Vídeo de una conferencia de Slavoj
Žižek en Zagreb (2012). Sigue mi transcripción/traducción al español.Notas de JAGL en cursiva y entre paréntesis.
Slavoj Žižek, "Señales del futuro" (Zagreb,
14/5/2012)
Conferencia en el Foro Subversivo "El Futuro de Europa" (Zagreb, 13-19
de mayo de 2012).
http://youtu.be/VJ7NkL3ljlA
Slavoj Žižek, filósofo y
crítico cultural, Universidad
de Ljubljana, Centro Europeo de Postgrado.
(Žižek viste una camiseta que reza
"Occupy Europe!". La conferencia empieza con una
audición del "Himno a la alegría" de la 9ª Sinfonía de Beethoven,
suprimida del vídeo por razones de copyright. Puede oírse aquí otra versión de la sección en cuestión: https://youtu.be/_zhk1OnaYJg)
Voy a empezar por —la respuesta debería ser obvia, quizá incluso habré
mencionado este ejemplo una vez en los últimos cinco años, aquí— por
decir por qué este clip. Todos lo conocemos—está en medio del cuarto
movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven... Ya saben que la
melodía es el himno extraoficial, pero creo que incluso medio oficial,
de la Unión Europea. Y siempre cada vez me choca la ironía de esto.
Esta música, al menos la melodía, es ideología en estado químicamente
puro—es así ya en el sentido elemental de que se ajusta a todo el
mundo, como por ejemplo —vamos a pasar la lista. A los nazis les
encantaba. A los comunistas les encantaba. Para los alemanes era la Volksgemeinschaft
alemana, para los comunistas era la hermandad internacional. En la
Segunda Guerra Mundial, leí, les encantaba a los militares japoneses,
porque en algún sitio de la letra contiene el motivo de la alegría a través del sufrimiento —y
claro, a todo auténtico fascista le encanta eso. Seguimos. ¿Sabéis que
durante la Revolución Cultural china, cuando prohibieron toda la música
occidental, clásica, la única excepción fue la Novena Sinfonía de
Beethoven? Sí: progresista, la Unidad del Pueblo, y demás. Ahora vamos
al otro extremo. Saben, —en los setenta, creo— cuando Rhodesia del Sur,
ahora Zimbabwe, proclamó su independencia, proclamó la independencia de
Inglaterra, con la única finalidad de conservar el apartheid —¿saben
cuál fue su himno nacional? Sí. Esta melodía. Sólo cambiaron las
palabras: "Oh Rhodesia, país feliz" etc. etc., pero era esto. Luego, si
vas a Latinoamérica, Abimael Guzmán, de Sendero Luminoso, también dijo
que ésta era su pieza musical favorita, etcétera etcétera. Así pues,
esto es la ideología: podéis coger a todos los enemigos oficiales de
hoy, e imaginároslos: como George Bush abrazando a Obama Bin Laden
[sic], Putin abrazando a los chechenos, "oh, éste es el momento en el
que no obstante somos todos humanos, a todos nos gusta esto." Incluso
en Alemania, antes de la plena legalización de las dos Alemanias,
legalización en el sentido de admisión a los Estados Unidos [sic—se refiere a las Naciones Unidas],
recuerdo cuando yo era joven, en los años sesenta, incluso a principios
de los setenta, saben, cuando un atleta alemán ganaba los juegos
olímpicos, se tocaba esto—en lugar del himno nacional de Alemania
Oriental u Occidental.
Entonces pues, ¿qué es lo que tiene tan interesante? ¿Qué pasa
efectivamente? Normalmente la atención de la gente se centra en esta
melodía, la canción repetida tres veces orquestalmente, luego cuatro
veces para un coro de cantantes, y entonces pasa una cosa extraña, en
medio del cuarto movimiento. Después de este clímax sublime, tienen
ustedes—bueno, usted (a un miembro
del público), usted empezó a aplaudir, usted quería oprimir a la
gente corriente. Porque después del silencio hay, bbbppp, bbbppp, bbbppp, unos
sonidos obscenos—que, de modo muy interesante, los primeros críticos
(en tiempos de Beethoven, tras el estreno de la sinfonía) los
compararon a sonidos obscenos de ventosidades, flatulencia y demás.
