Polibio y el tiempo geológico
Polibio (c. 202-120 a.C.) fue primero rehén
oficial griego en
Roma, e hizo carrera como embajador y diplomático romano. Sus libros
sobre las Historias o Historia Universal cubren
aproximadamente el periodo de formación del imperio romano (bajo la
República) entre los años 220-145 a.C. La lectura de esta obra es interesante en muchos sentidos. Se ha visto en
Polibio, además de a un historiador, a un filósofo político de la historia
y de los procesos sociales y culturales.
Desarrolla
una teoría de los procesos de
formación y decadencia de los estados y las sociedades a mitad de
camino entre la antropología y la teoría política, de modo que
podemos ver en él a un proto-evolucionista, al
menos en el sentido del evolucionismo cultural (Nota 1). Como
pensador político, es un
antecesor de Maquiavelo,
un desengañado y a la vez un posibilista (Nota 2). Podemos
ver en en él un precedente de las teorías constitucionalista de
Montesquieu en su análisis del equilibrio ideal de poderes en un estado. La narración de los hechos y las
observaciones de Polibio sobre los procesos históricos se ven complementadas por
su consciencia metodológica en lo relativo a su narración—por sus
reflexiones no ya sobre la historia sino sobre la historiografía. En un original ensayo de juventud, Oscar
Wilde vio en él el máximo exponente del desarrollo de una visión
crítica de la historia en Grecia (Nota 3).
Considera Polibio la paz uno de los
mayores bienes de la humanidad, pero no el mayor: a veces hay que
avenirse a hacer la guerra, para evitar la servidumbre. Y mucho se hace
la guerra en las Historias de
Polibio, bastante más de lo que parecería estrictamente necesario; pero
su lectura nos hace abrir los ojos sobre la auténtica naturaleza de la
Grecia clásica—que en absoluto era el paraíso filosófico de artistas y
pensadores que Occidente tiende a imaginar, llevado de sus fantasías
intelectuales. En una reseña del
Archipiélago de Hölderlin
leíamos hace poco cómo
esa Grecia idealizada es una ficción creada retroactivamente—pero hay
que leer a Polibio para darse cuenta hasta qué punto estaba dominada
por la brutalidad y la barbarie más repugnantes. Consideraba
Polibio el
dominio romano, la Primera Globalización podríamos decir, como el
acontecimiento clave de la historia reciente y un paso crucial en el
progreso de la humanidad—y a su análisis dedicó
su obra. (Nota 4)
Dado el carácter férreo y explotador del imperio romano,
podría no apreciarse mucho qué ventajas le veía Polibio al dominio romano (al margen de
la
cuestión pragmática de que él se convirtió en uno de los beneficiarios del mismo)—pero hay
que tener presente la larga pesadilla de conflictos permanente, de saqueos y de masacre que describe
Polibio como el estado de
cosas habitual entre los cientos de pueblos, gentes, razas,
ciudades-estado, villas fortificadas y micro-reinos en el periodo
inmediatamente anterior al auge romano. El panorama de guerra
permanente que presenta en sus Historias
da
la medida de en qué puede consistir el progreso, y cómo la pax romana fue un factor beneficioso de integración y un desarrollo positivo, aunque se lograse manu militari.
Polibio
nos habla como un hombre de su tiempo, portavoz de una cultura basada en el
esclavismo. Escribe en el libro IV que "las regiones del Ponto nos
proporcionan de manera abundante y lucrativa lo que resulta
indispensable para la vida: rebaños y muchos hombres reducidos a la
esclavitud; la cosa es bien notoria. Nos aprovisiona también
copiosamente de artículos más bien superfluos, miel, cera y salazón" (Nota 5).
Sin esclavos no hay Roma, sin Roma no hay Polibio, y sin Polibio no
contamos una Historia—así de desagradables son las cosas.
Así pues, hombre de su tiempo era Polibio, pero también era un hombre
con una comprensión de los
acontecimientos muy superior a la de (¿casi?) todos los hombres de su
tiempo. Ya no me refiero a su análisis militar de las campañas, o a su
amplia visión de por qué fue posible el auge romano, basado a su juicio
en la fortaleza de la constitución romana y el equilibrio de poderes
(Nota 6). O
a su amplia perspectiva de la anaciclosis, según la cual las culturas
pasan por momentos de formación, desarrollo, auge, decadencia y vuelta
al caos o a caer bajo el dominio de otros (Nota 7).
