No se hizo el oído para oír. Quien tenga oídos, que oiga.
Resumen: Lucrecio es más un evolucionista
que un protoevolucionista, y en su poema Sobre la Naturaleza aparece
claramente prefigurada o esbozada la teoría
evolucionista de la exaptación, formulada en tiempos recientes por Stephen Jay Gould para explicar el origen y funcionalidad de
estructuras biológicas y órganos. Es una teoría que viene a enfatizar
precisamente lo que sostenía Darwin, y antes que él Lucrecio: que el ojo no se
hizo para ver, ni la pierna para correr.
El poeta atomista Lucrecio es un
importante pensador del evolucionismo, hasta extremos que es fácil
subestimar. Las bases materialistas de su teoría lo llevan a
explicar los fenómenos naturales como resultado de las colisiones de
los átomos y de la formación de estructuras estables, que son las que
reconocemos como cuerpos, y las que somos, por otra parte. Es una
estabilidad provisional, la de estas estructuras, pues para Lucrecio, como para Heráclito. todo
fluye, todo se halla en flujo perpetuo y toda forma tiene su nacimiento
y muerte, desde los seres vivos hasta la fábrica entera del mundo y el
cosmos. Quiero aquí leer más despacio, de su poema Sobre la Naturaleza, un
fragmento del libro IV (versos 822-57), para el que sigo el texto y traducción
de Eduard Valentí Fiol (De rerum
natura / De la naturaleza, ed. bilingüe, Barcelona: Bosch, 1985, p. 376-77). Es el pasaje que titula
el editor "Contra las causas finales":
Illud in his rebus
uitium uementer [auemus] te fugere, errorem uitareque praemetuenter, lumina ne facias oculorum clara creata, prospicere ut possimus, et ut proferre queamus proceros passus, ideo fastigia posse, surarum ac feminum pedibut fundata plicari, bracchia tum porro ualidis ex apta lacertis esse manusque datas utraque [ex] parte ministras, ut facere ad uitam possemus quae foret
usus. Cetera de genere hoc inter quaecumque pretantur omnia peruersa praepostera sunt ratione, nil ideo quoniam natumst in corpore ut uti possemus, sed quod natumst id procreat usum. Nec fuit ante uidere oculorum lumina nata nec dictis orare prius quam lingua creatast, sed potius longe linguae praecessit origo sermonem multoque creatae sunt prius aures quam sonus est auditus, et omnia denique membra ante fuere, ut opinor, eorum quam foret usus; haud igitur potuere utendi crescere causa. At contra conferre manu certamina pugnae et lacerare artus foedareque membra cruore ante fuit multo quam lucida tela uolarent, et uolnus uitare prius natura coegit quam daret obiectum parmai laeua per artem. Scilicet et fessum corpus mandare quieti multo antiquius est quam lecti mollia strata, et sedare sitim prius est quam pocula natum. Haec igitur possunt utendi cognita causa credier, ex usu quae sunt uitaque reperta. Illa quidem sorsum sunt omnia quae prius
ipsa nata dedere suae post notitiam utilitatis. Quo genere in primis sensus et membra uidemus; quare etiam atque etiam procul est ut credere
possis utilitatis ob officium potuisse creari.
A este texto, un
excurso en la descripción que venía haciendo Lucrecio sobre los
sentidos, los pensamientos y los sueños, le añade dos notas el
editor:
29. Lucrecio interrumpe su exposición para
intercalar un ataque contra la concepción finalista del mundo, del
mismo modo que en otros lugares intercala pensamientos antiteológicos
(II 167-183, V 110-234, VI 379-422). 30. Hay que distinguir, pues, las invenciones
humanas, hechas con vistas a un fin y una utilidad, y las obras de la
naturaleza, realizadas sin propósito determinado.
