George
Herbert Mead
La filosofía del
presente
III.
Los objetos científicos y la experiencia
El proceso del conocimiento sigue para el científico un camino distinto
del que sigue para el epistemólogo. El científico parte de un mundo
material incuestionado, y con objetos incuestionados que aparecen en el
problema del que se ocupa su investigación; a partir de estos pasa, por
inferencia, a la formulación de hipótesis y a las consecuencias que
conlleva, y de ahí pasa a la observación y al experimento con el cual
somete a prueba su hipótesis. Aunque critica sus experiencias
perceptuales y exhibe los errores e ilusiones de la percepción, su
crítica siempre se funda sobre objetos que están allí, y su crítica no
invalida éstos, ya que ha de apelar a ellos como pruebas de los errores
que descubre. En el proceso se pensar su hipótesis sus ideas simbolizan
relaciones en un mundo que está allí, y él busca de modo tentativo
establecer entre ellas interrelaciones que superen los conflictos que
hay entre los objetos y sus significados, o entre los diferentes
significados de las cosas. Por fin, deduce los resultados que se siguen
de su reconstrucción hipotética, y mediante la observación y el
experimento en un mundo incuestionado halla, o no consigue hallar, la
confirmación que busca. Su proceder cognitivo parte un mundo perceptual
aceptado, y pasa por casos excepcionales y significados conflictivos,
hasta el mismo mundo, una vez sus significados se han reconstruido. El
mundo ése, de por sí, nunca lo cuestiona.
El epistemólogo, por otra parte, parte del hecho de que todas las
experiencias perceptuales dependen de la relación entre el mundo y el
organismo, y usa experiencias tales como las ilusiones y los errores de
percepción para localizar perceptos en una consciencia totalmente
separada del mundo de objetos al que se refieren estos perceptos. Esta
posición quedó muy fortificada por la doctrina de la ciencia
renacentista según la cual las cualidades secundarias no pueden
pertenecer al mundo físico del que se ocupa la ciencia física. El
conocimiento, tal como lo concibe el epistemólogo, se propone la tarea
de pasar desde esos estados de conciencia, incluyendo toda la
experiencia perceptual, hasta un mundo ontológicamente separado al cual
parecen referirse esos estados de consciencia. Se ve llevado así a la
conclusión de que hay una referencia cognitiva asociada a toda
experiencia perceptual. La existencia de un mundo al que se refieren
tales estados de consciencia se convierte en el problema del
epistemólogo.
Es importante situar al objeto científico en su relación con el mundo
perceptual, que está, como hemos visto, presupuesto tanto en el
problema del científico como en sus datos experimentales. Ese objeto es
una abstracción de lo que en la experiencia se somete a medición
exacta. Es además una cosa física, es decir, ocupa un volumen de
extensión que concebiblemnte podría traerse al ámbito de una
experiencia manipulatoria. Incluso si nos atenemos al idea de de
Broglie y formulamos la materia en términos de movimiento ondulatorio,
hemos de recaer en una porción definible del espacio que está dentro de
nuestro ámbito de manipulación concebible en la medida en que podamos
medir las ondulaciones. El éter, mientras la ciencia lo mantuvo, podía
concebirse como el material que llenaba este espacio, y se le podían
ascribir a él la elasticidad y la rigidez.