Aquí nos vamos a
centrar en otra
de sus grandes intuiciones (en el sentido de intuiciones razonadas). De
estas intuiciones se podría decir que se adelantan mucho a su
tiempo, si no fuese que es Polibio el que hace adelantar a su tiempo
con
ellas. Me refiero ahora en concreto a la noción de tiempo geológico, y
de cómo enfocar su
medición. Si puede decirse que Polibio, hombre de su tiempo, se
adelanta a su tiempo, es porque su comprensión de los fenómenos, su
interpretación y las posibilidades explicativas que apunta, quedan
aisladas y sin desarrollar por una tradición intelectual, y son
ignoradas hasta por quienes (en cierto sentido) retoman este
razonamiento.
Se trata en este caso, en efecto, de una intuición o, mejor dicho, un
razonamiento, al que no le conozco ni paralelos
ni progenie—de hecho, hasta el mismísimo siglo XVII, con las
reflexiones de Edmond Halley sobre la salinidad de los océanos (Nota 8), no
volvemos a encontrar un razonamiento tan avanzado al respecto como el
de
Polibio. Hay que tener en cuenta que entre uno y otro hay muchos siglos
de relato bíblico que, proporcionando una explicación "satisfactoria"
de la historia del mundo y de su dinámica, no incitaba a hacer muchas más reflexiones al
respecto—cuando no conducía la autoridad religiosa a suprimirlas violentamente, como en el
caso de
Giordano Bruno.
Conviene no establecer, empero, una dicotomía tajante entre las
concepciones precientíficas y las científicas, pues cada época tiene en
cierto modo su ciencia—y así la Biblia encontramos una influyente
filosofía del tiempo, o al menos un mapa del tiempo o pensamiento sobre
el tiempo, que en líneas generales se resume en la imagen de la flecha del tiempo. La
historia humana (y la natural) se concibe como un proceso secuenciado
de acontecimientos únicos entre la Creación y el Apocalipsis. Esta
concepción contrasta en principio no tanto con las cosmogonías griegas,
también míticas y en ese sentido mínimamente narrativas y secuenciales,
sino con el pensamiento filosófico griego, más atento a la observación
de los ciclos y regularidades—como puede verse en la noción
aristotélica dominante, que enfatiza la eternidad del cosmos y de la
Tierra. Stephen Jay Gould escribió un libro magnífico (Time's Arrow, Time's Cycle: Myth and Metaphor in the Discovery of Geological Time) sobre la compleja dialéctica entre la flecha del tiempo y el ciclo del tiempo,
y enfatiza la compleja dinámica de estos dos principios en todo
pensamiento relativo a la historia natural. Así, por ejemplo, incluso
en la Biblia podemos encontrar una referencia (en el Eclesiastés) al
mar "que nunca se llena aunque los ríos siempre fluyen a él"—y a la
idea de que todos los fenómenos siguen un ciclo recurrente, y nada
nuevo hay bajo el sol. El mismo Polibio nos proponía, por su parte, una
anaciclosis de las sociedades
políticas, y un surgimiento repetido de la civilización desde sus
ruinas catastróficas—y sin embargo domina en su visión de la naturaleza
la noción del cambio, lento pero constante, de los terrenos y paisajes.
Es ésta una noción que lo aproxima a las teorías del tiempo profundo—el
tiempo geológico—y del gradualismo evolucionista, al menos en materia
de geología, aunque en materias de historia humana su pensamiento
tienda a la antropología abstractiva y al pensamiento cíclico.
Y es que conviene estar atentos a la dinámica compleja de los
pensamientos, y a las corrientes cruzadas. Gould señala, con respecto
al razonamiento de Halley sobre la edad de la Tierra, que su gran
contribución a la geología moderna no venía sólo dada por su lucha
contra el literalismo bíblico de la Creación y su cronología
concomitante—una breve historia de menos de 6.000 años—sino también, e
igualmente importante, por su oposición a la doctrina aristotélica de
la eternidad cíclica de los procesos. Para contrarrestar esta idea
aristotélica, se hacía necesario no sólo establecer un tiempo largo y
profundo y unos razonamientos que desbordasen el relato bíblico, sino
también hallar una medida geológica capaz de medir un desarrollo
constante pero limitado, haciendo un lugar en su explicación tanto a la
larga duración—larguísima duración—de los procesos geológicos, como a una duración en última instancia limitada.