Y traduce así Valentí el texto
latino anterior, en dos párrafos en los que se contrasta la falta de
teleología en los diseños naturales, con la teleología e
intencionalidad de los diseños "inteligentes" o artificiales:
A este propósito,
encarecidamente te prevengo que huyas de un error y lo evites con
cuidado: no creas que las luces de los ojos fueron creadas para que
pudiéramos ver; ni que para poder avanzar a grandes pasos se
articularon muslos y piernas, apoyados en los pies; ni que tenemos
antebrazos ensamblados a los robustos brazos, y manos que nos sirven
desde ambos lados, a fin de poderlos usar para las necesidades de la
vida. Estas interpretaciones y otras del mismo género trastornan el
orden de las causas con un razonamiento vicioso; pues nada ha nacido en
nuestro cuerpo con el fin de que podamos usarlo; al revés, lo que ha
nacido engendra el uso. No existió la visión antes de que nacieran los
ojos, ni la palabra antes de ser creada la lengua; más bien el origen
de la lengua precedió con mucho a la palabra, y las orejas fueron
creadas mucho antes que se oyera un sonido, y, en fin, todos los
miembros, a mi parecer, son anteriores al uso que de ellos se hace. No
pudieron, por tanto, ser creados con vistas a su utilidad. Al
contrario, el venir a las manos, combates, batallas, el desgarrarse los
miembros y ensangrentarse el cuerpo, existió mucho antes de que volaran
los dardos brillantes; y la naturaleza enseñó a evitar las heridas
antes que el brazo izquierdo opusiera el escudo que el arte inventó.
Claro está también que el dar reposo al cuerpo fatigado es mucho más
antiguo que los muelles colchones, y el aplacar la sed es anterior a la
invención del vaso. Todas estas cosas, pues, fruto de la necesidad y de
la experiencia, pueden creerse fomadas con vistas a su utilidad. Pero
aparte están todas las que primero nacieron y después dieron idea de su
uso. En este género vemos en primera línea los sentidos y los miembros;
por tanto, una vez más, mucho falta para que puedas creer que fueron
creados para prestarnos servicio.
Me he referido con la
expresión "diseño inteligente" de estos últimos objetos, los
artificiales y diseñados intencionalmente con vistas a un fin, con el
fin de relacionar la discusión de Lucrecio al actual debate entre
creacionismo y evolucionismo a partir de Darwin (y hasta hoy día).
Lucrecio no evita los extremos chocantes y paradójicos de su doctrina:
los ojos ven, pero no se hicieron "para ver"; corremos con las piernas
pero no se hicieron éstas "para correr", pues (siguendo su
evolucionismo materialista) no se han creado, sino que han surgido, no
se han hecho "para" nada, pues no hay una mente que los haya diseñado
con una finalidad. Estas cuestiones
de
diseños no inteligentes pero que tienen razón de ser las discute de
manera sugerente y acertada Daniel Dennett en una serie de conferencias
y libros. Por ejemplo en esta charla sobre "The Evolution of Purposes":
Daniel Dennett, "The
Evolution of Purposes." Vídeo-conferencia. YouTube (Science at
Melbourne) 18 nov. 2011.
La atrevida afirmación de Lucrecio
extrae las últimas consecuencias de este contraste entre diseños
artificiales y formas naturales,
dentro de lo que le permite la brevedad contundente del pasaje, y
apunta varias dimensiones que hay que explicitar, por el interés que
tienen para una narratología evolucionista—o dicho de otra manera, para
un evolucionismo consciente de la importancia que tiene para su propia
empresa y proyecto la dimensión reflexiva—la atención a la
representación de la evolución como una secuencia de hechos que ha de
tener necesariamente aspectos narrativos y narratológicos. Hablaremos
de el evolucionismo de Lucrecio (y no solamente "de Lucrecio")
a la hora de extraer estos planteamientos de teoría evolucionista, tal
como se ven entendidos desde el evolucionismo actual—que Lucrecio
evidentemente no conocía. Por una parte, el evolucionismo
de
Lucrecio niega que haya fines en la naturaleza, pues la naturaleza en
general no obra mediante una mente, mediante planes, fines, modelos,
proyectos e intenciones. El hombre es un ser natural y en las obras del
hombre la naturaleza (ahí sí) actúa mediante estas modalidades
teleológicas
del hacer. Pero el hombre mismo no ha llegado a ser mediante
estos diseños intencionales: al hombre (ni a ninguna cosa más de la
naturaleza) no lo han diseñado los dioses. Los dioses es algo en lo que
los hombres creen (por naturaleza, además), pero en la naturaleza real
de las cosas no hay dioses que se dedican al diseño. Son los hombres
quienes generan estos sujetos virtuales retroactivamente, interpretando
la acción creadora de las fuerzas naturales como si se debiese a un
proceso intencional como el que anima las creaciones debidas a ellos
mismos.
