El Big Bang antes del Big Bang
—según Spencer, Darwin y Poe



José Angel García Landa
Universidad de Zaragoza
http://www.garcialanda.net




El Big Bang, o Gran Explosión, es un concepto central del actual paradigma cosmológico, al que podríamos describir como el paradigma de la evolución universal. Su status como teoría científica no es antiguo: aunque se formuló el concepto del Big Bang, según se nos suele decir, en la primera mitad del siglo XX, sólo fue gradualmente aceptado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, hasta ser la teoría cosmológica dominante a finales de siglo y en la actualidad. A la hora de hablar del Big Bang tal como aparece en autores de los siglos XVIII y XIX, objetivo nuestro en este artículo, no estamos por tanto hablando estrictamente del Big Bang en tanto que teoría astrofísica matematizada y formulada en el contexto disciplinario de las ciencias físicas, sino que hemos de adoptar un marco conceptual más amplio, que contiene, precede, o permite pensar esa teoría—hablamos así del Big Bang en tanto que mapa narrativo de la realidad, un relato o esquema cognitivo sin el cual no tiene sentido ni tiene posibilidad de formularse una concepción científica de los procesos naturales. Los mapas narrativos comprenden tanto las versiones míticas del universo como las científicas: si bien la narratividad de las concepciones cosmológicas científicas sólo se ha ido haciendo evidente en tiempos recientes, es bien conocido que las primeras concepciones cosmológicas son míticas y por tanto narrativas. El mérito de los autores que comentaremos aquí, que en siglos anteriores intuyeron un modelo cosmológico análogo al Big Bang, se halla en el desarrollo incipiente de una conceptualización narrativa del cosmos que, escapando a sus orígenes míticos, abre paso a la moderna noción científica de un universo en evolución.


Del universo estático a la evolución del universo

En esta sección trazaremos el surgimiento del actual paradigma evolucionista de la cosmología, siguiendo sustancialmente la exposición de David Christian en su libro Maps of Time—una elección conveniente, pues es en el enfoque actualmente conocido como "Gran Historia" (Big History) donde se aprecia con máxima claridad la importancia de un paradigma narrativo en las ciencias naturales. 

La noción de un universo en evolución tiene antecedentes remotos, no sólo en los mitos de creación, sino también en algunas de las primeras concepciones filosóficas, como es el caso de Heráclito o Empédocles. Incluso Platón nos expone su propio mito de creación filosófico en el Timeo; y los estoicos creían en una gran conflagración final que  pondría fin al Universo. Ahora bien, las concepciones científicas desarrolladas en la era moderna compartían un cierto énfasis ahistórico (como aire de familia) con lo que habría de ser la concepción filosófica dominante surgida del mundo clásico: el aristotelismo. No queremos decir que no haya elementos evolucionistas en la filosofía de Aristóteles—son apreciables, por ejemplo, en la Poética, y el mismo Charles Darwin señala en él un antecedente de su teoría de la selección natural y de la evolución biológicapero el énfasis principal de Aristóteles se halla en otra parte—en la descripción de la regularidad estructural. Y la imagen del universo transmitida por el aristotelismo es la de un cosmos eterno e inmutable, regido por leyes constantes. La física moderna buscaría dar a esas leyes una formulación matemática que no hacía sino enfatizar este carácter eterno y atemporal.

Hay que señalar, sin embargo, que durante toda la Edad Media, y durante toda la Edad Moderna, esta tendencia ahistoricista y aristotelizante de las ciencias naturales tenía que establecer una relación no siempre fácil con un paradigma cosmológico dominante procedente de la teología: el relato bíblico que va de la Creación al Apocalipsis mantenía la autoridad intelectual de un modelo del universo con principio y con fin, por muy estáticamente que se concibiese su carácter entre ese principio y ese fin. Este marco narrativo disponible para pensar un universo con historia y con evolución favorecerá en gran medida el desarrollo de las alternativas conceptuales a la eternidad del cosmos, tanto en los autores que comentamos aquí como en otros muchos influidos por el paradigma cosmológico cristiano. (Nota 1)

La ciencia moderna procura dar a los fenómenos explicaciones rigurosas, razonadas lógicamente, y basadas en los datos de lao bservación. Los científicos que desarrollaron la física moderna (Galileo, Newton, Kepler) eran cristianos que creían en la existencia de una deidad creadora, pero también creían que esa deidad era racional y que podían comprenderse los principios mediante los cuales regía el mundo. Ya la noción escolástica de las causas secundarias desligaba los acontecimientos del mundo de la intervención divina directa: el mundo está fundado en la divinidad, pero funciona con principios autónomos. En la práctica, dice Christian, esto llevó a los científicos modernos a intentar explicar el mundo como si no hubiese una deidad. La ciencia moderna, y en eso se diferencia de otras tradiciones epistemológicas, presenta el universo como algo inanimado, regido por leyes que hacen que los fenómenos sucedan sin intención ni propósito. 

Esta concepción está basada en parte en la asimilación cristiana de la filosofía aristotélica. Aunque algunos filósofos griegos habían propuesto concepciones heliocéntricas, Aristóteles se atuvo a una cosmología más generalmente compartida, siguando la Tierra en el centro del universo. La estructura del universo consistía en una serie concéntrica de esferas que rodeaban a la tierra, esferas transparentes en las que se ubicaban los diferentes astros, y que giraban a velocidades diferentes en torno a la Tierra—las esferas de la luna, del sol, de los planetas y de las estrellas. Este fue el modelo clásico de la cosmología durante dos mil años, en especial en la versión que de él dio el cosmógrafo Ptolomeo en el siglo II d.C., fundamentándolo matemáticamente de modo que los movimientos de los planetas podían predecirse con exactitud. El modelo (inmutable) del cosmos coexistía con la historia bíblica según la cual este universo había sido creado por Dios hace unos 6.000 años, en seis días más o menos metafóricos o literales según versiones. El modelo de Ptolomeo se descompuso a lo largo de los siglos XVI  y XVII, con las teorías de Copérnico que proponían un modelo heliocéntrico. El hereje Giordano Bruno sostenía que las estrellas eran soles y que el universo quizá fuese infinito. En el siglo XVII los científicos como Newton y Galileo desarrollaron ciertas implicaciones de estas ideas, a la vez que mantenían gran parte de la historia bíblica de la creación. El modelo de Ptolomeo se desmoronó finalmente en el siglo XVIII y fue sustituido por una nueva concepción cosmológica regida por la teoría gravitatoria de Newton—un mundo regido por leyes físicas estrictas, racionales, impersonales y matematizables. Un mundo creado en principio por Dios, pero quizá "creado" en algún sentido intemporal: la nueva ciencia volvía a enfatizar la inmutabilidad de las leyes físicas y la autonomía total del universo; el mundo es como un gran reloj que aunque haya sido creado por un relojero, funciona solo. Para Newton el tiempo y el espacio eran absolutos, marcos de referencia universales. Ambos podían ser infinitos, y por tanto el universo no tenía un límite definible ni en el espacio ni en el tiempo. A Dios se le iba apartando cada vez más del relato de los orígenes.
Dios es ante todo el creador de las leyes que permiten que el Universo funcione de manera autónoma, y la ciencia se ocupa únicamente de este universo comprensible racionalmente, no de su origen.

Algunas inconsistencias en este modelo se detectaron en torno a la teoría de la termodinámica (seguimos todavía la exposición de Christian). Según los cálculos matemáticos al respecto, la energía utilizable del universo tenía que ir disminuyendo constantemente (o dicho de otro modo la entropía había de aumentar constantemente). Ateniéndose a esto, era inconcebible que el universo fuese infinitamente antiguo, puesto que no quedaría energía para crear nada. Pero por el momento no se extrajeron de modo claro y generalizado las consecuencias de estos datos. Otras inconsistencias podían suponerse en el modelo. Casi un siglo antes de Newton, Kepler ya había señalado que si había un número infinito de estrellas, el cielo nocturno había de estar iluminado de modo uniforme e infinito (esto se llamó luego la paradoja de Olber). Pero según la teoría de Newton, si el universo no era infinito, habría de colapsarse por la propia fuerza de la gravedad. Esta consecuencia (o inconsecuencia) de su modelo no fue resuelta satisfactoriamente por Newton ni por los principales físicos que le sucedieron.

Estas inconsistencias, veremos, llevaron a algunos cosmólogos a la conclusión de que era preciso concebir un universo en proceso, en lugar de un universo estático. Los tres pensadores que comentamos aquí, quizá precisamente por su carácter heterodoxo, centraron su atención en aspectos de la ciencia que eran problemáticos para el paradigma dominante (estático y no evolucionista, basado en leyes inmutables), y así pudieron atisbar aspectos de la realidad, tales como el origen del universo y la generación de la complejidad, que sólo tendrían cabida plena en un paradigma científico posterior.

En lo que sigue, expondremos algunos antecedentes de la teoría de la Gran Explosión tal como se pensaban entre 150 y 250 años atrás, mucho antes de que la cosmología científica moderna hiciese esta noción aceptable y la asentase científicamente. Hay que recordar que el propio Einstein, figura señera de la nueva ciencia del siglo XX, concebía el universo como estático y eterno, una cosa que hoy en día puede parecer increíblemente inconsistente. Sólo a partir de los años 60 se generalizó en la comunidad científica la teoría cosmogónica plenamente evolucionista en el sentido de fijar un inicio al universo (el Big Bang) y de establecer su desarrollo histórico. En este viaje atrás examinaremos primero la obra de un importante pero hoy despreciado precedente de la concepción moderna, Herbert Spencer, hacia 1860. Luego viajaremos más atrás, al siglo XVIII y al "primer Darwin"—para terminar con un contemporáneo del "segundo Darwin" y del propio Spencer—Edgar Allan Poe, cuyo status científico no computa en absoluto.... y sin embargo se mueve.


El Big Bang como teoría histórica del cosmos


Hasta el siglo XX, la física no se planteó de modo coherente el posible carácter histórico de sus fenómenos, si bien hubo pensadores como Herbert Spencer que se plantearon la necesidad de  ello, como veremos más adelante. En el siglo XX, con la teoría de la Gran Explosión, o Big Bang, aparece una visión histórica y evolutiva del universo físico, y la física deja de ser simplemente una ciencia de los fenómenos existentes en el universo—una ciencia sincrónica, por así decirlo— para pasar a ser una ciencia diacrónica que da cuenta de la génesis y evolución de esos fenómenos.  Hoy en día continúa la evolución "evolucionista" de la física, y hay físicos como Lee Smolin que plantean un evolucionismo todavía más radical, que alcanzaría no sólo a los fenómenos y estructuras del universo, sino también a las leyes físicas fundamentales (Nota 2). Es una cuestión en la que no entraremos más por ahora, dejándola solamente apuntada, para centrarnos en los orígenes de la visión evolucionista o diacrónica del cosmos, en sus antecedentes y tal como cristalizó en la teoría del Big Bang. Seguimos en esta sección sustancialmente la exposición de David Christian en Maps of Time para dar cuenta de cómo esta teoría se convirtió en el modelo cosmológico generalmente aceptado durante el siglo XX.

Durante la primera mitad del siglo XX diversos tipos de evidencia indican la necesidad de plantear una teoría cosmológica que resolviese las paradojas del newtonianismo y la termodinámica: se trataría de la cosmología de la Gran Explosión. El problema de la entropía quedaría resuelto al poner un límite a la edad del universo, que no sería infinitamente antiguo. También la extensión del universo quedaría acotada a su expansión actual, resolviendo la paradoja relativa al brillo de las estrellas, y de ese modo el universo resultaba ser finito en el espacio y en el tiempo. La paradoja inherente a la teoría gravitatoria de Newton también se resolvería con el razonamiento de que es la expansión todavía creciente del universo la que hasta ahora habría contrarrestado la fuerza de la gravedad impidiendo así que ésta contraiga al universo en un colapso gravitatorio. (Como veremos, una primera versión de este razonamiento la expuso ya Erasmus Darwin en el siglo XVIII). Con el concepto de la Gran Explosión, por tanto, se integran física y cosmología en una ciencia natural del universo que explica su origen, evolución y dinámica.

