Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis,

de Vicente Blasco Ibáñez

José Ángel García Landa


Universidad de Zaragoza, 1985
Edición en red 2004




 
 
Blasco Ibáñez publicó la novela Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis en 1916, durante una estancia en Francia tras sus aventuras argentinas. Alcanzó un éxito imprevisto entre tantas otras novelas de la Primera Guerra Mundial. En 1921 The Illustrated London News la calificaba como el libro más leído del mundo aparte de la Biblia. Convirtió a Blasco en un autor de fama mundial y le hizo rico. Fue la adaptación al cine la que le proporcionó 200.000 dólares: cobró 300 dólares por los derechos de traducción, mientras que la traductora ganó 570.000. Según Blasco, "Yo ni siquiera había sospechado el éxito de Los 4 jinetes. El año 16 yo estaba en París. La gente me creía rico, pero la verdad es que vivia con 1000 pts. al mes".


En la introducción recalca Blasco el carácter de experiencia personal de algunas escenas del libro: así en el episodio retrospectivo del buque, que era real, "no quise cambiar ni desfigurar su nombre. Copias exactas del natural son también los personajes alemanes que aparecen al principio de la novela". Tenía éste un propósito documental, "fotográfico". Pero no por eso es objetivo: cuenta qu el presidente Poincaré le encargó que fuese al frente no como periodista sino como novelista; a escribir "un libro que sirva a nuestra causa". Es, pues, una novela abiertamente partidista. Blasco, un hombre de izquierdas políticamente, aborrecía la ideología alemana, y nos presenta el conflicto en su propia versión simplificada. Para él la guerra era "de un lado, el indolente militarismo prusiano, la reacción, la caverna, la fuerza bruta"; de otro lado, "la patria de los Derechos del Hombre y de Victor Hugo, la Libertad, la Civilización". En la novela, la guerra es la cabalgata de los cuatro jinetes, la Guerra, el Hambre, la Peste y la Muerte, tal como aparecen en el grabado de Durero (I.v). Los cuatro jinetes amenazan con instaurar el reino de la Bestia, algo que Blasco ve como un fenómeno recurrente en la historia de la humanidad, un retorno a la barbarie, representada en este caso por Alemania. Blasco tuvo esta "visión" de los cuatro jinetes en París, y hará decir a su portavoz Tchernoff que la bestia nunca muere, todo lo más se oculta durante mucho tiempo (III.ii).


Blasco no combate en la guerra: se limita a observar. Y en la novela predomina la observación sobre la acción; no se nos relatan hazañas directamente, sino de oídas; las escenas de combate son muy escasas y no son protagonizadas por los personajes principales. El protagonista es allí el soldado anónimo, de de uniforme, la colectividad, el país en armas. Más que la acción militar interesa a Blasco la reacción de los personajes de retaguardia ante el conflicto, la atmósfera de la guerra, que está muy bien captada.

Esta inacción de los protagonistas viene ya de su propia naturaleza: se trata de una familia argentina residente en Francia, los Desnoyers, cuya historia se nos cuenta retrospectivamente en los capítulos I.ii y I.iii (en una estructura temporal similar a la de Sangre y Arena).


El personaje principal es Julio Desnoyers. su padre Marcelo Desnoyers, republicano nacido en Francia, había huído a Argentina en la época del imperio, en 1870. Ahora, en 1914, Argentina es neutral y los Desnoyers, en principio ajenos al conflicto que se desarrolla en torno a ellos, se ven poco a poco ligados a la suerte de Francia por su mismo origen francés y por los lazos que se han creado en este país. La guerra divide a las familias argentinas Desnoyers y Hartrott, con miembros de las cuales han contraído matrimonio las hermanas Luisa (casada con Marcelo Desnoyers) y Elena (casada con Karl von Hartrott); ellas descienden de la unión entre Madariaga y una india, La China. Las familias Desnoyers y Hartrott proceden de Europa, de países rivales desde la guerra del 70. Los cabezas de familia, Marcelo y Karl, trabajaban para Madariaga, propietario de una inmensa hacienda en una Argentina medio salvaje. Madariaga es un patriarca a la antigua, que puebla la hacienda con sus propios hijos, a la vez que un hombre en estado natural fuera de la sociedad (su apodo es "el centauro"). El nacionalismo no tiene sentido en su mundo. Dice hablando a Desnoyers:

Fíjate, gabacho: yo soy español, tú francés, Karl es alemán, mis niñas argentinas, el cocinero ruso, su ayudante griego, el peón de cuadra inglés, las chinas de la cocina unas son del país, otras gallegas o italianas, y entre los peones hay de todas castas y leyes. ¡Y todos vivimos en paz! En Europa tal vez nos habríamos golpeado a estas horas, pero aquí todos amigos.
   
Madariaga desecha el nacionalismo, diciendo que la tierra de un hombre está allí donde se hace rico y funda su familia. Como corolario de la hermandad entre los hombres que comparten la tierra, se produce la mezcla racial. Tanto los descendientes de Desnoyers como los de Hartrott tendrán sangre india, y el indio encarna aquí al ser natural. Madariaga desprecia a sus nietos rubios y quiere tener uno moreno, "indio".
Pero tras la muerte de Madariaga, el "componente social" vuelve a atraer a las familias a Europa, a Francia y a Alemania respectivamente. El lujo y el afan de figurar mueven a las mujeres, y la nostalgia a los hombres. Marcelo Desnoyers adquiere propiedades en Francia, y Hartrott en Alemania.


En la familia Hartrott encontramos una empresa destinada a explotar las conquistas del país, y dos vástagos, primos de Julio Desnoyers: un militar, el capitán, y un teorizador, el profesor. Las teorías racistas y belicistas de éste son un exponente de la brutalidad de la ideología alemana: "la guerra es un hecho necesario para la salud de la humanidad", arguye; su visión de la historia es fascista, y ve en la Revolución Francesa un triunfo celta que debe deshacerse. Hay aquí un control sutil de la emoción por parte del autor, con una apariencia de presentación objetiva. Nadie responde al primo alemán para rebatirle, pero el lector se indigna. Argensola, nietzscheano individualista, es quien comprende los móviles egoístas de Alemania, mientras Julio Desnoyers duda.


Julio Desnoyers, hijo de Marcelo Desnoyers y Luisa, es un individuo sin conciencia nacional. La posición de su padre le ha permitido vivir como un nuevo rico. Su vida de pintor bohemio y bailarín de tangos lo convierte en el corolario del individualismo, la pasión y el egoísmo. Su hermana Chichi emparejará con René, mientras Julio rivaliza por Margarita con Laurier. Margarita se nos presenta inicialmente como un personaje superficial y egocéntrico.


Con el estallido de la guerra, los Desnoyers sufren diversas influencias. Por una parte, Desnoyers desea proteger su propiedad. Ve la brutalidad alemana, y sufre remordimientos por haber desertado en el año 70. La influencia de Madariaga se desvanece. Por otra parte, desaparece la vida social y sexual que llevaba Julio antes de la guerra. La sociedad se ha transformado:

el hombre refinado y de complicaciones espirituales se ha hundido, quién sabe por cuántos años. Ahora sube a la superficie como triunfador el hombre simple, de ideas limitadas pero firmes, que sabe obedecer ... ya no estamos de moda.
   
Son las mujeres quienes ponen el baremo mediante el éxito sexual: se pirran por los uniformes y los galones (así Chichi con René). Margarita vuelve con Laurier sintiendo la llamada del deber. En efecto, Blasco encuentra que a través de la vanidad de las mujeres hacia los uniformes y los galones se está manifestando un sentimiento más profundo: las mujeres están sintiendo la llamada del deber igual que los hombres, pero su combate está en apoyarles, estimularles y cuidarles, ideas éstas que se encarnan en la figura de Margarita. Todas estas transformaciones llevarán a la muerte de Julio. Por otra parte, al alistarse como soldado se reconcilia con su familia, y su padre visita su estudio, emocionado. Para Julio la guerra será un aprendizaje y una regeneración. Cuando es un oficial herido, es admirado por todas partes. Chichí es feliz al fina aun cuando René está herido y deforme.


En Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, la guerra es una situación límite en la que hay que renunciar al amor, a la familia, a la conciencia de clase misma, que era un móvil tan fuerte en las primeras novelas de Blasco. Los obreros socialistas van a la guerra cantando "La Marsellesa", y la encuentran de un igualitarismo muy bello, "Todos con la mochila a la espalda y comiendo rancho". Roberto, un obrero y antiguo antimilitarista, expone la postura del autor:

Vamos a batirnos por nuestra seguridad y al mismo tiempo por la seguridad del mundo, por la vida de los pueblos débiles. Si fuese una guerra de agresión, nos acordaríamos de nuestro antimilitarismo. Pero es de defensa, y los gobernantes no tienen culpa de ello. Nos vemos atacados y todos debemos marchar unidos.
   
El aspecto superficial de la envidia a los uniformes y las medallas, la gloria militar, se rechaza al final ante la evidencia de la muerte, pero permanece la convicción de que esa muerte nunca es en vano.


Veíamos en La Barraca cómo la lucha del individuo por sobrevivir frente a los intereses de la comunidad aparecía como un empeño loable, aunque condenado al fracaso. La comunidad también tenía su parte de razón, al imponer la solidaridad para defender los derechos, aunque el individuo, Batiste, hubiese de sufrir.


En Los 4 Jinetes ha desaparecido el héroe de las primeras novelas de Blasco, un hombre de voluntad indomable frente a la adversidad de la naturaleza o a la sociedad que exige su eliminación. Ahora esa misma colectividad ha cambiado; ya no se trata de la clase social, sino de la nación. El mérito ya no se ve en la salvaguardia del interés individual, que aparece aquí teñido de egoísmo y mezquindad. Blasco cree que en esta situación límite hay que saber renunciar al individualismo: la deserción no es lícita, y si la patria lo pide hay que resignarse con alegría y convertirse en carne de cañón. Quiere Blasco mostrar cómo en la guerra, en el empeño de una colectividad por sobrevivir, se produce un fenómeno intemporal por el cual todos los miembros del grupo social se unen en un entusiasmo colectivo incomprensible en una época de paz.


Las descripciones escalofriantes de campos de batalla y escenas de conquista de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis no tienen un significado antibelicista. Para Blasco todos esos muertos se dividen en dos categorías: los invasores y los defensores, las bestias alemanas sedientas de sangre y los valientes mozos franceses. La matanza no es insensata: lo es la ideología alemana que ha llevado a ella. Blasco cae en el mismo racismo que denuncia al calificar a Alemania de "pueblo de lacayos"-- aparentemente, todos los alemanes lo son, en un arranque de maniqueísmo deliberado. Hasta el alemán simpático, Blumhardt, fusila jóvenes y viola niñas. Desnoyers evocará al final a los alemanes muertos con este pensamiento: "Bien estás donde estás, pedante belicoso".


Todo en Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis se ve a través de los personajes. No hay "intrusiones del autor", aunque sí hay portavoces del autor, como Tchernoff, el carpintero comunista, que es quien acaba "contestando" al profesor Hartrott; también en III.iv la narración de Desnoyers pertenece prácticamente al narrador. Pero todo lo que se ve, lo que se piensa, lo que se dice, es atribuible a tal o cual personaje. En este sentido el estilo narrativo de Blasco ha evolucionado desde La Barraca. Los principales focalizadores son Julio Desnoyers, antes de ir al combate, presentándonos la inacción-- es él quien ve al consejero alemán como un perro de pelea, o empuñando un sable invisible. La hipocresía de los alemanes se nos presenta así a través de la focalización transpuesta de Julio. También Marcelo actúa como focalizador, y hay otros secundarios (como Argensola, focalizador fiable al principio pero luego ya no de fiar para el lector; Lacour, durante la visita al frente en III.iii). Pero sin embargo el mensaje es obvio, demasiado blanco y negro. La pretensión de objetividad en el estilo narrativo queda malograda, porque Blasco no crea personajes objetivos.


Diría Blasco de esta etapa: "los cinco años de la última guerra los pasé en París trabajando por Francia y sus aliados. Fui un soldado de la pluma".



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