En esta dialéctica entre procesos cíclicos y constantes, y procesos
únicos e irrepetibles, hay algo de conciliación entre la historia
bíblica unidireccional, y el pensamiento filosófico sobre los ciclos.
También halla Gould algo de esa conciliación, y por tanto una
aportación considerable al pensamiento geológico, en una obra que ha
sido más desacreditada por los geólogos debido al mayor literalismo
bíblico que la anima—la muy obviamente desfasada Telluris Theoria Sacra de su coetáneo Thomas Burnet.
En Polibio podemos quizá detectar una voluntad comparable de conciliar
o de al menos hacer compatibles los procesos cíclicos y los procesos
históricos unidireccionales—en el sentido de que los pequeños ciclos
geológicos observables producen a la larga transformaciones del paisaje
sólo captables mediante el razonamiento comparativo y deductivo. Y,
conversamente, los acontecimientos aparentemente singulares e
irrepetibles de la historia humana (los que constituyen la historia de
batallas e imperios) pueden percibirse desde el razonamiento superior
del historiador como episodios de un proceso cíclico que escapa a la
percepción de quienes viven esos acontecimientos. Es posible que
Polibio no estuviese satisfecho con las explicaciones aristotélicas
sobre la eternidad del mundo por considerarla incompatible con los
procesos geológicos por él deducibles. O que buscase conciliar este
pensamiento cíclico con otras teorías filosóficas más unidas a la
noción de una historia natural de acontecimientos singulares—por
ejemplo la noción estoica de una conflagración final en la que se
consumiría el mundo. En todo caso es perceptible en su pensamiento la
inquietud dialéctica que lleva al sabio a ir más allá de los fenómenos
evidentes, a percibir ciclos históricos invisibles para la historia
recordada, y a intuir procesos geológicos gradualistas de larguísima
duración, que contrastan con la aparente naturaleza cíclica y
recurrente de los fenómenos naturales.
Las reflexiones geológicas de Polibio se hallan en un excurso auxiliar
del libro IV de las Historias—vienen
al hilo de una descripción de la situación de Bizancio, y de la
importancia estratégica de esta ciudad. Polibio relaciona esta
importancia estratégica con su
situación geográfica, con una discusión muy detallada de por qué el
Bósforo es el punto estratégico que permite dominar la navegación, y
por qué una ciudad que esté en la orilla oeste del Bósforo tiene, por
la configuración de la costa y el sentido de las corrientes, unas
ventajas para la navegación que no tiene la ciudad de enfrente situada
en la orilla este. En los análisis que Polibio hace de las campañas y
en sus descripciones de las batallas a lo largo de todas las Historias
también se aprecia una consciencia muy atenta a la configuración del
terreno, sus peculiaridades y accidentes, y las consecuencias que
tienen para la acción humana. Sin duda su experiencia de primera mano,
unida a sus extensos viajes, viene a complementar una capacidad de
observación y de razonamiento verdaderamente excepcionales.
El análisis geoestratégico de la situación de Bizancio es de por sí fascinante
por su originalidad, pero todavía más cuando consideramos las
reflexiones geológicas a que da lugar.
Desde luego que contienen éstas
varias inexactitudes—por ejemplo, Polibio desconocía que a la corriente
superficial del Bósforo que va del Mar Negro ("Ponto Euxino") al Mar de
Mármara y al Mediterráneo se ve compensada en gran medida por una
corriente submarina (Nota 9),
invisible para la navegación, que va en sentido contrario, del Mar de
Mármara al Mar Negro. Tampoco participa Polibio de la teoría o historia
(sea
correcta o no) según la cual hubo una gigantesca inundación procedente
del Mediterráneo que dio lugar al Mar Negro, tras una apertura
catastrófica del Bósforo. Precisamente el interés de su reflexión está
en el gradualismo y en el tiempo profundo geológico, y hasta apunta una
manera de medirlo (una medición algo más complicada en la práctica),
comparando la diferencia de salinidad de los mares.
