'Silence Once Broken':
Metalenguaje y Clausura Narrativa en Beckett
José
Ángel García Landa
Universidad de Zaragoza
Publicado originalmente en Miscel-lània
homenatge Enrique García Díez (Valencia:
Universidad de Valencia, 1991), págs. 117-28.
The most ideal tautology presupposes a relation and the affirmation of
equality involves only an approximate identification, and by asserting
unity denies unity.
Beckett, Proust
No silence discusses the ineffable.
Kawin, The
Mind of the Novel
Samuel Beckett es uno de los raros autores donde la literatura parece
llegar a un límite posible, al límite mismo que
le marca su condición de discurso, y nos deja entrever la
indiferencia del silencio que, según Molloy, es el material
del cual está hecho el universo. Podemos pensar en
el silencio como una manifestación del caos que Beckett
quiere acomodar en el interior de su escritura. Beckett
concibe el arte como una tensión entre el caos y la
forma. El arte tradicional se caracterizaba por exorcizar el
caos, mantenerlo fuera de la obra. En nuestra
época, arguye Beckett, el arte debe acomodar el caos dentro
de sí. (1). Pensemos
momentáneamente en el caos como "lo excluido" o, en
términos derrideanos, lo marginal, los
suplementario. Beckett lo acomoda de muy diversas formas en
sus obras. Por ejemplo, transponiendo al interior de la obra
el tanteo que se da en la interpretación de la misma, la
hipótesis que se crea y luego se rechaza como
inadecuada. En este sentido, el Innombrable está
hecho de este "material de desecho" que se da en toda
interpretación, y es el primer lector de sí
mismo. Otros elementos marginales y caóticos que
se adhieren parasitariamente a la literatura son los límites
de la palabra por adición o por supresión: la
verborrea y el silencio. También estos pasan al
interior de la escritura. Bernal (1976: 225)
señala en la novela de Beckett dos tendencias
contradictorias en tensión permanente: la de tomar la
palabra y la de huir de las palabras. El lenguaje aparece a
la vez como una tentación y como una plaga que hay que
suprimir. Existe sin duda una relación profunda
entre la amenaza del silencio y ciertos rasgos de la obra de Beckett
como son el absurdismo, el furor combinatorio, la autocancelacion
irónica--rasgos que hacen a la palabra volverse contra
sí misma, declararse nula. La palabra
justa, la diseminación lingüística y la
afasia se interaniman aquí mutuamente. El silencio mismo es
un elemento fundamental y un principio formal activo en toda la obra
beckettiana, tanto en la teatral como en la
narrativa. Szondi (1963) ha analizado la evolución
del lenguaje teatral desde los grandes parlamentos y soliloquios de las
obras clásicas hasta la amenaza del silencio en la obra de
Beckett. Surgiendo a partir de pequeñas pausas
tensas en el teatro del siglo XIX, el silencio se vuelve casi un tercer
actor en Waiting for
Godot, donde la acotación
más frecuente es "Silence". Según Alan Schneider,
uno de los principales directores de obras teatrales de Beckett, "His
pauses are as much a part of the text as the words themselves"
(Schneider 1979: 183). Los parlamentos de Waiting for Godot
son, además, más breves que en cualquier otra
pieza teatral. El silencio domina de otra manera obras como
los mimos Acte sans paroles 1 y 2, la miniatura sin actores Breath, o
bien Quad,
la obra para televisión donde figuras encapuchadas
idénticas siguen un recorrido obsesivo sin encontrarse nunca
ni mediar palabra.
En la narración beckettiana, en cambio, el silencio no puede
estar presente como tal: sólo nombrado, como polo virtual
opuesto a la presencia necesaria del discurso. En efecto,
Beckett no ha escrito nunca el libro en blanco, a la manera del Essay on Silence
de Elbert Hubbard, con el que muchos críticos mordaces
sospecharon que culminaría su obra. (2).
