El Big Bang antes del Big Bang
—según Spencer, Darwin y Poe
El Big Bang, o Gran Explosión, es un concepto central del
actual paradigma cosmológico, al que podríamos describir como el
paradigma
de la evolución universal. Su status como teoría científica no es
antiguo: aunque se formuló el concepto del Big Bang, según se nos suele
decir, en la primera
mitad del siglo XX, sólo fue gradualmente aceptado a lo largo de
la segunda mitad del siglo XX, hasta ser la teoría cosmológica
dominante a finales de siglo y en la actualidad. A la hora de hablar
del Big Bang tal como aparece en
autores de los siglos XVIII y XIX, objetivo nuestro en este artículo,
no estamos por tanto hablando estrictamente del Big Bang en tanto que
teoría astrofísica matematizada y formulada en el contexto
disciplinario de las ciencias físicas, sino que hemos de adoptar un
marco conceptual más
amplio, que contiene, precede, o permite pensar esa teoría—hablamos así
del Big Bang en tanto que mapa
narrativo
de la realidad, un relato o esquema cognitivo sin el cual no tiene
sentido ni
tiene posibilidad de formularse una concepción científica de los
procesos naturales. Los mapas narrativos comprenden tanto las versiones
míticas del universo como las científicas: si bien la narratividad de
las concepciones cosmológicas científicas sólo se ha ido haciendo
evidente en tiempos recientes, es bien conocido que las primeras
concepciones cosmológicas son míticas y por tanto narrativas. El mérito
de los autores que comentaremos aquí, que en siglos anteriores
intuyeron un modelo cosmológico análogo al Big Bang, se halla en el
desarrollo
incipiente de una conceptualización narrativa del cosmos que, escapando
a sus orígenes míticos, abre paso a la moderna noción científica de un
universo en evolución.
Del universo estático a la evolución
del universo
En esta sección trazaremos el surgimiento del actual paradigma
evolucionista de la cosmología, siguiendo sustancialmente la exposición
de David Christian en su libro Maps
of Time—una elección conveniente, pues es en el enfoque
actualmente conocido como "Gran Historia" (Big History) donde se aprecia con
máxima claridad la importancia de un paradigma narrativo en las
ciencias naturales.
La noción de un universo en evolución tiene antecedentes remotos, no
sólo en los mitos de creación, sino también en algunas de las primeras
concepciones filosóficas, como es el caso de Heráclito o Empédocles.
Incluso Platón nos expone su propio mito de creación filosófico en el Timeo;
y los estoicos creían en una gran conflagración final que pondría
fin al Universo. Ahora bien, las concepciones científicas desarrolladas
en la era moderna compartían un cierto énfasis ahistórico (como aire de
familia) con lo que
habría de ser la concepción filosófica dominante surgida del mundo
clásico: el aristotelismo. No queremos decir que no haya elementos
evolucionistas en la filosofía de Aristóteles—son apreciables, por
ejemplo, en la Poética, y el
mismo Charles Darwin señala en él un antecedente de su teoría de la
selección natural y de la evolución biológica—pero
el énfasis principal de Aristóteles se halla en otra parte—en la
descripción de la regularidad estructural. Y la imagen del universo
transmitida
por el aristotelismo es la de un cosmos eterno e inmutable, regido por
leyes
constantes. La física moderna buscaría dar a esas leyes una formulación
matemática que no hacía sino enfatizar este carácter eterno y
atemporal.
Hay que señalar, sin embargo, que durante toda la Edad
Media, y durante toda la Edad Moderna, esta tendencia ahistoricista y
aristotelizante de
las ciencias naturales tenía que establecer una relación no siempre
fácil con un paradigma cosmológico dominante procedente de la teología:
el relato bíblico que va de la Creación al Apocalipsis mantenía la
autoridad intelectual de un modelo del universo con principio y con
fin, por muy
estáticamente que se concibiese su carácter entre ese principio y ese
fin. Este marco narrativo disponible para pensar un universo con
historia y con evolución
favorecerá en gran medida el desarrollo de las alternativas
conceptuales a la eternidad del cosmos, tanto en los autores que
comentamos aquí como en otros muchos influidos por el paradigma
cosmológico cristiano. (Nota 1)
La ciencia moderna procura dar a los fenómenos explicaciones rigurosas,
razonadas lógicamente, y basadas en los datos de lao bservación. Los
científicos que desarrollaron la física moderna (Galileo, Newton,
Kepler) eran cristianos que creían en la existencia de una deidad
creadora, pero también creían que esa deidad era racional y que podían
comprenderse los principios mediante los cuales regía el mundo. Ya la
noción escolástica de las causas
secundarias
desligaba los acontecimientos del mundo de la intervención divina
directa: el mundo está fundado en la divinidad, pero funciona con
principios autónomos. En la práctica, dice Christian, esto llevó a los
científicos modernos a intentar explicar el mundo como si no hubiese una deidad.
La ciencia moderna, y en eso se diferencia de otras tradiciones
epistemológicas, presenta el universo como algo inanimado, regido por
leyes que hacen que los fenómenos sucedan sin intención ni
propósito.
Esta concepción está basada en parte en la asimilación cristiana de la
filosofía aristotélica. Aunque algunos filósofos griegos habían
propuesto concepciones heliocéntricas, Aristóteles se atuvo a una
cosmología más generalmente compartida, siguando la Tierra en el centro
del universo. La estructura del universo consistía en una serie
concéntrica de esferas que rodeaban a la tierra, esferas transparentes
en las que se ubicaban los diferentes astros, y que giraban a
velocidades diferentes en torno a la Tierra—las esferas de la luna, del
sol, de los planetas y de las estrellas. Este fue el modelo clásico de
la cosmología durante dos mil años, en especial en la versión que de él
dio el cosmógrafo Ptolomeo en el siglo II d.C., fundamentándolo
matemáticamente de modo que los movimientos de los planetas podían
predecirse con exactitud. El modelo (inmutable) del cosmos coexistía
con la historia bíblica según la cual este universo había sido creado
por Dios hace unos 6.000 años, en seis días más o menos metafóricos o
literales según versiones. El modelo de Ptolomeo se descompuso a lo
largo de los siglos
XVI y XVII, con las teorías de Copérnico que proponían un modelo
heliocéntrico. El hereje Giordano Bruno sostenía que las estrellas
eran soles y que el universo quizá fuese infinito. En el siglo XVII los
científicos como Newton y Galileo desarrollaron ciertas implicaciones
de estas ideas, a la vez que mantenían gran parte de la historia
bíblica de la creación. El modelo de Ptolomeo se desmoronó finalmente
en el siglo XVIII y fue sustituido por una nueva concepción cosmológica
regida por la teoría gravitatoria de Newton—un mundo regido por leyes
físicas estrictas, racionales, impersonales y matematizables. Un mundo
creado en principio por Dios, pero quizá "creado" en algún sentido
intemporal: la nueva
ciencia volvía a enfatizar la inmutabilidad de las leyes físicas y la
autonomía total del universo; el mundo es como un gran reloj que aunque
haya sido creado por un relojero, funciona solo. Para Newton el tiempo
y el espacio eran absolutos, marcos de referencia universales. Ambos
podían ser infinitos, y por tanto el universo no tenía un límite
definible ni en el espacio ni en el tiempo. A Dios se le iba apartando
cada vez más del relato de los orígenes. Dios
es ante todo el creador de las leyes que permiten que el Universo
funcione de manera autónoma, y la ciencia se ocupa únicamente de este
universo comprensible racionalmente, no de su origen.
Algunas inconsistencias en este modelo se detectaron en torno a la
teoría de la termodinámica (seguimos todavía la exposición de
Christian). Según los cálculos matemáticos al respecto,
la energía utilizable del universo tenía que ir disminuyendo
constantemente (o dicho de otro modo la entropía había de aumentar
constantemente). Ateniéndose a esto, era inconcebible que el
universo fuese infinitamente antiguo, puesto que no quedaría
energía para crear nada. Pero por el momento no se extrajeron de modo
claro y
generalizado las consecuencias de estos datos. Otras inconsistencias
podían suponerse en el modelo. Casi un siglo antes de Newton, Kepler ya
había señalado que si había un número infinito de estrellas, el cielo
nocturno había de estar iluminado de modo uniforme e infinito (esto se
llamó luego la paradoja de Olber).
Pero
según la teoría de Newton, si el universo no era infinito, habría de
colapsarse por la propia fuerza de la gravedad. Esta consecuencia (o
inconsecuencia) de su modelo no fue resuelta satisfactoriamente por
Newton ni por los principales físicos que le sucedieron.
Estas inconsistencias,
veremos, llevaron a algunos cosmólogos a la conclusión de que era
preciso
concebir un universo en proceso, en lugar de un universo estático. Los
tres pensadores que comentamos aquí, quizá precisamente por su carácter
heterodoxo, centraron su atención en aspectos de la ciencia que eran
problemáticos para el paradigma dominante (estático y no evolucionista,
basado en leyes inmutables), y así pudieron atisbar aspectos de la
realidad, tales como el origen del universo y la generación de la
complejidad, que sólo tendrían cabida plena en un paradigma científico
posterior.
En lo que sigue, expondremos algunos antecedentes de la teoría de
la
Gran Explosión tal como se pensaban entre 150 y 250 años atrás, mucho
antes de que la cosmología científica moderna hiciese esta noción
aceptable y la asentase científicamente. Hay que recordar que el propio
Einstein, figura señera de la nueva ciencia del siglo XX, concebía el
universo como estático y eterno, una cosa que hoy en día puede parecer
increíblemente
inconsistente. Sólo a partir de los años 60 se generalizó en la
comunidad científica la teoría cosmogónica plenamente evolucionista en
el sentido de fijar un inicio al universo (el Big Bang) y de establecer
su desarrollo histórico. En
este viaje atrás
examinaremos primero la obra de un importante pero hoy despreciado
precedente de la concepción moderna, Herbert Spencer, hacia 1860. Luego
viajaremos más atrás, al siglo XVIII y al "primer Darwin"—para terminar
con un contemporáneo del "segundo Darwin" y del propio Spencer—Edgar
Allan Poe, cuyo status científico no computa en absoluto.... y sin
embargo se mueve.
El Big Bang como teoría histórica del
cosmos
Hasta el siglo XX, la física no se planteó de modo coherente el posible
carácter histórico de sus fenómenos, si bien hubo pensadores como
Herbert Spencer que se plantearon la necesidad de ello, como
veremos más adelante. En el siglo XX, con la teoría de la Gran
Explosión, o Big Bang, aparece una visión histórica y evolutiva del
universo físico, y la física deja de ser simplemente una ciencia de los
fenómenos existentes en el universo—una ciencia sincrónica, por así
decirlo— para pasar a ser una ciencia diacrónica que da cuenta de la
génesis y evolución de esos fenómenos. Hoy en día continúa la
evolución "evolucionista" de la física, y hay físicos como Lee Smolin
que plantean un evolucionismo todavía más radical, que alcanzaría no
sólo a los fenómenos y estructuras del universo, sino también a las
leyes físicas fundamentales (Nota 2). Es una
cuestión en la que no
entraremos
más por ahora, dejándola solamente apuntada, para centrarnos en los
orígenes de la visión evolucionista o diacrónica del cosmos, en sus
antecedentes y tal como cristalizó en la teoría del Big Bang. Seguimos
en esta sección sustancialmente la exposición de David Christian en Maps of Time para dar cuenta de
cómo esta teoría se convirtió en el modelo cosmológico generalmente
aceptado durante el siglo XX.
Durante la primera mitad del siglo XX diversos tipos de evidencia
indican la necesidad de plantear una teoría cosmológica que resolviese
las paradojas del newtonianismo y la termodinámica: se trataría de la
cosmología de la Gran Explosión. El problema de la entropía quedaría
resuelto al poner un límite a la edad del universo, que no sería
infinitamente antiguo. También la extensión del universo quedaría
acotada a su expansión actual, resolviendo la paradoja relativa al
brillo de las estrellas, y de ese modo el universo resultaba ser finito
en el espacio y en el tiempo. La paradoja inherente a la teoría
gravitatoria de Newton también se resolvería con el razonamiento de que
es la expansión todavía creciente del universo la que hasta ahora
habría contrarrestado la fuerza de la gravedad impidiendo así que ésta
contraiga al universo en un colapso gravitatorio. (Como veremos, una
primera versión de este razonamiento la expuso ya Erasmus Darwin en el
siglo XVIII). Con el concepto de la Gran Explosión, por tanto, se
integran física y cosmología en una ciencia natural del universo que
explica su origen, evolución y dinámica.