Por tanto no cabe atribuir las diseños
o apariencias de diseño que reconocemos en las cosas a la acción de los
dioses, y ni siquiera podemos decir que, a pesar de las "razones"
dennettianas que reconocemos en ellas, las cosas de la naturaleza estén
diseñadas por "alguien" ni por algo, cuánto menos "para" algo. ¿Sirven a una función?
Sí, en este sentido no teleológico. ¿Lo hacen tan bien, o mejor (o a
veces peor) que las cosas que se han diseñado intencionalmente, siguiendo un plan, con el fin de servir a
esa función? Sí. Pero la funcionalidad no implica en absoluto un diseño
previo, cuánto menos una larga evolución improbable de formas
imperfectas destinadas a cumplir al fin, perfectamente, esa función, con ese plan
intencional supuestamente trazado miles de años antes por unas mentes
que escapan a nuestra observación. Porque la idea misma de diseño
inteligente de los seres naturales es una patología de la intencionalidad, una falacia retrospectiva, consistente en atribuir intencionalidad a cualquier cosa o proceso que
produce efectos complejos y comprensibles para una mente. Es lo que
Dennett denomina reverse engineering: de alguna manera, siendo
ingenieros los humanos y estando abocados por naturaleza a diseñar cosas
intencional e inteligentemente, tendemos a interpretar todo como la
obra de un diseño inteligente, y entendemos muy mal (sólo un Lucrecio
entre los romanos, y luego un Darwin tras tantos siglos de biología) los
diseños no diseñados por nadie—es decir, los productos espontáneos de
la naturaleza y de la selección natural que exhiben una funcionalidad compleja. Porque en efecto hay un concepto de la
selección
natural en el evolucionismo de Lucrecio: la idea de selección natural
no nació con Darwin completamente hecha y por generación espontánea,
sino que tiene también su evolución. No entraré mucho más en este
aspecto del pasaje de Lucrecio que nos ocupa, pero remito a estos artículos para
tratarlo algo más:
_____. "Hágase (a sí misma) la Tierra:
Sobre el orden autogenerado." Vanity Fea
25 abril 2015.
Para Lucrecio, la naturaleza es
también
un vasto proceso de selección natural de sus propios productos: las
"combinaciones inestables" de átomos que resultan insostenibles
(monstruos, etc.) son desechadas, y sólo las que interactúan
adecuadamente con su medio persisten en un estado de equilibrio
parcial—unos equilibrios imperfectos (y una noción evolucionista en su
conjunto) que recuerdan mucho a los descritos por Herbert Spencer en
First
Principles.
También en Spencer tiene la selección natural este sentido ampliado, y
en absoluto trivial, más allá de la aplicación que hace Darwin del
mismo principio en biología evolutiva.
Últimamente ha habido en biología, por
cierto, mucho debate sobre si es aceptable la noción de selección
natural de los grupos,
los cual es indicativo de que para algunos biólogos el darwinismo (o la
idea que se hacen ellos del darwinismo ortodoxo) es una biblia, y no
una teoría en evolución. Véase este hilo de David Sloan Wilson,
defendiendo la selección grupal en un ecosistema disciplinario hostil a ella:
"Yes, and thanks for asking. Here is an example close to what Wynne-Edwards had in mind..." https://t.co/lqoX7tNbxO
David Sloan Wilson (@David_S_Silson), Twitter 2 de julio de 2019.