El silencio está utilizado como trasfondo y tema, como punto
de fuga ideal e imposible. Un proyecto estético
comparable ya se esboza con una buena dosis de ironía en la
novela inédita de 1932 Dream
of Fair to Middling Women:
The experience
of my reader shall be between the phrases, in the silence, communicated
by the intervals, not the terms, of the statement . . . his experience
shall be the menace, the miracle, the memory, of an unspeakable
trajectory. (Beckett 1983: 49)
Y en la teoría estética esbozada en su carta a
Axel Kaun del 9-7-37, Beckett expresa el deseo de ir más
allá de la materialidad de las palabras, y crear una
escritura más musical que referencial,
wie z. B. die
von grossen schwarzen Pausen gefressene Tonfläche in der
siebten Symphonie von Beethoven, so dass wier sie ganze Seiten durch
nicht anders wahrnehmen können als etwa einen schwindelnden
unergründliche Schlünde von Stillschweigen
verknüpfenden Pfad von Lauten . . .
y aspira a burlar la palabra mediante la palabra, y distorsionar los
medios artísticos convencionales para "vielleicht ein
Geflüster der Endmusik oder des Allem zu Grunde liegenden
Schweigens spüren können" (Beckett 1983: 53).
En The
Unnamable, el silencio es, por contraste con la
palabra insuficiente del narrador, símbolo de la identidad
inalcanzable, de la última presencia ante
sí. Beckett explota aquí una
analogía cara al pensamiento filosófico
tradicional (cf. Derrida 1971: 180), usándola de
una manera sorprendentemente rica y pura. El conflicto entre
la palabra y el silencio es una constante temática en
Beckett. Sus personajes no parecen encontrar el
término medio entre el mutismo y el torrente de lenguaje:
recordemos a Lucky en Waiting
for Godot. Esta tensión
entre la palabra y el silencio ya es el tema central de "Assumption"
(1929). El protagonista de esta historia, con visos de
artista, tiene una voz extraordinaria, capaz de acallar los ruidos a su
alrededor, pero va perdiendo sus facultades por culpa de sus relaciones
con una mujer. Al final, muere tras emitir un
fuerte sonido. Según Cohn, "His 'assumption' is at
once the arrogance of the artist, the hypothesis of silence, and his
cosmic climb after death" (Cohn 1973: 10). El silencio
está visto aquí desde fuera, nombrado, no
dramatizado. Un examen de la evolución de la
escritura de Beckett en obras subsiguientes revelaría
cómo la tensión palabra/silencio comienza a
vertebrarse con la estructura misma de la voz narrativa. La obra de
Beckett no es un camino "de la palabra al silencio" (Nadeau 1990), sino
un camino hacia relaciones cada vez más complejas entre la
palabra y el silencio. Pero vamos a concentrarnos en una
etapa clave de ese proceso, The
Unnamable, donde el silencio ya acecha tras el
título mismo de la obra. (3).
Es en The Unnamable donde se integra la temática
del silencio con la potenciación al infinito de la
reflexividad y con la inefabilidad. El deseo de acabar es una
constante en esta novela: "to end would be wonderful, no
matter who I am, no matter where I am" (TU 18).
Volverá a serlo en obras narrativas como Texts for Nothing
y Ill Seen Ill
Said, e incluso radiofónicas como Cascando.
El Innombrable, que tematiza el deseo de su final, propone como
argumento del relato la misma necesidad física de todo
relato, el camino hacia el final necesario. En una obra donde
están ausentes el deseo erótico y la
erótica del poder, sólo el instinto de muerte
asegura el progreso de la acción hacia su
resolución. En este sentido, The Unnamable
alcanza una vez más un límite posible.
Podrá cambiar el tono que adopta el narrador frente a su
final; así dejará de ser frenético
para volverse cansino en Cascando:
--story…if
you could finish it…you could
rest…sleep…not before…oh I
know…the ones I've finished…thousands and
one…all I ever did…in my life…with my
life…saying to myself…finish this
one…it's the right one…then
rest…sleep…no more stories…no more
words…and finished it…and not the right
one…couldn't rest…straight away
another…to begin…to finish…
(Beckett 1984a: 137)
o incantatorio en Rockaby:
till in the end
the day came
in the end came
close of a long day
when she said
to herself
whom else
time she stopped
time she stopped (Beckett 1984a: 275)
El mismo deseo de acabar aparece expresado por la voz meditativa y
quejumbrosa de Soubresauts,
donde la figura central sigue escuchando "le vacarme dans son esprit
soi-disant jusqu'à plus rien depuis ses tréfonds
qu'à peine à peine de loin en loin oh
finir. N'importe comment n'importe où.