Según esta teoría, el Universo comenzó siendo una entidad infinitesimalmente pequeña, que se expandió súbitamente y que hoy en día continúa en expansión. Observa acertadamente David Christian que la forma básica de esta explicación narrativa es similar a los mitos de creación tradicionales o mitos de emergencia. En estas narraciones, el Universo se desarrolla, como un huevo o un embrión, a través de etapas sucesivas, partiendo de un punto de origen remoto o quizás indefinible. Aunque la noción de leyes internas de desarrollo a la que alude Christian en esos mitos tienen poco que ver con las ecuaciones de la física matemática.

En 1927, uno de los científicos pioneros de la teoría del Big Bang, Georges Lemaître (físico cristiano y creacionista), se refirió al Universo original como un "átomo primigenio"—algo que veremos ya anticipó Edgar Allan Poe. El término "Big Bang", originalmente usado para referirse despectivamente a la concepción de Lemaître, tuvo fortuna y se volvió respetable a la par que los datos experimentales iban avalando la teoría de la Gran Explosión inicial. Como todos los mitos de emergencia, esta explicación actual implica que el universo se creó en un momento determinado, que tiene una historia vital propia, y que es posible que muera en un futuro lejano. Esta nueva teoría podía solventar muchas de las dificultades con las que se topaban las explicaciones alternativas. Por ejemplo, la paradoja de Olber se explicaba al mostrar que la edad del universo no es infinita—junto con la teoría sobre la velocidad límite de la luz propuesta por Einstein; de este modo, la luz de las galaxias distantes podría no llegar a nosotros ni siquiera durante toda la vida del Universo. También era consistente la teoría con la información creciente que se iba obteniendo sobre la estructura de las estrellas, de la materia y de la energía. Sin embargo, al igual que los mitos de creación, también se topa esta teoría con un límite misterioso más allá del cual no son posibles las explicaciones.

David Christian resume así nuestro actual mito de orígenes (Nota 3). El Universo se creó hace más de 13.000 millones de años (Nota 4). (Téngase en cuenta que la antigüedad de nuestra especie no llega ni de lejos al millón de años, y que la historia de la civilización abarca como mucho 10.000 años). Poco se puede decir sobre el origen, al margen de que algo apareció, no se sabe cómo ni por qué. Tampoco sabemos si algo existía antes, o no: ni siquiera podemos decir si había en algún sentido un "antes" o un "espacio"—ciertamente no un tiempo y un espacio como los que se generaron en el seno de esta "burbuja" de energía que se expandió súbitamente dando lugar a un universo primitivo. San Agustín, en el siglo V, ya especuló que el tiempo y el espacio podrían haberse creado a la vez que la materia y la energía. Pero en suma, no se puede decir nada a ciencia cierta sobre el momento mismo del Big Bang, o sobre lo que le precedió.

Sin embargo, a partir de una fracción de segundo a continuación del Big Bang, la ciencia moderna puede construir una historia rigurosa y coherente sobre la evolución del cosmos, basada en datos abundantes. Muchos de los "acontecimientos" (comillas de Christian) más interesantes del cosmos primitivo tuvieron lugar en una fracción de segundo. Podemos concebir el tiempo mismo de esos microsegundos como algo de por sí expandido—de modo que una milmillónésima de segundo es a esa escala tan significativa como muchos miles de millones de años de la historia posterior del universo (Nota 5).

Al principio, el universo tenía un tamaño inferior al de un átomo, y una temperatura de varios billones de grados. A esta temperatura no hay diferencia entre materia y energía—según la teoría de Einstein, la materia en realidad no es sino energía organizada en estructuras fijas. En su forma desestructurada originaria, el flujo de energía original puede compararse al caos primigenio de tantos mitos de creación. Tomemos por ejemplo este fragmento del poema épico Davideis de Abraham Cowley (c. 1645-56), en el que se describe la armonía de la creación en su estado actual, y cómo vino precedida por el caos en el universo primigenio:


Tell me, O Muse (for thou or none canst tell
The mystic powers that in blest numbers dwell,
Thou their great nature knowst, nor is it fit
This noblest gem of thine own crown to omit),
Tell me from whence these heavenly charms arise;
Teach the dull world t’admire what they despise.
     As first a various unformed hint we find
Rise in some godlike poet’s fertile mind,
Till all the parts and words their places take,
And with just marches verse and music make,
Such was God’s poem, this world’s new essay;
So wild and rude in its first draught it lay;
Th’ ungoverned parts no correspondence knew,
And artless war from thwarting motions grew;
Till they to number and fixed rules were brought
By the eternal mind’s poetic thought.
Water and air he for the tenor chose,
Earth made the base, the treble flame arose;
To th’ active moon a quick brisk stroke he gave,
To Saturn’s string a touch more soft and grave.
The motions straight and round and swift and slow
And short and long were mixed and woven so,
Did in such artful figures smoothly fall,
As made this decent measured dance of all.
And this is music: sounds that charm our ears
Are but one dressing that rich science wears.
Though no man hear’t, though no man it rehearse,
Yet will there still be music in my verse.

En la explicación científica moderna no hay, naturalmente, un papel para una "mente" poética que organice el cosmos deliberadamente; el orden ha de surgir del caos por agregación compleja de causas y efectos, y por selección natural. Este caos primordial experimentó una expansión súbita por motivos desconocidos, y fue esta expansión la que dio lugar a las primeras diferencias y primeras formas y estructuras ("forces" y "patterns" para Christian; "number and fixed rules" para Cowley—Nota 6).  Según la teoría de la inflación, en una fracción de segundo (entre 10-34 y 10-32 segundos tras la Gran Explosión) el universo se expandió a una velocidad muy superior a la de la luz—a escala humana habría que concebir este fenómeno, en realidad, no como una explosión sino como la aparición súbita, de la nada, de un universo inmenso en estado magmático e informe. Esta expansión es misteriosa, debida a algún tipo de fuerza "antigravitatoria" todavía mal comprendida (ver sobre este punto la explicación de Guth, 2014). Como vemos, a pesar de su precisión en algunos aspectos, las teorías físicas sobre el origen del universo no proporcionan explicaciones completas de los fenómenos, y esto es algo que hay que tener en cuenta al valorar el mérito real de los "mapas mentales" que sobre estos fenómenos han elaborado naturalistas pintorescos como Erasmus Darwin o filósofos excéntricos como Poe.

Las magnitudes de que estamos hablando relativas a estos procesos son inconcebibles. Antes de la inflación, todo el universo era menor que un átomo. Justo tras la inflación—una fracción de segundo después—podría ya ser mayor que una galaxia. La inflación hace que la mayor parte del universo esté para siempre fuera de nuestro alcance observacional—ya que la luz procedente de esas partes lejanas está demasiado lejos como para alcanzarnos jamás. Las partes del universo que vemos son posiblemente sólo una fracción diminuta del universo real. Según Timothy Ferris, "Si la totalidad del universo inflacionario tuviese la superficie de la tierra, la parte observable sería menor que un protón" (1997: 172).

Al expandirse el universo, se volvió menos homogéneo; su simetría original se descompuso, y aparecieron estructuras diferenciadas: la materia y la energía comenzaron a adoptar formas que podemos reconocer hoy en día. La física nuclear (explica Christian) puede decirnos a qué temperatura aparecerán formas particulares de energía o de materia, del mismo modo que podemos predecir a qué temperatura el agua se congela. Así que si podemos dar una estimación de la velocidad a la que se enfrió el universo, podemos también dar una estimación sobre qué fuerzas y partículas fueron surgiendo del flujo del universo primitivo. En una fracción de segundo habían aparecido los quarks, y a partir de éstos se construyeron los protones y los neutrones, que son el principal ingrediente de los núcleos atómicos. Los quarks y los núcleos atómicos se mantienen unidos por la fuerza nuclear fuerte, una de las cuatro fuerzas fundamentales que rigen nuestro universo.

Al llegar a este punto en la narración actual sobre la creación, sigue Christian—y debemos seguir recordando que al usar el término "creación" hablamos de creación sin creador—estamos aún en la primera milésima de segundo tras el Big Bang. Y aparece entonces otro fenómeno extravagante e inexplicado, tan extraño como cualquier invención de los mitos de creación primitivos, que de por sí suelen ser extravagantes. Aparecieron las partículas en dos formas, constituyendo cantidades casi iguales de materia y de antimateria. Las partículas de antimateria son idénticas a las partículas de materia excepto por el hecho de que tienen una carga eléctrica opuesta. Por desgracia, cuando las dos se encuentran, se anulan mutuamente y el 100% de su masa se transforma en energía. Así (prosigue la exposición de Christian), durante el primer segundo tras el Big Bang, durante el segundo que siguió al Big Bang se jugó un perverso juego de sillas musicales, en el que los quarks eran los jugadores, los antiquarks las sillas, y el ganador fue ese quark entre mil millones que no puedo encontrar una silla de antipartícula. La materia que quedó para construir nuestro universo se formó de esas partículas entre mil millones que no encontrarion una pareja de antimateria. Las partículas que sí encontraron una pareja se convirtieron en energía pura, energía que permea hoy en día el universo en la forma de la radiación de fondo cósmica (Rees 2000: 93-97). Este proceso puede explicar porqué hay cerca de mil millones de fotones de energía por cada partícula de materia del universo.

Tras los primeros segundos se decelera el ritmo de los acontecimientos. Algunos segundos tras el Big Bang, aparecieron los electrones. Éstos llevan una carga negativa, mientras que los protones, formados por quarks, llevan una carga positiva. Las relaciones entre los electrones y los protones las controló una segunda fuerza fundamental, la fuerza electromagnética, que también surgió durante el primer segundo de la historia del universo. En el Universo temprano de los primeros momentos, los fotones de energía que llevan la fuerza electromagnética se ligaron con las partículas de materia con carga. El universo se parecía algo al interior del Sol hoy en día: un mar al rojo blanco de partículas y fotones en interacción continua. Todo el universo chisporroteaba con la energía generada por las interacciones constantes entre los protones positivos, los electrones negativos, y la luz. En esta "era de la radiación", según expone Eric Chaisson, la materia existía sólo como "un precipitado microscópico relativamente escaso suspendido en un una niebla reluciente, macroscópica, de radiación densa y brillante" (2001: 112).

Después de unos 300.000 años, la temperatura media del universo cayó hasta unos 4.000º C sobre el cero absoluto, y este enfriamiento posibilitó uno de los momentos de transición más fundamentales de toda la historia del universo (Nota 7). Los momentos de transición, explica Christian, son tan misteriosos como los principios, y se darán a lo largo de toda la historia cósmica. Pone uno de los ejemplos más familiares en la vida cotidiana, como es la transformación del agua en vapor. El agua se calienta, y durante un tiempo parece que lo único que sucede es que sube de temperatura. Ocurre un cambio gradualmente, y lo vemos suceder. Y de modo abrupto, se cruza un umbral: se crea algo nuevo y todo el sistema entra en una fase diferente. Lo que había sido líquido se transforma en gas. ¿Por qué ha de haber un umbral justo en este punto en concreto, a los 100º C (al nivel del mar)? A veces podemos explicar las transiciones entre estados, y la respuesta gira normalmente en torno a un cambio de equilibrio entre fuerzas diferentes—entre la gravedad, la presión, el calor, las fuerzas electromagnéticas, etc. Pero a veces sencillamente no sabemos por qué se cruza un umbral en un punto determinado.