Si nos volvemos a los hallazgos experimentales a los cuales debe apelar
incluso la hipótesis más abstrusa, si con algún resorte se puede apelar
a ellos, vemos que la prueba tiene lugar dentro de lo que he llamado el
área manipulatoria. Nos las vemos aquí con lecturas de indicadores que
reflejan cambios que se hallan a distancia del los cambios que tienen
lugar en el aparato. En el ámbito de esta experiencia manipulatoria,
las perspectivas visuales desaparecen, y podemos alcanzar un alto grado
de exactitud en la medida. Su estructura espacial es, como hemos visto,
la del cuerpo rígido, y en la medida hasta donde alcanzan las pruebas
físicas, la de la geometría euclidiana. Lo que tiene una importancia
especial es que es en este ámbito donde encontramos, de modo directo o
indirecto, nuestros objetos comunes. Por ejemplo, el penique del que
tanto se han ocupado los epistemólogos es el mismo penique para
diferentes observadores y desde ángulos distintos y distancias
diferentes, en la medida en que estos peniques visualmente diferentes
se reconocen como apariencias del mismo penique que cualquiera de los
observadores podría tocar y manejar, bajo el control de su experiencia
visual. Como resultado de un método común de manipulación, de medida y
de localización, las áreas manipulatorias de los diferentes
observadores se han vuelto así idénticas. Es importante reconocer que
aunque cada individuo recibirá del penique una experiencia de presión
en cierto sentido particular y propia, el método de identificar el
penique que todos experimentarán no es particular de cada cual. Es un
procedimiento lógico cuyas entidades y relaciones existen sólo en tanto
en cuanto constituyen un factor universal de la experiencia del
individuo. Es decir, el individuo no hace primero sus propias
mediciones y llega a sus propias identificaciones, para luego comparar
éstas con las de otros y llegar a un objeto común; su método de
determinación se da más bien en términos de un lenguaje que con sus
diversos símbolos llega a exister sólo por el hecho de que el indivudo
asume la actitud común a todos los que están involucrados en el mismo
empeño. Este penique común, empero, llega a alcanzar la realidad de los
hallazgos experimentales sólo si vuelve de modo directo o indirecto a
un algo que sea medible en el área manipulatoria. En la base del
proceso de medición, por supuesto, se encuentra el mecanismo
fundamental de la percepción, en el que las experiencias a distancia
conducen a experiencias de contacto que controlan el entorno en interés
del organismo. Las experiencias de contacto son la realidad de las
experiencias a distancia. El objeto físico, sin embargo, constituye una
interrupción en el proceso biológico primitivo que halla su compleción
en el consumo que requieren las necesidades biológicas del organismo.
Es la mano, bajo el control del ojo, la que es responsable del área
manipulatoria. El objeto manejado está a mitad de camino entre la
visión del alimento y el comerlo. Si el proceso biológico, estimulado a
distancia, pasa al la consumación sin solución de continuidad, no surge
ningún objeto físico en su experiencia. En un sentido biológico, pues,
el objeto físico o manipulado es una realidad mediata. En su
abstracción a partir del consumo es ante todo una herramienta, y más
tarde será la cosa física de la ciencia.
Cuando el experimento de Michelson-Morley, y las dificultades que
salieron a la luz a resultas de la invarianza de las ecuaciones de
Maxwell, hubieron eliminado el éter como cosa física, se le sustituyó
por el éter de la "materia", o por usar el término de Whitehead, el
evento, y el tiempo entró a formar parte de la cosa física como una
dimensión. Ya hemos visto que en el mundo perceptual el espacio y el
tiempo están inevitablemente separados. El movimiento implica algo que
se mueve que sea irrelevante al proceso temporal. Un evento siempre le
sucede a algo. Un resultado sorprendente de los recientes cambios que
han tenido lugar en las ciencias físicas, y de las nuevas teorías a las
que han dado lugar esos cambios, es que el evento ha ocupado el lugar
de la cosa física. En el mundo perceptual y en el mundo de las masas en
movimiento los eventos les acontecen a las cosas. Frente al cambio, hay
cosas que no cambian que son las condiciones del cambio. Es decir, en
el mundo percpetual el espacio y el tiempo están necesariamente
separados. El espacio-tiempo no puede ser la forma de la experiencia
perceptual. Podemos cambiar de una perspectiva a otra, y darnos cuenta
de que lo que desde un punto de vista es reposo, desde otro es
movimiento; pero en cada una de las perspectivas hay cosas permanentes,
irrelevantes con respecto al tiempo, que les dan sentido a los cambios
que tienen lugar en el tiempo. Si las perspectivas pueden reducirse a
diversas apariencias de cosas que han permanecido iguales durante todos
los cambios, la relatividad no llega a hacer presa en la naturaleza de
las cosas; pero si la naturaleza de las cosas se halla en el proceso,
en un sistema de cambios, los diferentes valores que adopta este
proceso desde los diversos puntos de vista de observadores diferentes
pero relacionados entre sí han de afectar a las naturalezas mismas de
las cosas. Y sin embargo no podemos realmente reducir las cosas a
procesos, porque no es posible que tengan lugar procesos que no sean
procesos de cosas, y pueden tomarse medidas únicamente en una
situación en la que hay algo que permanece que es irrelevante con
respecto al tiempo.