Temps et peine et soi soi-disant. Oh tout finir" (Beckett
1989b: 27-28). En todas estas obras (ya desde Malone Dies)
el despliegue del argumento se superpone al agotamiento de la fuerza
vital. La existencia mortal se pone de manifiesto como
arquetipo de toda narración. The Unnamable
puede así leerse como el final de la narratividad o como el
drama de la conciencia al borde de la muerte, que es también
lo irrepresentable por definición (véase Schwab
1986). Final y silencio, vida y palabra, siempre asociados;
el moribundo siempre escucha un murmullo. Malone,
prefigurando al Innombrable, anuncia en un momento dado que si calla
será porque ya lo ha dicho todo (Beckett 1975a:
64). Palabra y silencio son los polos que organizan las
líneas de fuerza de The
Unnamable. Todo en la obra prepara el
momento del final, la disolución de la obra en el silencio:
el final de la obra es pura facticidad en otras novelas, parte de la
acción en esta. El argumento es un puro
arabesco. Ejemplifica mejor que ningún otro la
tesis de Peter Brooks sobre la naturaleza del desarrollo argumental en
la narración como un deseo tanático del final. (4). Toda obra narrativa tiene una
actitud hacia su final, y utiliza éste como un principio
constructivo que define su identidad. Pero en The Unnamable
esta relación entre el desarrollo del texto y su final
deviene obsesiva; en esto como en tantas otras cosas esta obra es la
quintaesencia de la narración. Todo argumento
desea resolverse, desea el momento en que la tensión que lo
hace posible se ha superado, y puede ceder al instinto
tanático, al final y al silencio. Beckett tematiza
esta condición transcendendental en The Unnamable,
pone en evidencia el procedimiento por el cual en toda
concepción narrativa "it will be necessary . . . to
interrupt (disfigure) the luminous projection of subject desire with
the comic relief of features" (Beckett 1989a: 81). "Desire" y
"features" deberían entenderse en este contexto con toda la
fuerza de la oposición schopenhaueriana entre
Wille y Vorstellung. El deseo que impulsa al
Innombrable es disolverse en el silencio. Pero para que el
llegar a este silencio sea arte, el deseo ha de recorrer los senderos
torcidos de la trilogía Molloy,
Malone Dies, the Unnamable, y adoptar los rasgos
cómicos de Moran, Malone o Mahood. Proust, a quien
se refería la anterior cita, "accepts regretfully the sacred
ruler and compass of literary geometry" (Beckett 1989a: 81).
Beckett hace lo mismo, pero se venga alzándolos a la vista
del público. Así demuestra, por otra
parte, que todavía se puede hacer literatura con
menos, y que la parodia de la literatura no es sino
literatura.
Hablantes compulsivos se encuentran en la obra de Beckett desde Dream of Fair to Middling Women,
donde el narrador (ya de por sí parlanchín)
contempla fascinado a la Smeraldina-Rima mientras ésta
profiere "ropes and ropes of logorrhoea streaming out in a gush", a la
boca flotante de Not I
que escupe a ritmo acelerado un discurso fragmentario. Pero
quizá sea el Innombrable la más
característica de estas figuras. Ya en el primer
párrafo de The
Unnamable se nos ha anunciado la imposibilidad
de callar: "I am obliged to speak. I shall never be silent.
Never". El Innombrable está sometido a una
compulsión que le impide callar, aunque para ello tenga que
producir un discurso autodestructivo. "Here all is clear. No,
all is not clear. But the discourse must go on.
Rhetoric." (TU 10). En Watt las
combinaciones mecánicas que dominan la novela son un recurso
estrucutrador de la mente del protagonista para evitar un
enfrentamiento auténtico con la realidad.
