamiento geográfico
y a la diferenciación del comportamiento.
(La teoría del aislamiento de poblaciones ya estaba en la concepción
original de Darwin—quizá sin suficiente énfasis. Ver mi artículo
"Grandiosa secuencia de acontecimientos." Más sobre especies y
especiación puede verse en mis artículos "Ideas de especie y especies
de ideas" y en "Especiación y retrospección: El diseño inteligente de
Vladimir Nabokov").
Otra manera en que puede darse la especiación es mediante la
construcción de un nicho ecológico diferenciado, sin grandes
diferencias físicas ni de ubicación geográfica: es el caso de los
primeros nichos ecológicos de los protohumanos—omnívoro
(australopitecos), omnívoro más rompedor de huesos (australopitecos
tardíos, homo temprano), omnívoro más preferentemente carnívoro (Homo
avanzado, ergaster o erectus). Las principales diferencias se debían a
la manera de buscarse la vida. Hoy se sabe que el Homo habilis y el
Homo erectus coexistieron durante medio millón de años o más, lo cual
sugiere según Maeve Leakey que explotaban nichos ecológicos distintos.
Según Bickerton,
"La hipótesis más plausible es que el grupo ancestral del erectus se
separó del habilis (o bien quizá de otro antepasado diferente) pasando
de una estrategia de explotación local basada en la extracción de
médula ósea a una estrategia territorial basada en la explotación de
cadáveres de grandes herbívoros. Un estilo de vida tan novedoso
llevaría a la selección tanto de cambios de comportamiento como de
cambios físicos. Erectus tendría que adquirir una constitución más
adecuada para cubrir las mayores distancias requeridas por el nuevo
estilo de vida, y erectus era de hecho más alto y más esbelto que
habilis. Sin duda se dieron otros cambios que no se conservan en el
registro fósil, como la capacidad de resistir la sed, y mejoras en la
capacidad de arrojar objetos. (Luego veremos por qué). Aun si erectus
se originó como una rama de habilis, las hembras erectus ya no querrían
hijos de machos habilis. Las dos especies bien podrían coexistir en el
mismo territorio, usándolo en momentos diferentes para propósitos
diferentes". (151-52).
En algún momento, quizá, un protohumano armado con una lasca de piedra
descubrió que podía acceder antes que nadie a la carne de los
paquidermos muertos. Si esa estrategia prosperó, desencadenaría una
catarata de cambios de comportamiento. Primero cambios en el
comportamiento, insiste Bickerton: luego, cambios en la población y en
el cuerpo.
Parece razonable suponer que los cambios impulsados por las acciones
intencionales de los propios animales se muevan más rápido que los
cambios debidos a la deriva genética o incluso que los debidos a
modificaciones de las presiones selectivas. Fueron precisamente tales
secuencias de cambio rápido, seguidas por largos períodos de aparente
estasis evolutiva, las que hicieron surgir la teoría del equilibrio
puntuado. (153).
(Así pues, la teoría sobre el origen del lenguaje de Bickerton es
consonante en sus planteamientos generales con la teoría del equilibrio
puntuado de Stephen Jay Gould t Bukes -ekdredge. Eso a pesar de que
Gould no se interesó mucho por el papel evolutivo dinámico del origen
del lenguaje, centrándose más en sus aspectos accidentales—en el
lenguaje como pechina o enjuta de la construcción cerebral, un
subproducto colateral de la evolución—ver mi artículo sobre "El
lenguaje como exaptación". Aunque si bien el hecho parezca ser que el
lenguaje esté construido sobre la exaptación de sistemas cognitivos
anteriormente existentes, de ello no se sigue que su función evolutiva
sea accidental o gratuita: sino más bien todo lo contrario. Stephen
Pinker, Paul Bloom y otros criticaron el desinterés de Gould por el
papel evolutivo del lenguaje. Ver The First Word, de Christine
Kenneally, 2007. Pero esto no significa en absoluto que la teoría
evolutiva de Gould sea irrelevante para conceptualizar la evolución de
lenguaje, ni contradictoria con la de Bickerton).
Arguye Bickerton que la teoría de construcción de nichos arroja nueva
luz sobre la manera en que funciona el equilibrio puntuado, con
especies generalmente estáticas y acontecimientos "rápidos" de
especiación—proporciona un mecanismo de explicación de cómo se dan
estos fenómenos. El debate en torno a la cuestión del equilibrio
puntuado se centró en si era un proceso general, frecuente o
infrecuente, y pareció ignorar la cuestión de que ni Gould ni nadie
había propuesto una causa de por qué sucedía. Pasó como con Wegener,
cuya teoría de la deriva continental fue ignorada porque se atuvo al
hecho, sin dar una explicación causal:
"El problema de Wegener era que nunca propuso un mecanismo para
explicar por qué los continentes iban a la deriva, igual que Gould
nunca propuso un mecanismo para explicar por qué habría la evolución de
alternar entre cambios rápidos y estasis. Y entonces se descubrió la
tectónica de placas, y todo el mundo de repente vio que los continentes
no podían sino ir a la deriva". (154)
Algo parecido sucede con la teoría de construcción de nichos. Una
especie está acomodada a su nicho ecológico, o lo construye, y se
adapta a él como una mano a un guante. Esto favorece la estasis de la
especie. Pero si algo cambia súbitamente, se requiere la construcción
de un nuevo nicho, rápidamente. (También esto explicaría por qué tiende
una nueva especie, con tanta frecuencia, a suplantar a la especie
madre. Esta habría dejado de estar adaptada al nuevo ambiente, y se
extingue, mientras que una pequeña población variada sobrevive en un
nuevo nicho).
"La teoría de construcción de nichos también explica por qué, desde el
último antepasado común de los humanos y los simios, ha habido tantas
especiaciones en nuestra línea, y tan pocas en la línea de los simios.
La rama de los simios vivía en un entorno inalterado y se quedó
felizmente en los nichos que ya ocupaba. Nuestra rama se vio forzada,
primero, y decidió, después, construir más y más nichos nuevos, a
medida que sus capacidades se ampliaban con construcciones sucesivas.
(...). La construcción sucesiva de nichos significaba que podíamos
evolucionar in situ, sin esperar a que la separación geográfica
desencadenase el proceso de especiación. El proceso de construcción de
nichos fue lo que impulsó nuestras sucesivas especiaciones y nos hizo
lo que somos". (154)
La estasis también se dio… por ejemplo en el millón de años de la
cultura de las hachas de mano. (Ver también mi artículo "No
evolucionaremos").
Uno de estos pasos evolutivos, muy importante, fue cuando hubo cambios
en la alimentación, pasando de romper huesos a rasgar pieles. Esto
lleva a cambios de organización. Hace falta desperdigarse en pequeños
grupos para cubrir una área muy grande, para localizar con más eficacia
los cadáveres de grandes animales. Los huesos duran mucho: los grandes
cadáveres sólo pueden explotarse por los cortadores de piel si son muy
recientes. Así pues, los explotadores de médula ósea pueden permitirse
vivir en grupos más grandes. Y los descubridores del nuevo nicho
tuvieron que pasar a la vez a reducir sus grupos y a competir con los
grandes depredadores. Esto requería cambios de estrategia importantes.
De todo esto no hay pruebas: sólo probabilidades. Pero es en este nuevo
nicho, en este nuevo comportamiento y en su nueva estrategia de grupo,
donde propone Bickerton encontrar un paso crucial en el desarrollo del
lenguaje.
Modas en ecología humana primitiva suelen ignorar hechos básicos.
Primero éramos, se supone, cazadores de grandes animales; la teoría
machista del gran cazador. Esto ignora que hasta los humanos recientes
no existieron las armas que permitiesen sostener esta hipótesis. Luego
vino el feminismo: y la clave eran las mujeres y la recolección
pausada. Pero esto ignora las realidades de la sabana, donde esa vida
es imposible. Pero "nadie deja jamás que los hechos interfieran con una
teoría culturalmente apropiada" (157). Ni humildes carroñeros o
recolectores, ni grandes cazadores. Lo que propone Bickerton es que
estos ancestros, en este nuevo nicho ecológico, eran carroñeros
agresivos, compitiendo con los grandes carnívoros, pero normalmente sin
combate directo con ellos. bifaz excalibur
Para poder ocupar con éxito un gran cadáver primero hay que
localizarlo, y eso requiere dispersión en parejas o pequeños grupos.
Luego hay que imponerse por la fuerza de los números, la única fuerza
disponible—y aquí es crucial la capacidad de lanzar piedras que
desarrollaron los humanos frente a los simios. Y el papel del lenguaje
es crucial a la hora de reclutar al grupo necesario. Es algo parecido a
la estrategia de las hormigas: seguramente las primeras palabras con
desplazamiento de sentido (distintas de los ACS, de los gritos de
alarma la comunicación animal) se referían probablemente a los animales
encontrados muertos, imitando su sonido y sus gestos. Aquí suscribe
Bickerton la teoría del origen onomatopéyico, icónico, del lenguaje,
una de las más intuitivas y tradicionales—y también la teoría gestual,
simultáneamente.
"Mucho más importante que el tipo de señal que se utilizase es el hecho
de que usar cualquier tipo de señal, para indicar un cadáver de animal
que habías visto hace horas a quizá varias millas de distancia, sería
el primer caso claro de desplazamiento fuera de los himenópteros.
Algunos de los que escriben sobre la evolución del lenguaje le dan
demasiada importancia a la arbitrariedad—al hecho de que, en las
lenguas de hoy, las palabras rara vez se parecen o suenan como las
cosas a las que se refieren. Pero lo mismo es cierto de muchas señales
ACS—una gran mayoría de las llamadas de alarma, por ejemplo. Pero en
cambio, fuera de las abejas y de las hormigas, no hay señales ACS que
consigan realizar desplazamiento.