Con respecto al tiempo
geológico y a las
transformaciones lentas del paisaje podemos mencionar otro pasaje
clásico, con muchas menores pretensiones de ser una teoría
geológica—apenas más que las del mencionado pasaje del Eclesiastés
sobre los ríos que nunca llenan el mar. Se trata de
un pasaje de la Eneida, donde Virgilio describe el estrecho de Messina, y su formación a lo largo del
tiempo. Hay una variante del mismo de la Jerusalén Liberada de Tasso, que lo
homenajea. En
un artículo sobre Samuel Beckett, que parece hacerse eco de ambos,
comento algo más al respecto (Nota 10).
Pero veamos en el texto
de las Historias la
descripción que hace Polibio de la geografía y "larga
historia" del Ponto. Destaco en negrita las ideas que me parecen más
llamativas. (Y en cursiva mis
comentarios. La
traducción es de Manuel Balasch, e incluyo, tras las mías propias, sus
notas correspondientes a este texto, debido a su utilidad para la
comprensión del mismo). (Nota 11).
Lo que llamamos Ponto Euxino tiene un
perímetro de cerca de veintidos
mil estadios y dos embocaduras, situadas una frente a otra, la de la
Propóntide y la del Lago Meótido (95); esta última tiene un perímetro
de ocho mil estadios (96). Muchos grandes ríos de Asia y otros todavía
más caudalosos y en mayor número, europeos, desembocan en estas dos
cuencas; la del Lago Meótido, rebosante por estos ríos, vierte en el
Ponto Euxino por una de sus bocas, y del Ponto Euxino a la Propóntide.
La embocadura del Lago Meótido se llama Bósforo Cimerio (97); tiene
unos treinta estadios de ancho y sesenta de largo; toda ella es poco
profunda. La boca del Ponto se llama, paralelamente, Bósforo Tracio; su
longitud es de ciento veinte estadios, su anchura no es en todas partes
la misma. El paso que hay entre Calcedonia y Bizancio, situadas a
catorce estadios una de otra, empieza en la embocadura de la
Propóntide. Por el lado del Ponto Euxino empieza en el llamado Hierón
(98), en cuyo lugar dicen que Jasón cuando regresaba de la Cólquide
ofreció un primer sacrificio a los doce dioses. Está situado en la
costa de Asia, a una distancia de doce estadios de Europa, donde se
levanta, precisamente enfrente, el Serapeo de Tracia.
Dos son las causas por las cuales el agua fluye continuamente del Lago
Meótido y del Ponto Euxino. Una de ellas es obvia y evidente a todo el
mundo: si muchas corrientes caen dentro de la circunferencia de unos
recipientes limitados, entonces el nivel del agua sube continuamente.
Ésta, si no encuentra salida por ninguna parte, necesariamente se
elevará cada vez más y ocupará un área cada vez mayor de la cuenca.
Pero si hay salidas, el agua sobrante irá creciendo y se verterá
ininterrumpidamente por estas bocas. La segunda causa es que los ríos
aportan gran cantidad de material de aluvión de todo tipo hacia las
cuencas en cuestión; ello es debido a la intensidad de las lluvias.
(Una nota al pasar: obsérvese que
Polibio no parece creer en la alimentación subterránea de
los ríos, teoría clásica—aparece en Séneca, por ej.— que gozaría de
gran predicamento hasta la época moderna, en Thomas Burnet y otros. Ver
La
Gloriosa y los ríos sagrados [Nota 12]).
Entonces el agua se ve obligada a
desplazarse por la presión de los
bancos que se acumulan, y por eso crece continuamente, y se vierte de
la misma manera por las desembocaduras existentes. puesto que el
depósito y el vertido de materia de aluvión son incesantes y continuos,
se sigue de ahí que también ha de ser constante y continuo el vertido
por las bocas. (La verdad de
esto no
queda desmentida, antes bien al contrario, por el hecho de que las
corrientes subterráneas del Bósforo antes mencionadas también
aportan aluvión arrastrado por el fondo del mar hacia el Mar Negro,
según han mostrado los recientes estudios de la Universidad de
Leeds—ver Wikipedia, "Bosphorus").