Observemos que son también una manera de producir palabras,
lenguaje consolador, "a pillow of old words" que sirve como exorcismo
de lo desconocido (Beckett 1976: 115). En The Unnamable,
esa compulsión ha pasado a dominar el nivel narratorial: el
conjunto del discurso es exorcismo producido mecánicamente,
un exorcismo que es a la vez pecado. El narrador debe
escuchar pacientemente su propio discurso, rogando que llegue el final:
"I hope this preamble will soon come to an end and the statement begin
that will dispose of me" (TU
18). Y el discurso es "this long sin
against the silence" (TU 93). El silencio es la
reducción última a que puede llegar el
Innombrable, la única salida a las aporías
planteadas entre subjetividad y objetividad, entre "yo" y
"ellos". Como la "via negativa" de místicos como
Eckhart, la búsqueda última del principio del ser
ha seguido un proceso de negación y desnudamiento
progresivo, se estrella a la coincidencia de los opuestos, resulta ser
inefable, y termina en el silencio. (5).
La palabra "innombrable", núcleo generador de la obra, ya es
un pecado contra el silencio y un primer paso hacia su propia
desconstrucción. Es significativo que San Agustin,
discutiendo la innombrabilidad divina, encuentra un escollo en esta
precisa palabra, que según él "produce una
contradicción entre los términos, ya que si lo
que es inefable no puede recibir nombre, entonces no sería
inefable lo que puede recibir el nombre de inefable. Esta
contradicción, más bien que resolverse
verbalmente, ha de silenciarse". (6).
Beckett la proclama y la exhibe como principio generativo de The Unnamable,
pero la resolución final de la paradoja (y desenlace del
argumento de la obra) sigue reclamando el silencio como algo propio.
A medida que el final se acerca, el tema del silencio se hace
más y más insistente; el narrador parece intuir
la proximidad del silencio, del fin de la novela. El
Innombrable se representa a sí mismo ("it's an image", nos
dice) en un recinto en medio de ninguna parte,
open on the
void, open on the nothing, I've no objection, those are words, open on
the silence, looking out on the silence, straight out, why not, all
this time on the brink of silence, I knew it, on a rock lashed to a
rock, in the midst of silence, its great swell rears towards me . .
. (TU 128).
Se nos vuelve a presentar el silencio como una
reconciliación de la voz y el Innombrable (TU
131). Las últimas palabras son un nuevo
diálogo entre actitudes del Innombrable:
. . .
you must go on, perhaps it's done already, perhaps they have said me
already, perhaps they have carried them to the threshold of my story,
before the door that opens on my story, that would surprise me, if it
opens, it will be I, it will be the silence, where I am, I don't know,
I'll never know, in the silence you don't know, you must go on, I can't
go on, you must go on, I'll go on. (TU 132).
Son palabras fundamentalmente ambiguas: una promesa de
continuación justo antes del silencio. Para
Fletcher (1972: 190), el Innombrable permanece eternamente en el umbral
de su historia. Por otra parte, podríamos pensar
que quizá se haya decidido este narrador a poner en
práctica su dicho anterior: "I'll speak of me when I speak
no more" (TU 110). El Innombrable ha llegado a un
punto muerto en la descripción de su propia estructura
chocando con la reflexividad al infinito de la estructura de la
consciencia. Para Kawin, esto acerca la novela a otras obras
que se enfrentan al mismo problema: "many such texts are organized
around the attempts of a first-person narrator to define his own
processes and end, as The Unnamable does (or peak, as does As I Lay Dying)
in a silence that cannot be analyzed" (100). El silencio es
inanalizable porque es ambivalente: la trilogía termina en
silencio, pero toda obra lo hace; es difícil decidir si el
silencio que encontramos es "the right kind of silence" o no; si es
significativo o no. Es éste un final
difícil de digerir; parece desafiar cualquier
interpretación. Sugiere tanto la
disolución total en la muerte como la transcendencia
sobrenatural a un más allá inefable.
Los críticos intentan con frecuencia buscar una coherencia a
la acción de The
Unnamable. Para ello, se puede intentar partir
de las hipótesis propuestas por el propio
Innombrable. Por ejemplo, que para llegar al silencio o a su
propia voz ha de pasar antes por adoptar las voces de los otros
(TU 40). Una especie de catarsis, en suma, a la que
seguiría una especie de retorno a la identidad o
renacimiento. (7). O
quizá, dice el Innombrable, haya una palabra o una frase
salvadora, que determine el final de su tormento: en todo caso, dice,
no sabe cuál es, y deberá esperar a pronunciarla
por casualidad (TU 87). O quizá tenga su
narración una longitud fijada (la del texto efectivo) y lo
que debe hacer es completarla, cumplir su papel de narrador de The Unnamable.