El final de la era de la radiación es un atransición que los físicos pueden explicar más o menos como resultado del equilibrio entre el descenso de energía de los fotones a medida que se expandía el universo, y las fuerzas electromagnéticas a nivel subatómico. A medida que se expandía el universo se iba enfriando, y la energía de la luz que fluía a través de él cayó lo suficiente como para permitir que los protones positivos capturasen electrones negativos y creasen átomos estables, eléctricamente neutros por consiguiente. Debido a esa neutralidad, los átomos ya no interaccionaron fuertemente con los fotones (aunque todavía podían darse interacciones sutiles). Como resultado, los fotones de la luz podían ahora fluir libremente a través del universo. Para la mayoría de los fines, la materia y la energía cesaron de interactuar. Se convirtieron en reinos separados, como la materia y el espíritu en las cosmologías del mundo Judeo-cristiano-islámico. La era que siguió a este desacoplamiento puede denominarse la "Era de la Materia" (Chaisson 2001: 113).

Los primeros átomos que se formaron eran extremadamente simples. La mayoría eran átomos de hidrógeno, compuestos por un protón y por un electrón. Pero también aparecieron en proporción de un tercio átomos de helio, con dos protoens y dos electrones cada uno, y una mínima proporción de átomos todavía mayores. Todos los átomos son diminutos, con diámetros de aproximadamente una diezmillonésima de centímetro. Pero consisten mayormente en espacio vacío. Los protones y neutrones se arraciman en el núcleo, mientras que los electrones orbitan lejos de ellos. Tal como lo pone Richard Feynman, "Si tuviésemos un átomo y deseásemos ver el núcleo tendríamos que aumentarlo hasta que el átomo entero tuviese el tamaño de una habitación grande, y entonces el núcleo sería una simple mota apenas distinguible a simple vista; pero casi todo el peso del átomo está en ese núcleo infinitesimal" (Nota 8). Trescientos mil años tras su creación, el universo era todavía simple y consistía mayormente en espacio vacío, con  enormes nubes de hidrógeno y helio a la deriva por él, y con una inmensa cantidad de energía atravesándolo.

El cuadro 1.1. (de Christian, Maps of Time 27) presenta una breve cronología de la historia temprana del universo.


Tiempo transcurrido desde el Big Bang
Acontecimientos significativos
10-43 segundos
"Tiempo de Planck"; el tamaño del universo es inferior a la "longitud de Planck", la menor longitud con sentido físico; no podemos decir nada sobre lo que pasó antes de este punto, pero la gravedad aparece ya como un fuerza fundamental diferenciada.
10-35 segundos
Comienzan a aparecer la fuerza "fuerte" y la "electromagnética" como fuerzas fundamentales diferenciadas.
10-33 - 10-32 segundos
Tiene lugar la "inflación": el universo se expande más rápido que la velocidad de la luz y se enfría hasta casi el cero absoluto.
c. 10-10 - 10-6 segundos
Al separarse las fuerzas fundamentales, el universo se calienta de nuevo; se crean los quarks y los antiquarks, y se anulan mutuamente; los quarks supervivientes quedan atrapados en protones y en neutrones (representando con su masa total cerca de una milmillónesima parte de la masa previa de quarks y antiquarks).
1-10 segundos
Se forman los pares electrón-positrón, y se aniquilan (dejando un residuo equivalente a quiá una milmillonésima parte de la masa previa de electrones y positrones)
3 minutos
Los núcleos de hidrógeno y de helio se forman a partir de protones y de neutrones.
300.000 años
Se forman los átomos al ser capturados los electrones negativos por los protones positivos; el universo se vuelve eléctricamente neutro, y la radiación y la materia se separan. Se libera radiación en un enorme "destello" ahora detectable en la radiación de fondo de microondas.

Fuentes citadas por Christian: Cesare Emiliani, The Scientific Companion: Exploring the Physical World with Facts, Figures, and Formulas, 2ª ed. (Nueva York: Wiley, 1995), p. 82; ver una cronología similar en Stephen Hawking, The Universe in a Nutshell (Nueva York: Bantam, 2001), p. 78.

Unos trescientos mil años después del Big Bang, observa Christian, se hallaban presentes todos los ingredientes de la creación: el tiempo, el espacio, la energía, y las partículas elementales del universo material, entre ellas los protones, los electrones, y los neutrones, ahora mayormente organizados en forma de átomos de hidrógeno y de helio. Desde entonces, poco ha cambiado a un determinado nivel: continúan existiendo la misma materia y la misma energía. Todo lo que ha sucedido es que durante los siguientes 13.000 millones de años estos mismos ingredientes se han organizado en formas y estructuras diferentes, que se forman y se disipan constantemente. Desde cierta perspectiva, el resto del mito de la creación moderno es sólo la historia de estas diferentes formas y estructuras.

Pero para nosotros, las formas y estructuras tienen una importancia primordial, porque somos organismos detectores de formas y estructuras. Entre las estructuras que emergieron se encuentran las galaxias y las estrellas, los elementos químicos, el sistema solar, nuestra tierra, y todos los organismos vivos que la habitan. Por último, también nos encontramos nosotros. Chaisson cita un dicho de un ingenioso anónimo, "El hidrógeno es un gas ligero e inodoro que, dándole tiempo, se convierte en gente" (2001: 2). Visto así, arguye Christian, el mito moderno de la creación es tan paradójico como cualquier otro mito de creación. Nada cambia, pero todo cambia. Aunque las cosas parecen existir independientemente unas de otras y tener características particulares y distintivas, también es cierto que en realidad todo es lo mismo. La idea de que la forma y la materia son expresiones diferentes de la misma esencia subyacente la propuso el italiano Giordano Bruno ya en 1584, en su libro Sobre la Causa, el Principio, y el Uno, según recuerda Christian. Más abajo veremos  lo que tiene que decir al respecto Edgar Allan Poe. Pero la misma idea aparece en gran parte del pensamiento más profundo de la religión y de la filosofía. Según uno de los más sagrados textos budistas, el Sutra del Corazón, "La forma es un vacío; el vacío también es forma. El vacío no es otra cosa que forma; la forma no es otra cosa que vacío" (Nota 9). El resto del libro de David Christian se dedica a la exposición detallada del surgimiento de todas las formas del universo a partir de ese vacío originario. Dejamos ahora de seguir su exposición para ubicar en el seno de este mito occidental de la creación, nuestro propio mito científico, la obra de tres pensadores—un filósofo, un poeta, y un un poeta-filósofo, o quizá un filósofo y dos poetas-filósofos, unos episodios significativos que permiten tender puentes entre la gran historia de creación y destrucción de las cosmogonías tradicionales, y el nuevo mapa del tiempo universal dibujado por la ciencia moderna, una vez abandona la visión estática del universo.

Era necesario desarrollar estos nuevos mapas del tiempo, pues la ciencia ha tenido que explicar un universo que contenía en efecto muchas más misterios, y más historia, de los que cabían en la física newtoniana o einsteniana. Y gran parte de este trabajo conceptual de desarrollo de mapas temporales se hizo no dentro de la ciencia física estricta ni de la astronomía, sino en los terrenos científicamente dudosos de la filosofía especulativa, de la poesía, y de la literatura.






Herbert Spencer: Materia Oscura victoriana, y el universo autoensamblable

a) Victorian Dark Matter

En First Principles, Herbert Spencer desarrolla una pasmosa filosofía evolucionista, sugestiva para muchas de las cuestiones hoy relevantes en lo que se viene denominando "tercera cultura" o integración de las ciencias humanas y las ciencias duras. Comenzando, por ejemplo, por la misma noción de consiliencia o unificación del conocimiento. Para Spencer, la filosofía es, o habría de ser, tal empresa de unificación de los conocimientos, y a sentar sus bases dedica estos principios básicos. (Nota 10)

Con este fin, comienza deslindando el terreno propio de la religión del de la ciencia. La religión, una religión evolucionariamente entendida, se atiene al ámbito de lo Incognoscible. Es un error por parte de la religión pretender darnos un "conocimiento" (revelado, etc.) de lo que es Incognoscible. La ciencia tiene para sí el terreno de todo lo cognoscible, incluidos los orígenes de nuestras concepciones de los dioses. Pero siempre hay un más allá de lo que la ciencia puede llegar a saber—hoy hablamos de las singularidades y del Big Bang; Spencer también ve que los conceptos básicos de la ciencia no se apoyan en nada, no pueden explicarse, hay que tomarlos como datos irreducibles, y (como diría Luis Eduardo Aute) "el misterio se oculta detrás", a donde ni llegamos ni podrá llegar jamás el ámbito de nuestro conocimiento, pues nuestro conocimiento se limita, está claro, a lo cognoscible.

Dentro de lo cognoscible, Spencer relaciona todos los aspectos de la realidad con unos pocos "principios básicos", como son la conservación de la fuerza, la ley del mínimo esfuerzo, la tendencia de las fuerzas a equilibrarse entre sí, la creación de sistemas a la vez unificados y complejos... y en última instancia, la tendencia de todo el universo hacia la disolución. Tenemos un ámbito en el que nos movemos, la complejidad—somos parte de esa complejidad intermedia entre el origen caótico y el fin diríamos entrópico del universo, y desde nuestro rincón podemos captar, como hace Spencer, mediante la pura observación de los fenómenos y deducción racional, cómo son las cosas, cómo se originan, cómo se desarrollan y cómo mueren. Esta ley se da a pequeña y a gran escala, y así, para cada uno de los principios que enuncia, Spencer muestra cómo se ejemplifica a nivel astronómico, con el origen de los astros y la formación de sistemas; a nivel geológico, con la evolución de la dinámica terrestre y la formación de climas y paisajes; a nivel biológico, con la aparición de la vida y la evolución de formas complejas; a nivel social, en la economía y organización de las estructuras sociales; y por último a nivel psicológico, en el comportamiento de cada individuo. De la raíz común de todos estos fenómenos en los primeros principios—en la ley de la evolución, en la ley de la conservación de la fuerza, en el progreso de la complejidad y la heterogeneidad—surge la consiliencia o unificación del conocimiento en estos ámbitos (si bien Spencer no emplea el término 'consiliencia', que rescató y difundió E. O. Wilson en Consilience).

Traza Spencer, hilando estos diversos capítulos o niveles de aproximación a los fenómenos naturales, un gran panorama evolucionista, que comprende desde la formación del universo conocido hasta su previsible disolución. La observación racional no puede concluir otra cosa, atendiendo a cómo sabemos que son las cosas y los procesos, y cómo funciona la energía y su redistribución. El universo que vemos se ha originado, y se va a disolver. ("Dissolution", tras "Evolution", es el capítulo final de First Principles, antes de su magnífica conclusión). Hasta allí llega nuestro conocimiento. Y sin embargo se aventura Spencer a especular más allá, sobre el destino e historia global del universo, aunque matiza que "de una indagación tan especulativa, no se puede esperar sino una respuesta especulativa" (First Principles 474).

Hay que tener en cuenta que Spencer está escribiendo en una época anterior a la formulación de la actual teoría del universo (las galaxias, el Big Bang, la expansión del universo, etc.) que sólo se formuló en el siglo XX—la primera edición de First Principles es de 1862; cito la de 1900. Por tanto los confines últimos del universo y de su historia, pasada y futura, los formula en términos bastante diferentes a los que se pueden encontrar, por ejemplo, en la Historia del Tiempo de Hawking. (Nota 11)

Y sin embargo hay un aire de familia entre la perspectiva general de Spencer y los actuales dilemas sobre el Big Bang, el Big Crunch, y la muerte fría del universo. Este aire de familia lo vemos cuando se pregunta si es posible deducir algo sobre la forma última y global de la evolución en el conjunto del universo—más allá del universo que conocemos y observamos y que, eso sí lo sabemos, tiene un origen, y se encamina a una disolución.