Mientras el evento está teniendo lugar, lo observamos, o lo escuchamos
o lo tocamos, pero si podemos completar el comportamiento que inicia,
aislamos la cosa a la cual le está aconteciendo el evento. Pero desde
el punto de vista de la relatividad ningún objeto físico puede aislarse
de lo que le está sucediendo. Si está en reposo en un sistema
consentiente sometido a la medición de un científico, está en
movimiento en otro sistema; y no sólo están variando sus medidas en el
tiempo y en el espacio con las velocidades relativas de los sistemas,
sino que el contenido interno de su masa también varía. No hay nada a
lo que agarrarse excepto a las transformaciones de estas mediciones al
pasar de un sistema a otro y las coincidencias de los acontecimientos
en un espacio absoluto. Ahora bien, esto viene a significar que apenas
hemos agarrado la cosa en un espacio permanente en el cual la podemos
medir y determinar su contenido de masa interno, cuando resulta que
hemos de situarnos a una distancia de ella en otro espacio y determinar
sus cambios debidos a las velocidades relativas de esos dos espacios y
sus sistemas consentientes.
De este modo hemos invertido el orden fundamental de nuestro
comportamiento, y hemos convertido el "qué es una cosa" en una
experiencia a distancia, en lugar de una experiencia de contacto. La
razón de este cambio es evidente. El objeto que se halla en el área de
manipulación le pertenece a la perspectiva del individuo y, en la
medida en que esta área de manipulación puede determinarse mediante
medidas que sean comunes para todos los miembros de la comunidad a la
que pertenece el individuo, al espacio y tiempo del sistema
consentiente del cual es un miembro su organismo en tanto que cosa
física. Es sólo poniéndonos en el sistema consentiente distante como
podemos darnos cuenta de que las distorsiones que sufren los objetos de
ese sistema son las mismas que las que sufre nuestro sistema cuando se
ve desde ese punto de vista. Ya que no existe un espacio absoluto al
cual puedan referirse estos puntos de vista diferentes, como las
perspectivas de la visión podían referirse a una área de manipulación
común, no puede haber una área de manipulación a la cual puedan
referirse estas perspectivas o marcos de referencia. La vara de medir y
el reloj que da la hora local pertenecen al área de manipulación, y las
cantidades que miden variarán de un sistema a otro. No hay una vara de
medir común, ni un reloj común, que todos puedan aceptar. Los
diferentes observadores pueden únicamente usar fórmulas de
transformación mediante las cuales las medidas hechas en un sistema
pueden leerse en térmnos de las que se han hecho en otro. Nos quedamos
con un idioma de señales de luz a distancia que no pueden referir a
ningún objeto común a la experiencia de todos. Es cierto que mediante
la aplicación de las fórmulas podemos aislar un valor constante para el
intervalo entre las coincidencias de acontecimientos en un
espacio-tiempo de Minkowski, y que este valor constante puede
considerarse como la realidad común a la cual se refieren en última
instancia todas las mediciones diferentes hechas desde los puntos de
vista de diversas perspectivas. Este espacio-tiempo, empero, hace
abstracción en la experiencia a distancia de todos los rasgos cuyo
significado se halla en su referencia a un objeto físico común. Sólo
quedan aquellos rasgos de la experiencia a distancia que se refieren a
una forma de cálculo común a todas las diferentes perspectivas. Es esta
abstracción la que hace posible asimilar el tiempo al espacio como una
cuarta dimensión. Para este cálculo lo que es un intervalo de tiempo en
una perspectiva es un intervalo de espacio en otra. Sería un error, sin
embargo, suponer que de este modo hemos pasado a un ámbito de
comunicavión en el cual nuestros símbolos han perfido todo significado
excepto el de referirse a un referente común. De hecho seguimos estando
en un campo visual, con un valor finito para la velocidad de la luz;
sólo que la cosa física a la que se refiere esa experiencia visual se
formula ahora en términos de un valor de cálculo común a un número
indefinido de diversas experiencias visuales.