Entonces tienes la versión popular obscena, y me parece esto tan
sublime... con vistas al hecho de que Turquía fue el punto traumático
cuya entrada a Europa bloquearon Francia y otros, se fijaron en el
ritmo ése, el de la parte obscena, cuyo principio oyeron; se llama marcha turca. Así que es
exactamente como si Beethoven viera dónde estamos hoy: Alle Brüder, todos los europeos
juntos, pero con la marcha turca, con los turcos—todo se pone mal. Literalmente,
porque si conocen la sinfonía —en uno de mis libros, no me acuerdo
cuál, hago un análisis de diez páginas— después de eso,
estructuralmente, Beethoven no consigue encontrar el equilibrio. La
primera reacción del coro a esta música obscena es unos cantos confusos
que suben y bajan... luego una vaga referencia a Dios que está más
allá... es... totalmente sin
equilibrio. Al final hay una especie de síntesis que está
totalmente vacía, parecida vagamente al finale de El rapto del serrallo, etc.
etc. Así que yo sostengo que ésta es nuestra elección hoy: o bien lo
que... okey, los conservadores quieren sólo la melodía pura. Los
conservadores son como usted cuando empezó a aplaudir: "Vamos a parar
aquí. Borremos la marcha turca." A la izquierda liberal les encantaría
decir, "Vamos a expandirnos, vamos a invitarlos también a cantar con
nosotros, para cantar todos juntos esta melodía"... Pero creo que
nuestra conclusión debería ser clara. El problema no está en esta
obscenidad que entra de modo intrusivo, el problema está en la melodía
misma. Necesitamos una nueva melodía europea. Necesitamos un himno
nuevo.
¿Por qué? ¿Dónde estamos?
Bien. Hay una expresión maravillosa—espero pronunciarlo correctamente,
no estoy seguro— en persa, es algo así como "var nam nihatan", que
significa (esto me encanta, es una expresión coloquial condensada)
—significa, traducida literalmente, "asesinar a alguien, enterrar el
cuerpo, luego cultivar flores sobre el cuerpo para esconderlo, y luego
andar nerviosamente por esas flores, nervioso de que alguien vaya a
descubrir el cuerpo que hay debajo". Esta es la realidad de nuestros
medios de comunicación, sostengo yo. En 2011 estuvimos siendo testigos
y partícipes de una serie de acontecimientos demoledores: desde la
Primavera Árabe al movimiento Ocupad Wall Street, desde las protestas
suburbanas del Reino Unido a la locura ideológica de Breyvik (locura,
sí, pero ideológica) en Oslo. 2011 fue, por tanto, el año de soñar peligrosamente. En
ambas direcciones. Estaban los sueños de emancipación, movilizando
protestas por todo el mundo, y estaban los sueños oscuros y delirantes
que impusaban a Breyvik y a los populistas racistas por toda Europa,
desde Holanda a Hungría.
La tarea primordial de la ideología hegemónica, y de los grandes medios
de comunicación, es neutralizar la auténtica dimensión de estos
acontecimientos: es decir, precisamente una especie de var nam nihatan. Vamos
a enterrar el cadáver, y a plantar hierba encima. Los medios mataban el
potencial radical emancipatorio de los acontecimientos, ofuscando sus
amenazas a la democracia. Estaban plantando flores encima del cadáver
enterrado. Por eso es tan importante clarificar las cosas, lo que está
sucediendo realmente en Europa, pero no sólo en Europa, desde 2011.
Mi primera reacción a los acontecimientos será sólo—por favor nada de lecciones de sabiduría. Porque
la reacción predominante en los medios de comunicación, si se dieron
ustedes cuenta, fue de lecciones de sabiduría: "ooh,
todos necesitamos ilusiones, fue una cosa maravillosa, millones de
personas en la plaza Tahrir...—pero seamos realistas, ¿lo vieron ahora?