Spencer parece no querer afirmar que el destino del universo es la Muerte Universal, que es hacia donde parecían encaminarle sus reflexiones. Primero matiza que más allá de la formación y disolución de nuestro sistema estelar, parece haber otros sistemas en otras fases de evolución, y que podrían volverse escenarios de la complejidad y de la vida en algún periodo futuro. Y con respecto al conjunto del universo, merece citarse su conclusión, in which nothing is concluded. Spencer dice que no se pronuncia—que no podemos pronunciarnos—sobre si el universo globalmente es un fenómeno único, un gigantesco proceso que va del origen hacia la disolución, o si es un proceso cíclico, una alternancia de generaciones y disoluciones. Me ha llamado la atención que su discusión sobre este punto anticipa, de una manera casi uncanny, las discusiones de un siglo más tarde sobre la materia oscura, la equilibración del universo, los agujeros negros y los horizontes de eventos más allá de los cuales nada podemos saber. La tendencia general a la entropía y a la Muerte Universal, por tanto, hay que matizarla con esta alternativa:


"cuando contemplamos nuestro sistema sideral como un todo, algunos de los grandes hechos establecidos por la ciencia implican renovaciones potenciales de la vida, ahora en una región, luego en otra; seguidos, posiblemente, en un periodo inimaginablemente remoto, por una renovación más general. Esta conclusión queda sugerida cuando tomamos en consideración un factor que hasta ahora no se ha mencionado.
Puesto que hasta ahora hemos considerado únicamente la equilibración que está teniendo lugar en el seno de nuestro Sistema Solar y en sistemas similares: sin atender a la equilibración inconmensurablemente mayor que ha de tener lugar todavía: terminando esos movimientos a través del espacio que poseen estos sistemas. Que las estrellas antes consideradas fijas, están todas en movimiento, se ha vuelto ya una verdad familiar, y que se mueven con velocidades que se encuentran entre digamos 10 millas por segundo hasta unas 70 millas por segundo (siendo esta última la velocidad de una 'estrella escapada' que se supone esté atravesando nuestro Sistema Sideral) es una verdad deducida a partir de observaciones por los astrónomos de hoy. Ha de unirse a esto el hecho de que hay estrellas agonizantes y probablemente estrellas muertas. Más allá de la evidencia que proporcionan los diversos tipos de luz que emiten, de entre los cuales el rojo indica una edad relativamente avanzada, está la evidencia de que en algunos casos las estrellas brillantes tienen acompañantes que son oscuros o casi oscuros: el caso más evidente es el de Sirio, alrededor de la cual gira un cuerpo de cerca de un tercio de su tamaño pero de sólo 1/39.000 de su luminosidad—una estrella, cercana al tamaño de nuestro Sol, que se ha apagado. Parece deducirse que más allá de las masas luminosas que constituyen el Sistema Sideral visible, hay masas no luminosas, quizá menores en número o quizá más numerosas, que juntamente con las luminosas están impelidas por una gravedad mutua. ¿Cómo pues habrán de equilibrarse los movimientos de estas gigantescas masas, luminosas y no luminosas, y que se mueven a grandes velocidades?" (474-475)

Escribiendo antes del desarrollo de la teoría del colapso de las estrellas, Spencer sigue a Helmholtz y supone que las estrellas acabarán disueltas en gas interestelar y materia nebulosa. Y que este medio ofrecerá tal resistencia que es concebible que a la difusión máxima de la materia interestelar seguirá un movimiento de concentración (una especie de versión decimonónica del Big Crunch), con una nueva agregación de masas y un nuevo comienzo de procesos evolutivos. De lo que le cabe más duda a Spencer es de si este proceso comprende la totalidad del Universo, o si Universo es sólo "una ambiciosa palabra", como decía Borges, y en realidad no existe un proceso unificado que pueda englobar todo lo existente. Se inclina a creer que sí existe, y que "si debemos contemplar el universo visible como un agregado, sujeto a procesos de evolución y disolución de la misma naturaleza esencial que los que son discernibles en agregados menores, no podemos evitar preguntarnos cuál es su futuro probable" (First Principles 479). Aquí parece dudar el autor, y su razonamiento vuelve a replantearse el mismo problema, a escalas cada vez mayores donde la vista se pierde. Pero, en última instancia, acaba por recurrir al principio básico donde asienta su razonamiento, el principio de la conservación del movimiento (esto era, claro, antes de Einstein):


"Reducido a su forma abstracta, el argumento es que la cantidad de movimiento implicado por la dispersión debe ser tan grande como la cantidad de movimiento implicado por la agregación, o más bien debe ser el mismo movimiento, adoptando ahora la forma molar, ahora la molecular; y si nos autorizamos a concebir esto como un resultado último surge la concepción no sólo de evoluciones y disoluciones locales por todo lo largo y ancho de nuestro Sistema Sideral, sino también la de evoluciones y disoluciones generales, alternándose indefinidamente.
Pero no podemos extraer semejante conclusión sin suponer tácitamente algo que se encuentra más allá de los límites del conocimiento posible: a saber, que la energía contenida en nuestro Sistema Sideral permanece inalterada." (481).

Era la época del éter:
pero, a pesar de su inexactitud científica luego demostrada, la teoría del éter se podía usar a modo de lenguaje que permitiese plantearse algunos de los problemas que siguen ocupando a la cosmología hoy en día. No sabemos, dice Spencer, si el universo pierde energía más allá de sus límites, o si el éter no tiene fin y la energía de nuestro sistema se conserva sin irradiar hacia un "afuera", un límite más allá del universo donde funcionan las leyes que conocemos. Y nunca podremos, dice Spencer, saber si el caso es uno u otro. Lo que sabemos es que si la razón nos muestra que nuestro universo conocido tiende hacia la disolución universal, también hay procesos racionales que podrían hacer concebir una alternancia de evoluciones y disoluciones universales, no uno, sino infinitos procesos universales. Aunque por su misma naturaleza nos lleva esta especulación más allá de los límites del universo conocido y por tanto de la razón. Y allí ya deberíamos empalmar con las especulaciones de Nietzsche.

La unidad universal que Spencer se inclina, finalmente, a suponer que existe, es, precisamente, lo que viene a reforzar la teoría del Big Bang, tan unificador él—un fenómeno globalizador por excelencia, podríamos llamarlo, en tanto que generador de un proceso universal de evolución. Pero quién sabe qué misterios se ocultan (para siempre quizá) detrás del Big Bang... (Nota 12)

De casualidad, poca hay, en lo que estas especulaciones de Spencer anticipan a la ciencia de hoy. Más bien habrá que atribuirlo a un intelecto gigantesco, como T. W. Hill en su introducción a la edición de 1937 de First Principles. También anticipa First Principles, de manera reveladora, algunos aspectos de las fantasías de Olaf Stapledon en Star Maker, esa curiosa historia de este universo y de otros posibles e imposibles (Nota 13). Lo que no anticipa de Stapledon es el aspecto creacionista: el universo de Spencer no ha sido diseñado ni tiene sentido la pregunta sobre el diseño de las leyes y el por qué de las cosas y de los primeros principios. La inteligencia la sitúa Spencer únicamente en la cabeza de quien contempla el universo, y en una fase de la historia del mismo, la compleja fase en la que nos encontramos y, en lo que a nosotros respecta, nos encontraremos siempre. Los oscuros procesos que sigan después tendrán lugar en las tinieblas más absolutas.


B. El efecto mariposa y el universo autoensamblable

Hace poco tenía ocasión de ver una de esas películas basadas en el efecto mariposa, casi un género postmoderno éste. No era El efecto mariposa, sino El sonido del trueno, basada en el relato de Ray Bradbury. Unos viajeros que hacen safaris temporales a la época de los dinosaurios saben que no han de cambiar nada en el pasado, pues los efectos sobre el presente serían incalculables. Y esos efectos acaban produciéndose cuando uno de ellos sin darse cuenta pisa una mariposa jurásica. Los efectos distorsionadores se multiplican por el tiempo, y el presente se encuentra alterado. De ahí deriva, supongo, la expresión de "efecto mariposa".

Se asocia el efecto mariposa a la teoría de las catástrofes, a René Thom (Stabilité structurale et morphogenèse: Essai d'une théorie générale des modèles). Pero al margen de este modelo matemático, la formulación filosófica de esta noción aparece más de un siglo antes, en la obra de Herbert Spencer. La idea básica de Spencer es que los fenómenos complejos proceden de los simples, y que su origen (el origen de la complejidad existente) es la multiplicación de los efectos. Al actuar una fuerza sobre un cuerpo, ya crea diferencias en él, pues actúa más sobre unas partes que sobre otras. Y estas diferencias producen sucesivas diferencias que se multiplican—los fenómenos subsiguientes actúan unos sobre otros en cadena, de formas cada vez más complejas a medida que se diferencian las formas y los ámbitos locales. De un fenómeno simple y homogéneo surge eventualmente una complejidad heterogénea. Este fenómeno quedaría también bien descrito por la expresión "efecto dominó" a no ser por el hecho de que las piezas del dominó colocadas en fila son iguales, y la idea de su disposición en filas preparadas para ser tumbadas por un mínimo efecto inicial introduce una noción de cálculo previo que aquí estaría fuera de lugar. Aun haciendo un lugar en su teoría al elemento de repetición y de uniformidad, Spencer enfatiza más bien la heterogeneidad creciente producida por la evolución, que hace imposible calcular la complejidad de los efectos que han de seguir de las causas simples iniciales.

La noción de que lo complejo evoluciona a partir de lo simple está en la base misma de la racionalidad, y como tal puede encontrarse no sólo en los primeros filósofos, sino también, en cierto modo, en la formulación misma de los mitos de creación, que narran cómo a la nada, o a las formas simples, sucedió la creación, o las cosas que hay hoy. Podemos remitir al Timeo de Platón como modelo de estos mitos en el momento en que se incorporan al pensamiento filosófico. Pero hay pocos filósofos que hayan examinado este principio racional tan cuidadosamente como Spencer, llevándolo hasta sus últimas consecuencias.

En Lamarck, el primer gran biólogo evolucionista, encontramos una formulación inicial de este principio, aplicado a la biología (Nota 14). Las formas vivas complejas descienden de las simples, y han sufrido una modificación gradual que lleva, por la acción combinada de una serie de principios, de lo simple a lo complejo. Tal es el núcleo de la teoría evolucionaria en biología. También concurren con esta intuición otras observaciones de biólogos no evolucionistas del XIX como von Baer: éste, estudiando el desarrollo de los embriones, formuló el principio de que las formas simples se desarrollan primero, las complejas después. Esto lo aplicaría a la teoría de la evolución Ernst Haeckel, formulando el discutido principio de que la ontogenia recapitula la filogenia. Y si bien no lo hace exactamente como Haeckel creía, sí lo hace en este sentido básico precisamente: que lo simple precede, necesariamente, a lo complejo (Nota 15).

Spencer explica cómo en Social Statics ya había formulado esta teoría, del paso de la homogeneidad a la heterogeneidad, en lo referente a los fenómenos sociales y las estructuras económicas, y también a los fenómenos biológicos: "el desarrollo de un organismo individual y el desarrollo de un organismo social se describen de modo similar, consistiendo en un avance de la simplicidad a la complejidad, y de partes similares independientes, a partes disimilares mutuamente dependientes" (First Principles §119, nota). El carácter abstracto de la formulación de Von Baer le llevó a Spencer a ampliar este concepto, y a extenderlo a los fenómenos inorgánicos (físicos, cosmológicos, geológicos). Según Spencer esta generación de la heterogeneidad es la redistribución secundaria de fuerzas que acompaña, en los fenómenos evolutivos complejos, a la redistribución primaria de fuerzas que es el motor y base principal de la evolución cósmica.