Así que el auténtico paso crucial para entrar en el lenguaje tendría
que ser el desplazamiento, antes que la arbitrariedad." (160)
Una especie hace lo que tiene que hacer, dice Bickerton, y las hembras
participarían en esta estrategia como los machos. Los argumentos
extraídos por analogía de las hembras chimpancés, o de las hembras
humanas en otro nicho ecológico distinto, no vienen al caso. La
estrategia de reclutamiento requiere a la gran mayoría de la comunidad
para funcionar. Y sería más lógico que fuesen las mujeres quienes
hiciesen la mayor parte del trabajo de cortar carne mientras los machos
(seres más prescindibles para la comunidad) mantendrían a las fieras a
raya. Las piedras no son mortíferas, pero pueden dañar las
posibilidades de competición de un carnívoro si le rompen algo, y por
tanto es una estrategia de lucha viable.
Esta es una historia hipotética, pero basada probabilísticamente en
datos sobre la ecología y el comportamiento. Una teoría del origen
evolutivo del lenguaje debe satisfacer estas características:
—la presión selectiva debe ser fuerte (y esto queda demostrado por la
extinción de las especies que se limitaron a romper huesos).
—la presión selectiva debe ser de caracter único, como el lenguaje (y
no hay otra especie con un problema de subsistencia similar que se
puediese resolver sólo con el reclutamiento).
—el uso del lenguaje tuvo que ser crucial y funcional desde el primer
momento (aquí se require un protolenguaje mínimo, y va ligado
directamente a la alimentación).
—la teoría no debe contradecir en nada la ecología de las especies ancestrales.
—la teoría debe explicar por qué habrían de creerse las señales
"baratas" (y potencialmente falsificables—pero en este caso se trata de
ayudar a obtener comida, no reporta ventaja la falsificación).
—la teoría debe explicar cómo se contrarresta el egoísmo de los
primates. (Aquí se contrarresta porque sólo mediante la cooperación se
podría acceder al alimento). La cuestión de la cooperación es crucial:
pues el lenguaje, sin cooperación obligada, no hubiera resultado más
que en discusiones y rivalidad.
"Sólo una especie que llegase a depender (no exclusivamente, claro,
pero sí de modo sustancial) en obtener acceso a cadáveres gigantes se
habría visto obligada a reclutar a congéneres no parientes. Obligada:
porque de no cooperar los no parientes, nadie obtenía nada" (167-68)
Esto no explica todo el lenguaje, sino sólo el primer paso, el origen
de protopalabras: la manera en que se rompe la prisión del aquí y
ahora, y se crea un pequeño efecto que tiene un efecto caótico sobre el
conjunto del sistema. La aparición del lenguaje llevaría en última
instancia a efectos imprevisibles en el desarrollo de la mentalidad y
de la cultura humana. (Esta teoría también explicaría en cierto modo la
infamia que persigue al mentiroso—el rechazo de la mentira sería algo
ligado al origen mismo del lenguaje y de la cooperación).
La teoría de Bickerton está por tanto en sintonía con otras teorías
modernas en este aspecto: no coloca primero el desarrollo de la
inteligencia, y después el del lenguaje, sino al revés. El lenguaje,
surgido por necesidades ecológicas en una especie no privilegiadamente
inteligente, llevó de modo complejo a un desarrollo mental y cerebral.
Como señala Chistine Kenneally en The First Word, no es el cerebro
desarrollado el que explica la aparición del lenguaje, sino el lenguaje
el que explica la aparición del cerebro humano desarrollado).
Y una pequeña objeción: Bickerton habla siempre de 'palabras', y
ciertamente la evolución y origen de las primeras palabras es un
momento crucial en la evolución del lenguaje. Pero un enfoque más
integracionalista de la cuestión colocaría el énfasis no en las
palabras sino en los actos de habla: el acto de habla del
reclutamiento, por ejemplo. La misma situación de interacción social
parece pedirlo. Son los actos de interacción social, el "hacer cosas
con palabras" o con gestos o sin palabras, lo que importa de modo
crucial—hacer cosas: las palabras vienen después, por un proceso de
refinado, abstracción y filtrado. Pero lo primordial en un sentido
ecológico no son las palabras y sus significados, ni los nombres de
objetos o animales, sino las situaciones y sus significados, y los
actos de interacción social y sus significados. La pragmática precede a
la semántica, y ésta a la sintaxis. Recuerdo que en un congreso en los
años ochenta, cuando se discutían las alternativas de la "semántica
generativa" a la teoría de Chomsky, proponía yo por qué no desarrollar
una pragmática generativa como base interaccional del lenguaje, con
especificaciones ulteriores de semánticas y sintaxis, como fenómenos
derivados y "superficiales".
Como se sabe, la gran obsesión de la lingüística con la sintaxis (y con
la morfología) fue asociada a la gramática generativa de Chomsky, y a
otros estructuralismos de mediados del siglo XX, bien dominantes hasta
hace poco, o todavía hoy de hecho. Y Chomsky siempre ha defendido la
importancia de la sintaxis como un componente crucial y definitorio
para entender lo que es el lenguaje. Es la de Chomsky una teoría (o una
colección de teorías) que habla otro idioma que la de Bickerton con sus
pidgins y sus protolenguajes. En el siguiente capítulo, se ocupará
Bickerton de la teoría chomskiana de la evolución del lenguaje.
Adam's Tongue 9: El reto de Chomsky
Derek Bickerton admite que ha cambiado de postura sobre muchas
cuestiones, aunque siempre intentando explicar por qué. Ha sido, en
tiempos, más chomskiano que ahora, pero aun con todo quiere evitar el
"antichomskianismo vulgar"—admira la labor de Chomsky en tanto que
teorizador de la sintaxis. (Lo malo, diría yo, es que en el paquete de
esa teoría sintáctica va toda una teoría del lenguaje que la hace estar
un poco peor orientada). Pero en todo caso Bickerton considera que la
idea de Chosmky sobre cómo evolucionó el lenguaje está completamente
equivocada. Durante años Chomsky no se interesó por la teoría de la
evolución ni por el origen del lenguaje, considerándolo más bien un
pseudo-problema. No tenía sentido, decía Chomsky, intentar explicar la
evolución del lenguaje a partir de sistemas de comunicación más
primitivos—tan especial era el lenguaje. Negó repetidamente que la
selección natural pudiera tener nada que ver en el desarrollo del
lenguaje. Una actitud ésta un tanto sorprendente en alguien
supuestamente interesado por el aspecto biológico del lenguaje. Y de
repente en 2002 Chomsky publicó un artículo en colaboración con dos
autores con los que hasta entonces había mantenido posturas opuestas,
Marc Hauser y Tecumseh Fitch, que venían defendiendo todo lo contrario.
¿Cuál era el punto de encuentro? Pues se dividió el territorio del
lenguaje, en una facultad del lenguaje en sentido amplio, terreno de
interacción con otros sistemas cognitivos, desarrollados por selección
natural, exaptados y no originalmente lingüísticos, etc.—y, como núcleo
"duro" de ésta, el terreno propiamente chomskiano, la facultad de
lenguaje en sentido estricto, lo que Chomsky denomina un "sistema
computacional interno", que rige la sintaxis—recordemos que ésta
siempre ha sido el sacrosanto núcleo del lenguaje en la teoría de
Chomsky. De hecho, incluso el mecanismo de la recursión podría haber
sido exaptado, o podría tener raíces cognitivas comunes en otras
especies, según la nueva teoría:
"Chomsky dejó de insistir en el carácter único del lenguaje en su
conjunto, y en el grado en que es algo aparte de las capacidades de
otras especies. A cambio recibió la confirmación del status especial de
la recursión en tanto que mecanismo central de la sintaxis, y la
sintaxis era, claro, lo que siempre había contemplado él como el
componente más esencial del lenguaje" (173-74).
Y aunque Chomsky aceptase que había fenómenos recursivos en otras
especies, podía seguir sosteniendo que la selección natural no la había
originado como mecanismo lingüistico—evitando así contradecir su
postura anterior. (Según esta caracterización de la postura de Chomsky,
el origen de muchos "ingredientes" lingüisticos se debería a resultados
colaterales de la evolución, o a la exaptación—pero parece difícil
evitar dar un papel a la selección natural en el desarrollo del
lenguaje una vez empezaron a interactuar estos materiales heterogéneos).
Para Bickerton, este "arreglo" o nueva versión sigue ignorando la
evolución humana. La propuesta de Chomsky, Hauser y Fitch es abstracta,
no se refiere a ninguna especie humana o protohumana, ni a la
evolución, ni a sus modos de vida, ni se propone una antigüedad
dada.... (Irónicamente, algunos de estos reproches podrían hacérsele a
la propuesta del propio Bickerton en este libro. Nunca sabemos si
cuando habla de "Adán" está hablando de australopitecos, de Homo
Sapiens, de Homo Ergaster, de neanderthales....). Bickerton lo
encuentra extraño dado que Fitch y Hauser son biólogos. La teoría
recuerda a la de Charles Hockett, que en 1960 había distinguido 13
propiedades diferentes del lenguaje, de las cuales sólo una o dos eran
exclusivas de la especie humana. Son como bloques o piezas de cuya
combinación surge el lenguaje—algunos de dudosa relevancia para el
lenguaje humano, según Bickerton, como las analogías con las
vocalizaciones de pájaros y primates. Pero el mayor error, dice
Bickerton, es que de una "lista" así no sale una explicación de cómo
evolucionó el lenguaje—de cómo empezaron a interactuar esos mecanismos.