Los islamistas, la Hermandad Musulmana, ganaron las elecciones, ven,
ésa es la realidad. Siempre vuelve no solamente a lo mismo sino a algo
peor. Así que mejor no remover las cosas demasiado, el resultado será
aún peor." En otros términos, esta sabiduría vulgar es algo
cuya forma o expresión más popular sería (y para esto estoy listo para
hacer como Stalin y decir que deberíamos quemar la película) la canción
vulgar de una de las películas que realmente odio, El Rey León. Se
acuerdan cómo, a mitad de película, el leoncito le pregunta a su padre,
"Pero si los leones somos los buenos, ¿cómo es que nos comemos a las
cebras? Eso no es justo." Y entonces el padre, el rey, canta la famosa
canción "El Círculo de la Vida". Que es así: "Es el Círculo de la Vida,
y nos mueve a todos, pasando por la desesperación y la esperanza, por
la fe y el amor, hasta que encontramos nuestro lugar en el camino que
gira y gira, el Círculo, el Círculo de la Vida". Por explicarlo más, es
cierto, nos comemos a las cebras, pero también moriremos, nos
pudriremos en la tierra, nuestra carne putrefacta alimentará a la
hierba, a la hierba se la comerán las cebras, y así sucesivamente. Así
que es un Círculo de la Vida, etcétera etcétera. ¿Qué es lo que hay de
malo en esta sabiduría? Todo.
Porque, se pueden imaginar, si tienen la mente lo bastante sucia (yo la
tengo)— aparte no me gusta la película, pero es un ejemplo— en La vita è bella
de Roberto Begnini, digamos que el hijo se da cuenta de que en realidad
es Auschwitz, una máquina de matar, y le pregunta al padre, "Papá, por
qué los nazis nos están matando a todos los judíos?" Y me encantaría
oír a Roberto Begnini contestarle, "Ah, hijo mío, es todo un gran
Círculo de la Vida. Es cierto que los nazis nos están matando, pero los
nazis también morirán, se pudrirán, su carne alimentará a la hierba,
las vacas se comerán la hierba, los carniceros matarán a las vacas, y
los judíos morderemos los filetes y nos los comeremos... es un gran
Círculo de la Vida, etcétera". Así que nuestra respuesta— saben, éste
es el gran argumento liberal conservador contra el cambio en las cosas,
oh, la revolución, dicen, y
hacen como si estuviesen diciendo una cosa muy profunda, cuando señalan
que el sentido original de la palabra revolución es precisamente hacer
como los planetas, circular alrededor, lo mueves, pero el orden se restablece a
sí mismo, etcétera etcétera.
Nuestra respuesta debería ser clara: Sí, claro que hay círculo de la
vida, pero la idea es precisamente que hay diferentes círculos de la
vida. Una revolución auténtica, precisamente, no es un elemento del
Círculo de la Vida, sino que cambia el círculo mismo, a nivel social,
como que quizá sea posible un círculo en el que no tenemos a los nazis
matando a los judíos, ¿no? O quizá haya un círculo de la vida en el
que, no sé, un jefe tribal en el Congo, hace cien años, no tenga que
cantarles a sus hijos, "Es cierto, los belgas nos están matando, pero
los belgas morirán, y nosotros nos comeremos la hierba que ellos
alimenten", o como sea. Y esto es importante; también es una lección
política: ciertamente, hay ahora un nuevo círculo de la vida, un nuevo
círculo de esfuerzos y lucha en Egipto, pero aun con todo el pesimismo
y precauciones justificadas, no es
el mismo círculo de la vida que antes.
Aunque nada radical suceda al final, tenemos que admitir que tenemos
allí una sociedad civil que prospera, sindicatos, mujeres, estudiantes,
organizándose entre sí, etcétera etcétera. Así que no caigan en esta
falsa sabiduría de decir que no vale la pena remover las cosas, y
demás.