Así llega a explicar Spencer, de un modo panorámico, la formación de sistemas estelares y planetarios (a nivel astronómico) y, en nuestro planeta, el enfriamiento diferenciado de sus partes y la formación de regiones, constantes geológicas y climas diferenciados. La vida y la complejidad de las organizaciones sociales y de fenómenos culturales serán una fase ulterior de este desarrollo de la complejidad. Porque también a los fenómenos humanos se aplica este principio: "el cambio de lo homogéneo a lo heterogéneo se muestra igualmente en el progreso de la civilización en su conjunto, y en el progreso de cada tribu o nación: y todavía continúa con rapidez que aumenta" (§122). Los humanos eran muy iguales al principio: hoy hay miles de culturas y grupos, ambientes y fenómenos intelectuales con características diferenciadas. (En la explosión de formas que hemos vivido estos últimos años en la informática podría encontrase un ejemplo de esta multiplicacion de la heterogeneidad que observaba Spencer).

¿Cuál es es principio mediante el cual se genera la complejidad? Una respuesta es que es complejo, claro, y que no puede darse de la complejidad una explicación simple. Pero puestos a reducir la complejidad a su expresión más simple, Spencer lo formula como sigue. Un fenómeno, o suceso, al incidir sobre otros, tiene multitud de efectos, y estos efectos se multiplican en progresión geométrica, al incidir unos sobre otros. De este modo, una causa no da lugar a un efecto, sino a varios, muchos, miles, millones de efectos, según cuál sea la perspectiva que adoptemos. Este es el principio explicativo del efecto mariposa, y de por qué la realidad es compleja cuando antes era simple. El principio básico lo expone Spencer en el cap. XX de First Principles, "The Multiplication of Effects."


Por el conflicto con la materia, una fuerza uniforme se transforma en parte en fuerzas de clases diferentes. (....) Y tampoco termina aquí la descomposición de una fuerza en muchas fuerzas. Cada uno de los diversos cambios operados se vuelve progenitor de cambios ulteriores. (...). Universalmente, pues, el efecto es más complejo que la causa. Sea o no homogéneo el agregado sobre el cual actúa, una fuerza al incidir se transforma, en virtud de este conflicto, en un número de fuerzas que difieren en sus cantidades, o direcciones, o clases; o en todos estos aspectos. Y de este grupo de fuerzas diversamente modificadas, cada una acaba por sufrir una transformación comparable. (....) Cuando las partes en las que se ha segregado cualquier todo sometido a evolución han llegado a diverger ampliamente en su naturaleza, necesariamente reaccionarán de modo muy diverso a cualquier fuerza que incida: dividirán una fuerza incidente en otros tantos grupos de fuerzas fuertemente contrastados. Y al volverse cada uno de ellos el centro de un conjunto completamente distinto de influencias, debe contribuir al número de cambios secundarios diferenciados efectuados por toda la amplitud del agregado. Y aún hay que añadir otro corolario. El número de partes diferentes que componen un agregado es un factor importante en el proceso. Cada división adicional especializada es un centro adicional de fuerzas especializadas, y debe convertirse en una fuente ulterior de complicación entre las fuerzas que están actuando en el conjunto de la masa—una fuente adicional de heterogeneidad. La multiplicación de los efectos ha de proceder en progresión geométrica. (First Principles §156).

Bien, así queda explicado en principio, de la manera más sucinta y sintética posible, cómo se genera la complejidad a partir de los fenómenos simples, o dicho de otro modo, cómo aparecen las cosas de la nada.

Esta es la noción principal en que descansa la filosofía evolucionista: que el presente es distinto del pasado, y que lo que existe está en proceso de generación; nada existe hasta que se produce por una conjunción compleja, nunca antes producida, de fuerzas y fenómenos. Todo es contingente en este sentido que el presente no está contenido en el pasado, ni esbozado en él, pues son incalculables las conjunciones de fuerzas y fenómenos (siendo el conocimiento una abstracción o interpretación de los fenómenos, una creación de modelos que identifican líneas generales y principios, pero sin llegar nunca a una definición exhaustiva del conjunto del fenómeno complejo). Que lo que existe está en un proceso de creación continua ha sido una intuición compartida por algunas teologías que atribuían a Dios no una actividad creativa inicial, sino una creación continua. Claro que Dios es uno de los conceptos redundantes una vez enfocada la explicación del universo desde un punto de vista evolucionista.

Pues del pensamiento evolucionista se derivan algunos corolarios interesantes para la teoría narrativa y la teoría del conocimiento. Por ejemplo, que las explicaciones evolutivamente coherentes no deberían presuponer la complejidad como fuente de la complejidad—ni la complejidad como fuente de la simplicidad, en los fenómenos evolutivos (otra cosa sucederá con lo que Spencer llama los procesos disolutivos, en los que un fenómeno complejo se disgrega o desaparece). Las explicaciones creacionistas no son evolucionistas por esto, aunque algunas incluyan algunos elementos evolucionistas (por ejemplo, aceptando la evolución de las especies como parte del Plan del Creador). Un Creador, y un Plan, son elementos ajenos al evolucionismo, pues los planes (fenómenos cognitivos, intelectuales, etc.), no pueden estar al principio de las cosas cosmológicamente hablando, sino que son un fenómeno biológico muy concreto, ubicado en una fase tardía y extremadamente local de la evolución. No se puede postular un ser infinitamente complejo como origen de los fenómenos, puesto que la finalidad de la explicación es precisamente dar cuenta de lo complejo, y mal explicado queda si toda explicación se hace innecesaria o circular.

Spencer reserva un lugar a la religión, establecienco que el ámbito del conocimiento se extiende únicamente a lo comprensible a partir de algunos datos originales, datos que en sí son inanalizables e irreductibles (como por ejemplo la conservación de la energía, o las formas estructuras básicas del espacio y del tiempo). Más allá se extiende lo incognoscible, o más bien sobre lo incognoscible descansa todo lo que se puede conocer. Este planteamiento cumple una doble función en su pensamiento. Por una parte, circunscribe las cuestiones a tratar y el tipo de explicaciones admisibles. Por otra parte, es una manera muy victoriana de aclarar que su pensamiento no es ateo, y que no ataca a la religión. Spencer deja intuir que Dios es la fuente de la gran Fuerza original que se manifiesta en la materia y energía del universo (y no es en ello sino un continuador del planteamiento de Newton). Pero a la vez su exposición de la generación del universo, de la complejidad, y de la multiplicación de los efectos ha hecho a Dios totalmente redundante. El Dios de Spencer, si así podemos llamarlo, está totalmente fuera de nuestro ámbito de conocimiento, y no hace nada en concreto al margen de generar esta inmensa Fuerza que ha dado lugar al universo. Los efectos de la Fuerza no están planeados, ni calculados, ni guiados, son totalmente supervenientes y contingentes. Spencer ha dado la fórmula de la creación a partir de la nada, pero es una creación que tiene lugar por sí sola, por composición de fuerzas, no como el despliegue de una planificación previa, sino como una multiplicación incalculable de efectos complejos, que inciden unos sobre otros en progresión geométrica.

Es un enigma, por supuesto, la naturaleza de la realidad, y un enigma irresoluble porque allí se encuentra nuestro pensamiento con sus límites, más allá de los cuales no tiene puntos de referencia. Lo que hacemos es proyectar fuera del ámbito donde son operativas, y tienen sentido, nuestras estrategias de pensamiento habituales, como causa, intención, efecto, etc. La realidad infinitamente compleja, procede de una realidad anteriormente más simple, y en última instancia de lo infinitamente simple. De una simplicidad tan simple que escapa a nuestra capacidad de representación mental, pues allí tendemos a distinguir lo que existe y lo que no existe, el todo y la nada. Y estas distinciones no son operativas en la simplicidad máxima que precede al momento en el que empiezan a narrar sus historias las cosmologías.

Ateniéndonos a la teoría del Big Bang como la manifestación de esa Fuerza, nos podríamos plantear el problema de que el Big Bang proporciona (aceptémoslo así) la Fuerza para crear el universo, pero no proporciona la información necesaria para constituirlo. Esta se genera (siguiendo la explicación de Spencer) por multiplicación de efectos, por el mencionado Efecto Mariposa que viene a ser la versión evolucionista de la creación a partir de la nada. Un problema que se plantea es por qué surgen—o si surgen— efectos asimétricos en la fuerza original, siendo ella en principio simple. Sin ese "defecto" originario, no hay generación de efectos diversos, no hay recombinación de fuerzas incidentes, no hay efecto mariposa, no hay nada. O hay, si preferimos otra versión, múltiples universos simétricos, o paralelos, que también con ello se ha especulado, una vez confrontada la paradoja de que la fuerza simple salió desviada.... ¿Con qué chocó, entonces, o qué la desvió? Al parecer, there is a crack in everything. Habrá que atribuir al dios de Spencer, además de una simple energía infinita, un toquecillo original (nada intencional) que impide que esa fuerza se manifieste de modo uniforme, o una pequeña descompensación original que dio lugar a todo, por acción del efecto mariposa.

... ¿O habrá que suponer que esa desviación tan simple, el Origen de la Diferencia, no es realmente distinguible de la pura simplicidad, y que son sólo nuestros conceptos los que no encuentran asidero para pensarla? Encontramos difícil comprender que el todo y la nada han sido originalmente la misma cosa, y que, a un determinado nivel, continúan siéndolo.




Darwin's Big Bang
: La cosmología evolucionista de Eramus Darwin


Charles Darwin se ocupó mucho de la evolución biológica pero poco de la evolución cósmica, a diferencia de su abuelo Erasmus. En The Economy of Vegetation de Erasmus Darwin encontramos un equivalente imaginativo del Big Bang en versión dieciochesca—una gran narración de la creación del mundo y de la vida. Erasmus Darwin era un librepensador, y el papel asignado a Dios en su narrativa cósmica es tan mítico como el de los silfos y las hadas y las ninfas del fuego primigenio—tan sólo una "sublime alegoría". El elemento mitografico, ornamental, convencional y asaz ridículo, en los poemas científicos de Erasmus Darwin es con frecuencia objeto del sarcasmo de los historiadores de la literatura y de los científicos por igual. Pero su función se aprecia de modo bastante claro cuando se ve en el contexto de una desmitologización—Darwin desmitologiza por la vía de añadir mitología explícitamente ornamental. La suya es una manera de incluir la narración cristiana de la creación al mismo título que el aparato mitológico, y no más verdadera desde el punto de vista científico que los silfos y las ninfas.

Tanto los versos como las notas que siguen vienen de la primera parte de The Botanic Garden de Erasmus Darwin (1788, en red en Project Gutenberg). La teoría de la evolución biológica, incluyendo una cierta anticipación de la teoría de la selección natural, se expone en las notas, siguiendo en gran medida las ideas de Buffon.


From canto I of  Poem I, The Economy of Vegetation:

    I. "NYMPHS OF PRIMEVAL FIRE! YOUR vestal train
     Hung with gold-tresses o'er the vast inane,
     Pierced with your silver shafts the throne of Night,
100 And charm'd young Nature's opening eyes with light;
     When LOVE DIVINE, with brooding wings unfurl'd,
     Call'd from the rude abyss the living world.
     "—LET THERE BE LIGHT!" proclaim'd the ALMIGHTY LORD,
     Astonish'd Chaos heard the potent word;—
105 Through all his realms the kindling Ether runs,
     And the mass starts into a million suns;
     Earths round each sun with quick explosions burst,
     And second planets issue from the first;
     Bend, as they journey with projectile force,
110 In bright ellipses their reluctant course;
     Orbs wheel in orbs, round centres centres roll,
     And form, self-balanced, one revolving Whole.
     —Onward they move amid their bright abode,
     Space without bound, THE BOSOM OF THEIR GOD!