Según esta teoría, el Universo comenzó siendo una entidad
infinitesimalmente pequeña, que se expandió súbitamente y que hoy en
día continúa en expansión. Observa acertadamente David Christian que la
forma básica
de esta explicación narrativa es similar a los mitos de creación
tradicionales o mitos de emergencia. En estas narraciones, el Universo
se desarrolla, como un huevo o un embrión, a través de etapas
sucesivas, partiendo de un punto de origen remoto o quizás indefinible.
Aunque la noción de leyes internas de desarrollo a la que alude
Christian en esos mitos tienen poco que ver con las ecuaciones de la
física matemática.
En 1927, uno de los científicos pioneros de la teoría del Big Bang,
Georges
Lemaître (físico cristiano y creacionista), se refirió al Universo
original como un "átomo primigenio"—algo que veremos ya anticipó Edgar
Allan Poe.
El término "Big Bang", originalmente usado para referirse
despectivamente a la concepción de Lemaître, tuvo fortuna y se volvió
respetable a la par que los datos experimentales iban avalando la
teoría de la Gran Explosión inicial. Como todos los mitos de
emergencia, esta explicación actual implica que
el universo se creó en un momento determinado, que tiene una historia
vital propia, y que es posible que muera en un futuro lejano. Esta
nueva teoría podía solventar muchas de las dificultades con las que se
topaban las explicaciones alternativas. Por ejemplo, la paradoja de
Olber se explicaba al mostrar que la edad del universo no es
infinita—junto con la teoría sobre la velocidad límite de la luz
propuesta por Einstein; de este modo, la luz de las galaxias distantes
podría no llegar a nosotros ni siquiera durante toda la vida del
Universo. También era consistente la teoría con la información
creciente que se iba obteniendo sobre la estructura de las estrellas,
de la materia y de la energía. Sin embargo, al igual que los mitos de
creación, también se topa esta teoría con un límite misterioso más allá
del cual no son posibles las explicaciones.
David Christian resume así nuestro actual mito de orígenes (Nota 3). El Universo
se creó hace más de 13.000 millones de años (Nota 4).
(Téngase en cuenta
que la antigüedad de nuestra especie no llega ni de lejos al millón de
años, y que la historia de la civilización abarca como mucho 10.000
años). Poco se puede decir sobre el origen, al margen de que algo
apareció, no se sabe cómo ni por qué. Tampoco sabemos si algo existía
antes, o no: ni siquiera podemos decir si había en algún sentido un
"antes" o un "espacio"—ciertamente no un tiempo y un espacio como los
que se generaron en el seno de esta "burbuja" de energía que se
expandió súbitamente dando lugar a un universo primitivo. San Agustín,
en el siglo V, ya especuló que el tiempo y el espacio podrían haberse
creado a la vez que la materia y la energía. Pero en suma, no se puede
decir nada a ciencia cierta sobre el momento mismo del Big Bang, o
sobre lo que le precedió.
Sin embargo, a partir de una fracción de segundo a continuación del Big
Bang, la ciencia moderna puede construir una historia rigurosa y
coherente sobre la evolución del cosmos, basada en datos abundantes.
Muchos de los "acontecimientos" (comillas de Christian) más
interesantes del cosmos primitivo tuvieron lugar en una fracción de
segundo. Podemos concebir el tiempo mismo de esos microsegundos como
algo de por sí expandido—de modo que una milmillónésima de segundo es a
esa escala tan significativa como muchos miles de millones de años de
la historia posterior del universo (Nota 5).
Al principio, el universo tenía un tamaño inferior al de un átomo, y
una temperatura de varios billones de grados. A esta temperatura no hay
diferencia entre materia y energía—según la teoría de Einstein, la
materia en realidad no es sino energía organizada en estructuras fijas.
En su forma desestructurada originaria, el flujo de energía original
puede compararse al caos primigenio de tantos mitos de creación.
Tomemos por ejemplo este fragmento del poema épico Davideis
de Abraham Cowley (c. 1645-56), en el que se describe la armonía de la
creación en su estado actual, y cómo vino precedida por el caos en el
universo primigenio:
Tell me, O Muse (for thou or none
canst tell
The mystic powers that in blest numbers dwell,
Thou their great nature knowst, nor is it fit
This noblest gem of thine own crown to omit),
Tell me from whence these heavenly charms arise;
Teach the dull world t’admire what they despise.
As first a various unformed hint we find
Rise in some godlike poet’s fertile mind,
Till all the parts and words their places take,
And with just marches verse and music make,
Such was God’s poem, this world’s new essay;
So wild and rude in its first draught it lay;
Th’ ungoverned parts no correspondence knew,
And artless war from thwarting motions grew;
Till they to number and fixed rules were brought
By the eternal mind’s poetic thought.
Water and air he for the tenor chose,
Earth made the base, the treble flame arose;
To th’ active moon a quick brisk stroke he gave,
To Saturn’s string a touch more soft and grave.
The motions straight and round and swift and slow
And short and long were mixed and woven so,
Did in such artful figures smoothly fall,
As made this decent measured dance of all.
And this is music: sounds that charm our ears
Are but one dressing that rich science wears.
Though no man hear’t, though no man it rehearse,
Yet will there still be music in my verse.
En la explicación científica moderna no hay, naturalmente, un papel
para una "mente" poética que organice el cosmos deliberadamente; el
orden ha de surgir del caos por agregación compleja de causas y
efectos, y por selección natural. Este
caos primordial experimentó una expansión súbita por motivos
desconocidos, y fue esta expansión la que dio lugar a las primeras
diferencias y primeras formas y estructuras ("forces" y "patterns" para
Christian; "number
and fixed rules" para Cowley—Nota 6). Según
la teoría de la
inflación, en una
fracción de segundo (entre 10-34 y 10-32
segundos
tras la Gran Explosión) el universo se expandió a una velocidad muy
superior a la de la luz—a escala humana habría que concebir este
fenómeno, en realidad, no como una explosión sino como la aparición
súbita, de la nada, de un universo inmenso en estado magmático e
informe. Esta
expansión es misteriosa, debida a algún tipo de fuerza
"antigravitatoria" todavía mal comprendida (ver sobre este punto la
explicación de Guth, 2014). Como vemos, a pesar de su precisión
en algunos aspectos, las teorías físicas sobre el origen del universo
no proporcionan explicaciones completas de los fenómenos, y esto es
algo que
hay que tener en cuenta al valorar el mérito real de los "mapas
mentales" que sobre estos
fenómenos han elaborado naturalistas pintorescos como Erasmus Darwin o
filósofos
excéntricos como Poe.
Las magnitudes de que estamos hablando relativas a estos procesos son
inconcebibles. Antes de la inflación, todo el universo era menor que un
átomo. Justo tras la inflación—una fracción de segundo después—podría
ya ser mayor que una galaxia. La inflación hace que la mayor parte del
universo esté para siempre fuera de nuestro alcance observacional—ya
que la luz procedente de esas partes lejanas está demasiado lejos como
para alcanzarnos jamás. Las partes del universo que vemos son
posiblemente sólo una fracción diminuta del universo real. Según
Timothy Ferris, "Si la totalidad del universo inflacionario tuviese la
superficie de la tierra, la parte observable sería menor que un protón"
(1997: 172).
Al expandirse el universo, se volvió menos homogéneo; su simetría
original se descompuso, y aparecieron estructuras diferenciadas: la
materia y la energía comenzaron a adoptar formas que podemos reconocer
hoy en día. La física nuclear (explica Christian) puede decirnos a qué
temperatura aparecerán formas particulares de energía o de materia, del
mismo modo que podemos predecir a qué temperatura el agua se congela.
Así que si podemos dar una estimación de la velocidad a la que se
enfrió el universo, podemos también dar una estimación sobre qué
fuerzas y partículas fueron surgiendo del flujo del universo primitivo.
En una fracción de segundo habían aparecido los quarks, y a partir de
éstos se construyeron los protones y los neutrones, que son el
principal ingrediente de los núcleos atómicos. Los quarks y los núcleos
atómicos se mantienen unidos por la fuerza nuclear fuerte, una de las
cuatro fuerzas fundamentales que rigen nuestro universo.
Al llegar a este punto en la narración actual sobre la creación, sigue
Christian—y debemos seguir recordando que al usar el término "creación"
hablamos de creación sin creador—estamos aún en la primera milésima de
segundo tras el Big Bang. Y aparece entonces otro fenómeno extravagante
e inexplicado, tan extraño como cualquier invención de los mitos de
creación primitivos, que de por sí suelen ser extravagantes.
Aparecieron las partículas en dos formas, constituyendo cantidades casi
iguales de materia y de antimateria. Las partículas de antimateria son
idénticas a las partículas de materia excepto por el hecho de que
tienen una carga eléctrica opuesta. Por desgracia, cuando las dos se
encuentran, se anulan mutuamente y el 100% de su masa se transforma en
energía. Así (prosigue la exposición de Christian), durante el primer
segundo tras el Big Bang, durante el segundo que siguió al Big Bang se
jugó un perverso juego de sillas musicales, en el que los quarks eran
los jugadores, los antiquarks las sillas, y el ganador fue ese quark
entre mil millones que no puedo encontrar una silla de antipartícula.
La materia que quedó para construir nuestro universo se formó de esas
partículas entre mil millones que no encontrarion una pareja de
antimateria. Las partículas que sí encontraron una pareja se
convirtieron en energía pura, energía que permea hoy en día el universo
en la forma de la radiación de fondo cósmica (Rees 2000: 93-97). Este
proceso puede
explicar porqué hay cerca de mil millones de fotones de energía por
cada partícula de materia del universo.
Tras los primeros segundos se decelera el ritmo de los acontecimientos.
Algunos segundos tras el Big Bang, aparecieron los electrones. Éstos
llevan una carga negativa, mientras que los protones, formados por
quarks, llevan una carga positiva. Las relaciones entre los electrones
y los protones las controló una segunda fuerza fundamental, la fuerza
electromagnética, que también surgió durante el primer segundo de la
historia del universo. En el Universo temprano de los primeros
momentos, los fotones de energía que llevan la fuerza electromagnética
se ligaron con las partículas de materia con carga. El universo se
parecía algo al interior del Sol hoy en día: un mar al rojo blanco de
partículas y fotones en interacción continua. Todo el universo
chisporroteaba con la energía generada por las interacciones constantes
entre los protones positivos, los electrones negativos, y la luz. En
esta "era de la radiación", según expone Eric Chaisson, la materia
existía sólo como "un precipitado microscópico relativamente escaso
suspendido en un una niebla reluciente, macroscópica, de radiación
densa y brillante" (2001: 112).
Después de unos 300.000 años, la temperatura media del universo cayó
hasta unos 4.000º C sobre el cero absoluto, y este enfriamiento
posibilitó uno de los momentos de transición más fundamentales de toda
la historia del universo (Nota 7). Los momentos
de transición, explica
Christian, son tan misteriosos como los principios, y se darán a lo
largo de toda la historia cósmica. Pone uno de los ejemplos más
familiares
en la vida cotidiana, como es la transformación del agua en vapor. El
agua se
calienta, y durante un tiempo parece que lo único que sucede es que
sube de temperatura. Ocurre un cambio gradualmente, y lo vemos suceder.
Y de modo abrupto, se cruza un umbral: se crea algo nuevo y todo el
sistema entra en una fase diferente. Lo que había sido líquido se
transforma en gas. ¿Por qué ha de haber un umbral justo en este punto
en concreto, a los 100º C (al nivel del mar)? A veces podemos explicar
las transiciones entre estados, y la respuesta gira normalmente en
torno a un cambio de equilibrio entre fuerzas diferentes—entre la
gravedad, la presión, el calor, las fuerzas electromagnéticas, etc.