Bien. La segunda cosa que rechazo es la crítica a la corrupción y la
crítica limitada al capitalismo financiero. No me entiendan mal. Por
supuesto que a todos los criminales, banqueros y otros, habría que
perseguirlos despiadadamente, con eso no tengo ningún problema, incluso
soy una de las pocas personas que conozco que todavía están a favor de
la pena de muerte, así que no me entiendan mal. Lo que estoy diciendo
es otra cosa. No le echen la culpa a la gente y a sus actitudes. El
problema no es la corrupción o la avaricia. El problema es el sistema
que te empuja o te capacita para ser corrupto. La solución no es lo que
gritaban algunos manifestantes moderados en los Estados Unidos, "la
Calle Mayor, no Wall Street"—sino cambiar
el sistema en
el que la Calle Mayor no puede funcionar sin Wall Street. Figuras
públicas desde el Papa (de Roma) abajo nos bombardean con apelaciones a
combatir nuestra cultura de avaricia excesiva y consumismo. Este
espectáculo repugnante de moralización por parte de los jefes es una
pura operación ideológica donde la haya. La tendencia compulsiva a la
expansión está inscrita en el sistema capitalista como tal, y no
deberíamos trasladarla a la escena personal, a una cuestión de
propensiones personales. No es de extrañar que uno de los teólogos que
rodean al Papa dijera, y aquí lo cito literalmente: "La crisis actual
no es la crisis del capitalismo, sino la crisis de la moralidad". Eso
es lo que yo encuentro realmente repugnante, como decir "No me toquéis
el sistema". Esto, creo, es lo que está en juego para los críticos
moralizantes del capitalismo.
¿Qué crítica de la ideología? —un chiste muy bueno de la
comedia clásica de Ernst Lubitsch, con Greta Garbo, Ninotchka. El
protagonista de la película entra en una cafetería y pide café sin
nata. Y el camarero le da una respuesta inigualable; el camarero le
dice: "Lo siento, pero se nos ha acabado la nata, sólo tenemos
leche—¿puedo traerle en su lugar un café sin leche?" Ven, ésta es
una profunda cuestión hegeliana, si quieres entender lo que dice Hegel
cuando dice que la negación es parte de la identidad positiva de un
objeto. Un objeto no es sólo lo que es; como parte de su identidad
debes incluir lo que no es. Por eso creo que este chiste tiene
magníficas consecuencias políticas, por ejemplo ya de manera inmediata.
Nosotros no teníamos semejante carencia —en el socialismo yugoslavo—
semejante carencia de bienes de consumo en las tiendas, pero un amigo
de Polonia me dijo que tenían exactamente una versión de este mismo
chiste referida a la realidad socialista. Un tipo entra en una tienda y
dice: "¿Aún no tienen papel higiénico?" Y el vendedor le dice,
"No, lo siento, nosotros somos los que no tenemos leche, los que no
tienen papel higiénico son los de la tienda de enfrente"—etcétera etc.
Pero un ejemplo más serio serían los acontecimientos de 1990—la
disolución de los regímenes comunistas del Este europeo. La gente que
protestaba—los disidentes, las masas, querían libertad y democracia sin
corrupción ni explotación. Esto sería como decir "queremos café sin
nata". Les sirvieron libertad y democracia sin solidaridad ni justicia.
Sin leche. Es como si los occidentales sirviendo dijesen, lo siento, no
tenemos, sólo te podemos traer esto otro, etc. De la misma manera, un
teólogo católico próximo al Papa enfatiza cuidadosamente que los
manifestantes deberían tener como objetivos la injusticia moral, la
avaricia, el consumismo... sin oponerse al capitalismo. Uno debería
incluso agradecer la honradez de este teólogo, que formula de manera
abierta la negación implícita en la crítica moralizante. Es como si les
dijese: "café sin leche", es decir, criticad
la avaricia, pero no critiquéis el capitalismo.
Así que, de nuevo, la cuestión hoy es la cuestión del
sistema. Los banqueros siempre fueron malvados, etc. etc. La segunda
cuestión es: no os centréis en el capital financiero. También me
molesta que el objetivo con mucha frecuencia es sólo el capitalismo
financiero. ¿Saben por qué me da miedo eso? Porque entonces estamos a
un paso de un tipo de lógica antisemita proto-fascista. Si vamos
demasiado lejos en la crítica al capital financiero, los bancos y
demás, estamos sólo a un paso de la idea (conocida como una de las
bases mismas del fascismo) que deberíamos tener capitalistas
productivos honrados, y trabajadores. Que la corrupción no viene de la
relación básica entre trabajo y capital, sino del intrusismo de
banqueros judíos, etcétera etcétera. De nuevo, no me malinterpreten. No
estoy alabando a los banqueros corruptos. Lo único que digo es que la
auténtica cuestión es qué cambio tuvo lugar en las últimas décadas
en el capitalismo global, para que el capital financiero adquiriera
un papel tan central.