"Lo que propongo aquí es una especie que empezó sólo con algunos de los
requisitos previos para el lenguaje, y que desarrolló el resto sobre la
marcha, mientras construía el nicho lingüístico" (176)
(Como decía, Bickerton nunca especifica esta especie... Aunque
ateniéndonos a su teoría sobre la influencia del lenguaje en el
desarrollo mental, podríamos postular, cosa que él no hace, la
aparición de un sistema de ACS elaborado en los australopitecos, un
protolenguaje simple en las primeras especies de Homo (habilis,
ergaster, erectus...), una especie de pidgin primitivo entre
Neandertales y primeros Homo sapiens, y un desarrollo súbito de
lenguaje complejo y pensamiento, el big bang propiamente dicho, en el
Homo sapiens de los últimos 40.000 años).
Lo que impide a la gente aceptar esta evolución gradual de los
fenómenos lingüísticos es una noción errónea de cómo funciona el
genoma. Se tiende a presuponer que los genes dan instrucciones
inmutables, que nos determinan. Pero el comportamiento es mucho más
variable de lo que esto permitiría suponer: "La plasticidad del genoma
es uno de los hechos más subestimados en la ciencia" (176).
Hauser escribió La Evolución de la Comunicación, que para Bickerton
colocaba demasiado énfasis en el lenguaje como la culminación de la
evolución, con una tendencia a presuponer que la razón de esta
culminación es "el carácter único del ser humano". Ahí está el error
según Bickerton, en empezar con lo que los humanos tienen de único o
especial—empezamos a utilizar a los humanos como listón para las otras
especies. (Ah, pero sí lo tiene.... el centro es el que organiza
nuestra perspectiva del paisaje. Y poner a los humanos como listón o
término de comparación es algo que en última instancia es inevitable,
creo....). El artículo de Chomsky, Hauser y Fitch proponía un programa
de investigación con todo tipo de seres para ver cuáles tienen qué
capacidades que pudieran contribuir al lenguaje.... una orientación
errónea para Bickerton. La idea sugerida por el artículo era que la
facultad del lenguaje en sentido estricto resultaría ser sólo la
recursión, y que la capacidad de recursión si se encontraba en otra
especie tendría una función totalmente distinta. Sería el "sistema
modular impenetrable", el órgano del lenguaje que buscaba Chomsky—lo
malo sería explicar cómo se hizo penetrable, y ahí no entraban.
Estas objeciones no se plantearon en el debate subsiguiente sobre el
artículo en Cognition—sólo sobre si tal o cual cosa debería ser parte
del módulo estricto del lenguaje o no—es decir, se aceptaba la
perspectiva de la situación propuesta por el artículo de Hauser et al.
Tampoco había ningún interés por saber si pasó algo entre el alba del
lenguaje y su desarrollo. En suma, se ignoraba la evolución del
lenguaje. En una conferencia, Chomsky ofreció su versión de cómo habría
surgido el lenguaje. Existiendo ya en los humanos conceptos de un tipo
especial—previamente a la aparición del lenguaje, conceptos distintos
de los conceptos animales—se dio, de algún modo, en el cerebro humano,
una reorganización que permitió la aparición de la fusión sintáctica
(merge, el concepto central de la última fase del generativismo
chomskiano, traducido normalmente por "ensamble"). Aplicándose esta
fusión o ensamble a los conceptos humanos, se desarrolla un pensamiento
más complejo... y aparece el lenguaje, "people start talking", según lo
pone Bickerton en tono un tanto sarcástico. Pero esto deja sin explicar
de dónde surgieron esos conceptos ya humanos que preceden al lenguaje.
Parece ignorar Chomsky que la selección natural tiene lugar mediante la
interacción con el mundo en acontecimientos externos, y no en procesos
internos al organismo—"Pero, para Chomsky, el lenguaje tuvo que
evolucionar dentro del organismo antes de poder aparecer fuera del
organismo" (183). (En suma, la teoría de Chomsky no relaciona la
aparición del lenguaje con la comunicacion, ni con el comportamiento,
ni con la interacción social. Es una teoría interesada únicamente en la
aparición de la sintaxis, y eso le hace perder la perspectiva de
conjunto de modo radical. Para Bickerton, el pensamiento y los
conceptos lingüisticos no pueden preceder al lenguaje:"¿Cómo podemos
saber lo que pensamos antes de ver lo que decimos?", pregunta. Y aquí
su teoría tiene una vez más un interés desde el punto de vista de la
hermenéutica de la retrospección. Hay una especie de falacia
retrospectiva inherente a la manera en que contemplamos el lenguaje:)
"El hecho de que el lenguaje se ahora el principal motor del
pensamiento no tiene ninguna implicación para su status cuando empezó.
Esa es la falacia del uso primordial, la idea de que lo que una cosa
empezó a hacer será lo que hace mayormente hoy en día—y vice versa,
naturalmente. Fue la falacia del primer uso lo que llevó a Robin Dunbar
a proponer al cotilleo como el motor de la evolución del lenguaje, sólo
porque el cotilleo es la cosa para la que más se utiliza hoy en día el
lenguaje (hablado). Si la falacia del uso primordial fuese cierta de
los ordenadores, se habrían usado en primer lugar para enviar correo
electrónico y para surfear por Internet, y algunos somos bastante
viejos como para acordarnos de lo grande que sería esa falacia.
Ciertamente, el lenguaje es ahora el medio que utilizamos para
estructurar el mundo del pensamiento, pero nunca habría despegado del
suelo, nunca se habría desarrollado para convertirse en lo que es hoy,
y ciertamente nunca hubiese potenciado el pensamiento, si no hubiese
entrado por primera vez en el mundo real bajo la forma tangible de la
comunicación. Como mostré antes, sólo los acontecimientos externos
pueden dar forma a los acontecimientos internos, poque sólo los
acontecimientos externos son visibles para la selección natural." (185)
Chomsky y sus seguidores, como buenos "estructuralistas", en el sentido
de Saussure y en el que usa Gould para hablar de "estructuralistas" en
biología, prefieren invocar leyes formales, principios de desarrollo
inherente, etc. La teoría de Bickerton, en cambio, subordina el
desarrollo del lenguaje a la interacción comunicativa y a la
supervivencia en un entorno ecológico que requería la comunicación. Los
demás usos del lenguaje siguieron a éste.
La teoría de Chomsky idealiza muchos aspectos del lenguaje (para
empezar, diría yo, idealiza el lenguaje en su conjunto, o más bien lo
reduce a algunos aspectos ideales ignorando los demás: la evolución,
las variedades sociolingüísticas, la adquisición....). Igual que
idealiza la adquisición infantil del lenguaje, convirtiéndola en algo
instantáneo, idealiza la adquisición del lenguaje por parte de la
especie. No entiende de procesos: entiende de estados—(y así lleva a un
extremo las idealizaciones saussureanas. Chomsky siempre ha sido un
estructuralista elevado al cuadrado). En su teoría no hay lugar para un
protolenguaje: el lenguaje aparece de repente con la función de fusión
sintáctica—(Lo cual es antievolutivo. Y, encima, en cierto sentido el
lenguaje ya estaba allí en esos "conceptos humanos" que le preceden. Lo
cual también es antievolutivo).
Bickerton pasa a criticar el concepto de "fusión" o "ensamble" (merge)
de Chomsky, o más bien la manera en que lo aplica al lenguaje. Señala
que, para Chomsky, este concepto no sería aplicable a un protolenguaje,
que por tanto no tendría sintaxis ni relaciones gramaticales. También
observa que para Chomsky, la fusión se da sólo en el seno de la frase
(su gramática continúa siendo oracional), aunque de hecho hay unidades
discursivas que, sin fundirse sintácticamente, simplemente se añaden
unas a otras, de modo aditivo—hasta el infinito, algo que Chomsky
parece restringir a los procesos recursivos. En suma, que un
protolenguaje hecho de unidades superpuestas no tiene por qué ser
finito, contra lo que diga Chomsky.
(De hecho, lo que se evidencia es la insuficiencia de un concepto único
de "fusión" o "ensamble" para dar cuenta de la creación de formas
lingüísticas. Los párrafos, a nivel discursivo, sí están fusionados,
pero no en el sentido gramatical del término. Constituyen, sin embargo,
formas menores sometidas a una estructura argumentativa superior. La
teoría de Chomsky, idealizando las nociones y volviéndolas abstractas
hasta que pierden sus sentido, crea así un mundo propio que va a poder
contribuir muy poco tanto al análisis global del lenguaje como al de su
evolución. Sobre el concepto de "fusión" y de creación de formas, sería
mucho mejor emplearlo de un modo flexible—como requeriría una noción
tan abstracta y general—a niveles distintos de gramaticalización. Así,
un sintagma nominal es una unidad rodeada de un pequeño marco
"imaginario" que la hace manejable y combinable con otras piezas; y
este proceso tiene una analogía con la formación de unidades mediante
enmarcamiento (framing, diría Goffman) en otros aspectos del lenguaje:
por ejemplo, una cita en estilo directo también tiene su propio marco.