Pero a veces sencillamente no sabemos por qué se cruza un umbral en un
punto determinado.
El final de la era de la radiación es un atransición que los físicos
pueden explicar más o menos como resultado del equilibrio entre el
descenso de energía de los fotones a medida que se expandía el
universo, y las fuerzas electromagnéticas a nivel subatómico. A medida
que se expandía el universo se iba enfriando, y la energía de la luz
que fluía a través de él cayó lo suficiente como para permitir que los
protones positivos capturasen electrones negativos y creasen átomos
estables, eléctricamente neutros por consiguiente. Debido a esa
neutralidad, los átomos ya no interaccionaron fuertemente con los
fotones (aunque todavía podían darse interacciones sutiles). Como
resultado, los fotones de la luz podían ahora fluir libremente a través
del universo. Para la mayoría de los fines, la materia y la energía
cesaron de interactuar. Se convirtieron en reinos separados, como la
materia y el espíritu en las cosmologías del mundo
Judeo-cristiano-islámico. La era que siguió a este desacoplamiento
puede denominarse la "Era de la Materia" (Chaisson 2001: 113).
Los primeros átomos que se formaron eran extremadamente simples. La
mayoría eran átomos de hidrógeno, compuestos por un protón y por un
electrón. Pero también aparecieron en proporción de un tercio átomos de
helio, con dos protoens y dos electrones cada uno, y una mínima
proporción de átomos todavía mayores. Todos los átomos son diminutos,
con diámetros de aproximadamente una diezmillonésima de centímetro.
Pero consisten mayormente en espacio vacío. Los protones y neutrones se
arraciman en el núcleo, mientras que los electrones orbitan lejos de
ellos. Tal como lo pone Richard Feynman, "Si tuviésemos un átomo y
deseásemos ver el núcleo tendríamos que aumentarlo hasta que el átomo
entero tuviese el tamaño de una habitación grande, y entonces el núcleo
sería una simple mota apenas distinguible a simple vista; pero casi todo el peso del átomo está en ese núcleo
infinitesimal" (Nota 8). Trescientos mil años
tras su creación, el universo era
todavía simple y consistía mayormente en espacio vacío, con
enormes nubes de hidrógeno y helio a la deriva por él, y con una
inmensa cantidad de energía atravesándolo.
El cuadro 1.1. (de Christian, Maps
of Time 27) presenta una breve cronología de la historia
temprana del universo.
Tiempo transcurrido desde el Big Bang
|
Acontecimientos significativos
|
10-43 segundos
|
"Tiempo de Planck"; el
tamaño
del universo es inferior a la "longitud de Planck", la menor longitud
con sentido físico; no podemos decir nada sobre lo que pasó antes de
este punto, pero la gravedad aparece ya como un fuerza fundamental
diferenciada.
|
10-35 segundos
|
Comienzan a aparecer la
fuerza "fuerte" y la "electromagnética" como fuerzas fundamentales
diferenciadas.
|
10-33 - 10-32
segundos
|
Tiene lugar la "inflación":
el
universo se expande más rápido que la velocidad de la luz y se enfría
hasta casi el cero absoluto.
|
c. 10-10 - 10-6
segundos
|
Al
separarse las fuerzas
fundamentales, el universo se calienta de nuevo; se crean los quarks y
los antiquarks, y se anulan mutuamente; los quarks supervivientes
quedan atrapados en protones y en neutrones (representando con su masa
total cerca de una milmillónesima parte de la masa previa de quarks y
antiquarks).
|
1-10 segundos
|
Se forman los pares
electrón-positrón, y se aniquilan (dejando un residuo equivalente a
quiá una milmillonésima parte de la masa previa de electrones y
positrones)
|
3 minutos
|
Los núcleos de hidrógeno y
de helio se forman a partir de protones y de neutrones.
|
300.000 años
|
Se forman los átomos al ser
capturados los electrones negativos por los protones positivos; el
universo se vuelve eléctricamente neutro, y la radiación y la materia
se separan. Se libera radiación en un enorme "destello" ahora
detectable en la radiación de fondo de microondas.
|
Fuentes citadas por Christian: Cesare Emiliani, The Scientific Companion: Exploring the
Physical World with Facts, Figures, and Formulas, 2ª ed. (Nueva
York: Wiley, 1995), p. 82; ver una cronología similar en Stephen
Hawking, The Universe in a Nutshell
(Nueva York: Bantam, 2001), p. 78.
Unos trescientos mil años después del Big Bang, observa Christian, se
hallaban presentes todos los ingredientes de la creación: el tiempo, el
espacio, la energía, y las partículas elementales del universo
material, entre ellas los protones, los electrones, y los neutrones,
ahora mayormente organizados en forma de átomos de hidrógeno y de
helio. Desde entonces, poco ha cambiado a un determinado nivel:
continúan existiendo la misma materia y la misma energía. Todo lo que
ha sucedido es que durante los siguientes 13.000 millones de años estos
mismos ingredientes se han organizado en formas y estructuras
diferentes, que se forman y se disipan constantemente. Desde cierta
perspectiva, el resto del mito de la creación moderno es sólo la
historia de estas diferentes formas y estructuras.
Pero para nosotros, las formas y estructuras tienen una importancia
primordial, porque somos organismos detectores de formas y estructuras.
Entre las estructuras que emergieron se encuentran las galaxias y las
estrellas, los elementos químicos, el sistema solar, nuestra tierra, y
todos los organismos vivos que la habitan. Por último, también nos
encontramos nosotros. Chaisson cita un dicho de un ingenioso anónimo,
"El hidrógeno es un gas ligero e inodoro que, dándole tiempo, se
convierte en gente" (2001: 2). Visto así, arguye Christian, el mito
moderno de
la creación es tan paradójico como cualquier otro mito de creación.
Nada cambia, pero todo cambia. Aunque las cosas parecen existir
independientemente unas de otras y tener características particulares y
distintivas, también es cierto que en realidad todo es lo mismo. La
idea de que la forma y la materia son expresiones diferentes de la
misma esencia subyacente la propuso el italiano Giordano Bruno ya en
1584, en su libro Sobre la Causa, el
Principio, y el Uno, según recuerda Christian. Más abajo
veremos lo que tiene que decir al respecto Edgar Allan
Poe. Pero la misma idea aparece en gran parte del pensamiento más
profundo de la religión y de la filosofía. Según uno de los más
sagrados textos budistas, el Sutra del Corazón, "La forma es un vacío;
el vacío también es forma. El vacío no es otra cosa que forma; la forma
no es otra cosa que vacío" (Nota 9). El resto del
libro de David Christian se
dedica a la exposición detallada del surgimiento de todas las formas
del universo a partir de ese vacío originario. Dejamos ahora de seguir
su exposición para ubicar en el seno de este mito occidental de la
creación, nuestro propio mito científico, la obra de tres pensadores—un
filósofo, un poeta, y un un poeta-filósofo, o quizá un filósofo y dos
poetas-filósofos, unos episodios significativos que permiten tender
puentes entre la gran historia de creación y destrucción de las
cosmogonías tradicionales, y el nuevo mapa del tiempo universal
dibujado por la ciencia moderna, una vez abandona la visión estática
del universo.
Era necesario desarrollar estos nuevos mapas del tiempo, pues la
ciencia ha tenido que explicar un universo que contenía en efecto
muchas más misterios, y más historia, de los que cabían en la física
newtoniana o einsteniana. Y gran parte de este trabajo conceptual de
desarrollo de mapas temporales se hizo no dentro de la ciencia física
estricta ni de la astronomía, sino en los terrenos científicamente
dudosos de la filosofía especulativa, de la poesía, y de la literatura.
Herbert Spencer: Materia Oscura
victoriana, y el universo autoensamblable
a) Victorian Dark Matter
En First
Principles,
Herbert Spencer desarrolla una pasmosa filosofía evolucionista,
sugestiva para muchas de las cuestiones hoy relevantes en lo que se
viene denominando "tercera cultura" o integración de las ciencias
humanas y las ciencias duras. Comenzando, por ejemplo, por la misma
noción de consiliencia o unificación del conocimiento. Para Spencer, la
filosofía es, o habría de ser, tal empresa de unificación de los
conocimientos, y a sentar sus bases dedica estos principios básicos. (Nota 10)
Con este fin, comienza deslindando el terreno propio de la religión del
de
la ciencia. La religión, una religión evolucionariamente entendida, se
atiene al ámbito de lo Incognoscible. Es un error por parte de la
religión pretender darnos un "conocimiento" (revelado, etc.) de lo que
es Incognoscible. La ciencia tiene para sí el terreno de todo lo
cognoscible, incluidos los orígenes de nuestras concepciones de los
dioses. Pero siempre hay un más allá de lo que la ciencia puede llegar
a saber—hoy hablamos de las singularidades y del Big Bang; Spencer
también ve que los conceptos básicos de la ciencia no se apoyan en
nada, no pueden explicarse, hay que tomarlos como datos irreducibles, y
(como diría Luis Eduardo Aute) "el misterio se oculta detrás", a donde
ni llegamos
ni podrá llegar jamás el ámbito de nuestro conocimiento, pues nuestro
conocimiento se limita, está claro, a lo cognoscible.
Dentro de lo cognoscible, Spencer relaciona todos los aspectos de la
realidad con unos pocos "principios básicos", como son la conservación
de la fuerza, la ley del mínimo esfuerzo, la tendencia de las fuerzas a
equilibrarse entre sí, la creación de sistemas a la vez unificados y
complejos... y en última instancia, la tendencia de todo el universo
hacia la disolución. Tenemos un ámbito en el que nos movemos, la
complejidad—somos parte de esa complejidad intermedia entre el origen
caótico y el fin diríamos entrópico del universo, y desde nuestro
rincón podemos captar, como hace Spencer, mediante la pura observación
de los fenómenos y deducción racional, cómo son las cosas, cómo se
originan, cómo se desarrollan y cómo mueren. Esta ley se da a pequeña y
a gran escala, y así, para cada uno de los principios que enuncia,
Spencer muestra cómo se ejemplifica a nivel astronómico, con el origen
de los astros y la formación de sistemas; a nivel geológico, con la
evolución de la dinámica terrestre y la formación de climas y paisajes;
a nivel biológico, con la aparición de la vida y la evolución de formas
complejas; a nivel social, en la economía y organización de las
estructuras sociales; y por último a nivel psicológico, en el
comportamiento de cada individuo. De la raíz común de todos estos
fenómenos en los primeros principios—en la ley de la evolución, en la
ley de la conservación de la fuerza, en el progreso de la complejidad y
la heterogeneidad—surge la consiliencia o unificación del conocimiento
en estos ámbitos (si bien Spencer no emplea el término 'consiliencia',
que rescató y difundió E. O. Wilson en Consilience).
Traza Spencer, hilando estos diversos capítulos o niveles de
aproximación a los fenómenos naturales, un gran panorama evolucionista,
que comprende desde la formación del universo conocido hasta su
previsible disolución. La observación racional no puede concluir otra
cosa, atendiendo a cómo sabemos que son las cosas y los procesos, y
cómo funciona la energía y su redistribución. El universo que vemos se
ha originado, y se va a disolver. ("Dissolution", tras "Evolution", es
el capítulo final de First Principles,
antes de su magnífica conclusión). Hasta allí llega nuestro
conocimiento. Y sin embargo se aventura Spencer a especular más allá,
sobre el destino e historia global del universo, aunque matiza que "de
una indagación tan especulativa, no se puede esperar sino una respuesta
especulativa" (First Principles 474).
Hay que tener en cuenta que Spencer está escribiendo en una época
anterior a la formulación de la actual teoría del universo (las
galaxias, el Big Bang, la expansión del universo, etc.) que sólo se
formuló en el siglo
XX—la primera edición de First
Principles es
de 1862; cito la de 1900. Por tanto los confines últimos del universo y
de su historia, pasada y futura, los formula en términos bastante
diferentes a los que se pueden encontrar, por ejemplo, en
la Historia del Tiempo de
Hawking. (Nota 11)
Y sin embargo hay un aire de familia entre la perspectiva general de
Spencer y los actuales dilemas sobre el
Big Bang, el Big Crunch,
y la muerte fría del universo. Este aire de familia lo vemos cuando se
pregunta si es posible deducir algo sobre la forma última y global de
la evolución en el conjunto del universo—más allá del universo que
conocemos y observamos y que, eso sí lo sabemos, tiene un origen, y se
encamina a una disolución.