Una crítica similar puede hacérsele a la teoría según la cual la
energía constituiría la naturaleza de la cosa física. Par el mundo
perceptual debe haber un sistema de cosas, y la energía es la medida de
los cambios que tienen lugar en este sistema cuando se le aplica una
fuerza externa. Sin embargo, los experimentos, y la formulación
matemática en la que la termodinámica ha vestido los resultados de
estos experimentos, han justificado la conclusión de que semejantes
mediciones revelan sólo la energía potencial contenida en el sistema.
Se ha debatido, sin embargo, en qué medida está justificado que
extendamos la generalización de la conservación de la energía, aunque,
como ha señalado Poincaré, siempre podemos suponer que la energía
potencial mantiene la teoría intacta. Cuando, empero, hacemos que esta
energía sea la naturaleza de la cosa, estamos saliendo necesariamente
del mundo perceptual, al igual que cuando sustituimos el espacio y el
tiempo por el espacio-tiempo.
La energía, como el espacio-tiempo, es un valor de transformación.
Seleccionamos un proceso del campo manipulatorio—la cantidad de trabajo
realizada—como medida de la energía; pero lo que se mide no se formula
como una función de la masa del cuerpo; al contrario, la masa misma se
formula en términos de energía. De este modo, cuando reducimos las
cosas físicas ya sea a espacio-tiempo, o a energía, en uno y otro caso
estamos utilizando un proceso de medida en una área perceptual,
manipulatoria, para dar la naturaleza de la cosa física, mientras que
la naturaleza así ascrita a la cosa física no pertenece al campo de la
medición. En un caso en lugar de la cosa instalamos un acontecimiento
localizado en un espacio-tiempo que se encuentra fuera de la
experiencia; en el otro, apelamos, como en la teoría de Ostwald, a un
campo metafísico igualmente remoto de la experiencia.
La reducción de la masa al electromagnetismo nos proporcionaría un
ejemplo más, puesto que de este modo el electromagnetismo y la luz se
remiten al mismo proceso—a saber, el que relaciona a un organismo con
objetos distantes. Si la masa pudiese formularse en términos de
electromagnetismo, habríamos sustituido el valor manipulatorio de un
objeto por su valor a distancia. El que se formulase de este modo, sin
embargo, presupone que estamos usando la formulación ondulatoria del
electromagnetismo y no la corpuscular, y que no nos vemos llevados a
introducir el concepto corpuscular, el fotón, en la teoría de la luz.
Esto nos lleva al programa del profesor Bridgman de reducir rígídamente
todos nuestros conceptos físicos a las operaciones que usamos en las
mediciones (1). Su propuesta equivale al parecer al propósito de
devolver el objeto al área manipulatoria, pero sin interpretar la cosa
física como un volumen de masa en movimiento, sino en su lugar
redefinir la cosa física del área manipulatoria en términos de sus usos
en la medición científica. La sencilla doctrina newtoniana
sencilla la luz y el calor del sol como evidencia de moléculas de
elementos masivos en movimientos violentos; pero los elementos se han
convertido ahora en partículas de electricidad que concebiblemente
pueden definirse enteramente en términos electromagnéticos, y esto
significa que podemos definirlos sólo en términos de formulaciones
matemáticas cuyas constantes son determinadas lecturas de los
indicadores. Las formulaciones matemáticas fijan lo más exactamente
posible las condiciones bajo las cuales podemos obtener esas lecturas
de los indicadores. De este modo estamos obteniendo una imagen no de
los movimientos de cosas manipulatorias, que, en el ámbito de nuestras
observaciones, son las condiciones de nuestras experiencias a
distancia, sino de condiciones ideales de control de las situaciones
manipulatorias en las que estas experiencias a distancia puedan
reproducirse. Si concebimos al sol com hecho de electrones y protones,
podemos presentar en una área manipulatoria imaginada los movimientos
de estas partículas, con sus distancias respectivas y sus velocidades.