Los dos marcos son de tipos distintos, y sin embargo hay que reconocer
su naturaleza común en tanto que marcos. Las formas lingüisticas, y no
sólo las sintácticas, son así una gama de marcos de diversos tipos, que
forman un continuo con marcos perceptuales o conceptuales no
lingüisticos. Es éste el mejor camino para imbricar el lenguaje en la
cognición y en la percepción, así como la vía hacia un continuo con el
pensamiento animal. Quizá esta consciencia de la estructuración
cognitiva del mundo en secuencias, partes, procesos, etc., falta en la
teoría de Bickerton, como en las teorías lingüísticas que tienden a
reducir el sentido del mundo a sentido lingüistico, y su estructuración
a una estructuración lingüística. Goffman, con su noción de que la
SITUACIÓN, la ACCION, y la INTERACCIÓN, vinieron antes que la palabra,
podría aportar un correctivo saludable).
En suma, Bickerton coloca la interacción comunicativa primero, la
formación de conceptos después, la aparición de la fusión sintáctica y
la consiguiente remodelación conceptual luego, dando lugar a conceptos
humanos, y a capacidades de pensamiento complejo:
"Chomsky cree que el pensamiento humano vino primero, y permitió la aparición del lenguaje.
Yo creo que el lenguaje vino primero, y permitió la aparición del pensamiento humano". (191)
Este modelo explica cómo una fase surge a partir de otra, cosa que no
hace el de Chomsky. En cuanto a la fusión sintáctica, "un proceso que
no requiere una derivación especial, ya que surge de la manera en que
el cerebro maneja cualquier dato, aparece tan pronto como hay unidades
semánticamente capaces de fusionarse" (190). (Este planteamiento de
Bickerton es de hecho más consistente que el de Chomsky con teorías
como la de la coevolución del lenguaje y el cerebro formulada por
Terrence Deacon. Para Deacon, no se desarrolló primero el lenguaje y
luego el cerebro, sino que el lenguaje impulsó el desarrollo del
cerebro). Hay que señalar que Bickerton, cuando da la prioridad al
lenguaje como motor del pensamiento, y no viceversa, está hablando de
las primeras fases, de la aparición misma de las primeras palabras:
"Y, naturalmente, una vez estuvieron plenamente establecidos los
procesos de los que he hablado, el lenguaje y el pensamiento humano con
toda certidumbre sí coevolucionaron" (191)
(Coevolución, siempre. Lo que es debatible es qué aspecto puede haber sido más influente en una fase dada).
Adam's Tongue 10: Mentalizándonos
En este capítulo habla Bickerton del desarrollo mental y cerebral,
empezando con una referencia a las teorías de Gary Marcus, sobre la
construcción históricamente contingente y "accidental" del cerebro
humano. Como Marcus, nos propone Bickerton evitar la teleología y la
falacia de la retrospección. Gracias al cerebro pensamos y hablamos.
Peero, de ahí no se sigue que el cerebro se haya desarrollado "para"
pensar y para hablar. Son los resultados colaterales, exaptados o
imprevisibles que adornan la historia de la evolución (al menos tal
como la veía Stephen Jay Gould) y le dan forma incalculable e
irrepetible.
El cerebro se desarrollo para recibir mensajes de los órganos,
analizarla, decidir una acción en respuesta a la información sobre el
medio, y enviar una orden para ejecutar esa acción. Eso es lo que hacen
los animales, mayoremente: reaccionar en interacción con el medio
externo, procesar mentalmente información procedente del exterior. Es
lo que Bickerton llama pensamiento en red o conectado (online
thinking). Ahora bien, en el caso de los humanos, se ha desarrollado
enormemente otro tipo de pensamiento, el pensamiento fuera de red o
desconectado (offline thinking)—"pensamiento que no tiene conexión
directa o necesaria con lo que sucede fuera, sino que se genera y tiene
lugar íntegramente en el interior del cerebro" (194). Es lo que nos
permite pensar cosas aparentemente tan sencillas como "las rosas son
rojas"—un pensamiento abstracto desconectado de ninguna rosa que
estemos viendo. El proceso de los dos tipos de pensamiento es muy
diferente. Uno va por pasos necesarios del estímulo a la reacción y a
la orden de respuesta; el otro no tiene por qué resultar en una orden
al cuerpo, y tiene una estructura de conexión mucho más laxa o variable.
"Quizá debido a esta estructura aparentemente más laxa, y por lo que
parece ser la simplicidad básica de pensamientos como 'las rosas son
rojas', mucha gente da por hecho que nos llegan gratis, por así
decirlo, sólo por tener cerebro. Y esto se suma a otra creencia muy
extendida, compartida hasta por algunos que aceptan que el lenguaje es
el motor primero de la inteligencia—a saber: que los pensamientos de
alguna manera son lógicamente prioritarios con respecto a las
oraciones, que el lenguaje surgió para expresar pensamientos, que
primero tienes que pensar algo antes de poderlo vestir en palabras y
mandarlo afuera al mundo. Recordemos que no es sólo que no haya
imágenes ni palabras en el cerebro—tampoco hay pensamientos allí—sólo
una cascada continua de actividad neuronal, de picos de actividad
oscilando, de impulsos yendo en todas direcciones.
Para mí, la creencia de que el pensamiento precedió al habla en
términos evolucionarios, y de que lo precede operacionalmente en
nuestras vidas diarias, es una de esas creencias inicialmente
plausibles que cuando la ponemos bajo la luz y la examinamos con
cuidado, vemos que no tienen ningún fundamento real ni en los hechos ni
en la teoría. De hecho, voy a sostener que hasta que pudimos hablar, no
podíamos ni siquiera pensar 'las rosas son rojas'." (195)
Sigue una comparación entre las mentes humanas y las no humanas. Los
otros animales están "presos del aquí y ahora" porque no tiene otro
sitio a donde ir: "No pueden comunicarse sobre coss más allá del aquí y
ahora porque no pueden dirigir sus pensamientos fuera del aquí y
ahora"—sólo se pueden referir a acontecimientos específicos e
inmediatos porque no tienen conceptos abstractos.
Hay una tendencia, desde Darwin, a enfatizar la continuidad y
similaridad fundamental entre las mentes humanas y las de los animales.
(Y mucha investigación sobre el origen y naturaleza del lenguaje sigue
ese camino: ver por ejemplo el libro de Christine Kenneally The First
Word, y mi artículo sobre "La caverna del cerebro: el lenguaje como
realidad virtual"). Por ejemplo, Irene Pepperberg señala la capacidad
de los animales para el razonamiento práctico y para resolver problemas
complejos: "las capacidades para resolver problemas complejos de los
animales no humanos forman un continuo con las de los humanos"—pero
para Bickerton, esto sólo se aplica a la capacidad ante un problema
relacionado con la capacidad selectiva, y si los elementos del problema
están o bien presentes o almacenados en la memoria episódica—asociados
a una experiencia almacenada narrativamente.
"La cuestión no es si los animales pueden solucionar
problemas—obviamente pueden—sino si tienen conceptos que puedan invocar
voluntariamente y manipular, de modo que puedan imaginar, y así
producir a continuación, comportamientos novedosos" (197)
Se arguye a veces que el lenguaje supone una discontinuidad ya muy
grande entre humanos y animales. Que si, además de no terner palabras,
no tuviesen ni siquiera conceptos, toda la teoría darwiniana del
gradualismo y el origen natural de lo humano se vería seriamente
comprometida.
Y un poco maximalista parece Bickerton sobre la cuestión de si los
animales tienen conceptos "como los nuestros"—dice que "o los tienen, o
no los tienen", mientras que yo diría que los tienen más o menos, en
mayor o menor (normalmente menor) grado—o, por así decirlo, cómo los
nuestros sólo en parte. Un concepto es seguramente un complejo
artefacto mental, un "loose baggy monster" hecho de múltiples
conexiones neuronales de distintos tipos: algunas van ligadas a la
verbalización, y al "etiquetado" del concepto—y eso falta, desde luego,
en los conceptos animales, pero otros elementos de los conceptos, o
preconceptos, o pseudoconceptos llámeseles si se quiere, tienen
naturaleza procedimental, motora o perceptual. Y allí sí que tenemos
más terreno en común con los animales. Por ejemplo, un animal que pueda
percibir la diferencia entre el color rojo y el verde no tendrá el
término "rojo" ni ningún otro que le permita comunicar al exterior el
concepto de "rojo", pero sí tendrá unos hábitos perceptuales y unas
asociaciones mentales que le permiten autocomunicárselo—y diferenciar
el rojo del verde en su percepción y en su respuesta, dado el caso.
A este tipo de "conceptos" alude Bickerton, cuando se refiere a las
investigaciones de Richard Herrnstein sobre la conceptualización en las
palomas. Su conclusión de que este comportamiento no require
conceptualización es demasiado tajante, separando limpiamente lo que es
concepto humano de lo que no… pero dejándose por el camino, me temo,
gran parte de los constituyentes "animales" de los conceptos humanos,
precisamente los que permitían a las palomas de Herrnstein reconocer
imágenes de árboles, gente, o hasta de unos peces que no habían visto
nunca.
Otro ejemplo—en los estudios de Clayton sobre la memoria episódica de
los arrendajos, se demuestra sólo que algunos animales tienen
capacidades memorísticas específicas diferentes y superiores a las
humanas. Pero no demuestra eso que tengan conceptos como los humanos,
insiste Bickerton. Cada especie desarrolla los mecanismos (mentales o
físicos) necesarios para su nicho—y los arrendajos necesitan acordarse
de sus almacenes de semillas, nosotros no. No existe una "escala
universal" ordenada de la inteligencia y el poder mental, en la que
nosotros estaríamos en la cima.