Spencer parece no querer afirmar que el destino del universo es la
Muerte Universal, que es hacia donde parecían encaminarle sus
reflexiones. Primero matiza que más allá de la formación y disolución
de nuestro sistema estelar, parece haber otros sistemas en otras fases
de evolución, y que podrían volverse escenarios de la complejidad y de
la vida en algún periodo futuro. Y con respecto al conjunto del
universo, merece citarse su conclusión, in which nothing is concluded.
Spencer dice que no se pronuncia—que no podemos pronunciarnos—sobre si
el universo globalmente es un fenómeno único, un gigantesco proceso que
va del origen hacia la disolución, o si es un proceso cíclico, una
alternancia de generaciones y disoluciones. Me ha llamado la atención
que su discusión sobre este punto anticipa, de una manera casi uncanny,
las discusiones de un siglo más tarde sobre la materia oscura, la
equilibración del universo, los agujeros negros y los horizontes de
eventos más allá de los cuales nada podemos saber. La tendencia general
a la entropía y a la Muerte Universal, por tanto, hay que matizarla con
esta alternativa:
"cuando contemplamos nuestro
sistema sideral como un todo, algunos de los grandes hechos
establecidos por la ciencia implican renovaciones potenciales de la
vida, ahora en una región, luego en otra; seguidos, posiblemente, en un
periodo inimaginablemente remoto, por una renovación más general. Esta
conclusión queda sugerida cuando tomamos en consideración un factor que
hasta ahora no se ha mencionado.
Puesto que hasta ahora hemos
considerado únicamente la equilibración que está teniendo lugar en el
seno de nuestro Sistema Solar y en sistemas similares: sin atender a la
equilibración inconmensurablemente mayor que ha de tener lugar todavía:
terminando esos movimientos a través del espacio que poseen estos
sistemas. Que las estrellas antes consideradas fijas, están todas en
movimiento, se ha vuelto ya una verdad familiar, y que se mueven con
velocidades que se encuentran entre digamos 10 millas por segundo hasta
unas 70 millas por segundo (siendo esta última la velocidad de una
'estrella escapada' que se supone esté atravesando nuestro Sistema
Sideral) es una verdad deducida a partir de observaciones por los
astrónomos de hoy. Ha de unirse a esto el hecho de que hay estrellas
agonizantes y probablemente estrellas muertas. Más allá de la evidencia
que proporcionan los diversos tipos de luz que emiten, de entre los
cuales el rojo indica una edad relativamente avanzada, está la
evidencia de que en algunos casos las estrellas brillantes tienen
acompañantes que son oscuros o casi oscuros: el caso más evidente es el
de Sirio, alrededor de la cual gira un cuerpo de cerca de un tercio de
su tamaño pero de sólo 1/39.000 de su luminosidad—una estrella, cercana
al tamaño de nuestro Sol, que se ha apagado. Parece deducirse que más
allá de las masas luminosas que constituyen el Sistema Sideral visible,
hay masas no luminosas, quizá menores en número o quizá más numerosas,
que juntamente con las luminosas están impelidas por una gravedad
mutua. ¿Cómo pues habrán de equilibrarse los movimientos de estas
gigantescas masas, luminosas y no luminosas, y que se mueven a grandes
velocidades?" (474-475)
Escribiendo antes del desarrollo de la teoría del colapso de las
estrellas, Spencer sigue a Helmholtz y supone que las estrellas
acabarán disueltas en gas interestelar y materia nebulosa. Y que este
medio ofrecerá tal resistencia que es concebible que a la difusión
máxima de la materia interestelar seguirá un movimiento de
concentración (una especie de versión decimonónica del Big Crunch),
con una nueva agregación de masas y un nuevo comienzo de procesos
evolutivos. De lo que le cabe más duda a Spencer es de si este proceso
comprende la totalidad del Universo, o si Universo es sólo "una
ambiciosa palabra", como decía Borges, y en realidad no existe un
proceso unificado que pueda englobar todo lo existente. Se inclina a
creer que sí existe, y que "si debemos contemplar el universo visible
como un
agregado, sujeto a procesos de evolución y disolución de la misma
naturaleza esencial que los que son discernibles en agregados menores,
no podemos evitar preguntarnos cuál es su futuro probable" (First Principles 479). Aquí
parece dudar el autor, y su razonamiento vuelve a replantearse el mismo
problema, a escalas cada vez mayores donde la vista se pierde. Pero, en
última instancia, acaba por recurrir al principio básico donde asienta
su razonamiento, el principio de la conservación del movimiento (esto
era, claro, antes de Einstein):
"Reducido a su forma abstracta, el
argumento es que la cantidad de movimiento implicado por la dispersión
debe ser tan grande como la cantidad de movimiento implicado por la
agregación, o más bien debe ser el mismo movimiento, adoptando ahora la
forma molar, ahora la molecular; y si nos autorizamos a concebir esto
como un resultado último surge la concepción no sólo de evoluciones y
disoluciones locales por todo lo largo y ancho de nuestro Sistema
Sideral, sino también la de evoluciones y disoluciones generales,
alternándose indefinidamente.
Pero no podemos extraer semejante
conclusión sin suponer tácitamente algo que se encuentra más allá de
los límites del conocimiento posible: a saber, que la energía contenida
en nuestro Sistema Sideral permanece inalterada." (481).
Era la época del éter: pero,
a pesar de su inexactitud científica luego demostrada, la teoría
del éter se podía usar a modo de lenguaje que permitiese plantearse
algunos de los problemas que siguen ocupando a la cosmología hoy en
día. No sabemos, dice Spencer, si el universo
pierde energía más allá de sus límites, o si el éter
no tiene fin y la energía de nuestro sistema se conserva sin irradiar
hacia un "afuera", un límite más allá del universo donde funcionan las
leyes que conocemos. Y nunca
podremos, dice Spencer, saber si el caso
es uno u otro. Lo que sabemos es que si la razón nos muestra que
nuestro universo conocido tiende hacia la disolución universal, también
hay procesos racionales que podrían hacer concebir una alternancia de
evoluciones y disoluciones universales, no uno, sino infinitos procesos
universales. Aunque por su misma naturaleza nos lleva esta especulación
más allá de los límites del universo conocido y por tanto de la razón.
Y allí ya deberíamos empalmar con las especulaciones de Nietzsche.
La unidad universal que Spencer se inclina, finalmente, a suponer que
existe, es, precisamente, lo que viene a reforzar la teoría del Big
Bang, tan unificador él—un fenómeno globalizador
por excelencia, podríamos llamarlo, en tanto que generador de un
proceso universal de
evolución. Pero quién sabe qué misterios se ocultan (para siempre
quizá) detrás del Big Bang... (Nota 12)
De casualidad, poca hay, en lo que estas especulaciones de Spencer
anticipan a la ciencia de hoy. Más bien habrá que atribuirlo a un
intelecto gigantesco, como T. W. Hill en su introducción a la edición
de 1937 de First Principles. También
anticipa First Principles, de
manera reveladora, algunos aspectos de las
fantasías de Olaf Stapledon en Star
Maker,
esa curiosa historia de este universo y de otros posibles e imposibles (Nota 13).
Lo que no anticipa de Stapledon es el aspecto creacionista: el universo
de Spencer no ha sido diseñado ni tiene sentido la pregunta sobre el
diseño de las leyes y el por qué de las cosas y de los primeros
principios. La inteligencia la sitúa Spencer únicamente en la cabeza de
quien contempla el universo, y en una fase de la historia del mismo, la
compleja fase en la que nos encontramos y, en lo que a nosotros
respecta, nos encontraremos siempre. Los oscuros procesos que sigan
después tendrán lugar en las tinieblas más absolutas.
B.
El efecto mariposa y el universo autoensamblable
Hace poco tenía ocasión de ver una de esas películas basadas en el efecto mariposa, casi un género
postmoderno éste. No era El efecto
mariposa, sino El sonido del
trueno,
basada en el relato de Ray Bradbury. Unos viajeros que hacen safaris
temporales a la época de los dinosaurios saben que no han de cambiar
nada en el pasado, pues los efectos sobre el presente serían
incalculables. Y esos efectos acaban produciéndose cuando uno de ellos
sin darse cuenta pisa una mariposa jurásica. Los efectos
distorsionadores se multiplican por el tiempo, y el presente se
encuentra alterado. De ahí deriva, supongo, la expresión de "efecto
mariposa".
Se asocia el efecto mariposa a la teoría de las catástrofes, a René
Thom (Stabilité structurale et
morphogenèse: Essai d'une théorie générale des modèles).
Pero al margen de este modelo matemático, la formulación filosófica de
esta noción aparece más de un siglo antes, en la obra de Herbert
Spencer. La idea básica de Spencer es que los fenómenos complejos
proceden de los simples, y que su origen (el origen de la complejidad
existente) es la multiplicación de los
efectos. Al actuar una fuerza sobre un cuerpo, ya crea diferencias en
él, pues actúa más sobre unas partes que sobre otras. Y estas
diferencias producen sucesivas diferencias que se multiplican—los
fenómenos subsiguientes actúan unos sobre otros en cadena, de formas
cada vez más complejas a medida que se diferencian las formas y los
ámbitos locales. De un
fenómeno simple y homogéneo surge eventualmente una complejidad
heterogénea. Este fenómeno quedaría también bien descrito por la
expresión "efecto dominó" a no ser por el hecho de que las piezas del
dominó colocadas en fila son iguales, y la idea de su disposición en
filas preparadas para ser tumbadas por un mínimo efecto inicial
introduce una noción de cálculo previo que aquí estaría fuera de lugar.
Aun haciendo un lugar en su teoría al elemento de repetición y de
uniformidad, Spencer enfatiza más bien la heterogeneidad creciente
producida por la evolución, que hace imposible calcular la complejidad
de los efectos que han de seguir de las causas simples iniciales.
La noción de que lo complejo evoluciona a partir de lo simple está en
la base misma de la racionalidad, y como tal puede encontrarse no sólo
en los primeros filósofos, sino también, en cierto modo, en la
formulación misma de los mitos de creación, que narran cómo a la nada,
o a las formas simples, sucedió la creación, o las cosas que hay hoy.
Podemos remitir al Timeo de
Platón como modelo de estos mitos en el momento en que se incorporan al
pensamiento filosófico. Pero hay pocos filósofos que hayan examinado
este principio racional
tan cuidadosamente como Spencer, llevándolo hasta sus últimas
consecuencias.
En Lamarck, el primer gran biólogo evolucionista, encontramos
una formulación inicial de este principio,
aplicado a la biología (Nota 14). Las formas
vivas complejas descienden de las
simples, y han sufrido una modificación gradual que lleva, por la
acción combinada de una serie de principios, de lo simple a lo
complejo. Tal es el núcleo de la teoría evolucionaria en biología.
También concurren con esta intuición otras observaciones de biólogos no
evolucionistas del XIX como von Baer: éste, estudiando el desarrollo de
los embriones, formuló el principio de que las formas simples se
desarrollan primero, las complejas después. Esto lo aplicaría a la
teoría de la evolución Ernst
Haeckel,
formulando el discutido principio de que la ontogenia recapitula la
filogenia. Y si bien no lo hace exactamente como Haeckel creía, sí lo
hace en este sentido básico precisamente: que lo simple
precede, necesariamente, a lo complejo (Nota 15).