Podemos presentar al electrón y al protón como atrayéndose mutuamente y
como separados por la fuerza centrífuga de la increíble velocidad con
la que el electrón gira alrededor del protón. Pero si pasamos a
representarnos al electrón y al protón aplastados juntos en el centro
del sol, liberando así, en forma de radiación, la energía
electromagnética, incluyendo la masa, que es "lo que es" de estas
partículas eléctricas, hemos transformado el material o contenido
manipulatorio de la cosa en una experiencia a distancia. La
indestructibilidad de la masa newtoniana reflejaba nuestra actitud
fundamental de que lo que podemos agarrar es la realidad pemantente de
lo que vemos, oímos o sentimos de otro modo a distancia. Si esta
realidad permanente desaparece en la radiación, y ésta nos viene,
pongamos, en forma de luz y de calor, o de rayos cósmicos, ya no es una
experiencia a distancia de nada.
Lo mismo sucede con los campos de fuerza. Podemos decir que son
acontecimientos pero no hay cosas a las que les sucedan los
acontecimientos en la localización en la que se encuentran.
No estoy expresando nostalgia por los lujos de lo que Whitehead ha
llamado el materialismo del periodo newtoniano. Esa perspectiva sufría
de la bifurcación deplorada por Whitehead, y albergaba todo el nido de
problemas epistemológicos que nos ha expuesto Lovejoy por extenso (2).
Sólo insisto en que sea cual sea la perspectiva que adoptemos sobre los
trascendentales cambios que ha dejado la ciencia en su estela desde que
el electromagnetismo empezó a dominar su investigación y su doctrina,
no podemos apartarnos de los descubrimientos perceptuales que toda
ciencia acepta como su criterio de realidad más básico. Es evidente que
el que la ciencia apele a los descubrimientos perceptuales como su
criterio supone más que una mera confirmación de la experiencia a
distancia mediante la experiencia de contacto; a lo que se apela es más
bien a la ocurrencia perceptual de acontecimientos predichos sobre la
base de una hipótesis, con el fin de confirmar esa hipótesis. La
importancia de la cosa perceptualmente real del campo manipulatorio
aparece cuando un objeto de este tipo puede identificarse bajo la
observación y el experimento en un caso excepcional: tómese por ejemplo
la radiación de los cuerpos negros donde la realidad del objeto como
cosa perceptual ha de haceptarse, por delante totalmente de cualquier
interrpetación de él que pueda proporcionar una hipótesis subsiguiente.
Aquí alcanzamos un algo que se mantiene como objeto que puede sentirse
como algo visto. Es evidente además que la fiabilidad de las
mediciones—de las lecturas de indicadores—ha de asegurarse en el seno
de este mismo campo perceptual. Aun cuando no podamos desplegar el
espacio y tiempo de esta área en el espacio euclidiano de la doctrina
newtoniana, ni subdividir sus cosas perceptuales en partículas masivas
newtonianas, sin embargo de algún modo relacionamos la realidad asumida
de un universo que va más allá de los límites de nuestra experiencia
perceptual, con la realidad decisiva de los hallazgos del científico.
(En curso de preparación - n. del t.)
Notas de la
edición original
(1). The Logic of Modern Physics, en especial el capítulo 1.
(2). "The Revolt against Dualism", passim.
Notas del traductor
(i)