Las afirmaciones del narrador en el sentido de que el discurso ha de
proseguir, ha de hacerse (por ej., TU 25) podrían
apuntar en este sentido. Esta hipótesis no parece,
sin embargo, muy acorde con otras evidencias textuales. El
final de The Unnamable
no se celebra como el cumplimiento de un plan preestablecido, a la
manera de How It Is,
Ill Seen Ill Said o Worstward Ho, sino
que parece llegar sin más. Y el narrador, si
elegimos prestar algún tipo de credibilidad a sus palabras,
comenta que el mero hecho de hablar no le aproxima más al
silencio (TU 23). El discurso adopta así
la forma de un torrente desesperado de palabras dirigido a un final
situado al infinito, un torrente que se alimenta de ficciones,
combinaciones, contradicciones, que no presta atención a las
incoherencias o anacolutos (8) con
el único fin de conseguir que el río de palabras
siga adelante. "Impossible to stop, impossible to go on, but I must go
on, I'll go on" (TU 112). Un eco de esta frase se
recoge, como hemos visto, en las últimas palabras de The Unnamable.
El dilema vital del autor ante la dificultad de la escritura
está indudablemente presente en esta compulsión
interna de seguir más allá del
límite. Es un eco más entre la riqueza
de asociaciones que despierta esta situación
límite, y por ello no basta para fijar su sentido en una
simple dramatización del autor escribiendo. Pero
este eco nos recuerda que el autor está efectivamente
escribiendo y desafiando los límites de la escritura; que
este drama se juega en la vida y no sólo dentro de la
página. Es una manera más en que esta
obra salta fuera de sí misma.
Hay quien opina que la trilogía Molloy, Malone Dies, The
Unnamable nos presenta obras esencialmente
fragmentarias, que señalan a un discurso infinito que tiene
lugar fuera de ellas, que no poseen ningún principio interno
que las conduzca al silencio o a la compleción. (9). Este fenómeno, o el de
la posibilidad de repetición al infinito con escasas
variaciones, se ha señalado en obras teatrales de Beckett
como Waiting for Godot,
Endgame, o Play.
El narrador de "The Calmative" nos invita a pensar algo semejante
cuando dice que una vez que termine todo, habrá que volver a
empezar. El hecho de que el Innombrable sea a la
vez el libro y el narrador nos amenaza con la prolongación
infinita del discurso:
How can he
transform himself in a story that ends if there never was any genuine
separation between himself and his narration in the first place?. . .
With no definite boundaries to protect him, the narrator must
constantly heap up words to keep himself distinct from his story,
otherwise he cannot join it at the end and gain silence.
(Levy 1980: 58, 60)
Pero amontonando palabras tampoco se llega al silencio, y el libro
sí llega al silencio. El problema
podría formularse así: ¿debemos
interpretar el silencio final de The
Unnamable como parte de la obra, o no? Para
Abbott, es evidente que no:
The Unnamable,
except for the start and finish of its print, truly has no recognizable
beginning or end. It is not properly a "work" at all but
rather a segment of a process . . . . There is no grand
finale in sight, not even a demise as in the case of Malone.
(1973: 127-128).
El final de las obras de Beckett suele presentarse en formas
paradójicas, ignorando las marcas tradicionales que indican
el final de una obra, negándose a una proporcionar
resolución argumental clara, multiplicando las marcas que
remiten al principio o que dan sensación de una actividad
inacabada. Pensemos en Watt,
que termina con una serie de "Addenda", materiales que el autor dice no
haber incorporado a la novela por pereza, cansancio y asco.
Veíamos cómo en Molloy el
final planteaba nuevos problemas y señalaba al principio, en
vez de proporcionar una resolución estable. En las
obras de teatro sucede lo mismo: la circularidad, la ausencia de
saludos de los actores si es posible, la brusquedad y la
indefinición del final señalan que la obra no se
contenta con su propia forma, que señala más
allá de ella, declarándola insuficiente.
Tipográficamente, The
Unnamable enlaza con la primera mitad
de Molloy.