Spencer explica cómo en Social
Statics
ya había formulado esta teoría, del paso de la homogeneidad a la
heterogeneidad, en lo referente a los fenómenos sociales y las
estructuras económicas, y también a los fenómenos biológicos: "el
desarrollo de un organismo individual y el desarrollo de un organismo
social se describen de modo similar, consistiendo en un avance de la
simplicidad a la complejidad, y de partes similares independientes, a
partes disimilares mutuamente dependientes" (First Principles
§119, nota). El carácter abstracto de la formulación de Von Baer le
llevó a Spencer a ampliar este concepto, y a extenderlo a los fenómenos
inorgánicos (físicos, cosmológicos, geológicos). Según Spencer esta
generación de la heterogeneidad es la redistribución secundaria de
fuerzas que acompaña, en los fenómenos evolutivos complejos, a la
redistribución primaria de fuerzas que es el motor y base principal de
la evolución cósmica.
Así llega a explicar Spencer, de un modo panorámico, la formación de
sistemas estelares y planetarios (a nivel astronómico) y, en nuestro
planeta, el enfriamiento diferenciado de sus partes y la formación de
regiones, constantes geológicas y climas diferenciados. La vida y la
complejidad de las organizaciones sociales y de fenómenos culturales
serán una fase ulterior de este desarrollo de la complejidad. Porque
también a los fenómenos humanos se aplica este principio: "el cambio de
lo homogéneo a lo heterogéneo se muestra igualmente en el progreso de
la civilización en su conjunto, y en el progreso de cada tribu o
nación: y todavía continúa con rapidez que aumenta" (§122). Los humanos
eran muy iguales al principio: hoy hay miles de culturas y grupos,
ambientes y fenómenos intelectuales con características diferenciadas.
(En la explosión de formas que hemos vivido estos últimos años en la
informática podría encontrase un ejemplo de esta multiplicacion de la
heterogeneidad que observaba Spencer).
¿Cuál es es principio mediante el cual se genera la complejidad? Una
respuesta es que es complejo, claro, y que no puede darse de la
complejidad una explicación simple. Pero puestos a reducir la
complejidad a su expresión más simple, Spencer lo formula como sigue.
Un fenómeno, o suceso, al incidir sobre otros, tiene multitud de
efectos, y estos efectos se multiplican en progresión geométrica, al
incidir unos sobre otros. De este modo, una causa no da lugar a un
efecto, sino a varios, muchos, miles, millones de efectos, según cuál
sea la perspectiva que adoptemos. Este es el principio explicativo del
efecto mariposa, y de por qué la realidad es compleja cuando antes era
simple. El principio básico lo expone Spencer en el cap. XX de First Principles, "The
Multiplication of Effects."
Por el conflicto con la materia,
una fuerza uniforme se transforma en parte en fuerzas de clases
diferentes. (....) Y tampoco termina aquí la descomposición de una
fuerza en muchas fuerzas. Cada uno de los diversos cambios operados se
vuelve progenitor de cambios ulteriores. (...). Universalmente, pues,
el efecto es más complejo que la causa. Sea o no homogéneo el agregado
sobre el cual actúa, una fuerza al incidir se transforma, en virtud de
este conflicto, en un número de fuerzas que difieren en sus cantidades,
o direcciones, o clases; o en todos estos aspectos. Y de este grupo de
fuerzas diversamente modificadas, cada una acaba por sufrir una
transformación comparable. (....) Cuando las partes en las que se ha
segregado cualquier todo sometido a evolución han llegado a diverger
ampliamente en su naturaleza, necesariamente reaccionarán de modo muy
diverso a cualquier fuerza que incida: dividirán una fuerza incidente
en otros tantos grupos de fuerzas fuertemente contrastados. Y al
volverse cada uno de ellos el centro de un conjunto completamente
distinto de influencias, debe contribuir al número de cambios
secundarios diferenciados efectuados por toda la amplitud del agregado.
Y aún hay que añadir otro corolario. El número de partes diferentes que
componen un agregado es un factor importante en el proceso. Cada
división adicional especializada es un centro adicional de fuerzas
especializadas, y debe convertirse en una fuente ulterior de
complicación entre las fuerzas que están actuando en el conjunto de la
masa—una fuente adicional de heterogeneidad. La multiplicación de los
efectos ha de proceder en progresión geométrica. (First Principles §156).
Bien, así queda explicado en principio, de la manera más sucinta y
sintética posible, cómo se genera la complejidad a partir de los
fenómenos simples, o dicho de otro modo, cómo aparecen las cosas de la
nada.
Esta es la noción principal en que descansa la filosofía evolucionista:
que el presente es distinto del
pasado, y que lo que existe está
en proceso de generación;
nada existe hasta que se produce por una conjunción compleja, nunca
antes producida, de fuerzas y fenómenos. Todo es contingente en este
sentido que el presente no está contenido en el pasado, ni esbozado en
él, pues son incalculables las conjunciones de fuerzas y fenómenos
(siendo el conocimiento una abstracción o interpretación de los
fenómenos, una creación de modelos que identifican líneas generales y
principios, pero sin llegar nunca a una definición exhaustiva del
conjunto del fenómeno complejo). Que lo que existe está en un proceso
de creación continua ha sido una intuición compartida por algunas
teologías que atribuían a Dios no una actividad creativa inicial, sino
una creación continua. Claro que Dios es uno de los conceptos
redundantes una vez enfocada la explicación del universo desde un punto
de vista evolucionista.
Pues del pensamiento evolucionista se derivan algunos corolarios
interesantes para la teoría narrativa y la teoría del conocimiento. Por
ejemplo, que las explicaciones evolutivamente coherentes no deberían
presuponer la complejidad como fuente de la complejidad—ni la
complejidad como fuente de la simplicidad, en los fenómenos evolutivos
(otra cosa sucederá con lo que Spencer llama los procesos disolutivos,
en los que un fenómeno complejo se disgrega o desaparece). Las
explicaciones creacionistas no son evolucionistas por esto, aunque
algunas incluyan algunos elementos evolucionistas (por ejemplo,
aceptando la evolución de las especies como parte del Plan del
Creador). Un Creador, y un Plan, son elementos ajenos al evolucionismo,
pues los planes (fenómenos cognitivos, intelectuales, etc.), no pueden
estar al principio de las cosas cosmológicamente hablando, sino que son
un fenómeno biológico muy concreto, ubicado en una
fase tardía y extremadamente local de la evolución. No se puede
postular un ser
infinitamente complejo como origen de los fenómenos, puesto que la
finalidad de la explicación es precisamente dar cuenta de lo complejo,
y mal explicado queda si toda explicación se hace innecesaria o
circular.
Spencer reserva un lugar a la religión, establecienco que el ámbito del
conocimiento se extiende únicamente a lo comprensible a partir de
algunos datos originales, datos que en sí son inanalizables e
irreductibles (como por ejemplo la conservación de la energía, o las
formas estructuras básicas del espacio y del tiempo). Más allá se
extiende lo incognoscible, o más bien sobre lo incognoscible descansa
todo lo que se puede conocer. Este planteamiento cumple una doble
función en su pensamiento. Por una parte, circunscribe las cuestiones a
tratar y el tipo de explicaciones admisibles. Por otra parte, es una
manera muy victoriana de aclarar que su pensamiento no es ateo,
y que no ataca a la religión. Spencer deja intuir que Dios es la fuente
de la gran Fuerza original que se manifiesta en la materia y energía
del universo (y no es en ello sino un continuador del planteamiento de
Newton). Pero a la vez su exposición de la generación del universo, de
la complejidad, y de la multiplicación de los efectos ha hecho a Dios
totalmente redundante. El Dios de Spencer, si así podemos llamarlo,
está totalmente fuera de nuestro ámbito de conocimiento, y no hace nada
en concreto al margen de generar esta inmensa Fuerza que ha dado lugar
al universo. Los efectos de la Fuerza no están planeados, ni
calculados, ni guiados, son totalmente supervenientes y contingentes.
Spencer ha dado la fórmula de la creación a partir de la nada, pero es
una creación que tiene lugar por sí sola, por composición de fuerzas,
no como el despliegue de una planificación previa, sino como una
multiplicación incalculable de efectos complejos, que inciden unos
sobre otros en progresión geométrica.
Es un enigma, por supuesto, la naturaleza de la realidad, y un enigma
irresoluble porque allí se encuentra nuestro pensamiento con sus
límites, más allá de los cuales no tiene puntos de referencia. Lo que
hacemos es proyectar fuera del ámbito donde son operativas, y tienen
sentido, nuestras estrategias de pensamiento habituales, como causa,
intención, efecto, etc. La realidad infinitamente compleja, procede de
una realidad anteriormente más simple, y en última instancia de lo
infinitamente simple. De una simplicidad tan simple que escapa a
nuestra capacidad de representación mental, pues allí tendemos a
distinguir lo que existe y lo
que no existe, el todo y la nada.
Y estas distinciones no son operativas en la simplicidad máxima que
precede al momento en el que empiezan a narrar sus historias las
cosmologías.
Ateniéndonos a la teoría del Big Bang como la manifestación de esa
Fuerza, nos podríamos plantear el problema de que el Big Bang
proporciona (aceptémoslo así) la Fuerza para crear el universo, pero no
proporciona la información necesaria para constituirlo. Esta se genera
(siguiendo la explicación de Spencer) por multiplicación de efectos,
por el mencionado Efecto Mariposa que viene a ser la versión
evolucionista de la creación a partir de la nada. Un problema que se
plantea es por qué surgen—o si surgen— efectos asimétricos en la fuerza
original, siendo ella en principio simple. Sin ese "defecto"
originario, no hay generación de efectos diversos, no hay recombinación
de fuerzas incidentes, no hay efecto mariposa, no hay nada. O hay, si
preferimos otra versión, múltiples universos simétricos, o paralelos,
que también con ello se ha especulado, una vez confrontada la paradoja
de que la fuerza simple salió
desviada.... ¿Con qué chocó, entonces, o qué la desvió? Al
parecer, there is a crack in
everything. Habrá
que atribuir al dios de Spencer, además de una simple energía infinita,
un toquecillo original (nada intencional) que impide que esa fuerza se
manifieste de modo uniforme, o una pequeña descompensación original que
dio lugar a todo, por acción del efecto mariposa.
... ¿O habrá que suponer que esa
desviación tan simple, el Origen de la Diferencia, no es realmente
distinguible de la pura simplicidad, y que son sólo nuestros conceptos
los que no encuentran asidero para pensarla? Encontramos difícil
comprender que el todo y la nada han sido originalmente la misma cosa,
y que, a un determinado nivel, continúan siéndolo.
Darwin's Big Bang: La cosmología evolucionista
de Eramus Darwin
Charles
Darwin se ocupó mucho de la evolución biológica pero poco de la
evolución cósmica, a diferencia de su abuelo Erasmus. En The Economy of Vegetation
de Erasmus Darwin encontramos un equivalente imaginativo del Big Bang
en versión dieciochesca—una gran narración de la creación del mundo y
de la vida. Erasmus Darwin era un librepensador, y el papel asignado a
Dios en su narrativa cósmica es tan mítico como el de los silfos y las
hadas y las ninfas del fuego
primigenio—tan
sólo una "sublime alegoría". El elemento mitografico, ornamental,
convencional y asaz ridículo, en los poemas científicos de Erasmus
Darwin es con frecuencia objeto del sarcasmo de los historiadores de la
literatura y de los científicos por igual. Pero su función se aprecia
de modo bastante claro cuando se ve en el contexto de una
desmitologización—Darwin desmitologiza por la vía de añadir mitología
explícitamente ornamental. La suya es una manera de incluir la
narración cristiana de la creación al mismo título que el aparato
mitológico, y no más verdadera desde el punto de vista científico que
los silfos y las ninfas.
Tanto los versos como las notas que siguen vienen de la primera parte
de The Botanic Garden de
Erasmus Darwin (1788, en red en Project
Gutenberg).
La teoría de la evolución biológica, incluyendo una cierta anticipación
de la teoría de la selección natural, se expone en las notas, siguiendo
en gran medida las ideas de Buffon.
From canto I
of Poem I, The Economy of Vegetation:
I. "NYMPHS OF
PRIMEVAL FIRE! YOUR vestal train
Hung with gold-tresses o'er the vast inane,
Pierced with your silver shafts the throne of
Night,
100 And charm'd young Nature's opening eyes with light;
When LOVE DIVINE, with brooding wings unfurl'd,
Call'd from the rude abyss the living world.