Yes and thanks for asking. Here is an
example
close to what Wynne-Edwards had in mind. The groups are populations of
phage virus that prey on E. Coli. Natural selection within groups
favors more virulent strains, but when they become too virulent they
drive their prey... https://t.co/lqoX7tNbxO
Pero no entremos en digresiones.
En el
texto de Lucrecio, y es a lo que iba, aparece claramente prefigurada, o
apuntada, o insinuada, lo que fue la muy correctamente darwiniana y muy
criticada en su momento teoría de la exaptación, formulada
polémicamente por el polémico Stephen Jay Gould. Que viene a decir
precisamente eso (lo que decía Darwin y antes que él Lucrecio): que el
ojo no se hizo para ver, ni la pierna para correr, sino que los órganos
surgen por selección natural con unas funciones, y que luego van
derivando hacia otras, pues nada tiene una sola función. La palabra exaptación
deriva de, y contrasta, con adaptación,
y con ello quiere Gould señalar una posible falacia evolucionista
ligada a la idea básicamente correcta de que los seres "se adaptan" a
su entorno y desarrollan capacidades y órganos extrañamente aptos para
sus funciones—ello podría llevar a pensar que el órgano se originó con
vistas a esa función que tan bien desempeña, y ésa es precisamente la idea que
quiere desmontar Gould—y Lucrecio. Por ponerlo tontamente con un
ejemplo de diseño inteligente, y
espero que se entienda: una cuchara no es un destornillador ideal,
aunque coge bien la sopa; sin embargo, puede usarse también como
destornillador—y si vamos seleccionando las cucharas que mejor hacen de
destornillador y adaptándolas a su nueva función, al final tendremos un
destornillador, que se originó como cuchara.
Esto lo ve Lucrecio (aunque su ojo no
se hizo para verlo). Y no se priva a la hora de ponerlo negro
sobre blanco de un modo tan, digamos, ofensivo para el sentido
común,
que nos da una idea de hasta qué punto se le hizo la luz cuando
comprendió este mecanismo en concreto de la evolución, y este hecho: que la evolución funciona sin
planes, sin diseño, y sin embargo culmina produciendo sistemas
complejos que han sido diseñados por lo que Dawkins denomina "el
relojero ciego".
Tiene, decíamos, una dimensión
narratológica, esta comprensión de cómo son las cosas. No
se hizo el ojo para ver, pues "ver" es lo que hace el ojo ahora, y
cuando se origió lo que resultaría ser el ojo, no había nada que
"viese", no existía "ver".
Señala acertadamente el evolucionismo
de Lucrecio, por tanto, esta falacia de la retrospección, lo
que en inglés se llama hindsight bias, una distorsión retrospectiva inherente a nuestra manera de pensar y en especial inherente a nuestra
manera de pensar el cambio y la evolución: interpretamos lo que fue
aplicando con calzador nuestros conceptos actuales, lo que es,
y proyectamos así al pasado, de modo inconsciente, intenciones y fines
y (es más) fenómenos y experiencias que estaban por hacer, y no
contenidas en ningún archivo atemporal de la Naturaleza. La Naturaleza
cambia y crea novedad, fenómenos emergentes, y realmente estamos
pecando bien poco de falacia retrospectiva al traducir en estos
términos lo que Lucrecio nos quiere decir. Bien avisa a su lector,
Memmio, de que este modo de pensar la evolución, la teleología
creacionista, es un razonamiento basado en una falacia retroactiva,"peruersa
praepostera sunt ratione" —"Estas interpretaciones y
otras del mismo género trastornan el orden de las causas con un
razonamiento vicioso."