La división en párrafos es normal hasta la
página 20. Los párrafos iniciales se
corresponden, como en Molloy, con comienzos más o menos
tentativos o abortivos. A partir de la página 20, The Unnamable
es un párrafo continuo. Su ritmo acelera
más y más hacia el final, las oraciones se hacen
largas acumulaciones de proposiciones yuxtapuestas cada vez
más cortas, separadas por comas ("The comma will come where
I'll drown for good", TU 127). En su
precipitación, el narrador llega a cortar una palabra por la
mitad ("all together, that would ex, no, I'm alone", TU
127). La última oración del libro
aislada por puntos ocupa más de tres páginas,
pero está divida en una lluvia de pequeñas
cláusulas que producen la impresión de un
jadeo. Esta aceleración del ritmo es comparable a
las que se dan en Molloy
y en Malone
Dies. Y parece en principio indicar una no
homogeneidad del principio y el final, en contra de lo que suponen
Abbott y otros críticos. Podemos ver asimismo que The Unnamable
no es un texto semánticamente homogéneo en cuanto
a su acción o su organización
discursiva. No es un hacinamiento indiferente de
frases, un parloteo que comienza en un punto cualquiera y termina
cuando se le antoja. Comienza con una
planificación metalingüística de sus
principales líneas de desarrollo y estrategias discursivas:
en el primer párrafo se anuncia la utilización
auxiliar de la narración, el uso de la aporía y
del metalenguaje como materia verbal que permita seguir avanzando en la
narración: "Keep going, going on, call that going, call that
on" (TU 7). Y seguidamente pasa a cumplir ese
proyecto, en una serie de fases que a grandes rasgos son claramente
delimitables. El último cuarto del libro
sí parece sumirse en un marasmo semántico, pues
no se introducen temas radicalmente nuevos. En cambio, el
ritmo se va acelerando constantemente allí. Por
eso esta zona tiene un valor ambivalente. Por su
situación, le correspondería ofrecer una
resolución de los principales problemas
introducidos. Pero la resolución no puede llegar,
por la naturaleza intrínsecamente aporética de
esos problemas. Por tanto, esta zona funciona como la
señal que proyecta al infinito el monólogo del
Innombrable. Adoptando esta interpretación, la
ordenación de las primeras secciones del libro, el relativo
progreso que se ven, son neutralizados al nivel de la
acción: se consideran una interferencia discursiva, una
exposición necesaria para dar coherencia estética
al libro como obra literaria. Debemos admitir que la obra
termina: eso es innegable, aun cuando creamos que la acción
significada se prolonga al infinito.
Pero a la vez parece que en otro sentido
la acción de The
Unnamable no es separable de su valor
simultáneo de discurso narrativo, y que debemos aceptar su
final tal y como es: un final, un momento de cumplimiento, la
culminación y resolución de la
acción. El Innombrable es el discurso, y el
discurso ha tenido lugar. Pero en este sentido el
discurso no resulta ser homogéneo: en su
cumplimiento no cabe el momento de impulso final, y debemos imaginar
una acción significada, subyacente, y más o menos
hipotética, en la que el discurso
continuaría. Recordemos que el Innombrable no es
sólo el discurso: también es ese efecto de
sentido provocado por él, la conciencia silenciosa que
está más allá del discurso.
De manera que sea cual sea el camino que tomemos, parece que debemos
aceptar las dos hipótesis simultáneamente: el
Innombrable sigue hablando y calla, la acción llega a un
final y no llega a ninguno; el silencio final forma y no forma parte
del libro ¿Es, quizás, la única manera
de armonizar la limitación de la obra con lo ilimitado de la
acción, a la vez que se mantiene la extrema reflexividad del
texto hasta la última palabra? En la obra de
Proust, y en la naturaleza misma de la experiencia, encontraba Beckett
una ambivalencia semejante, y el comentario que ofrece sobre ella, que
nos servía de epígrafe, deriva de manera
significativa hacia la problemática de lo inefable y la
problemática del metalenguaje:
Thus, at the
end as in the body of his work, Proust respects the dual significance
of every condition and circumstance of life. The
most ideal tautology presupposes a relation and the affirmation of
equality involves only an approximate identification, and by asserting
unity denies unity. (Beckett 1989a: 122-123).