"—LET THERE BE LIGHT!" proclaim'd the ALMIGHTY
LORD,
Astonish'd Chaos heard the potent word;—
105 Through all his realms the kindling Ether runs,
And the mass starts into a million suns;
Earths round each sun with quick explosions
burst,
And second planets issue from the first;
Bend, as they journey with projectile force,
110 In bright ellipses their reluctant course;
Orbs wheel in orbs, round centres centres roll,
And form, self-balanced, one revolving Whole.
—Onward they move amid their bright abode,
Space without bound, THE BOSOM OF THEIR GOD!
[Nymphs of primeval fire. l. 97. The fluid matter of heat is perhaps
the most extensive element in nature; all other bodies are immersed in
it, and are preserved in their present state of solidity or fluidity by
the attraction of their particles to the matter of heat. Since all
known bodies are contractible into less space by depriving them of some
portion of their heat, and as there is no part of nature totally
deprived of heat, there is reason to believe that the particles of
bodies do not touch, but are held towards each other by their self-
attraction, and recede from each other by their attraction to the mass
of heat which surrounds them; and thus exist in an equilibrium between
these two powers. If more of the matter of heat be applied to them,
they recede further from each other, and become fluid; if still more be
applied, they take an aerial form, and are termed Gasses by the modern
chemists. Thus when water is heated to a certain degree, it would
instantly assume the form of steam, but for the pressure of the
atmosphere, which prevents this change from taking place so easily; the
same is true of quicksilver, diamonds, and of perhaps all other bodies
in Nature; they would first become fluid, and then aeriform by
appropriated degrees of heat. On the contrary, this elastic matter of
heat, termed Calorique in the new nomenclature of the French
Academicians, is liable to become consolidated itself in its
combinations with some bodies, as perhaps in nitre, and probably in
combustible bodies as sulphur and charcoal. See note on l. 232, of this
Canto. Modern philosophers have not yet been able to decide whether
light and heat be different fluids, or modifications of the same fluid,
as they have many properties in common. See note on l. 462 of this
Canto.]
[When Love Divine. l. 101. From having observed the gradual evolution
of the young animal or plant from its egg or seed; and afterwards its
successive advances to its more perfect state, or maturity;
philosophers of all ages seem to have imagined, that the great world
itself had likewise its infancy and its gradual progress to maturity;
this seems to have given origin to the very antient and sublime
allegory of Eros, or Divine Love, producing the world from the egg of
Night, as it floated in Chaos. See l. 419. of this Canto.
The external crust of the earth, as far as it has been exposed to our
view in mines or mountains, countenances this opinion; since these have
evidently for the most part had their origin from the shells of fishes,
the decomposition of vegetables, and the recrements of other animal
materials, and must therefore have been formed progressively from small
beginnings. There are likewise some apparently useless or incomplete
appendages to plants and animals, which seem to shew they have
gradually undergone changes from their original state; such as the
stamens without anthers, and styles without stigmas of several plants,
as mentioned in the note on Curcuma, Vol. II. of this work. Such is the
halteres, or rudiments of wings of some two-winged insects; and the
paps of male animals; thus swine have four toes, but two of them are
imperfectly formed, and not long enough for use. The allantoide in some
animals seems to have become extinct; in others is above tenfold the
size, which would seem necessary for its purpose. Buffon du Cochon. T.
6. p. 257. Perhaps all the supposed monstrous births of Nature are
remains of their habits of production in their former less perfect
state, or attempts towards greater perfection.]
[Through all his realms. l. 105. Mr. Herschel has given a very sublime
and curious account of the construction of the heavens with his
discovery of some thousand nebulae, or clouds of stars; many of which
are much larger collections of stars, than all those put together,
which are visible to our naked eyes, added to those which form the
galaxy, or milky zone, which surrounds us. He observes that in the
vicinity of these clusters of stars there are proportionally fewer
stars than in other parts of the heavens; and hence he concludes, that
they have attracted each other, on the supposition that infinite space
was at first equally sprinkled with them; as if it had at the beginning
been filled with a fluid mass, which had coagulated. Mr. Herschel has
further shewn, that the whole sidereal system is gradually moving round
some centre, which may be an opake mass of matter, Philos. Trans. V.
LXXIV. If all these Suns are moving round some great central body; they
must have had a projectile force, as well as a centripetal one; and may
thence be supposed to have emerged or been projected from the material,
where they were produced. We can have no idea of a natural power, which
could project a Sun out of Chaos, except by comparing it to the
explosions or earthquakes owing to the sudden evolution of aqueous or
of other more elastic vapours; of the power of which under immeasurable
degrees of heat, and compression, we are yet ignorant.
It may be objected, that if the stars had been projected from a Chaos
by explosions, that they must have returned again into it from the
known laws of gravitation; this however would not happen, if the whole
of Chaos, like grains of gunpowder, was exploded at the same time, and
dispersed through infinite space at once, or in quick succession, in
every possible direction. The same objection may be stated against the
possibility of the planets having been thrown from the sun by
explosions; and the secondary planets from the primary ones; which will
be spoken of more at large in the second Canto, but if the planets are
supposed to have been projected from their suns, and the secondary from
the primary ones, at the beginning of their course; they might be so
influenced or diverted by the attractions of the suns, or sun, in their
vicinity, as to prevent their tendency to return into the body, from
which they were projected.
If these innumerable and immense suns thus rising out of Chaos are
supposed to have thrown out their attendant planets by new explosions,
as they ascended; and those their respective satellites, filling in a
moment the immensity of space with light and motion, a grander idea
cannot be conceived by the mind of man.]
Obsérvese que, sobre el universo en expansión,
previene y responde Darwin una objeción que al parecer se le escapó a
Newton—el
colapso gravitacional.
Este no había aplicado su teoría de la gravitación universal con
coherencia, pues según su modelo, si lo entendemos literalmente, el
universo debería culminar en un Big Crunch, una conclusión que no
extrajo sin embargo Newton, como
ya señaló Laplace por esos años.
Newton no llegó a formular, por tanto, a una solución satisfactoria que
demostrase
la estabilidad del sistema galáctico, y sin embargo esta solución
imperfecta se mantuvo como la imagen del mundo científicamente
aceptada, básicamente por el procedimiento de no pensar mucho en la
cuestión. Einstein, que también defendía un modelo estático del
universo cuando formuló la teoría de la relatividad hace más de cien
años, tuvo que acudir a una especie de solución arbitraria, la
"constante gravitacional", una suerte de fuerza gravitacional invertida
que a nivel puramente teórico le salvaba las ecuaciones. Einstein mismo
consideró esta solución un error de procedimiento, y sin embargo una
nueva variante de gravitación negativa se ha visto reintroducida y
rehabilitada en la última década para explicar la inflación del
universo—junto con otras soluciones de pura necesidad como la materia
oscura y la energía oscura.
La solución propuesta por Erasmus Darwin al dilema gravitatorio,
contemplada en este contexto y tendiendo en cuenta que hablamos de un
pensador del siglo XVIII, no parece menos satisfactoria. Erasmus Darwin
propuso explicar la
formación
del universo mediante una explosión instantánea y continuada de
todo
el "caos" original su conjunto, seguida de explosiones menores locales
y dispersas—como podrían ser las supernovas. Si bien esta teoría está
presentada de modo narrativo y no en forma matemática, es una hipótesis
puede
parecer, vista desde hoy, más correcta que la de los científicos que le
precedieron y siguieron hasta bien entrado el siglo XX, en tanto que
modelo espacio-temporal del universo. No es propiamente, claro, un Big
Bang lo que propone Erasmus Darwin, en el detalle de la formación de
partículas subatómicas, etc.—pues la moderna teoría atómica tardaría un
siglo en formularse. Pero su modelo sí presenta un universo en
evolución, en expansión y en explosión, y lejos de ofrecer una imagen
estática nos sitúa conceptualmente en un momento inestable de un flujo
entre una gran explosión originaria y una disolución posible para cuyo
tratamiento conceptual detallado podríamos recurrir, de nuevo, a los Primeros Principios de Spencer.
Tanto Spencer como Erasmus Darwin antes que él nos presentan un
universo evolucionista, narrativo
podríamos decir, un universo cuya imagen más apropiada es un desarrollo
temporal en el que las fuerzas físicas no alcanzan equilibrios sino
aparentes, y crean estructuras que por muy estables que parezcan son
evanescentes y temporales. No es un universo cuya física sea concebible
al margen de una historia cósmica, una Gran Historia. (Nota 16)
Poe's
Big Bang: Eureka, o
la emergencia del Big Bang
Edgar
Allan Poe también fue cosmólogo y filósofo
evolucionista—en su "poema
en prosa" Eureka,
que expone una teoría unificada del universo combinando principios
físico-matemáticos, observaciones astronómicas, y especulaciones
filosóficas. Para la sección científica se basó en escritores
anteriores como Laplace, William y John Herschel, y el Humboldt
de Kosmos, a quien dedica
la obra. Supongo que también conocería los escritos de Erasmus
Darwin.
La obra también pretende ser una teodicea, o explicación de la
existencia del mal y el sufrimiento en el mundo—un desarrollo de la
explicación clásica de la cuestión, a saber, que la divinidad actúa
mediante causas secundarias. Aquí para Poe las causas
secundarias
son toda la evolución del universo, pues causas primarias sólo se
hallan en la fuerza original indiferenciada que da lugar al universo en
una especie de Big Bang decimonónico. Por supuesto, las ideas Poe no
fueron tomadas en absoluto en serio en su propio momento; ni su
sintaxis, ni su uso de las fuentes, ni su trayectoria literaria
invitaban a ello; suena el autor demasiado como uno de los frenéticos unreliable narrators o sabios locos
de sus relatos. El
mismo Poe intuyó que no se le tomaría en serio como pensador hasta que
su
obra ya no pudiese ser considerada científica sino meramente poética, y
de ahí el prefacio:
To
the few who love me and whom I love—to those who feel rather than to
those who think—to the dreamers and those who put faith in dreams as in
the only realities—I offer this Book of Truths, not in its character of
Truth-Teller, but for the Beauty that abounds in its Truth;
constituting it true. To these I present the composition as an
Art-Product alone:—let us say as a Romance; or, if I be not urging too
lofty a claim, as a Poem.
What I here propound is true:—therefore it cannot die:—or if by any
means it be now trodden down so that it die, it will “rise again to the
Life Everlasting.”
Nevertheless it is as a Poem only that I wish this work to be judged
after I am dead.
E.A.P.
Sin embargo, algunas de sus ideas anticipan notablemente las de Herbert
Spencer,
y aún más, las de la física del siglo XX, intentando extraer de la
noción misma de la fuerza gravitatoria y de su acción presente los
principios de la finitud, el origen, y la evolución del universo.
Comienza con un plantamiento que formula el Big Bang en términos casi
literales—el origen del Universo a partir de la inflación de una
partícula, proceso en el cual se generan tanto el tiempo como el
espacio, y a continuación unas fuerzas elementales como la gravitación,
o el electromagnetismo, que no preexisten a este acontecimiento:
It
will now be readily understood that no axiomatic idea—no idea founded
in the fluctuating principle, obviousness of relation—can possibly be
so secure—so reliable a basis for any structure erected by the Reason,
as that idea—(whatever it is, wherever we can find it, or if it be
practicable to find it anywhere)—which is irrelative altogether—which
not only presents to the understanding no obviousness of relation,
either greater or less, to be considered, but subjects the intellect,
not in the slighest degree, to the necessity of even looking at any
relation at all. If such an idea be not what we too heedlessly term “an
axiom,” it is at least preferable, as a Logical basis, to any axiom
ever propounded, or to all imaginable axioms combined:—and such,
precisely, is the idea with which my deductive process, so thoroughly
corroborated by induction, commences. My particle proper is but
absolute Irrelation. To sum up what has been here advanced:—As a
starting point I have taken it for granted, simply, that the Beginning
had nothing behind it or before it—that it was a Beginning in fact—that
it was a beginning and nothing different from a beginning—in short that
this Beginning was——that which it was. If this be a “mere assumption”
then a “mere assumption” let it be.