"La evolución no funciona así. Un estribillo repetido en este libro ha
sido el siguiente: una especie hace lo que tiene que hacer. Si un ave
entra en el nicho de hacer almacenes de semillas, probablemente
desarrollará, antes o después, el tipo de habilidades que tiene un
arrendajo de los matorrales. La selección natural se ocupará de que lo
haga. Los que hacen lo que tienen que hacer mejor que otros
sobrevivirán más, criarán más, tendrán descendientes que lo harán
incluso mejor que ellos. El nicho crea la inteligencia—no algún tipo de
talento generalizado, sino la clase de inteligencia especializada que
necesite el nicho." (199)
Los experimentos con monos y simios tampoco convencen a Bickerton de
que tengan conceptos estos animales. Tienen, sí, lo que Bickerton llama
"categorías" (procesos mentales más asociados al comportamiento, la
percepción y la respuesta, en la línea que hemos dicho antes). Así
contradice a Jim Hurford sobre los "conceptos" asociados a las llamadas
de alarma de los monos Diana, y también a quienes enseñan lenguaje
humano a los simios. Vale la pena citar su razonamiento en este último
punto—con dos explicaciones alternativas de por qué a los simios les
cuesta tanto "coger" la idea de que un signo manual representa algo.
"Hay dos explicaciones posibles aquí. Si tiene razón la gente que
piensa que los simios piensan como nosotros, los simios ya tenían los
conceptos adecuados. Lo único es que no tenían etiquetas para esos
conceptos. Entonces llegaron unos amables humanos y les proporcionaron
etiquetas. Costó un tanto, pero antes o después llegó ese momento de
"¡ajá!" y lo simios les adhirieron las etiquetas que les habían dado a
los concepts que ya tenían—fin de la historia.
La alternativa reza así. Los simios no tenían conceptos. Igual que
cualquier otro animal no humano tenían categorías en las cuales podían
clasificar las cosas para saber cómo responder a ellas. Esaas
categorías no se coagulaban para formar conceptos accesibles porque
sólo funcionaban cuando los simios veían u oían u olían o tocaban o
probaban los rasgos en los que se basaban las categorías. Esto pasaba
de modo ocasional e impredecible. La red de neuronas que se activaba
cuando en efecto pasaba sólo se enlazaba en esos momentos y rápidamente
se desvanecía en el olvido cuando los rasgos dejaban de percibirse. No
quedaba nada que amarrase juntos totos esos rasgos.
Entonces los simios aprendieron signos para nombrar sus categorías. Los
signos amarraban juntos todos los rasgos de una categoría juntos y les
daban un hogar permanente. Lo hacían porque la presentación de los
rasgos categoriales—los rasgos que distinguen, pongamos, los plátanos
de los lacasitos, ya no era ocasional e impredecible. Los
investigadores seguían poniéndoles plátanos y lacasitos delante de la
cara a los simios. Las neuronas de los circuitos activados por estas
presentaciones, junto con las que representaban los nombres de los
objetos, seguían activándose y activándose. Las neuronas que se activan
juntas se enlazan unas a otras. El circuito se reforzó y quedó anclado
por el signo que se acababa de aprender." (201)
El lenguaje proporcionó a los simios capacidades cognitivas que no
tenían los simios sin lenguaje. ¿Que por qué no se volvieron humanos y
empezaron a hablar como todo el mundo? Bickerton dice que ya hicieron
bastante, pasando de cero a donde llegaron en unos años. Consiguieron
juntar hasta tres conceptos en un mensaje. Nosotros llevamos la
delantera de millones de años de evolución. No es extraño que hagamos
más, y "deberíamos respetarlos, en lugar de intentarlos convertir en
copias borrosas nuestras en papel carbón" (201).
En suma, para Bickerton "la presencia o ausencia de conceptos de tipo
humano es lo que separa a los humanos de los no humanos" (202). (Un
tema éste, lo que separa a los humanos de los no humanos, que ya hemos
tratado antes aquí). La presencia de conceptos permite el
comportamiento constantemente innovador de los humanos. Las
herramientas humanas, hasta las más sencillas, como una punta de
flecha, requieren pensamiento previo y planificación:
"El pensamiento previo y la planificación, as su vez, exigen que no se
trabaje con objetos físicos sino con ideas de esos objetos—conceptos
que puedes combinar en la mente para hacer nuevas estructuras y crear
cosas maravillosas sin precedentes.
Observemos ahor exactamente dónde cae la línea divisoria, la
discontinuidad, el límite entre lo humano y lo no humano. No entre los
ancestros humanos y los simios. Cae entre nuestra propia especie, por
una parte, y por otra todas las demás especies que viven o han vivido
jamás, incluyendo a nuestros propios ancestros directos. Sólo nuestra
especie, al parecer, ha prouducido jamás artefactos que necesitasen
intencionalidad previa; por tanto sólo nuestra especie ha practicado
jamás el pensamiento offline, fuera de red" (204)
Una idea sugestiva, ésta de Bickerton, y cierta seguramente en un 90%.
Para el resto del porcentaje, hay que recurrir a las capacidades
limitadas de pensamiento previo, planificación y conceptualización que
tienen los animales—por ejemplo esos cuervos capaces de hacer un gancho
para pescar alimento, o los carnívoros cazadores capaces de trazar un
plan que anticipe el comportamiento propio y el de la presa.
Para Bickerton es crucial, pues, la diferencia entre conceptos y
categorías, para distinguir el pensamiento humano del no humano. los
quiere definir neurológicamente. Con un concepto, dice, se puede
pensar, y también se puede pensar en él. Una categoría es sólo algo a
lo que un objeto pertenece o no pertenece. Las categorías van asociadas
a comportamientos y percepciones, y son desarrolladas por la selección
natural para aumentar la adaptación de un animal y su adecuación al
medio—a base de muchas respuestas adaptadas a situaciones e impresiones
concretas, por ejemplo, la visión de un depredador. Pero estos hábitos
asociativos de pensamiento no son equivalentes a lo que entendemos
nosotros por "concepto"—por ejemplo el concepto "leopardo". No es esa
su función:
"Los animales no tienen que pensar en leopardos una vez se ha ido un
leopardo concreto. No tienen que preocuparse por lo que podrían hacer
la siguiente vez que se encuentren con uno, ni trazar elaborados planes
para evadirse de los leopardos. Recordemos que el aviso de leopardos
del vervet sólo significa "leopardo" cuando hay un leopardo allí. Bien,
lo que sostengo aquí es que su comunicación refleja directamente lo que
sucede en sus mentes. No es lo que Hurford y muchos otros autores
parecen pensar—que tienen una vida mental pero que nunca han encontrado
la manera de comunicar esa vida. Al contrario, sólo se pueden comunicar
sobre el aquí y ahora porque sus mentes sólo pueden funcionar en el
aquí y ahora. No pueden pensar, como nosotros podemos, en leopardos en
el pasado, o en el futuro, o sólo en su imaginación ("Me pregunto si
podría domesticar un leopardo y tenerlo de mascota?") porque no tienen
unidades mentales lo suficientemente abstractas con las que pudiesen
hacerlo." (206)
Tienen memoria, por supuesto, y asociaciones mentales, y modos de
acceder a sus recuerdos en situaciones concretas, pero no tienen manera
de pensar mediante conceptos abstractos, porque en su mente "no hay
neurona o cohorte de neuronas que funcione como un símbolo puro de
'leopardo'" (207). Es como la diferencia entre RAM y CAM en los
ordenadores—random-access memory frente a content-addressable memory;
esta última asocia los datos relevantes estén donde estén almacenados,
no sólo los asociados a una dirección concreta, y es por supuesto más
compleja. (En este artículo de Science Daily se informa acerca de un
ejemplo de investigación neurológica sobre tales categorías: la manera
en que el cerebro procesa de manera espontánea los seres vivos de los
no vivos—un ejemplo de las categorías de la percepción animal y de su
base cerebral. Pero para Bickerton, hace falta algo más que esto para
decir que existe un "concepto" de ser vivo en el cerebro). Las
respuestas de los animales son difusas—responden a un "leopardo" cuando
hay un determinado número y nivel de neuronas asociadas a un estímulo o
peligro—pero no se responde a un "leopardo" como tal "leopardo", pues
cada vez puede haber una combinación de estímulos diferente: "Lo
crucial es que no hay en ninguna parte un conjunto de neuronas fijo y
determinado que represente 'leopardo' y nada más"—y lo que aporta el
lenguaje es precisamente eso: "una vez tienes una palabra o un signo
para 'leopardo' tiene que existir ese conjunto" (207). Y a ese conjunto
se asocian todas las representaciones de "leopardos":
En otras palabras, lo que sostengo es que lo que dio lugar a los
conceptos de tipo humano—cosas con una residencia permanente en el
cerebro, en lugar de ir y venir cuando y a medida que se estimulan—fue
la emergencia de las palabras. (207)
Los animales piensan sin palabras, y sin conceptos, en el sentido de
que procesan impresiones, recuerdos, anticipan comportamiento... pero
lo hacen todo online, en interacción con el mundo real. (Y no pueden
hacerlo en la realidad virtual creada con el lenguaje). Los humanos
piensan tanto online como offline, en red y desconectados, y también
simultáneamente las dos cosas a la vez. El pensamiento en red puede ser
consciente o inconsciente—a veces va asociado a comportamiento
interiorizado, manipulación de objetos, etc. En cambio, "el pensamiento
offline tiene que ser consciente, porque por definición las cosas en
las que estás pensando no están ahí. Sólo los conceptos pueden estar
allí." Más aún, lo que llamamos consciencia, arguye Bickerton, quizá
sea el pensamiento offline, fuera de red (o el mundo virtual creado por
el pensamiento a que nos referíamos en el enlace anterior). ¿Y el
lenguaje?