Más sobre la exaptación (entendida al
modo de Stephen Jay Gould) puede leerse en los artículos a los que
remito en la bibliografía final, pues sólo quería aquí señalar la
manera en que este concepto evolucionista crucial está apuntado ya en
Lucrecio. Incluyo mis especulaciones al respecto, aparte de las de
Gould et al., pues he tratado de darle al concepto un giro hacia una
consciencia narratológica evolucionista. (Y sigo en eso por supuesto a
Gould mismo, pues se encuentra él entre
los biólogos más conscientes de la dimensión narratológica del
evolucionismo). Sólo quiero apuntar, para
terminar, que
entre los ejemplos de "no-diseño" de Lucrecio asoma uno al que le he
prestado también atención, el lenguaje. "No
existió la visión antes de que nacieran los ojos, ni la palabra antes
de ser creada la lengua", nos dice Lucrecio, y en este credo
materialista la creación de la palabra después de la lengua (de
la lengua de carne) viene en cierto modo a contradecir aquello de
"En el principio era el Verbo."
La
cosmología expuesta en el evolucionismo de Lucrecio es una cosmología
emergente, en la que la complejidad actualmente existente puede
ayudarnos a entender el origen simple de las cosas, pero también puede
nublarnos la visión, y generar, como espejismo producido por la
distorsión retrospectiva, el mundo platónico de objetos ideales que
esperaría su manifestación en la materia, o guiaría al Demiurgo a darle
forma a la materia con esas ideas en mente. Pero la naturaleza no tiene
nada en mente, aunque la naturaleza dé lugar a mentes que se extrañan
de su propia complejidad, y tienden a convertir toda la historia del
universo en un reflejo del presente. El presentismo es otro
nombre para esta falacia de la retrospección que nos impide conocer el
pasado en sus propios términos, sin aplicarle en su propia dinámica las
categorías de lo que llegaría a existir, sí, pero que en aquel momento
ni existía ni estaba en las intenciones de nadie, porque no había nadie
al mando, sino sólo un proceso de autocreación espontánea.
Hay
una lógica común que liga la comprensión de estos procesos, la
emergencia de la novedad y la complejidad, la exaptación, y la ilusión
de teleología o ingeniería inversa. Y es la lógica de la narratividad
en la medida en que va ligada a la comprensión retrospectiva de los
fenómenos—de su historia. Mucho tiempo se ha dicho en humanidades que
entender algo (una institución, una nación, una cultura, un
acontecimiento) es entender su historia. Desde que la biología es
biología evolucionista, lo mismo puede decirse de los seres vivos:
entender una estructura corporal o una especie es entender su historia.
Y en el último siglo la misma consciencia de un evolucionismo
historicista se ha extendido a la física y la cosmología.
Lucrecio ya estaba en cierto modo allí (y tómese esto cum grano salis
precisamente pare evitar la falacia de la retrospección, en su versión
de "todo ya lo pensaron los griegos"). La comprensión de todos los
procesos temporales, de cambio, de evolución, requiere de una
consciencia crítica de su narratividad, de la historia de los conceptos
que aplicamos, y de las posibles falacias ligadas a la retrospección y
a la conceptualización. Toda narración es a su modo una máquina del tiempo,
que permite seguir un proceso o un ser desde su génesis hasta su estado
actual o su disolución. Pero junto con la comprensión que proporciona,
la narración va acompañada de posibles falacias —post hoc non ergo
propter hoc, nos decía Aristóteles— hasta el punto de que la falacia de la
retrospección,o distorsión retroactiva, hindsight bias,
bien podría llamarse la falacia narrativa sin más.
La
retrospección es una operación cognitiva esencial para la comprensión
de los procesos temporales—de hecho crea en cierta medida esos procesos
como tales procesos—pero es una herramienta peligrosa con la que es
fácil cometer torpezas y generar espejismos. No existía el tiempo (tal
como hoy existe) antes de que existiesen la retrospección, y la
reflexión sobre el tiempo y sus procesos. No existía el ver antes
de que hubiese ojos, ni
existían la intención ni la finalidad antes de que hubiese mentes. Como
tantas otras cosas que tenemos delante de los ojos, esto no era fácil
de ver—pero Lucrecio lo vio, y es de justicia, sin atribuir todo lo
aquí dicho a un efecto perspectivístico a posteriori, reconocerle una
cierta
comprensión de la evolución, de la emergencia y de la complejidad, de
la
importancia de la exaptación, y de las falacias inherentes a la
retrospección.
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