To
conclude this branch of the subject:—I am fully warranted in announcing
that the Law which we have been in the habit of calling Gravity exists
on account of Matter’s having been irradiated, at its origin,
atomically, into a limited[4] sphere of Space, from one, individual,
unconditional, irrelative, and absolute Particle Proper, by the sole
process in which it was possible to satisfy, at the same time, the two
conditions, irradiation, and generally-equable distribution throughout
the sphere—that is to say, by a force varying in direct proportion with
the squares of the distances between the irradiated atoms,
respectively, and the Particular centre of Irradiation.
I
have already given my reasons for presuming Matter to have been
diffused by a determinate rather than by a continuous or infinitely
continued force. Supposing a continuous force, we should be unable, in
the first place, to comprehend a rëaction at all; and we should be
required, in the second place, to entertain the impossible conception
of an infinite extension of Matter. Not to dwell upon the impossibility
of the conception, the infinite extension of Matter is an idea which,
if not positively disproved, is at least not in any respect warranted
by telescopic observation of the stars—a point to be explained more
fully hereafter; and this empirical reason for believing in the
original finity of Matter is unempirically confirmed. For
example:—Admitting, for the moment, the possibility of understanding
Space filled with the irradiated atoms—that is to say, admitting, as
well as we can, for argument’s sake, that the succession of the
irradiated atoms had absolutely no end—then it is abundantly clear
that, even when the Volition of God had been withdrawn from them, and
thus the tendency to return into Unity permitted (abstractly) to be
satisfied, this permission would have been nugatory and
invalid—practically valueless and of no effect whatever. No Rëaction
could have taken place; no movement toward Unity could have been made;
no Law of Gravity could have obtained.
To
explain:—Grant the abstract tendency of any one atom to any one other
as the inevitable result of diffusion from the normal Unity:—or, what
is the same thing, admit any given atom as proposing to move in any
given direction—it is clear that, since there is an infinity of atoms
on all sides of the atom proposing to move, it never can actually move
toward the satisfaction of its tendency in the direction given, on
account of a precisely equal and counterbalancing tendency in the
direction diametrically opposite. In other words, exactly as many
tendencies to Unity are behind the hesitating atom as before it; for it
is a mere sotticism to say that one infinite line is longer or shorter
than another infinite line, or that one infinite number is greater or
less than another number that is infinite. Thus the atom in question
must remain stationary forever. Under the impossible circumstances
which we have been merely endeavoring to conceive for argument’s sake,
there could have been no aggregation of Matter—no stars—no
worlds—nothing but a perpetually atomic and inconsequential Universe.
In fact, view it as we will, the whole idea of unlimited Matter is not
only untenable, but impossible and preposterous.
With
the understanding of a sphere of atoms, however, we perceive, at once,
a satisfiable tendency to union. The general result of the tendency
each to each, being a tendency of all to the centre, the general
process of condensation, or approximation, commences immediately, by a
common and simultaneous movement, on withdrawal of the Divine Volition;
the individual approximations, or coalescences—not cöalitions—of atom
with atom, being subject to almost infinite variations of time, degree,
and condition, on account of the excessive multiplicity of relation,
arising from the differences of form assumed as characterizing the
atoms at the moment of their quitting the Particle Proper; as well as
from the subsequent particular inequidistance, each from each.
What
I wish to impress upon the reader is the certainty of there arising, at
once, (on withdrawal of the diffusive force, or Divine Volition,) out
of the condition of the atoms as described, at innumerable points
throughout the Universal sphere, innumerable agglomerations,
characterized by innumerable specific differences of form, size,
essential nature, and distance each from each. The development of
Repulsion (Electricity) must have commenced, of course, with the very
earliest particular efforts at Unity, and must have proceeded
constantly in the ratio of Coalescence—that is to say, in that of
Condensation, or, again, of Heterogeneity.
Thus
the two Principles Proper, Attraction and Repulsion—the Material and
the Spiritual—accompany each other, in the strictest fellowship,
forever. Thus The Body and The Soul walk hand in hand.
El
mapa conceptual que contribuye a generar Poe con su explosión
primigenia es de tal originalidad y audacia intelectual que sería
cicatero el reprocharle el uso de conceptos decimonónicos e incluso
lenguaje espiritualista como ingredientes, figuras de expresión, o
materiales para su formulación. También
anticipa Poe cuestiones sobre la estructura del universo que sólo en el
siglo XX recibirían confirmación experimental, como la existencia de
otras galaxias o la no centralidad de la Vía Láctea:
And
here, at length, it seems proper to inquire whether the ascertained
facts of Astronomy confirm the general arrangement which I have thus,
deductively, assigned to the Heavens. Thoroughly, they do. Telescopic
observation, guided by the laws of perspective, enables us to
understand that the perceptible Universe exists as a cluster of
clusters, irregularly disposed.
The
“clusters” of which this Universal “cluster of clusters” consists, are
merely what we have been in the practice of designating “nebulæ”—and,
of these “nebulæ,” one is of paramount interest to mankind. I allude to
the Galaxy, or Milky Way. This interests us, first and most obviously,
on account of its great superiority in apparent size, not only to any
one other cluster in the firmament, but to all the other clusters taken
together. The largest of these latter occupies a mere point,
comparatively, and is distinctly seen only with the aid of a telescope.
The Galaxy sweeps throughout the Heaven and is brilliantly visible to
the naked eye. But it interests man chiefly, although less immediately,
on account of its being his home; the home of the Earth on which he
exists; the home of the Sun about which this Earth revolves; the home
of that “system” of orbs of which the Sun is the centre and primary—the
Earth one of sixteen secondaries, or planets—the Moon one of seventeen
tertiaries, or satellites. The Galaxy, let me repeat, is but one of the
clusters which I have been describing—but one of the mis-called
“nebulæ” revealed to us—by the telescope alone, sometimes—as faint hazy
spots in various quarters of the sky. We have no reason to suppose the
Milky Way really more extensive than the least of these “nebulæ.” Its
vast superiority in size is but an apparent superiority arising from
our position in regard to it—that is to say, from our position in its
midst. However strange the assertion may at first appear to those
unversed in Astronomy, still the astronomer himself has no hesitation
in asserting that we are in the midst of that inconceivable host of
stars—of suns—of systems—which constitute the Galaxy. Moreover, not
only have we—not only has our Sun a right to claim the Galaxy as its
own especial cluster, but, with slight reservation, it may be said that
all the distinctly visible stars of the firmament—all the stars Visible
to the naked eye—have equally a right to claim it as their own.
Hay
que recordar que también Kant y William Herschel habían planteado la
teoría de "otros universos" aislados, primera versión de la teoría de
las galaxias que se confirmaria experimentalmente en el siglo XX.
Presenta también Poe algunos razonamientos para demostrar la finitud
del universo
que por su formulación paradójica y clara a la vez no vuelven a
encontrarse antes de Stephen
Hawking (2005):
No
astronomical fallacy is more untenable, and none has been more
pertinaciously adhered to, than that of the absolute illimitation of
the Universe of Stars. The reasons for limitation, as I have already
assigned them, à priori, seem to me unanswerable; but, not to speak of
these, observation assures us that there is, in numerous directions
around us, certainly, if not in all, a positive limit—or, at the very
least, affords us no basis whatever for thinking otherwise. Were the
succession of stars endless, then the background of the sky would
present us an uniform luminosity, like that displayed by the
Galaxy—since there could be absolutely no point, in all that
background, at which would not exist a star. The only mode, therefore,
in which, under such a state of affairs, we could comprehend the voids
which our telescopes find in innumerable directions, would be by
supposing the distance of the invisible background so immense that no
ray from it has yet been able to reach us at all. That this may be so,
who shall venture to deny? I maintain, simply, that we have not even
the shadow of a reason for believing that it is so.
Esta solución a la paradoja de Olber se asemeja, de hecho, a las
que se ofrecen en el modelo del cosmos inflacionario: según este modelo
cosmológico, la luz de las estrellas lejanas tampoco ha tenido tiempo
de alcanzarnos, con lo cual la hipótesis de Poe resulta ser correcta.
De las mediciones de la velocidad de la luz y del tamaño del Universo
disponibles en su época (procedentes de los Herschel, padre e hijo, y
de Friedrich G. W. von Struve) también hace Poe buen uso:
In
attempting to appreciate this interval by the aid of any considerations
of velocity, as we did in endeavoring to estimate the distance of the
moon, we must leave out of sight, altogether, such nothings as the
speed of a cannon-ball, or of sound. Light, however, according to the
latest calculations of Struve, proceeds at the rate of 167,000 miles in
a second. Thought itself cannot pass through this interval more
speedily—if, indeed, thought can traverse it at all. Yet, in coming
from 61 Cygni to us, even at this inconceivable rate, light occupies
more than ten years; and, consequently, were the star this moment
blotted out from the Universe, still, for ten years, would it continue
to sparkle on, undimmed in its paradoxical glory.
Aquí apunta una intuición del concepto de espacio-tiempo y de la
relatividad:
I
have already said that light proceeds at the rate of 167,000 miles in a
second—that is, about 10 millions of miles in a minute, or about 600
millions of miles in an hour:—yet so far removed from us are some of
the “nebulæ” that even light, speeding with this velocity, could not
and does not reach us, from those mysterious regions, in less than 3
millions of years. This calculation, moreover, is made by the elder
Herschell, and in reference merely to those comparatively proximate
clusters within the scope of his own telescope. There are “nebulæ,”
however, which, through the magical tube of Lord Rosse, are this
instant whispering in our ears the secrets of a million of ages
by-gone. In a word, the events which we behold now—at this moment—in
those worlds—are the identical events which interested their
inhabitants ten hundred thousand centuries ago. In intervals—in
distances such as this suggestion forces upon the soul—rather than upon
the mind—we find, at length, a fitting climax to all hitherto frivolous
considerations of quantity.
Our
fancies thus occupied with the cosmical distances, let us take the
opportunity of referring to the difficulty which we have so often
experienced, while pursuing the beaten path of astronomical reflection,
in accounting for the immeasurable voids alluded to—in comprehending
why chasms so totally unoccupied and therefore apparently so needless,
have been made to intervene between star and star—between cluster and
cluster—in understanding, to be brief, a sufficient reason for the
Titanic scale, in respect of mere Space, on which the Universe is seen
to be constructed. A rational cause for the phænomenon, I maintain that
Astronomy has palpably failed to assign:—but the considerations through
which, in this Essay, we have proceeded step by step, enable us clearly
and immediately to perceive that Space and Duration are one. That the
Universe might endure throughout an æra at all commensurate with the
grandeur of its component material portions and with the high majesty
of its spiritual purposes, it was necessary that the original atomic
diffusion be made to so inconceivable an extent as to be only not
infinite. It was required, in a word, that the stars should be gathered
into visibility from invisible nebulosity—proceed from nebulosity to
consolidation—and so grow grey in giving birth and death to unspeakably
numerous and complex variations of vitalic development:—it was required
that the stars should do all this—should have time thoroughly to
accomplish all these Divine purposes—during the period in which all
things were effecting their return into Unity with a velocity
accumulating in the inverse proportion of the squares of the distances
at which lay the inevitable End.
También esta panorámica de la formación de las estrellas a partir de
nebulosas, y de la formación de los fenómenos complejos y de los
materiales de la vida en el seno de las estrellas ha resultado ser
fundamentalmente correcta en según la actual comprensión de la
evolución cósmica.
No se le escapa a Poe que esta nueva percepción del universo tiene
consecuencias para la percepción narrativa del mismo: que una
narratividad general se manifiesta en este proceso evolutivo:
The
pleasure which we derive from any display of human ingenuity is in the
ratio of the approach to this species of reciprocity. In the
construction of plot, for example, in fictitious literature, we should
aim at so arranging the incidents that we shall not be able to
determine, of any one of them, whether it depends from any one other or
upholds it. In this sense, of course, perfection of plot is really, or
practically, unattainable—but only because it is a finite intelligence
that constructs. The plots of God are perfect. The Universe is a plot
of God.