Bien, el siguiente punto. Aunque sí que celebramos las
protestas, es celebrarlas sólo como protestas. Esto ya se ha
mencionado, se ha mencionado cómo Michael Hart mencionó este aspecto
extático de la cosa. Es lo mismo que pasa en Francia hoy, donde todo
político de derechas que se precie a sí mismo os dirá con orgullo del
mayo del 68, "por supuesto, estuve en las barricadas," y demás. Saben,
lo que me temo es que para la mitad de la gente que está protestando,
se
convertirá en una maravillosa aventura juvenil, y me lo imagino, es mi
sueño malvado—a la gente que estuvo protestando, dentro de diez años
se reúnen en un bar, en un descanso para comer, y dicen "qué
maravilloso era, hace diez años", y luego le suena el teléfono a uno
"lo siento, me llama mi jefe, me tengo que ir corriendo al banco..."
etcétera etcétera. No caigan en esto. La reacción a las protestas de
París de 1968, Jacques Lacan escribió, cito: "A lo que aspiráis en tanto
que revolucionarios es a un nuevo amo. Lo tendréis." Este pronóstico
diagnóstico debería rechazarse, en tanto que afirmación conservadora,
del tipo "toda revolución está pidiendo un nuevo amo, etc." Pero
sostengo que contiene un grano de verdad, si aplicamos la afirmación de
Lacan a algunas de las protestas. Si sólo protestas y exiges,
efectivamente te expones al peligro de estar creando el espacio para un
nuevo amo. Y ya tenemos los primeros atisbos de este nuevo amo en
Grecia, en Italia, quizá siga España, etc. etc... Como si se contestase
irónicamente a la falta de programas expertos por parte de los
manifestantes, la amenaza ahora es sustituir a los políticos en el
gobierno por un gobierno neutro de tecnócratas despolitizados,
mayormente banqueros. De nuevo, la única manera de combatir esto es
moverse un paso más allá de las protestas.
Así que a lo siguiente que deberíamos oponernos es a la nostalgia del
estado del bienestar socialdemócrata. Voy a ser muy brutal ahora, luego
seré más amable, a medida que avancemos. Si le preguntáis a una figura
que me invento ahora, el memo progresista europeo arquetípico—no uso memo en sentido agresivo, con memo
me refiero a la típica sabiduría del sentido común—por ejemplo, Watson
para Sherlock Homes, el capitán Hastings para Hercule Poirot en Agatha
Christie... si le preguntáis a este tipo de memo, de intelectual de
inteligencia media, cuál es el problema con Europa hoy, ¿qué os dirá?
Creo que algo en esta línea. Primero, sin duda, empezará por
manifestar su profunda preocupación. El memo está preocupado por
Europa. En tanto que memo políticamente correcto, anti-racista,
inmediatamente añadirá que por supuesto rechaza el populismo
anti-inmigración. El peligro viene de dentro, no del Islam. Las dos
principales amenazas para Europa son esta misma defensa populista
anti-inmigrantes de Europa, y la economía neoliberal. Así que, saben,
cuando decimos "vamos a salvar a Europa de sus falsos defensores, de
los tecnócratas de Bruselas y de los populistas anti-racistas", todavía
estamos al nivel del memo. Contra esta doble amenaza, el memo
propondría resucitar la solidaridad social, la tolerancia
multicultural, las condiciones materiales para el desarrollo cultural,
etc. etc. ¿Qué solución da? ¿Cómo hacerlo? La principal idea mema es
volver al auténtico estado de bienestar: "necesitamos, incluso creando
un nuevo partido político que sólo se dirija a los buenos viejos
principios abandonados bajo la presión neoliberal, necesitamos
reglamentar a los bancos, y controlar los excesos financieros, tenemos
que garantizar la atención sanitaria universal y la educación, etc.
etc.." Y ahora dirán vds., ¿pues qué es lo que está mal en esta actitud?
Todo, opino yo. Un enfoque semejante es estrictamente idealista. Al
bloqueo existente le opone su propio suplemento ideológico idealizado.
Acuérdense de lo que decía Marx sobre la República de Platón: su
problema no es que sea demasiado utópica; sino, al contrario, es que
sigue siendo la imagen idealizada del orden político-económico
existente.
Y, mutatis mutandis, deberíamos
interpretar el presente desmantelamiento del estado del bienestar no
como la traición a esta noble idea, sino como un fracaso que
retroactivamente nos capacita para discernir un defecto fatídico en la
noción misma de estado del bienestar.