Éstas son las razones verdaderas por las cuales el agua del Ponto
Euxino vierte hacia afuera. Su credibilidad se funda no en narraciones
de comerciantes, sino en una explicación natural: no sería fácil
encontrar otra más exacta.
Puesto que nos hemos detenido en este punto, no hay que dejar nada que
no se haya fundamentado, ni tan siquiera lo que está en la propia
naturaleza, que es lo que suele hacer la mayoría de los historiadores;
debemos usar más de una exposición apodíctica (99), pero no dejar
dificultades a los interesados en nuestra investigación. Esto
es lo indicado para nuestra época, en la que todos los parajes se han
convertido en accesibles por tierra o por mar, y no sería adecuado usar
como testigos de regiones desconocidas a poetas y mitógrafos. Esto
lo han hecho casi siempre nuestros predecesores, quienes, según el dicho
de Heráclito, "aportan como garantías, en puntos discutidos, a unos que
no merecen crédito" (100). Debemos intentar que nuestra historia
ofrezca por sí misma confianza a sus lectores. (Aunque
no quedan claras las fuentes usadas por Polibio, al margen de la propia
experiencia y de las "narraciones de comerciantes", hay que resaltar la
voluntad aquí manifiesta de asentar el conocimiento en el saber
acumulado y comunicable, y en las
nuevas fuentes disponibles; así como la consciencia clara de que el
conocimiento del mundo físico y la interpretación de los fenómenos
progresan históricamente, gracias a las comunicaciones y en parte
gracias al nuevo orden político romano, globalizador, que es el tema de
la obra de Polibio—ahora "todos los parajes se han convertido en
accesibles" y no podemos ya escribir como antes; hay la consciencia de una historicidad de las
explicaciones:
las que eran adecuadas o suficientes antes ya no
lo son
ahora, pues la información circula de otra manera. Y esto tiene
consecuencias tanto para las explicaciones políticas, como para las
históricas o las geológicas. Aunque Polibio no cita explícitamente a la que
parece ser su fuente principal, Estratón de Lámpsaco—ver Walbank 490).
Afirmamos, pues, que ya antiguamente, y también ahora, en el Ponto
Euxino se acumula material de aluvión y que, con el tiempo, él y el
Lago Meótido se llenarán por completo si continúa la misma disposición
de estos lugares y las causas de este acumulamiento van actuando
ininterrumpidamente. Efectivamente: el
tiempo es ilimitado, (El
tiempo nunca es ilimitado, diríamos hoy, pero sin embargo podemos
apreciar esta supuesta infinitud del tiempo como una nueva percepción
de la escala geológica de los fenómenos temporales, ilimitados en
relación a las medidas humanas) pero las cuencas son limitadas por
todos lados. Luego es evidente que por mínima que sea
la acumulación, con el tiempo se llenarán.
Es ley de naturaleza que una cantidad limitada que crece o decrece
continuamente durante un tiempo ilimitado, aunque se haga en
proporciones mínimas, forzosamente llegue al término previsto segu nsu
sentido. Y si el aluvión que se acuula no lo hace en cantidades
mínimas, sino muy grandes, esto que anunciamos ocurrirá dentro de poco.
Y se ve que ha ya ocurrido, pues el Lago Meótido ya ahora se ha
rellenado; en su mayor parte tiene de cinco a seis brazas de
profundidad, y no es navegable por naves de gran calado si no las guía
un práctico. Al principio era un mar que comunicaba con el Ponto
Euxino, según el testimonio unánime de los antiguos, pero ahora es un
lago de agua dulce, pues la del mar se vio impulsada por aluviones, y
ha prevalecido el agua de los ríos. Algo semejante ocurrirá en el Ponto
Euxino, es
más, ocurre ya, pero todavía hay muchos que no lo comprenden por la
enormidad de su cuenca. (Ejemplo
de una comprensión gradualista que permite ver la similitud de
fenómenos análogos, una vez se tiene en cuenta la escala geológica del
tiempo). Pero ya ahora es
claro este hecho a los que se
detienen algo a observarlo, por poco que sea. (Obsérvese:
los fenómenos geológicos son para Polibio observables en sus
transformaciones, aunque la observación haya de venir de razonamientos
analógicos entre procesos que se hallan en distinta fase, y no de la
percepción directa—como muestra a continuación con su interpretación de
la forma de las barras).