[Nymphs of primeval fire. l. 97. The fluid matter of heat is perhaps the most extensive element in nature; all other bodies are immersed in it, and are preserved in their present state of solidity or fluidity by the attraction of their particles to the matter of heat. Since all known bodies are contractible into less space by depriving them of some portion of their heat, and as there is no part of nature totally deprived of heat, there is reason to believe that the particles of bodies do not touch, but are held towards each other by their self- attraction, and recede from each other by their attraction to the mass of heat which surrounds them; and thus exist in an equilibrium between these two powers. If more of the matter of heat be applied to them, they recede further from each other, and become fluid; if still more be applied, they take an aerial form, and are termed Gasses by the modern chemists. Thus when water is heated to a certain degree, it would instantly assume the form of steam, but for the pressure of the atmosphere, which prevents this change from taking place so easily; the same is true of quicksilver, diamonds, and of perhaps all other bodies in Nature; they would first become fluid, and then aeriform by appropriated degrees of heat. On the contrary, this elastic matter of heat, termed Calorique in the new nomenclature of the French Academicians, is liable to become consolidated itself in its combinations with some bodies, as perhaps in nitre, and probably in combustible bodies as sulphur and charcoal. See note on l. 232, of this Canto. Modern philosophers have not yet been able to decide whether light and heat be different fluids, or modifications of the same fluid, as they have many properties in common. See note on l. 462 of this Canto.]

[When Love Divine. l. 101. From having observed the gradual evolution of the young animal or plant from its egg or seed; and afterwards its successive advances to its more perfect state, or maturity; philosophers of all ages seem to have imagined, that the great world itself had likewise its infancy and its gradual progress to maturity; this seems to have given origin to the very antient and sublime allegory of Eros, or Divine Love, producing the world from the egg of Night, as it floated in Chaos. See l. 419. of this Canto.

The external crust of the earth, as far as it has been exposed to our view in mines or mountains, countenances this opinion; since these have evidently for the most part had their origin from the shells of fishes, the decomposition of vegetables, and the recrements of other animal materials, and must therefore have been formed progressively from small beginnings. There are likewise some apparently useless or incomplete appendages to plants and animals, which seem to shew they have gradually undergone changes from their original state; such as the stamens without anthers, and styles without stigmas of several plants, as mentioned in the note on Curcuma, Vol. II. of this work. Such is the halteres, or rudiments of wings of some two-winged insects; and the paps of male animals; thus swine have four toes, but two of them are imperfectly formed, and not long enough for use. The allantoide in some animals seems to have become extinct; in others is above tenfold the size, which would seem necessary for its purpose. Buffon du Cochon. T. 6. p. 257. Perhaps all the supposed monstrous births of Nature are remains of their habits of production in their former less perfect state, or attempts towards greater perfection.]

[Through all his realms. l. 105. Mr. Herschel has given a very sublime and curious account of the construction of the heavens with his discovery of some thousand nebulae, or clouds of stars; many of which are much larger collections of stars, than all those put together, which are visible to our naked eyes, added to those which form the galaxy, or milky zone, which surrounds us. He observes that in the vicinity of these clusters of stars there are proportionally fewer stars than in other parts of the heavens; and hence he concludes, that they have attracted each other, on the supposition that infinite space was at first equally sprinkled with them; as if it had at the beginning been filled with a fluid mass, which had coagulated. Mr. Herschel has further shewn, that the whole sidereal system is gradually moving round some centre, which may be an opake mass of matter, Philos. Trans. V. LXXIV. If all these Suns are moving round some great central body; they must have had a projectile force, as well as a centripetal one; and may thence be supposed to have emerged or been projected from the material, where they were produced. We can have no idea of a natural power, which could project a Sun out of Chaos, except by comparing it to the explosions or earthquakes owing to the sudden evolution of aqueous or of other more elastic vapours; of the power of which under immeasurable degrees of heat, and compression, we are yet ignorant.

It may be objected, that if the stars had been projected from a Chaos by explosions, that they must have returned again into it from the known laws of gravitation; this however would not happen, if the whole of Chaos, like grains of gunpowder, was exploded at the same time, and dispersed through infinite space at once, or in quick succession, in every possible direction. The same objection may be stated against the possibility of the planets having been thrown from the sun by explosions; and the secondary planets from the primary ones; which will be spoken of more at large in the second Canto, but if the planets are supposed to have been projected from their suns, and the secondary from the primary ones, at the beginning of their course; they might be so influenced or diverted by the attractions of the suns, or sun, in their vicinity, as to prevent their tendency to return into the body, from which they were projected.

If these innumerable and immense suns thus rising out of Chaos are supposed to have thrown out their attendant planets by new explosions, as they ascended; and those their respective satellites, filling in a moment the immensity of space with light and motion, a grander idea cannot be conceived by the mind of man.]

Obsérvese que, sobre el universo en expansión, previene y responde Darwin una objeción que al parecer se le escapó a Newton—el colapso gravitacional. Este no había aplicado su teoría de la gravitación universal con coherencia, pues según su modelo, si lo entendemos literalmente, el universo debería culminar en un Big Crunch, una conclusión que no extrajo sin embargo Newton, como ya señaló Laplace por esos años. Newton no llegó a formular, por tanto, a una solución satisfactoria que demostrase la estabilidad del sistema galáctico, y sin embargo esta solución imperfecta se mantuvo como la imagen del mundo científicamente aceptada, básicamente por el procedimiento de no pensar mucho en la cuestión. Einstein, que también defendía un modelo estático del universo cuando formuló la teoría de la relatividad hace más de cien años, tuvo que acudir a una especie de solución arbitraria, la "constante gravitacional", una suerte de fuerza gravitacional invertida que a nivel puramente teórico le salvaba las ecuaciones. Einstein mismo consideró esta solución un error de procedimiento, y sin embargo una nueva variante de gravitación negativa se ha visto reintroducida y rehabilitada en la última década para explicar la inflación del universo—junto con otras soluciones de pura necesidad como la materia oscura y la energía oscura.

La solución propuesta por Erasmus Darwin al dilema gravitatorio, contemplada en este contexto y tendiendo en cuenta que hablamos de un pensador del siglo XVIII, no parece menos satisfactoria. Erasmus Darwin propuso explicar la formación del universo mediante  una explosión instantánea y continuada de todo el "caos" original su conjunto, seguida de explosiones menores locales y dispersas—como podrían ser las supernovas. Si bien esta teoría está presentada de modo narrativo y no en forma matemática, es una hipótesis puede parecer, vista desde hoy, más correcta que la de los científicos que le precedieron y siguieron hasta bien entrado el siglo XX, en tanto que modelo espacio-temporal del universo. No es propiamente, claro, un Big Bang lo que propone Erasmus Darwin, en el detalle de la formación de partículas subatómicas, etc.—pues la moderna teoría atómica tardaría un siglo en formularse. Pero su modelo sí presenta un universo en evolución, en expansión y en explosión, y lejos de ofrecer una imagen estática nos sitúa conceptualmente en un momento inestable de un flujo entre una gran explosión originaria y una disolución posible para cuyo tratamiento conceptual detallado podríamos recurrir, de nuevo, a los Primeros Principios de Spencer. Tanto Spencer como Erasmus Darwin antes que él nos presentan un universo evolucionista, narrativo podríamos decir, un universo cuya imagen más apropiada es un desarrollo temporal en el que las fuerzas físicas no alcanzan equilibrios sino aparentes, y crean estructuras que por muy estables que parezcan son evanescentes y temporales. No es un universo cuya física sea concebible al margen de una historia cósmica, una Gran Historia. (Nota 16)




Poe's Big Bang: Eureka, o la emergencia del Big Bang

Edgar Allan Poe también fue cosmólogo y filósofo evolucionista—en su "poema en prosa" Eureka, que expone una teoría unificada del universo combinando principios físico-matemáticos, observaciones astronómicas, y especulaciones filosóficas. Para la sección científica se basó en escritores anteriores como Laplace, William y John Herschel, y el Humboldt de Kosmos, a quien dedica la obra. Supongo que también conocería los escritos de Erasmus Darwin. La obra también pretende ser una teodicea, o explicación de la existencia del mal y el sufrimiento en el mundo—un desarrollo de la explicación clásica de la cuestión, a saber, que la divinidad actúa mediante causas secundarias. Aquí para Poe las causas secundarias son toda la evolución del universo, pues causas primarias sólo se hallan en la fuerza original indiferenciada que da lugar al universo en una especie de Big Bang decimonónico. Por supuesto, las ideas Poe no fueron tomadas en absoluto en serio en su propio momento; ni su sintaxis, ni su uso de las fuentes, ni su trayectoria literaria invitaban a ello; suena el autor demasiado como uno de los frenéticos unreliable narrators o sabios locos de sus relatos. El mismo Poe intuyó que no se le tomaría en serio como pensador hasta que su obra ya no pudiese ser considerada científica sino meramente poética, y de ahí el prefacio:

To the few who love me and whom I love—to those who feel rather than to those who think—to the dreamers and those who put faith in dreams as in the only realities—I offer this Book of Truths, not in its character of Truth-Teller, but for the Beauty that abounds in its Truth; constituting it true. To these I present the composition as an Art-Product alone:—let us say as a Romance; or, if I be not urging too lofty a claim, as a Poem.
    What I here propound is true:—therefore it cannot die:—or if by any means it be now trodden down so that it die, it will “rise again to the Life Everlasting.”
   Nevertheless it is as a Poem only that I wish this work to be judged after I am dead.
E.A.P.

Sin embargo, algunas de sus ideas anticipan notablemente las de Herbert Spencer, y aún más, las de la física del siglo XX, intentando extraer de la noción misma de la fuerza gravitatoria y de su acción presente los principios de la finitud, el origen, y la evolución del universo. Comienza con un plantamiento que formula el Big Bang en términos casi literales—el origen del Universo a partir de la inflación de una partícula, proceso en el cual se generan tanto el tiempo como el espacio, y a continuación unas fuerzas elementales como la gravitación, o el electromagnetismo, que no preexisten a este acontecimiento:

It will now be readily understood that no axiomatic idea—no idea founded in the fluctuating principle, obviousness of relation—can possibly be so secure—so reliable a basis for any structure erected by the Reason, as that idea—(whatever it is, wherever we can find it, or if it be practicable to find it anywhere)—which is irrelative altogether—which not only presents to the understanding no obviousness of relation, either greater or less, to be considered, but subjects the intellect, not in the slighest degree, to the necessity of even looking at any relation at all. If such an idea be not what we too heedlessly term “an axiom,” it is at least preferable, as a Logical basis, to any axiom ever propounded, or to all imaginable axioms combined:—and such, precisely, is the idea with which my deductive process, so thoroughly corroborated by induction, commences. My particle proper is but absolute Irrelation. To sum up what has been here advanced:—As a starting point I have taken it for granted, simply, that the Beginning had nothing behind it or before it—that it was a Beginning in fact—that it was a beginning and nothing different from a beginning—in short that this Beginning was——that which it was. If this be a “mere assumption” then a “mere assumption” let it be.

To conclude this branch of the subject:—I am fully warranted in announcing that the Law which we have been in the habit of calling Gravity exists on account of Matter’s having been irradiated, at its origin, atomically, into a limited[4] sphere of Space, from one, individual, unconditional, irrelative, and absolute Particle Proper, by the sole process in which it was possible to satisfy, at the same time, the two conditions, irradiation, and generally-equable distribution throughout the sphere—that is to say, by a force varying in direct proportion with the squares of the distances between the irradiated atoms, respectively, and the Particular centre of Irradiation.

I have already given my reasons for presuming Matter to have been diffused by a determinate rather than by a continuous or infinitely continued force. Supposing a continuous force, we should be unable, in the first place, to comprehend a rëaction at all; and we should be required, in the second place, to entertain the impossible conception of an infinite extension of Matter. Not to dwell upon the impossibility of the conception, the infinite extension of Matter is an idea which, if not positively disproved, is at least not in any respect warranted by telescopic observation of the stars—a point to be explained more fully hereafter; and this empirical reason for believing in the original finity of Matter is unempirically confirmed. For example:—Admitting, for the moment, the possibility of understanding Space filled with the irradiated atoms—that is to say, admitting, as well as we can, for argument’s sake, that the succession of the irradiated atoms had absolutely no end—then it is abundantly clear that, even when the Volition of God had been withdrawn from them, and thus the tendency to return into Unity permitted (abstractly) to be satisfied, this permission would have been nugatory and invalid—practically valueless and of no effect whatever. No Rëaction could have taken place; no movement toward Unity could have been made; no Law of Gravity could have obtained.