"sin las palabras nunca habríamos llegado a tener conceptos. Las
palabras son simplemente anclas permanentes que tienen la mayor parte
de los conceptos—una manera de poner juntos todos los aspectos y
sonidos y olores, todos los tipos variados de conocimiento que tenemos
sobre aquello a lo que se refiere el concepto. Pero una vez el cerebro
encontró dió con el tranquillo de construir conceptos, ya no necesitaba
una palabra como base para un concepto nuevo. Sólo necesitaba algún
lugar en el que todo el conocimiento pudiera converger y enlazarse a
otros conceptos" (208).
Esta fue según Bickerton la manera en que comenzó la coevolución del
lenguaje y el pensamiento, que desarrollará algo más en el siguiente
capítulo.
"Lo principal a tener en mente es que entre los humanos y los no
humanos hay dos discontinuidades, no sólo una. Tenemos lenguaje, y
ninguna otra especie lo tiene, y tenemos una creatividad al parecer
ilimitada, y ninguna otra especie la tiene. El lenguaje y la
creatividad son, a efectos prácticos, infinitos: ¿es esto una simple
coincidencia? Que existan dos discontinuidades de esta categoría e
independientes en una sola especie es algo realmente demasiado extraño
en términos evolutivos. De modo que cuanto menos vale la pena explorar
la posibilidad de que las dos discontinuidades tengan el mismo origen".
(209)
Los conceptos humanos, como las categorías de la mente animal,
clasifican las cosas en clases, pero además pueden ser evocados por
otros conceptos incluso en ausencia de los objetos a los que se
refieren, "Y así pueden usarse en el pensamiento desconectado, offline"
(210). No hay nada en el comportamiento ni la psicología animal que
requiera presuponer que tienen semejantes conceptos.
"Con el tiempo, el lenguaje y la cognición humana coevolucionaron
efectivamente. Pero, antes, las primeras palabras tuvieron que
desencadenar los primeros conceptos, y el cerebro tuvo que
proporcionarles a esos conceptos unas ubicaciones neuronales
permanentes. Sólo entonces pudo la creación de los conceptos capacitar
a la mente para que pudiese vagar libremente por el pasado y el futuro,
por lo real y por lo imaginario, igual que lo hacemos hoy en día en
nuestra habla y nuestros escritos. Dicho de otro modo, antes de que
pudieran desarrollarse maneras de conocimiento típicamente humanas,
tuvo que crecer el lenguaje en sí. Y en el siguiente capítulo, veremos
cómo" (210).
Adam's Tongue 11: De una bellota crece un arbolito
Tras desarrollarse en la sociedad protohumana un puñado de señales que
permitiese el reclutamiento de grupos, ¿por qué no se desarrolló
rápidamente el lenguaje? Sería ventajoso adaptativamente, y no habría
razón para que no se desarrrollase si ya existían conceptos previos a
los que etiquetar lingüísticamente: pronto se desarrollaría un
protolenguaje decente. Pero la prueba de que esos conceptos no
existían, y de que la cosa no funciona así, fue el lento desarrollo del
lenguaje según sugiere el registro fósil y arqueológico de los dos
últimos millones de años.
Lo sorprendente es que mientras que el aumento de capacidad craneana en
las especies Homo durante los últimos dos millones de años fue
continuo, el desarrollo cultural sufrió un largo estancamiento durante
el Paleolítico. No hubo un desarrollo sincrónico y acompasado de
desarrollo cerebral y complejidad cultural, al contrario de lo que los
paleoantroólogos sugieren a veces por su manera de narrar esta
historia. Por ejemplo, no hay evidencia de herramientas de más de una
pieza en la cultura del Homo erectus. Y desarrollos como el uso del
fuego, la construcción de refugios y la invención de lanzas pertenecen
al fin del periodo:
"todo en la civilización humana—el pastoreo, la agricultura, las
ciudades, la industrialización, y la exploración del sistema solar—está
apretujado en apenas una fracción de 1/200 del período—un 0,005.
Si el lenguaje es de hecho lo que conduce el pensamiento humano, y si
el lenguaje empezó hace dos millones de años, ¿cómo puede ser esto?"
(213)
No hay causa evolutiva convincente para el origen mismo del lenguaje
que no sea el reclutamiento a distancia para aprovechamiento de
carroña. Pero lo malo es que esto parece contradecirse con la tesis de
una coevolución armoniosa del desarrollo cultural y del cerebral. La
hipótesis de una larga prehistoria de cazadores-recolectores con una
cultura material simple pero una cultura lingüística "moderna" como las
de las tribus de cazadores-recolectores actuales no parece convincente
a Bickerton: supondría que la especie, aunque era capaz de desarrollar
un potencial complejo de alterar su comportamiento, no lo hizo—algo
inaudito. "Así que la idea de una especie lingüística pero con
tecnología casi nula es tan problemática como al idea de una especie
que haya desarrollado el lenguaje a partir de cero en una fecha muy
reciente" (215) (—entendiendo por "muy reciente" los últimos 100.000
años).
El reclutamiento de carroñeros no era un "arbolito" del lenguaje, ni
siquiera un brote. Era sólo una bellota: algo con potencial de
desarrollo, con buena suerte y alimento. Suponía romper los límites de
los sistemas de comunicación animal habituales, por primera vez no con
un cerebro de hormiga o de abeja, sino con el de un mamífero altamente
encefalizado. Pero en ese primer paso no existía ni de lejos la noción
de los usos, aplicaciones y desarrollos que podría llegar a tener el
lenguaje; no sabían los homínidos lo que habían hecho.
Las señales de reclutamiento tenían una referencia funcional, similar a
la de los gritos de alarma de los monos vervet, pero tenían además
desplazamiento con respecto a la situación de referencia (pues se
referían a un lejano cadáver por explotar); eran señales creadas y
aprendidas culturalmente, no instintivas, y contenían protonombres y
quizá también protoverbos (por ej. señales imperativas). Pero esto es
previo a incluso a un protolenguaje. Las limitaciones que aún tenían
eran que:
- Las señales seguían unidas a una situación concreta y específica (si bien desplazada),
- Iban unidas a una situación presente (un presente extendido, por así
decirlo: aquí sugiere Bickerton que la capacidad narrativa no estaba
desarrollada, pues no estaban desarrolladas las señales que la hiciesen
posible).
- Y también iban unidas las señales a la aptitud de supervivencia competitiva.
El desarrollo de un protolenguaje requería ir más allá, rompiendo esta
conexión con la aptitud, el presente y las situaciones específicas. (Es
decir, y aquí le pongo palabras en la boca a Bickerton, requiere el
desarrollo de un mundo lingüístico virtual, un mundo de las ideas y de
otros tiempos y espacios, un mundo alternativo como el que se da en las
narraciones. Obsérvese que las abejas puede que tengan lenguaje de
señales con desplazamiento, y los delfines puede que tengan una rica
gama de señales sociales, pero nadie ha sostenido nunca que abejas, ni
delfines, ni hormigas, ni chimpancés ni monos diana se cuenten
historias — por muchos sentidos y hasta referencias que intercambien.
Como teorizador de la narración, un poquito habré de barrer para casa
aprovechando esta teoría tan a propósito de Bickerton, y defender a la
narración como un rasgo muy específico de lo humano. Por supuesto que
no niego que haya otros, como por ejemplo el desarrollo de herramientas
complejas, y de la sintaxis, o una teoría de la mente y de la
alteridad, o la capacidad de planificar la acción. De hecho tanto la
narración como la sintaxis son herramientas complejas, y requieren una
capacidad mental especial de manejo y recombinación de bloques de
signos tomados como unidades. Algo que también está implícito en el
desarrollo de una teoría mental compleja. Estas capacidades de
combinación compleja de signos pueden estar más relacionadas entre sí
de lo que parecería a simple vista).
Se suele hablar de la arbitrariedad, y no tanto del desplazamiento,
como la característica primordial de los signos lingüísticos. O de la
capacidad de combinación (sintaxis, etc.). De la complejidad. Pero
Bickerton insiste en el carácter esencial y primordial del
desplazamiento, un rasgo definitorio crucial que separa a las mentes
prehumanas de las humanas. Para explotar su potencial, se requeriría el
desarrollo de los conceptos: "símbolos mentales de referencia ya no
ligados a casos particulares de las cosas a que se refieren" (217)—(el
"mundo de las ideas", podríamos decir en terminología platonizante).
"Sólo con tales símbolos abstractos puede uno vagar mentalmente,
libremente, por el espacio y por el tiempo, como hacemos hoy tanto con
lenguaje como en pensamiento" (217) (Es esto mismo lo que en otro
artículo llamábamos "el lenguaje como realidad virtual").
De la señal a la palabra: Las señales protolingüísticas de
reclutamiento de aliados carroñeros no eran palabras. Eran todavía
signos icónicos e indiciales. Pero la distanciación exigía representar
de algún modo el animal a que se referían, y eso permitía extender su
uso a otros contextos ajenos al reclutamiento, otras circunstancias
relacionadas con esos animales. Quizá con la ausencia misma del animal,
por el fracaso de la expedición, o con la enseñanza del término a los
pequeños—la mímica es esencial para esta evolución, y quizá el ritual
repetido. Así se va separando esa "palabra" de la situación que la hizo
surgir; y a la vez se forma en el cerebro una representación estable
del sonido de esa palabra. No son procesos que resulten de "genes"
evolucionando por sí mismos: es una evolución guiada por la propia
actividad deliberada de la especie, para explotar mejor su nicho
ecológico de carroñeros de primer orden.homini erecti
La construcción de nichos impulsa el lenguaje. Un cambio en el
comportamiento alimenticio de la especie conllevó un uso diferente del
territorio (en el Homo erectus): se pasa de la explotación local
intensiva de un pequeño terreno a la explotación colaborativa de un
amplio territorio (posibilitada, se entiende, por cambios en el
lenguaje y cambios concomitantes en la organización social. También
habría que añadir a esto los cambios anatómicos del homo erectus,
adaptado a la marcha de largas distancias). Y este nuevo uso del
territorio conduce, a su vez, a una relación diferente con la fauna y a
una intensificación de la actividad semiótica:
"Para una especie que se hubiese vuelto dependiente de la explotación
carroñera de grandes cadáveres, sería cada vez más importante leer
adecuadamente todas las señales que dejaba la megafauna, para
determinar la identidad de la especie y la edad relativa, el número de
individuos en el grupo, cosas que indicasen que un animal pudiese estar
herido o enfermo. (Estas huellas naturales proporcionan, por cierto,
otras tantas ocasiones hipotéticas para el uso desplazado de los
protonombres o protoverbos de reclutamiento). Surgirían,
inevitablemente, disputas sobre cómo habría que interpretar las
señales. ¿Cómo de antiguas eran? ¿Cuántos animales las habrían dejado?