En efecto, el río Danubio,
procedente de Europa, desemboca en el
Ponto por numerosas bocas, y frente a él se ha formado una barra de
casi mil estadios, que dista de tierra firme un día de navegación; esta
barra se ha formado por el aluvión transportado desde las bocas. Los
que navegan por el Ponto Euxino corren, aun en alta mar, por encima de
esta barra, y por la noche embarrancan en estos lugares, de los que no
se han apercibido. Los navegantes llaman a este paraje Stethe
(101). He aquí la causa que, según parece, hace que el limo no se
detenga junto a la tierra firme, sino que es empujado mucho más lejos.
Mientras las corrientes de los ríos, por la fuerza de su empuje,
dominan y desplazan el agua del mar, es inevitable que la tierra y todo
lo que transportan las corrientes se vea impulsado y no encuentre
reposo ni estabilidad. Pero cuando las corrientes ya se diluyen por la
profundidad y la masa de las aguas marinas es lógico que el limo caído
hacia abajo por ley natural, se detenga y adquiera consistencia. Por
esta razón las barras de los ríos grandes e impetuosos están lejos, y
las aguas próximas a la tierra son profundas; las barras de los ríos
pequeños y débiles se forman junto a las mismas desembocaduras. Esto
resulta evidente especialmente en las épocas de las grandes lluvias:
entonces aún las corrientes pequeñas, cuand por su fuerza vencen al
oleaje, empujan el limo mar adentro, de modo que en cada caso la
distancia resulta proporcional a la fuerza de las corrientes que
desembocan. Sería necio dudar de las dimensiones del banco citado y de
la cantidad de piedras y tierra que el Danubio transporta, cuando
tenemos a la vista que un torrente cualquiera se abre paso en poco
tiempo por lugares abruptos, y arrastra toda clase de maderas, tierra y
piedras, y forma unas barras tan enormes que a veces varían el aspecto
de los lugares y en poco tiempo los convierten en desconocidos.
Por todo
ello no es natural
extrañarse si unos ríos tan caudalosos y tan rápidos en su influencia
ininterrupida producen el resultado antedicho y acaban por rellenar el
Ponto Euxino. Si se razona correctamente, se ver claro que esto es ya
natural, sino ineludible. Una señal de lo que
va a ocurrir: en el mismo grado que ahora el Lago Meótido es más dulce
que el Mar Póntico se ve que éste difiere del Mediterráneo. Esto evidencia que cuando
el tiempo en que se ha llenado el Lago Meótido alcance una duración
proporcional al tiempo que exige la cuenca en relación a la otra,
ocurrirá que el Ponto Euxino se convertirá en un lago limoso y dulce,
exactamente comparable al Lago Meótido. Y hay que suponer que éste se
llenará más velozmente, por cuanto son más numerosas y mayores las
corrientes de los ríos que desembocan en el Ponto Euxino (102).
Teníamos que
decir esto a quienes
son escépticos acerca de si se rellena ahora y si se rellenará el
Ponto, y si este mar será como un estanque cenagoso. Y había que
decirlo, todavía más, ante los embustes y las fantasías de los
navegantes, para que, por nuestra inexperiencia, no nos veamos en la
situación de atender puerilmente a cualquier cosa que se nos diga. Si
disponemos de algún rastro de verdad, por él podremos juzgar si lo
dicho es verdadero o falso.
A
continuación pasamos a tratar de la ventajosa situación de los
bizantinos. (...)
La explicación de Polibio no
sólo es una explicación
innovadora y clarificadora, sino que también es una teoría,
término con que queremos señalar no sólo su capacidad de observación o
interpretación al dar la explicación, sino también su autoconsciencia
metodológica, relativa al valor de las hipótesis en relación con las
observaciones guiadas por la propia interpretación. Es decir, Polibio
es consciente de que está explicando los fenómenos de manera diferente,
más elaborada, con una elaboración hecha posible por las nuevas
comunicaciones globales y la accesibilidad a la información
posibilitada por su gran tema, el establecimiento del imperio romano.
