emente la signifiación, introduciendo sus apreciaciones personales por medio de una extraordinaria cualidad mimética de su voz.

Resultaría tentador identificar este último rasgo, el carácter proteico de la voz del narrador, con la cualidad similar de la personalidad de Charles Dickens, la misma que le hacía triunfar como actor y como lector público, y que sumía al público en un estado casi hipnótico (190). Pero nos hemos propuesto ceñirnos al texto. Por lo tanto, no extrapolaremos haciendo ahora una valoración de la novela. Hemos dicho que la tensión de su estructura es el reflejo de la insistencia de su significado. Pero no nos corresponde decir si esa estructura es demasiado tensa o el significado demasiado insistente; para que nuestro estudio sea lo más riguroso (lo menos polémico) posible, hemos tenido que limitar sus objetivos. Decíamos en la Introducción que no era nuestra intención el contribuir al debate en torno a Hard Times. Se debe ello a la naturaleza de ese debate, casi exclusivamente evaluativo. No nos interesa en este momento saber si Hard Times es la mejor o la peor de las obras de Dickens, o si es la octava en cuanto a calidad se refiere. Este estudio debe encontrar su lugar entre otros del mismo género que cataloguen de la manera más exhaustiva posible los recursos retóricos de las obras de Dickens, para entender verdaderamente en qué sentido fue desarrollándose su capacidad creativa. A mayor escala, sólo con este tipo de análisis aplicados a obras de todas las épocas y naciones se logrará determinar cómo se ha desarrollado incesantemente, a lo largo de los tres últimos milenios, el lenguaje de la narración.

 

 

 

 

Nota

(190) De hecho, Dickens tenía poderes hipnóticos, que utilizaba a menudo entre su familia y amigos. Véase A. Wilson, The World of Charles Dickens, págs. 152-153. Volver

Bibliografía