To explain:—Grant the abstract tendency of any one atom to any one other as the inevitable result of diffusion from the normal Unity:—or, what is the same thing, admit any given atom as proposing to move in any given direction—it is clear that, since there is an infinity of atoms on all sides of the atom proposing to move, it never can actually move toward the satisfaction of its tendency in the direction given, on account of a precisely equal and counterbalancing tendency in the direction diametrically opposite. In other words, exactly as many tendencies to Unity are behind the hesitating atom as before it; for it is a mere sotticism to say that one infinite line is longer or shorter than another infinite line, or that one infinite number is greater or less than another number that is infinite. Thus the atom in question must remain stationary forever. Under the impossible circumstances which we have been merely endeavoring to conceive for argument’s sake, there could have been no aggregation of Matter—no stars—no worlds—nothing but a perpetually atomic and inconsequential Universe. In fact, view it as we will, the whole idea of unlimited Matter is not only untenable, but impossible and preposterous.

With the understanding of a sphere of atoms, however, we perceive, at once, a satisfiable tendency to union. The general result of the tendency each to each, being a tendency of all to the centre, the general process of condensation, or approximation, commences immediately, by a common and simultaneous movement, on withdrawal of the Divine Volition; the individual approximations, or coalescences—not cöalitions—of atom with atom, being subject to almost infinite variations of time, degree, and condition, on account of the excessive multiplicity of relation, arising from the differences of form assumed as characterizing the atoms at the moment of their quitting the Particle Proper; as well as from the subsequent particular inequidistance, each from each.

What I wish to impress upon the reader is the certainty of there arising, at once, (on withdrawal of the diffusive force, or Divine Volition,) out of the condition of the atoms as described, at innumerable points throughout the Universal sphere, innumerable agglomerations, characterized by innumerable specific differences of form, size, essential nature, and distance each from each. The development of Repulsion (Electricity) must have commenced, of course, with the very earliest particular efforts at Unity, and must have proceeded constantly in the ratio of Coalescence—that is to say, in that of Condensation, or, again, of Heterogeneity.

Thus the two Principles Proper, Attraction and Repulsion—the Material and the Spiritual—accompany each other, in the strictest fellowship, forever. Thus The Body and The Soul walk hand in hand.

El mapa conceptual que contribuye a generar Poe con su explosión primigenia es de tal originalidad y audacia intelectual que sería cicatero el reprocharle el uso de conceptos decimonónicos e incluso lenguaje espiritualista como ingredientes, figuras de expresión, o materiales para su formulación. También anticipa Poe cuestiones sobre la estructura del universo que sólo en el siglo XX recibirían confirmación experimental, como la existencia de otras galaxias o la no centralidad de la Vía Láctea:

And here, at length, it seems proper to inquire whether the ascertained facts of Astronomy confirm the general arrangement which I have thus, deductively, assigned to the Heavens. Thoroughly, they do. Telescopic observation, guided by the laws of perspective, enables us to understand that the perceptible Universe exists as a cluster of clusters, irregularly disposed.

The “clusters” of which this Universal “cluster of clusters” consists, are merely what we have been in the practice of designating “nebulæ”—and, of these “nebulæ,” one is of paramount interest to mankind. I allude to the Galaxy, or Milky Way. This interests us, first and most obviously, on account of its great superiority in apparent size, not only to any one other cluster in the firmament, but to all the other clusters taken together. The largest of these latter occupies a mere point, comparatively, and is distinctly seen only with the aid of a telescope. The Galaxy sweeps throughout the Heaven and is brilliantly visible to the naked eye. But it interests man chiefly, although less immediately, on account of its being his home; the home of the Earth on which he exists; the home of the Sun about which this Earth revolves; the home of that “system” of orbs of which the Sun is the centre and primary—the Earth one of sixteen secondaries, or planets—the Moon one of seventeen tertiaries, or satellites. The Galaxy, let me repeat, is but one of the clusters which I have been describing—but one of the mis-called “nebulæ” revealed to us—by the telescope alone, sometimes—as faint hazy spots in various quarters of the sky. We have no reason to suppose the Milky Way really more extensive than the least of these “nebulæ.” Its vast superiority in size is but an apparent superiority arising from our position in regard to it—that is to say, from our position in its midst. However strange the assertion may at first appear to those unversed in Astronomy, still the astronomer himself has no hesitation in asserting that we are in the midst of that inconceivable host of stars—of suns—of systems—which constitute the Galaxy. Moreover, not only have we—not only has our Sun a right to claim the Galaxy as its own especial cluster, but, with slight reservation, it may be said that all the distinctly visible stars of the firmament—all the stars Visible to the naked eye—have equally a right to claim it as their own.

Hay que recordar que también Kant y William Herschel habían planteado la teoría de "otros universos" aislados, primera versión de la teoría de las galaxias que se confirmaria experimentalmente en el siglo XX. Presenta también Poe algunos razonamientos para demostrar la finitud del universo que por su formulación paradójica y clara a la vez no vuelven a encontrarse antes de Stephen Hawking (2005):

No astronomical fallacy is more untenable, and none has been more pertinaciously adhered to, than that of the absolute illimitation of the Universe of Stars. The reasons for limitation, as I have already assigned them, à priori, seem to me unanswerable; but, not to speak of these, observation assures us that there is, in numerous directions around us, certainly, if not in all, a positive limit—or, at the very least, affords us no basis whatever for thinking otherwise. Were the succession of stars endless, then the background of the sky would present us an uniform luminosity, like that displayed by the Galaxy—since there could be absolutely no point, in all that background, at which would not exist a star. The only mode, therefore, in which, under such a state of affairs, we could comprehend the voids which our telescopes find in innumerable directions, would be by supposing the distance of the invisible background so immense that no ray from it has yet been able to reach us at all. That this may be so, who shall venture to deny? I maintain, simply, that we have not even the shadow of a reason for believing that it is so.

Esta solución a la paradoja de Olber se asemeja, de hecho, a las que se ofrecen en el modelo del cosmos inflacionario: según este modelo cosmológico, la luz de las estrellas lejanas tampoco ha tenido tiempo de alcanzarnos, con lo cual la hipótesis de Poe resulta ser correcta. De las mediciones de la velocidad de la luz y del tamaño del Universo disponibles en su época (procedentes de los Herschel, padre e hijo, y de Friedrich G. W. von Struve) también hace Poe buen uso:

In attempting to appreciate this interval by the aid of any considerations of velocity, as we did in endeavoring to estimate the distance of the moon, we must leave out of sight, altogether, such nothings as the speed of a cannon-ball, or of sound. Light, however, according to the latest calculations of Struve, proceeds at the rate of 167,000 miles in a second. Thought itself cannot pass through this interval more speedily—if, indeed, thought can traverse it at all. Yet, in coming from 61 Cygni to us, even at this inconceivable rate, light occupies more than ten years; and, consequently, were the star this moment blotted out from the Universe, still, for ten years, would it continue to sparkle on, undimmed in its paradoxical glory.

Aquí apunta una intuición del concepto de espacio-tiempo y de la relatividad:

I have already said that light proceeds at the rate of 167,000 miles in a second—that is, about 10 millions of miles in a minute, or about 600 millions of miles in an hour:—yet so far removed from us are some of the “nebulæ” that even light, speeding with this velocity, could not and does not reach us, from those mysterious regions, in less than 3 millions of years. This calculation, moreover, is made by the elder Herschell, and in reference merely to those comparatively proximate clusters within the scope of his own telescope. There are “nebulæ,” however, which, through the magical tube of Lord Rosse, are this instant whispering in our ears the secrets of a million of ages by-gone. In a word, the events which we behold now—at this moment—in those worlds—are the identical events which interested their inhabitants ten hundred thousand centuries ago. In intervals—in distances such as this suggestion forces upon the soul—rather than upon the mind—we find, at length, a fitting climax to all hitherto frivolous considerations of quantity.

Our fancies thus occupied with the cosmical distances, let us take the opportunity of referring to the difficulty which we have so often experienced, while pursuing the beaten path of astronomical reflection, in accounting for the immeasurable voids alluded to—in comprehending why chasms so totally unoccupied and therefore apparently so needless, have been made to intervene between star and star—between cluster and cluster—in understanding, to be brief, a sufficient reason for the Titanic scale, in respect of mere Space, on which the Universe is seen to be constructed. A rational cause for the phænomenon, I maintain that Astronomy has palpably failed to assign:—but the considerations through which, in this Essay, we have proceeded step by step, enable us clearly and immediately to perceive that Space and Duration are one. That the Universe might endure throughout an æra at all commensurate with the grandeur of its component material portions and with the high majesty of its spiritual purposes, it was necessary that the original atomic diffusion be made to so inconceivable an extent as to be only not infinite. It was required, in a word, that the stars should be gathered into visibility from invisible nebulosity—proceed from nebulosity to consolidation—and so grow grey in giving birth and death to unspeakably numerous and complex variations of vitalic development:—it was required that the stars should do all this—should have time thoroughly to accomplish all these Divine purposes—during the period in which all things were effecting their return into Unity with a velocity accumulating in the inverse proportion of the squares of the distances at which lay the inevitable End.

También esta panorámica de la formación de las estrellas a partir de nebulosas, y de la formación de los fenómenos complejos y de los materiales de la vida en el seno de las estrellas ha resultado ser fundamentalmente correcta en según la actual comprensión de la evolución cósmica.

No se le escapa a Poe que esta nueva percepción del universo tiene consecuencias para la percepción narrativa del mismo: que una narratividad general se manifiesta en este proceso evolutivo:

The pleasure which we derive from any display of human ingenuity is in the ratio of the approach to this species of reciprocity. In the construction of plot, for example, in fictitious literature, we should aim at so arranging the incidents that we shall not be able to determine, of any one of them, whether it depends from any one other or upholds it. In this sense, of course, perfection of plot is really, or practically, unattainable—but only because it is a finite intelligence that constructs. The plots of God are perfect. The Universe is a plot of God.

Es ésta una concepción extremadamente característica del autor, y quienes recuerden su "Philosophy of Composition" percibirán aquí un aire de familia. Pero va más allá Poe en "Eureka"Aquí parece proponer Poe una noción de la narratividad inherente a la mente humana como instrumento necesario a la cognición científica: el proceso universal, por así decirlo, no se puede comprender sino como una gran historia, con una mente narrativa (Nota 17). Otra cuestión, claro, son las implicaciones creacionistas en las que Poe es ciertamente un hombre de su época, en algunos aspectos al menos. Abogaríamos aquí por entender los planes prospectivos de su Dios como un espejismo generado retroactivamente, precisamente por esa tendencia a la narratividad inherente a la mente humana.

Pero en el curso de esta difícil dialéctica retrospectiva que estamos señalando, en vaivén entre las intuiciones de Poe y la ciencia del siglo XX, nos propone el autor ejercicios de razonamiento anticipatorio realmente llamativos. Así, algunas de sus intuiciones se aproximan a la noción del espacio curvo—por ejemplo cuando especula sobre la esfericidad del universo:

It would scarcely be paradoxical to say that a flash of lightning itself, travelling forever upon the circumference of this unutterable circle, would still, forever, be travelling in a straight line.

A Humboldt, que no ve indicios de centro alguno en el universo—en el universo espacial—lo corrige Poe sin embargo arguyendo que el centro ha de concebirse en el espacio-tiempo: que la estructura del universo es su historia. Es una noción ésta, la de la uniformidad del universo, y la ubicuidad de su centro, que se volvería central en la cosmología del Big Bang. En este sentido puede interpretarse el pasaje que sigue:

The phænomenon here alluded to—that of “many groups moving in opposite directions”—is quite inexplicable by Mädler’s idea; but arises, as a necessary consequence, from that which forms the basis of this Discourse. While the merely general direction of each atom—of each moon, planet, star, or cluster—would, on my hypothesis, be, of course, absolutely rectilinear; while the general path of all bodies would be a right line leading to the centre of all; it is clear, nevertheless, that this general rectilinearity would be compounded of what, with scarcely any exaggeration, we may term an infinity of particular curves—an infinity of local deviations from rectilinearity—the result of continuous differences of relative position among the multitudinous masses, as each proceeded on its own proper journey to the End.