En suma, su explicación es
a) una teoría falsificable
experimentalmente u observacionalmente, y
b) una teoría que permite hacer
predicciones —que podrían ser comprobadas en su momento—sobre la
base de analogías establecidas entre fenómenos similares.
Evidentemente, no encontramos en Polibio estudios detallados ni tablas
de mediciones precisas de la salinidad comparativa de los mares, ni de
las tasas de sedimentación de residuos. Pero una ciencia ha de empezar
por un razonamiento, antes de pasar al experimento y a la tabulación.
Por otra parte, en la actualidad se valora más el poder explicativo y
la naturaleza científica de las narraciones en los estudios de ciencias
naturales, en especial en lo que toca a procesos evolutivos y en
concreto geológicos (Nota 13).
Lo auténticamente llamativo, al margen de lo más o menos acertado
de las hipótesis o de la corrección de los datos, es que Polibio parece
ser en gran medida consciente de estos aspectos
metodológicos—y
allí hay otro punto de originalidad y clarividencia
en este autor, aun si no pasan sus observaciones de un excurso y no se
convierten formalmente en un tratado de metodología científica. La
consciencia del gradualismo y del tiempo profundo va unida en Polibio,
de modo
significativo, a la penetración y originalidad de su razonamiento
geológico—algo que no de modo casual nos recuerda al nacimiento de la
geología científica moderna, en las obras de James Hutton y de Charles
Lyell (Nota 14).
Oponiéndose al catastrofismo de Cuvier y de Buckland, Lyell fue el
autor que sentó
definitivamente la
importancia geológica de los procesos graduales y del tiempo profundo
en el pensamiento moderno sobre la geología y la evolución de los
fenómenos naturales. Pero hay que encontrar la medida justa entre
catastrofismo y gradualismo, entre la comprensión de los ciclos y la de
los desarrollos lineales, y entre la profundidad diferente de los
ciclos humanos y de los ciclos geológicos. El gradualismo, aun siendo
una catastrófica
revolución científica, tampoco surgió de la nada, sino que tiene raíces
intelectuales posiblemente no obvias, y un desarrollo... gradual. Y
Polibio es uno de los gigantes—gigantes
invisibles, a veces—a hombros de los cuales se levanta el pensamiento
científico.
—oOo—
NOTAS
(Nota 1). Ver
mi nota "Evolución, anaciclosis, y dialéctica social de la historia". Incluyo
en la
bibliografía una serie de notas y artículos míos sobre otros aspectos
del historicismo y evolucionismo de Polibio—así como sobre algunas curiosidades
de sus Historias. Se halla
entre ellos la versión preliminar de este artículo.
(Nota 2). Ver
mi nota sobre "Maquiavelismo religioso en Polibio".
(Nota 3). Wilde,
"The Rise of Historical Criticism". Ver
al respecto mi artículo "Retroperspectiva y perspicacia".
(Nota 4). Utilizamos la traducción de
Manuel Balasch de las Historias de Polibio (Madrid:
Gredos, 1982). reimpresa (Biblioteca Gredos, 61-63; Barcelona: RBA,
2007).
(Nota 5). Polibio, Historias, vol. 1, p. 412.
(Nota 6). El celebrado análisis de Polibio sobre
la constitución
romana, uno de los hitos de la reflexión política en Occidente, se
encuentra en el libro VI de las Historias
(vol. 3 de la edición utilizada).
(Nota 7). Ver mis
observaciones sobre el
evolucionismo cultural y político de Polibio en "Evolución,
anaciclosis, y dialéctica social de la historia".
(Nota 8). Stephen Jay
Gould ("On Rereading
Edmund Halley") encuentra en Halley una primera aproximación científica
a la cuestión del tiempo profundo y su medición mediante el estudio de
la salinidad de los mares. La teoría de Halley, empero, ignora ciertos
aspectos cíclicos relativos a la deposición de sales (como bien señala
Gould) y por ello no es mucho más
acertada ni elaborada que la de Polibio.
(Nota 9). Véase
"Bosphorus" (Wikipedia).
(Nota 10). Ver
mi nota "Beckett between Scylla and Charybdis."
(Nota 11). El
pasaje comentado aparece en el Libro IV de las Historias de Polibio (Biblioteca
Gredos, 61-63; Barcelona: RBA, 2007), vol. 1, pp. 413-18.