¿Deberíamos seguir al grupo A, pequeño pero con un animal en él que
podría estar enfermo, o al grupo B, mucho más grande pero con todos los
miembros aparentemente sanos?" (221)
De este modo las señales originalmente icónicas se van convirtiendo en
símbolos a medida que se usan en contextos cada vez más
diversos—incluida la enseñanza de las señales a la nueva generación. De
este modo la explotación proactiva del nicho ecológico específico lleva
al desarrollo de las capacidades comunicativas que mejoren esa
explotación—algo que conlleva la desvinculación gradual de las señales,
independizándolas de un contexto presente y de una situación concreta.
Completando la triple desvinculación— O sea, desvincular las señales de
las situaciones, del momento presente, e incluso de la aptitud
competitiva inmediata. Esta última es la más difícil de lograr—hasta
desarrollar la capacidad de impartir información por la información
misma, no inmediatamente relevante (y se abre así la puerta, a la vez
que a la humanidad moderna, a la invención, a la ficción, o a la
divagación poética). Según Jean-Louis Dessalles la competitividad
típica de los primates se desvió en primer lugar a la competitividad
social por proporcionar información relevante—anotándose puntos por
ello (y en eso seguimos, podríamos decir, sólo que con unos criterios
de relevancia contextual cada vez más complicados y especializados).
El desarrollo de la negación también sería un paso significativo—pues
es algo ajeno a la comunicación animal y supone una "irrealidad" y
desvinculación del significado de la situación inmediata. (Hace poco
tiempo, sin embargo, se describía una especie de protosintaxis
combinatoria de gritos de alarma en una especie concreta de
monos—gritos incompatibles que combinados vienen a anularse y a
significar una interrupción de la actividad en curso. —ver aquí una
noticia de 2006 en el Times. Sería otro dato a tener en cuenta para el
origen del "como si" y de la negación).
Enfatiza Bickerton que, en base a los datos de que disponemos, esta
fase de protolenguaje primitivo, a mitad de camino de la comunicación
animal, debió durar cientos de miles de años. Es la ilusión de la
perspectiva la que nos hace suponer la posibilidad de un desarrollo
rápido. Pero el lenguaje era algo tan nuevo, tan sin precedentes, que
no hay manera de presuponer sus usos ni la dirección de su evolución,
antes de que esta se diese lenta y penosamente, partiendo de un
principio poco más elaborado que el lenguaje de las hormigas. (Queda
por explicar, entonces, qué es lo que 'hizo clic' en la cabeza de los
Homo sapiens hace menos de cien mil años, para dar lugar al desarrollo
por asi decirlo súbito de una cultura simbólica. Ese clic se vuelve tan
difícil de comprender como el origen primigenio de un protolenguaje,
que es en lo que se centra Bickerton).
Los pidgins al rescate—esta vez de verdad. La solución al
estancamiento, y al desarrollo posterior, es el surgimiento de la
sintaxis—que hizo posible la organización del pensamiento innovador.
Bickerton ha sido un teorizador de los pidgins enormemente influyente.
Y sostiene ahora que hay una cierta similaridad entre el pidgin y el
protolenguaje. (Ver también a este respecto mi artículo sobre
"Integrationalism, Hinsight bias and the Pidgin Primordial Soup"). Hoy
están desapareciendo los auténticos pidgin, dice Bickerton: "El inglés
está matando a los pidgins aún quizá más deprisa de lo que está matando
a los idiomas establecidos. ¿Para qué intentar emprender un nuevo
lenguaje si ya hay uno ya prefabricado que se extiende por todo el
planeta como la mala hierba?" (224)
Con el pidgin, sin apenas sintaxis, se pueden pensar y expresar ideas
complejas, si bien de forma vaga. Claro que los hablantes de pidgin se
basan para eso en otro idioma que dominan. Pero ¿podría un
pseudo-pidgin protolingüístico haber persistido durante todo el
paleolítico sin desarrollo aparente? La hipótesis de Bickerton es que
esto indica que en efecto el protolenguaje paleolítico no llegaba ni
siquiera al nivel de complejidad de un pidgin, hasta el surgimiento de
nuestra propia especie... o que, por alguna razón aún desconocida, la
capacidad de conectar palabras a nivel elemental para mensajes simples
no conllevó, durante mucho tiempo, la capacidad de combinar conceptos
en secuencias de pensamiento coherentes. Una cuestión indecisa.
Cosas que se pueden hacer con palabras: Como Terrence Deacon, Bickerton
cree ahora que es el simbolismo, y no la sintaxis, la que marca el
límite entre humanos y no humanos. (La cuestión, me temo, es que no
hay, o mejor dicho, no había, un límite definido—¡es lo que se llama
evolución!). El simbolismo es previo a, y requisito necesario, para la
sintaxis. Habría ahora que estudiar, dice Bickerton, la relación entre
vocabulario básico y las actividades y necesidades de una sociedad
protohumana. Un aspecto descuidado—nadie se ha preocupado de
especificar cuáles podrían haber sido las primeras palabras del
vocabulario básico ni su relación con las presiones selectivas
concretas de esa sociedad (Esto es mucho decir, me parece. El terreno
está mucho más ocupado de lo que sugiere Bickerton. Desde luego todos
los estudios de vocabulario comparado del indoeuropeo, por ejemplo, van
en direcciones no muy diferentes a ésta. O véase sin más este artículo
mío sobre protolenguaje infantil: "Pop & pap: Mamá y mamar / Papá y
papilla"). Y aboga el autor por estudios experimentales de uso de
vocabularios básicos.
Conexión nuevamente: Aquí arguye Bickerton que la conectividad entre
palabras es posible cuando hay palabras, pero imposible entre señales
de ACS, pues éstas no tienen sentido combinadas, y además son completas
en sí mismas. (En este punto hay una cierta petición de principio en el
razonamiento de Bickerton, pues en cuanto las señales se combinan... ya
ni son completas en sí, ni tienen su sentido aislado. Así que habría
que matizar esto con los recientes hallazgos sobre la combinatoria de
gritos de alarma "virtualizados" en al menos una especie de monos, a lo
que antes me refería).
Con la evolución del protolenguaje incipiente al "pidgin primigenio",
se produciría gradualmente el crecimiento y la organización del
vocabulario y de la fonología, dos procesos interconectados:
"En otras palabras, cualquier aumento del vocabulario habría supuesto
una fuerte presión selectiva para un aumento en la complejidad
fonética. Y esto, en la fase avanzada del protolenguaje, habría dado
comienzo a uno de los procesos que con el tiempo serían distintivos del
auténtico lenguaje: la doble articulación de sonidos y palabras" (231)
El protolenguaje sería inicialmente tanto manual como gestual y
hablado, pero las "palabras" serían sonidos no combinados
ordenadamente, y desorganizados. Esto tendría que dar lugar con el
tiempo a una estructura organizada basada en una fonología
estandarizada.
"Pero el punto que realmente quiero enfatizar es que el lenguaje, como
la construcción de nichos, es un proceso autocatalítico. Una vez ha
comenzado, se impulsa a sí mismo: crea y satisface sus propias
demandas" (231)
—(En esta noción de la autonomía lingüística hay parte de la herencia
chomskiana en esta fase tardía del pensamiento de Bickerton. También me
recuerda mucho a una noción que mi padre gusta de repetir sobre el
desarrollo y evolución del lenguaje: que el lenguaje se selecciona a sí
mismo, que se organiza como un proceso autónomo sobre la base de
múltiples contextos de uso repetidos en muchos hablantes. Por ejemplo,
en la selección de vocabulario, cuál permanece y cual no—pero también a
muchos otros niveles). Las capacidades genéticamente codificadas de la
especie tienen una flexibilidad, según el comportamiento: interactúan
con las experiencias y comportamiento de los individuos para generar
comportamiento nuevo y más específicamente orientado: "Así funciona la
evolución" (231). Y así surgiría la primera sintaxis incipiente, basada
en el principio de "el sujeto primero": la combinación de una
información conocida con una modificación de la misma—algo que se
predica sobre ella. Pero para mayor complejidad hace falta pasar a otra
fase ya no protolingüística...
Adam's Tongue 12: El arbolito se convierte en un roble
Hay dos maneras de unir palabras: con una mera secuencia como cuentas
en un collar, o con relaciones de jeraquía aparte de la mera secuencia:
o sea,
A + B + C ....
o bien
A + (B + C) ....