Las últimas páginas de The Unnamable
presentan una versión reducida de las líneas de
tensión que organizan el sentido de finalidad del resto del
libro. Por una parte, el Innombrable siente el silencio acercarse en
los momentos anteriores al final del discurso; por otra, las
últimas palabras son un impulso hacia adelante, y no un
alto. El silencio llega una vez más cuando la obra
termina. Pero ¿qué silencio?
Un silencio predeterminado por las palabras, un silencio en el que el
metalenguaje, la reflexividad inherente a la escritura de Beckett,
deviene drama, donde la obra literaria pone en evidencia su propio modo
de existencia en tanto que construcción
lingüística autónoma.
Aún más; ya que el metalenguaje es lenguaje y no
hace sino escenificar de nuevo las estructuras de todo lenguaje, este
silencio discute la ambivalencia del signo en tanto que tal, su
paradójica duplicidad, a la vez presencia y ausencia de la
conciencia que lo emite o de la cosa
significada. Beckett define ese silencio
otra vez al final de ese segundo Innombrable (tan distinto a
la vez!) que son los Texts
for Nothing:
And were the
voice to cease quite at last, the old ceasing voice, it would not be
true, as it is not true that it speaks, it can't speak, it can't
cease. And were there one day to be here, where there are no
days, which is no place, born of the impossible voice the unmakable
being, and a gleam of light, still all would be silent and empty and
dark, as now, as soon now, when all will be ended, all said, it says,
it murmurs. (Beckett 1984b: 115)
Por nuestra parte, podemos decir que por un lado, el silencio que
clausura la obra preserva su pureza extratextual, pero por otra ha
quedado asimilado dentro de la estructura narrativa, y no de una manera
simple, sino también ambivalente, paradójica y
reflexiva. Al final de esta novela, paradigma de la escritura
beckettiana, la diferencia entre la palabra y el silencio ha sido
desconstruida, y ya no parece tan absoluta--el Innombrable ha hablado,
y ha dejado su huella de sentido. "Silence once broken will
never again be whole" (TU 83).
Notas
1
Véase la entrevista de Beckett con Tom Driver
(Driver 1961).
2 Cf.
Nadeau 1979: 78; Barth 1967; Steiner 1967: 25.
3
Samuel Beckett escribió L'Innommable (en
francés) en 1949-50. Las referencias textuales son
a The Unnamable,
versión inglesa del propio autor (pub. 1958; Londres:
Calder, 1975), abreviada en lo sucesivo TU. El
conjunto de la obra de Beckett es bilingüe en una
dirección u otra.
4
Brooks 1984, esp. el cap. 4, "Freud's masterplot: A Model for
Narrative". Cf. también Iser 1974: 259.
5 Para
esta temática, véase el excelente estudio de
Tagliaferri (1979: 100, passim).
6 Cit.
en Kawin 1982: 227.
7
Derrick 1986: 108. El problema de esta lectura es
que la novela parece haber cerrado ya ese camino, y denunciado toda
posibilidad de fijar una identidad como ilusoria.
8
Algunos ejemplos:"[A]t the place which even pain could never
line, would it not suffice to, to what, the thread is lost, no matter,
here's another…" (TU 102); "So long as
one does not know what one is saying and can't stop to inquire, in
tranquility, fortunately, fortunately, one would like to stop, but
unconditionally, I resume, so long as, so long as, let me see, so long
as one, so long as he, ah fuck that all, so long as this, then that,
agreed, that's good enough. I nearly got stuck" (TU 116-117);
"If only I could make an effort, an effort of attention, to try and
discover what's happening, what's happening to me, what then, I don't
know, I've forgotten my apodosis" (TU 120).
9
Pingaud 1963: 299; Chambers 1965: 155; Abbott 1973:
128-129. Cf. Wellershoff 1965: 92; Bernal 1969: 207; Mercier
1977: 14; Talens 1979: 87. Doherty (1971: 140) opina lo mismo
de los Texts for Nothing
y How it Is. También
parece ser esta la opinión de Karlheinz Stockhausen al
prologar con una cita de esta novela su Carré
(1960), una pieza que se puede interpretar de manera fragmentaria y
comenzando aleatoriamente en cualquier punto (cf. Butler 1980: 75).
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