(Nota 12). De las teorías sobre corrientes
subterráneas se habla por extenso en The
Road to Xanadu,
de John Livingston Lowes. Ver también mi nota
"La Gloriosa y los ríos sagrados". Una observación cabe hacer sobre la
analogía entre el Mar de Azov y el Mar Negro que seguidamente pasará
Polibio a desarrollar más por extenso. Polibio es consciente de que aun
siendo los fenómenos geológicos cada uno un casos único y singular,
pueden establecerse válidamente analogías entre ellos (así el mar de
Azov es en cierto modo un pequeño modelo analógico para el Mar
Negro)—analogías que (fundadas en la abstracción) permiten desarrollar
un estudio científicamente fiable y experimentalmente comprobable. En
su artículo sobre Edmond Halley, Gould señala cómo Halley también es
consciente de este problema metodológico, y de su solución.
(Nota 13). Reitsma (2010) señala la importancia de las narraciones
científicas como método comunicativo y divulgativo, además de
interpretativo, sobre la base de los datos. Hay que enfatizar también
la importancia de una narratividad previa
que articula la comprensión de los datos y posibilita la organización
de un mapa conceptual sobre el que asentar las hipótesis, experimentos
y mediciones. En Time's Arrow
Gould enfatiza esta dimensión digamos figurativa o representacional de
la actividad científica, al privilegiar las metáforas de la flecha del tiempo y del ciclo del tiempo
como marcos cognitivos previos a la formación de teorías y de
experimentos, y orientativos con respecto a ellas. Lo mismo podemos
decir de los marcos narrativos, ya sean heredados de los mitos, o
basados en el razonamiento y la observación de los procesos como es el
caso de Polibio.
(Nota 14). Hutton, Theory of the Earth; Lyell, Principles of Geology.
Sobre
el gradualismo de Lyell y su contexto, ver el artículo de Sequeiros, y
el libro de Hallam. Sobre los precedentes de la geología
historicista científica y del tiempo profundo antes del siglo XIX, ver
los artículos de
Schneer y de Beltrán, así como el libro de Gould. Es de notar la finura
del análisis de Gould, que (contra lo que podría esperarse) encuentra
que el desarrollo de la noción científica del tiempo geológico en
Hutton y en Lyell se debe no precisamente a su deseo de enfatizar la flecha del tiempo, sino a su consciencia de los procesos cíclicos,
y a la necesidad de encontrarles un lugar adecuado y una ubicación
proporcionada—siendo así que la noción geológica de tiempo profundo va
unida de modo más intuitivo, al menos hoy en día, a un secuencialismo
irrepetible tal como se expone por ej. en las grandes historias
de la evolución cosmológica escritas por Eric Chaisson o por David
Christian. En Polibio una consciencia de los fenómenos cíclicos en la
naturaleza (esperable en su tiempo) unida a dos percepciones más
excepcionales a gran escala temporal: la de los grandes ciclos en los
asuntos humanos, y la de la lenta secuencialidad de los fenómenos
geológicos.
Notas de la edición de Manuel Balasch al texto citado:
(95) Son el Mar de Mármara, entre el Helesponto y el Bósforo de
Tracia, y el actual Mar de Azov, respectivamente.
(96) Notan los comentaristas que las dimensiones indicadas por Polibio
en todo este capítulo son notablemente próximas a la realidad.
(97) Hoy es el estrecho de Yenikale. El otro es el Bósforo propiamente
dicho, delante de Constantinopla.
(98) Templo dedicado a Zeus Ourios (=limítrofe), en la costa asiática.
(99) Esta terminología de la época significaba exposición acompañada de
pruebas. Referente a esto puede leerse con provecho DÍAZ
TEJERA, Polibio,
págs. LXXXV-XCI.
(100) Este fragmento de Heráclito no es conocido únicamente por este
texto de Polibio. Cf. H. DIELS, Fragmente der Vorsokrätiker,
I, Berlín, 1951, pág. 149. Si Polibio ha leído directamente a Heráclito
o bien ha tomado la cita ya de otro autor, por ejemplo, Eratóstenes,
cf. WALBANK, Commentary, ad loc.
(101) Término griego, cuyo significado es "los pechos".
(102) El Dnieper, el Dniester.
—oOo—
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