En el pidgin, el protolenguaje o el lenguaje infantil usamos la
primera; luego se desarrolla la segunda para estructurar oraciones, y
la primera queda relegada a unidades supraoracionales. Las oraciones
tienen estructuración jerárquica. (Claro que habría que especificar que
hay jerarquías de otro tipo para las unidades supraoracionales... la
cuestión es que la jerarquización de la sintaxis está más rígidamente
codificada, gramaticalizada. Pronto escribiré un artículo sobre esta
cuestión: sobre unidades, límites sintácticos, marcos y signos
complejos).
Bickerton cree que el desarrollo de la sintaxis jerárquica (o sea, de
la sintaxis propiamente dicha) no se dio antes de la aparición de
nuetra propia especie (Homo sapiens)—"y es por entonces cuando las
primeras señales de comportamiento realmente humano se vuelven
manifiestas" (232). Hay señales de herramientas más complejas, y de
comercio—instrumentos hallados muy lejos de su origen. Esto requeriría
contacto entre protolenguajes diferentes.
La psicolingüística del protolenguaje es diferente a la del lenguaje:
en el lenguaje se estructura mentalmente el mensaje antes de emitir la
primera palabra; en el protolenguaje no se construye una frase antes de
emitir la palabra. Este nuevo proceso mental requeriría el
establecimiento de enlaces neurales entre representaciones de
diferentes palabras: de lo contrario no es posible una estructura
jerárquica. También se require un proceso que por así decirlo fije la
atención mientras se estructura la frase—puesto que la estructura
jerárquica puede ser confusa: esto lo compara Bickerton a un coro—una
sola voz puede desentonar pero no se nota. Así, el "coro de neuronas"
coordinadas forma la atención necesaria para estructurar un mensaje
complejo. Esto es un desarrollo complejo, pero el resultado es más
competitivo: la comunicación es más eficaz con estructuras jerárquicas,
y por tanto es adaptativamente competitiva.
Es muy tajante Bickerton al distinguir estas dos modalidades (—y éste
es un punto sorprendentemente flojo y arbitrario de su teoría). Insiste
en que no hay pasos graduales entre estructura jerárquica y no
jerárquica: o bien usas una o bien la otra—
"o bien usas protolenguaje, cuentas enhebradas, o lenguaje
auténtico—fusión con estructura jerárquica. No podría haber habido,
como algunos parecen suponer, una serie de cambios en el protolenguaje
que lo acercaron gradualmente al auténtico lenguaje: o bien una
enunciación está jerárquicamente estructurada o no lo está" (234)
(—pero claro, hay jerarquías simples, antes de haberlas compuestas, y
no es difícil suponer de dónde pueden haber salido: de las
combinaciones más frecuentes de términos, que pasan a percibirse como
una unidad virtual compleja ya combinable en secuencia con otras.
Parece claro que, contra lo que dice Bickerton, el desarrollo de
estructuras jerárquicas fue gradual, con la aparición y difusión de
formas sintácticas simples antes de la aparición de las complejas. La
evolución no puede funcionar de otra manera).
Bickerton identifica la aparición del auténtico lenguaje, con su
psicolingüística propia, con la aparición de la "fusión" o "ensamble"
(merge) descrita por el minimalismo de Chomsky. Antes, sólo había
protolenguaje con secuencias de unidades sueltas. Y era un tipo de
estructura que de por sí no podría soportar un pensamiento complejo y
claro. El lenguaje con sintaxis jerárquica sí lo permite, pues facilita
la claridad de relaciones entre elementos y permite más anticipación
mental a la hora de estructurar y de procesar. Se desarrollan marcas de
estructura, líneas de entonación que marcan los límites de las
unidades, etc. Los individuos capaces de procesar el lenguaje complejo,
arguye Bickerton, serían más competitivos socialmente que los otros, y
serían seleccionados.
La estructura jerárquica se implementa y desarrolla en cada lengua
mediante una serie de plantillas o esquemas gramaticales, que
determinan las relaciones entre términos: por ejemplo el orden de
núcleos y modificadores en la frase nominal, o los roles admitidos por
un verbo (agente, objeto directo, objeto indirecto...) en la frase
verbal—así hay verbos que no admiten agente, otros que sólo admiten
agente y objeto directo, etc.
Extraña historia de recursión— Hace poco, se habló mucho del lenguaje
Piraha, supuestamente un lenguaje sin recursión. Causó mucho debate la
cosa puesto que los chomskianos veían en la recursión la característica
fundamental del lenguaje humano. Ahora bien, Bickerton arguye que hay
una gran confusión entre los lingüistas sobre el sentido y alcance de
este concepto de recursión. Cuando lo propuso Chomsky por primera vez,
tenía sentido en la primera versión de su gramática
generativo-transformacional: una serie de reglas de reescritura se
aplicaban recursivamente. Pero al simplificar su modelo, y reducir
todas las operaciones al Ensamblaje o fusión (merge), ya no estamos
hablando de la misma recursión en la teoría chomskiana. El ensamblaje
ensambla directamente palabras, no etiquetas categoriales... y aunque
Chomsky dice no estar interesado en la psicolingüistica y en las
operaciones efectivas de los cerebros, su "ensamble" o fusión sí
proporciona un modelo creíble sobre cómo los las palabras se juntan en
la mente para hacer frases en tiempo real. Con el concepto del
ensamble, Chomsky, lo admita o no, mató su propio concepto de recursión.
Bickerton también arguye que con el ensamble o fusión se prescinde de
la inserción de unidades dentro de unidades. (Aunque a mí me parece que
vienen a ser dos maneras alternativas de describir la misma estructura—
y lo mismo la recursión, si hablamos de la complejidad jerárquica como
una aplicación recursiva del proceso de fusión de unidades, para dar
lugar a una jerarquía: en el ejemplo de Bickerton— [[la [chica [que [tú
[conociste ayer]]]]]] [habla francés] — todo es describible como fusión
secuencial, o como recursión de inserciones—y si bien es posible que la
fusión esté más próxima a una descripción psicolingüística del proceso,
difícilmente se puede interpretar sin más como una transcripción
directa de las operaciones cerebrales).
Sigue quitándole importancia Bickerton al concepto de recursión,
arguyendo que "Contra lo que Chomsky ha sostenido y la mayoría de la
gente ha dado por supuesto, no hay ninguna capacidad especial que haya
evolucionado en la especie humana para desarrollar procesamientos
recursivos" (244). Y asegura que en todo esto no hace sino aplicar la
propia lógica de la última teoría minimalista de Chomsky: "Es
precisamente la ausencia de cualquier restricción sobre qué tipo de
objeto pueda ensamblarse la que permite que exista la ilusión de un
procesamiento recursivo" (245). Y es inútil para Bickerton estudiar
analogías del procesamiento recursivo en otros animales para entender
el lenguaje. (Aunque esto no deja claro por qué no habría de ser útil
estudiar capacidades de ensamblaje mental en otros animales, y
capacidades mentales de creación jerárquica de signos complejos, en la
medida en que las haya...)
Claro que, dice Bickerton, hay muchos más elementos en la gramática de
un lenguaje: flexiones, concordancias, casos, anáforas... Pero con este
instrumental minimalista de fusión se puede montar el esquema básico de
un lenguaje humano. Y con esta capacidad de pensamiento complejo,
nuestra especie empezó a producir artefactos novedosos. Un desarrollo
que sería gradual desde la aparición de nuestra especie hasta el
desarrollo de la cultura simbólica—aunque cada vez se encontrarán
restos de cultura simbólica más antiguos, predice Bickerton,
amortiguando así ese misterioso desfase entre el comienzo de la especie
y el del desarrollo cultural. Fue la competencia con una especie de
capacidades casi equivalentes, los neanderthales, la que estimuló el
desarrollo de los cromañones: un cambio ya de comportamiento, no
genético. Y a partir de allí, la conquista de nuevos nichos ecológicos
siguió un ritmo imparable.
O parable: porque en la teoría de construcción de nichos de Odling-Smee
et al., se contempla el agotamiento de un nicho en el que se encierra
una especie. "Lo cerca que estemos de eso está abierto a especulación",
dice Bickerton.
Y termina el libro con una especie de epílogo ominoso—"¿De simio a
hormiga?"— Ya desarrolló nuestra especie un comportamiento parecido al
de las hormigas al desarrollar a la vez el lenguaje y un tipo parecido
de explotación ecológica del territorio. También las hormigas han
desarrollado formas de agricultura y ganadería, y han construido
enormes ciudades organizadas. No son coincidencias, arguye Bickerton.
El nicho ecológico humano se está creando todavía, y habría que
preguntarse si todavía nos sigue cambiando. ¿Acabaremos desarrollando
un comportamiento y organización colectiva similar a las hormigas? Los
mecanismos de disciplina colectiva, control social y regimentación
llevan en esa dirección—eliminando sistemáticamente a los sujetos menos
acomodables al orden social. Se han desarrollado sistemas de castas en
muchas sociedades. Es prematuro creer que esto son aberraciones
primitivas superadas—puede que no sean sino primeros ensayos de lo que
serán las castas humanas en el futuro. La noción de que vamos a un
mundo más democrático e igualitario puede que sea peligrosamente
ingenua y optimista.
"Al menos hay un consuelo. El camino que lleva a la construcción
acelerada de nichos nos arrastra con una corriente poderosa, pero no es
necesariamente una corriente imposible de desviar. La idea misma de la
construcción de nichos ecológicos afirma la autonomía del organismo, el
poder que hay latente en las especies para influir en su propio
destino. Nuestro nicho nos dio el lenguaje, y el lenguaje nos dio
inteligencia—pero sólo si usamos esta inteligencia con sabiduría
podremos seguir siendo libres y plenamente humanos" (249).
—oOo—