Es ésta una concepción extremadamente característica del autor, y
quienes recuerden su "Philosophy of Composition" percibirán aquí un
aire de familia. Pero va más allá Poe en "Eureka"—Aquí
parece proponer Poe una noción de la narratividad inherente a la mente
humana como instrumento necesario a la cognición científica: el proceso
universal, por así decirlo, no se puede comprender sino como una gran
historia, con una mente narrativa (Nota 17).
Otra cuestión, claro, son
las implicaciones creacionistas en las que Poe es ciertamente un hombre
de su época, en algunos aspectos al menos. Abogaríamos aquí por
entender los planes prospectivos de su Dios como un espejismo generado
retroactivamente, precisamente por esa tendencia a la narratividad
inherente a la mente humana.
Pero en el curso de esta difícil dialéctica retrospectiva que estamos
señalando, en vaivén entre las intuiciones de Poe y la ciencia del
siglo XX, nos propone el autor ejercicios de razonamiento anticipatorio
realmente llamativos. Así, algunas de sus intuiciones se aproximan a la
noción del
espacio curvo—por ejemplo cuando especula sobre la esfericidad del
universo:
It
would scarcely be paradoxical to say that a flash of lightning itself,
travelling forever upon the circumference of this unutterable circle,
would still, forever, be travelling in a straight line.
A Humboldt, que no ve indicios de centro alguno en el universo—en el
universo espacial—lo corrige Poe sin embargo arguyendo que el centro ha
de concebirse en el espacio-tiempo: que la estructura del universo es
su historia. Es una noción ésta, la de la uniformidad del universo, y
la ubicuidad de su centro, que se volvería central en la cosmología del
Big Bang. En este sentido puede interpretarse el pasaje que sigue:
The
phænomenon here alluded to—that of “many groups moving in opposite
directions”—is quite inexplicable by Mädler’s idea; but arises, as a
necessary consequence, from that which forms the basis of this
Discourse. While the merely general direction of each atom—of each
moon, planet, star, or cluster—would, on my hypothesis, be, of course,
absolutely rectilinear; while the general path of all bodies would be a
right line leading to the centre of all; it is clear, nevertheless,
that this general rectilinearity would be compounded of what, with
scarcely any exaggeration, we may term an infinity of particular
curves—an infinity of local deviations from rectilinearity—the result
of continuous differences of relative position among the multitudinous
masses, as each proceeded on its own proper journey to the End.
E intuye Poe que incluso la gravedad es una manifestación accidental o
"local" de una fuerza más básica, la forma que adopta esta fuerza más
básica en un estado físico dado, o en una fase de la existencia del
cosmos:
Going
boldly behind the vulgar thought, we have to conceive, metaphysically,
that the gravitating principle appertains to Matter temporarily—only
while diffused—only while existing as Many instead of as One—appertains
to it by virtue of its state of irradiation alone—appertains, in a
word, altogether to its condition, and not in the slighest degree to
itself.
Esta
noción podría emparentarse con la manera en que Smolin (2014) concibe
el carácter evolucionista de las fuerzas fundamentales.
Poe
es original al intentar conciliar el mito creacionista cristiano y la
ciencia física, explicando cómo a partir de la naturaleza misma de las
partículas elementales y de las fuerzas físicas, es posible una
creación a partir de la nada—una noción que tardaría en abrirse paso
hasta los libros de física. Y prevé el circuito completo del universo
como un paso de la unidad
original o divinidad propiamente dicha, pasando por el despliegue de
una diversidad de formas, cuerpos y fuerzas, para terminar en un
retorno a la unidad, una especie de Poe's
Big Crunch:
When,
on fulfilment of its purposes, then, Matter shall have returned into
its original condition of One—a condition which presupposes the
expulsion of the separative ether, whose province and whose capacity
are limited to keeping the atoms apart until that great day when, this
ether being no longer needed, the overwhelming pressure of the finally
collective Attraction shall at length just sufficiently predominate and
expel it:—when, I say, Matter, finally, expelling the Ether, shall have
returned into absolute Unity,—it will then (to speak paradoxically for
the moment) be Matter without Attraction and without Repulsion—in other
words, Matter without Matter—in other words, again, Matter no more. In
sinking into Unity, it will sink at once into that Nothingness which,
to all Finite Perception, Unity must be—into that Material Nihility
from which alone we can conceive it to have been evoked—to have been
created by the Volition of God.
Diversos mapas del tiempo cabría proyectar sobre estas palabras de
Poe—no tanto quizá un Big Crunch
como grand finale para el
universo, cuanto más bien un final
whimper, lo
que la física de finales del siglo XX figuraría como una muerte fría
del universo en expansión, o (en la cosmogonía de Hawking) como una
desaparición en la nada de los agujeros negros del último universo por
colapso interno. También en Guth (2013) encontramos expuesta la noción
paradójica hoy cada vez más recibida de que la suma total de la energía
del universo es cero—siendo
todo lo que vemos no sólo algo surgido de la nada, sino, en un cierto
sentido, la nada hecha cuerpo, nothingness
incarnate por decirlo en tono miltónico—o la nada colorada, en terminología
zen hispánica.
Las actuales cosmogonías de la energía oscura y del multiverso, hay que
decirlo, apenas están más
acreditadas que la de Poe en sus exploraciones de estas regiones
liminales de la realidad, por impresionantes que sean las estructuras
matemáticas y observacionales que las sustentan. En el mismo Poe, la
proyección del lenguaje volitivo a la escala cósmica es ciertamente
poco evolucionista, y muy de época. Desafortunada, podríamos decir
incluso, aunque también se ha criticado lo mismo a veces en el caso de
Hawking. Pero no se espanten demasiado los
ateístas, porque el dios de Poe (como el de Hawking) no es sino es otra
manera de
nombrar la totalidad
del universo y su modo de operar; su espíritu no es un espíritu humano,
y sus "voliciones"
y "deleites" no tienen lugar a escala humana—son, por así decirlo,
maneras de hablar, que no deberían impedirnos apreciar la enorme
inteligencia
especulativa del autor.
—¿Que Poe no es científicamente correcto en todas sus especulaciones?
Recordemos que estamos hablando no sólo de un poeta gótico-romántico,
sino de un borracho
extravagante
de la primera mitad del siglo XIX, y guardemos un poco las
perspectivas.
A cada genio lo suyo. Pocas mentes se han aventurado a proponer una
nueva cosmología con tal originalidad, independencia y acierto en la
medida en que puede haberlo. En Eureka
se ve obligado Poe a acudir, para
justificar sus
explicaciones,
a un supuesto manuscrito del futuro que
consulta, una carta encontrada dentro una botella en el Mar de las
Tinieblas, procedente del año 2848—señales del futuro que le llegan
distorsionadas. Habla el manuscrito por ejemplo de "Kant, a Dutchman,
the originator of that species of Transcendentalism which, with the
change merely of a C for a K, now bears his peculiar name."
Posiblemente
tampoco estos artificios retóricos ayudaron mucho a que se lo tomase en
serio en su momento—ni luego, ni hasta hoy. "These ancient
ideas", dice el
manuscrito,
"confined
investigation to crawling; and I need not suggest to you that crawling,
among varieties of locomotion, is a very capital thing of its kind;—but
because the tortoise is sure of foot, for this reason must we clip the
wings of the eagles?"
—oOo—
NOTAS
1. En mi nota sobre "El orden natural y la
complejidad" (2009)
comento algo más sobre el carácter protoevolucionista del relato
bíblico como mito de creación. En "Historias de todo" remito a otros
mapas conceptuales globales que organizan la totalidad de los fenómenos
en un marco histórico—"grandes relatos" que (a pesar de la crítica de
Lyotard) son fundamentales a la hora de organizar conceptualmente la
realidad. Sobre el elemento narrativo en las ciencias es especialmente
sugerente la obra de Stephen Jay Gould (por ej. en Wonderful Life). Ver también los
artículos de Río Álvaro (sobre Charles Darwin), Waugh, y Sládek.
2. Sobre la teoría cosmológica evolucionista de
Smolin, ver su libro Time Reborn
(2013) y mi artículo "Lee Smolin habla sobre El Renacer del Tiempo."
3. El término "mito" no es despectivo aquí, ni
cuando lo
referimos a los mitos clásicos ni cuando lo aplicamos en sentido más
amplio a las narraciones evolucionistas científicas. En esta sección
traducimos o seguimos muy de cerca la exposición de David Christian en Maps of Time.
Incluiré también las notas de Christian referenciando los materiales en
los que se basa su propia exposición. Remite entre otros a Lee Smolin
(1998), Timothy Ferris (1997), y a Charles Lineweaver (2002) para una
breve visión panorámica del Big Bang y la evolución cósmica. Puede
encontrarse un listado bibliográfico con referencias clásicas y otras
más actuales sobre el Big Bang en la sección "Motifs" (B motifs: Big
Bang) de mi Bibliography.
4. Más de 13.800 millones de años según Guth
(2014) ateniéndose a las
mediciones más recientes. Christian se refiere a datos previos
obtenidos con el WMAP (Wilkinson Microwave Anisotropy Probe) hechos
públicos por la NASA en 2003, que daban al universo una edad de unos
13.700
millones de años.
5. Christian cita a Rees (2000: 133), según el
cual "el salto atrás entre 10-14 y 10-35
segundos es . . . mayor (en tanto que abarca más factores de 10) que el
lapso temoral entre el umbral de tres minutos que va desde la formación
del helio . . . al presente (1037 segundos, o diez mil
millones de años)".
6. Chaisson (2001) insiste en el hecho de que la
expansión cósmica
fue
crucial para permitir el surgimiento de entidades complejas. Christian
remite, sobre la inflación, a Ferris (1997) y a Davies (1995: 28-35).
Una perspectiva actualizada sobre la inflación cósmica puede hallarse
en Guth (2014). Sobre el origen del concepto de complejidad
autogenerada y de selección natural, véase mi nota "Sobre el orden
autogenerado" (2013).
7. Los resultados del WMAP de la NASA, citados por
Christian, hacen
pensar que esta transición, que liberó la radiación cósmica de fondo,
tuvo lugar unos 380.000 años tras el Big Bang.
8. Feynman (1998: 34). Según Ferris (1997: 108),
si el núcleo fuese una
pelota de golf, los electrones más lejanos orbitarían a dos millas de
distancia de ella (cit. por Christian).
9. Christian cita también al comentarista Zen de
este Sutra clásico,
Thich Nhat Hahn, quien expone esto de manera simbólica al decir que "la
forma es la ola, y el vacío es el agua" (1988: 15).
10. Remitimos a los párrafos y paginación de la
edición de 1931 de First Principles.
En mi conferencia sobre la narratividad y la gran historia ("The Story
Behind Any Story", 2013) también me referí a la teoría evolucionista de
Spencer en tanto que mapa conceptual narrativo que abarca la realidad
en su conjunto. Esta sección del artículo apareció en 2009 en Vanity Fea ("Victorian Dark
Matter").
11. Ver el libro de Hawking A Brief History of Time, y mi
comentario "Perspectiva narrativa sobre Historia del tiempo, de Stephen
Hawking" (2010).
12. Para un poquito de
luz actual sobre la materia oscura, puede verse este vídeo sobre nuevas
teorías del universo: "How
Large Is the Universe?"—Aunque la conclusión, aquí o en Carroll
(2011) o en Guth (2014) sigue siendo que vivimos en una burbuja.
Algunos
de los problemas tratados por Spencer siguen hoy vigentes, y son
replanteados desde una perspectiva evolucionista renovada en el libro
de Smolin Time Reborn.
13. En mi serie de artículos "El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas" comento
más detalladamente la noción de los multiversos, tan en boga hoy, al
hilo de la novela de Stapledon y del libro de Stephen Hawking y Leonard
Mlodinow The Grand Design.
14. Remito nuevamente para unas breves
indicaciones a mi nota "El orden
natural y la complejidad: Paley, Lamarck, Vico, y el Génesis" (2009).
15. Ver a este respecto mi nota "Haeckel-Raising."
16. Versiones previas de esta sección y de la
siguiente aparecieron en mi blog como "Darwin's Big Bang" y "Poe's Big
Bang."
17. Trato con más detalle esta relación entre el
conocimiento
narrativo, la retrospección, y la comprensión científica en mi artículo
"Consilience and Retrospection."
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