E intuye Poe que incluso la gravedad es una manifestación accidental o "local" de una fuerza más básica, la forma que adopta esta fuerza más básica en un estado físico dado, o en una fase de la existencia del cosmos:

Going boldly behind the vulgar thought, we have to conceive, metaphysically, that the gravitating principle appertains to Matter temporarily—only while diffused—only while existing as Many instead of as One—appertains to it by virtue of its state of irradiation alone—appertains, in a word, altogether to its condition, and not in the slighest degree to itself.

Esta noción podría emparentarse con la manera en que Smolin (2014) concibe el carácter evolucionista de las fuerzas fundamentales.

Poe es original al intentar conciliar el mito creacionista cristiano y la ciencia física, explicando cómo a partir de la naturaleza misma de las partículas elementales y de las fuerzas físicas, es posible una creación a partir de la nada—una noción que tardaría en abrirse paso hasta los libros de física. Y prevé el circuito completo del universo como un paso de la unidad original o divinidad propiamente dicha, pasando por el despliegue de una diversidad de formas, cuerpos y fuerzas, para terminar en un retorno a la unidad, una especie de Poe's Big Crunch:

When, on fulfilment of its purposes, then, Matter shall have returned into its original condition of One—a condition which presupposes the expulsion of the separative ether, whose province and whose capacity are limited to keeping the atoms apart until that great day when, this ether being no longer needed, the overwhelming pressure of the finally collective Attraction shall at length just sufficiently predominate and expel it:—when, I say, Matter, finally, expelling the Ether, shall have returned into absolute Unity,—it will then (to speak paradoxically for the moment) be Matter without Attraction and without Repulsion—in other words, Matter without Matter—in other words, again, Matter no more. In sinking into Unity, it will sink at once into that Nothingness which, to all Finite Perception, Unity must be—into that Material Nihility from which alone we can conceive it to have been evoked—to have been created by the Volition of God.

Diversos mapas del tiempo cabría proyectar sobre estas palabras de Poe—no tanto quizá un Big Crunch como grand finale para el universo, cuanto más bien un final whimper, lo que la física de finales del siglo XX figuraría como una muerte fría del universo en expansión, o (en la cosmogonía de Hawking) como una desaparición en la nada de los agujeros negros del último universo por colapso interno. También en Guth (2013) encontramos expuesta la noción paradójica hoy cada vez más recibida de que la suma total de la energía del universo es cero—siendo todo lo que vemos no sólo algo surgido de la nada, sino, en un cierto sentido, la nada hecha cuerpo, nothingness incarnate por decirlo en tono miltónico—o la nada colorada, en terminología zen hispánica.

Las actuales cosmogonías de la energía oscura y del multiverso, hay que decirlo, apenas están más acreditadas que la de Poe en sus exploraciones de estas regiones liminales de la realidad, por impresionantes que sean las estructuras matemáticas y observacionales que las sustentan. En el mismo Poe, la proyección del lenguaje volitivo a la escala cósmica es ciertamente poco evolucionista, y muy de época. Desafortunada, podríamos decir incluso, aunque también se ha criticado lo mismo a veces en el caso de Hawking. Pero no se espanten demasiado los ateístas, porque el dios de Poe (como el de Hawking) no es sino es otra manera de nombrar la totalidad del universo y su modo de operar; su espíritu no es un espíritu humano, y sus "voliciones" y "deleites" no tienen lugar a escala humana—son, por así decirlo, maneras de hablar, que no deberían impedirnos apreciar la enorme inteligencia especulativa del autor.

—¿Que Poe no es científicamente correcto en todas sus especulaciones? Recordemos que estamos hablando no sólo de un poeta gótico-romántico, sino de un borracho extravagante de la primera mitad del siglo XIX, y guardemos un poco las perspectivas. A cada genio lo suyo. Pocas mentes se han aventurado a proponer una nueva cosmología con tal originalidad, independencia y acierto en la medida en que puede haberlo. En Eureka se ve obligado Poe a acudir,
para justificar sus explicaciones, a un supuesto manuscrito del futuro que consulta, una carta encontrada dentro una botella en el Mar de las Tinieblas, procedente del año 2848—señales del futuro que le llegan distorsionadas. Habla el manuscrito por ejemplo de "Kant, a Dutchman, the originator of that species of Transcendentalism which, with the change merely of a C for a K, now bears his peculiar name." Posiblemente tampoco estos artificios retóricos ayudaron mucho a que se lo tomase en serio en su momento—ni luego, ni hasta hoy.  "These ancient ideas", dice el manuscrito,

"confined investigation to crawling; and I need not suggest to you that crawling, among varieties of locomotion, is a very capital thing of its kind;—but because the tortoise is sure of foot, for this reason must we clip the wings of the eagles?"



—oOo—











NOTAS


1. En mi nota sobre "El orden natural y la complejidad" (2009) comento algo más sobre el carácter protoevolucionista del relato bíblico como mito de creación. En "Historias de todo" remito a otros mapas conceptuales globales que organizan la totalidad de los fenómenos en un marco histórico—"grandes relatos" que (a pesar de la crítica de Lyotard) son fundamentales a la hora de organizar conceptualmente la realidad. Sobre el elemento narrativo en las ciencias es especialmente sugerente la obra de Stephen Jay Gould (por ej. en Wonderful Life). Ver también los artículos de Río Álvaro (sobre Charles Darwin), Waugh, y Sládek.

2. Sobre la teoría cosmológica evolucionista de Smolin, ver su libro Time Reborn (2013) y mi artículo "Lee Smolin habla sobre El Renacer del Tiempo."

3. El término "mito" no es despectivo aquí, ni cuando lo referimos a los mitos clásicos ni cuando lo aplicamos en sentido más amplio a las narraciones evolucionistas científicas. En esta sección traducimos o seguimos muy de cerca la exposición de David Christian en Maps of Time. Incluiré también las notas de Christian referenciando los materiales en los que se basa su propia exposición. Remite entre otros a Lee Smolin (1998), Timothy Ferris (1997), y a Charles Lineweaver (2002) para una breve visión panorámica del Big Bang y la evolución cósmica. Puede encontrarse un listado bibliográfico con referencias clásicas y otras más actuales sobre el Big Bang en la sección "Motifs" (B motifs: Big Bang) de mi Bibliography.

4. Más de 13.800 millones de años según Guth (2014) ateniéndose a las mediciones más recientes. Christian se refiere a datos previos obtenidos con el WMAP (Wilkinson Microwave Anisotropy Probe) hechos públicos por la NASA en 2003, que daban al universo una edad de unos 13.700 millones de años.

5. Christian cita a Rees (2000: 133), según el cual "el salto atrás entre 10-14 y 10-35 segundos es . . . mayor (en tanto que abarca más factores de 10) que el lapso temoral entre el umbral de tres minutos que va desde la formación del helio . . . al presente (1037 segundos, o diez mil millones de años)".

6. Chaisson (2001) insiste en el hecho de que la expansión cósmica fue crucial para permitir el surgimiento de entidades complejas. Christian remite, sobre la inflación, a Ferris (1997) y a Davies (1995: 28-35). Una perspectiva actualizada sobre la inflación cósmica puede hallarse en Guth (2014).  Sobre el origen del concepto de complejidad autogenerada y de selección natural, véase mi nota "Sobre el orden autogenerado" (2013).

7. Los resultados del WMAP de la NASA, citados por Christian, hacen pensar que esta transición, que liberó la radiación cósmica de fondo, tuvo lugar unos 380.000 años tras el Big Bang.

8. Feynman (1998: 34). Según Ferris (1997: 108), si el núcleo fuese una pelota de golf, los electrones más lejanos orbitarían a dos millas de distancia de ella (cit. por Christian).

9. Christian cita también al comentarista Zen de este Sutra clásico, Thich Nhat Hahn, quien expone esto de manera simbólica al decir que "la forma es la ola, y el vacío es el agua" (1988: 15).

10. Remitimos a los párrafos y paginación de la edición de 1931 de First Principles. En mi conferencia sobre la narratividad y la gran historia ("The Story Behind Any Story", 2013) también me referí a la teoría evolucionista de Spencer en tanto que mapa conceptual narrativo que abarca la realidad en su conjunto. Esta sección del artículo apareció en 2009 en Vanity Fea ("Victorian Dark Matter").

11. Ver el libro de Hawking A Brief History of Time, y mi comentario "Perspectiva narrativa sobre Historia del tiempo, de Stephen Hawking" (2010).

12. Para un poquito de luz actual sobre la materia oscura, puede verse este vídeo sobre nuevas teorías del universo: "How Large Is the Universe?"—Aunque la conclusión, aquí o en Carroll (2011) o en Guth (2014) sigue siendo que vivimos en una burbuja. Algunos de los problemas tratados por Spencer siguen hoy vigentes, y son replanteados desde una perspectiva evolucionista renovada en el libro de Smolin Time Reborn.

13. En mi serie de artículos "El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas" comento más detalladamente la noción de los multiversos, tan en boga hoy, al hilo de la novela de Stapledon y del libro de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow The Grand Design.

14. Remito nuevamente para unas breves indicaciones a mi nota "El orden natural y la complejidad: Paley, Lamarck, Vico, y el Génesis" (2009).

15. Ver a este respecto mi nota "Haeckel-Raising."

16. Versiones previas de esta sección y de la siguiente aparecieron en mi blog como "Darwin's Big Bang" y "Poe's Big Bang."

17. Trato con más detalle esta relación entre el conocimiento narrativo, la retrospección, y la comprensión científica en mi artículo "Consilience and Retrospection."





REFERENCIAS


Bruno, Giordano.  Cause, Principle and Unity and Essays on Magic. Rpt. Cambridge: Cambridge UP.

Carroll, Sean "Origin of the Universe and the Arrow of Time." Conferencia en Villanova University. YouTube (villanovauniversity) 25 enero 2011.
    http://youtu.be/QFEeHC6UIdU
    2014

Chaisson, Eric. Cosmic Evolution: The Rise of Complexity in Nature. Cambridge (MA): Harvard UP, 2001.

Christian, David. Maps of Time: An Introduction to Big History. Prólogo de William H. McNeill. (The California World History Library, 2). Berkeley, Los Angeles, Londres: U of California P, 2004. 2005.

Darwin, Erasmus. The Economy of Vegetation. 1791.
_____. The Botanic Garden. Part II. The Loves of the Plants. Poem. Dublin: J. Moore, 1789.
_____. The Botanic Garden. En red en Project Gutenberg.
    http://www.gutenberg.org/cache/epub/9612/pg9612.html
    2012

Davies, Paul. The Last Three Minutes. Londres: Phoenix, 1995.

Ferris, Timothy. The Whole Shebang: A State-of-the-Universe(s) Report. Nueva York: Simon and Schuster, 1997.

Feynman, Richard P. Six Easy Pieces: The Fundamentals of Physics Explained. Londres: Penguin, 1998.

"Friedrich Georg Wilhelm von Struve." Wikipedia: The Free Encyclopedia.
    http://en.wikipedia.org/wiki/Friedrich_Georg_Wilhelm_von_Struve
    2014

García Landa, José Angel.  "El orden natural y la complejidad: Paley, Lamarck, Vico y el Génesis." Vanity Fea 30 marzo 2009.
    http://garciala.blogia.com/2009/033001-el-orden-natural-y-la-complejidad-paley-lamarck-vico-y-el-genesis.php
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