La lección es que si queremos salvar el núcleo potencialmente
emancipador del estado del bienestar—las condiciones materiales
universales para la libertad, como la atención sanitaria, la educación
gratuita, etc.—deberíamos desplazar el terreno y pasar más allá en sus
implicaciones básicas, como son la viabilidad a largo plazo de una
economía social de mercado, es decir, de un capitalismo socialmente
responsable. Creo que si no damos este paso, si nos quedamos en el
horizonte de cómo cambiar sólo algunas cosas para seguir combinando el
capitalismo con el estado del bienestar, sólo estaremos contribuyendo
al proceso que intentamos detener e invertir.
¿Cuáles son, pues, las amenazas adicionales? El análisis de Michael
Hardt y Toni Negri, que comparto hasta cierto punto, me parece
subestimar la medida en la que el capitalismo actual privatizó de
manera exitosa, a corto plazo al menos, el propio conocimiento común.
Repito que esta es, me parece, una de las cosas cruciales que están
sucediendo hoy en día. Recuerden cómo en los fragmentos de Grundrisse,
Marx sueña con una sociedad que hoy básicamente existe aqui para
nosotros, en la que la principal fuente de la riqueza ya no será el
trabajo, la mano de obra medida por tiempo, sino el conocimiento
social, que toma cuerpo en la ciencia, en las prácticas materiales, la
cultura, y demás. Y la idea de Marx es que una vez suceda esto, el
capitalismo se ha acabado—porque el capitalismo se basa en la
explotación, la explotación es la apropiación de la plusvalía, que se
basa en el tiempo, el tiempo de trabajo como fuente de valor, etc. (Aquí Žižek parece dar por buena la vieja falacia marxista y reincidir en
ella: la falacia de que el valor está intrínsecamente relacionado con
el tiempo de trabajo—ampliamente desacreditada no sólo por la escuela
de Viena sino por la evidencia cotidiana de que son los avatares del
mercado y de la oferta y la demanda y la necesidad y el deseo y el
prestigio adherido, y no el tiempo de trabajo, lo que fija el valor de
los objetos, productos y servicios.—JAGL). Lo
que Marx no consiguió imaginar es cómo aun si tenemos el conocimiento
común como la principal fuente de riqueza, también puede privatizarse.
Así que—esto no lo ven. Otra cosa que Hardt y Negri no enfatizan
suficientemente es la medida en que no sólo es que (como le gusta
subrayar a Negri) la burguesía se está volviendo puramente parasitaria,
no desempeñando ya un papel estructural necesario en la producción
social, sino que también los mismos trabajadores se están volviendo
(mayormente en nuestra sociedad occidental, claro) cada vez más
superfluos. Números cada vez mayores de ellos se están convirtiendo no
sólo en parados temporales sino en trabajadores estructuralmente
inempleables.
Y más todavía—ahora continuará en otra dirección—: aunque en principio
sea cierto que la burguesía progresivamente se está volviendo no
funcional, esta aseveración debería matizarse: no funcional, ¿para quién? Para el propio capitalismo.
Es decir, si el viejo capitalismo idealmente comprendía un empresario
que invertía su propio dinero o dinero prestado en una producción
organizada y dirigida por él mismo, recogiendo los beneficios, hoy está
surgiendo un nuevo tipo ideal: ya no el empresario que es
propietario de la empresa, sino el gestor experto, o el comité gestor
presidido por un director ejecutivo, que dirige una compañía que es
propiedad de unos bancos también dirigidos por gestores que no son los
propietarios del banco, o por inversores dispersos. En este nuevo tipo
ideal de capitalismo sin burguesía en el sentido clásico, la vieja
burguesía que había dejado de ser funcional se refuncionaliza en la
forma de gestores asalariados. La propia nueva burguesía recibe un
sueldo, e incluso aunque posean una parte de la compañía, ganan
acciones como parte de la remuneración por su trabajo, pluses por su
éxito gestor, etc. etc. Esta nueva burguesía sigue apropiándose de la
plusvalía, pero en la forma mistificada de lo que Jean-Claude Milner
llama "salario plusvalía". En general se les paga más que el salario
mínimo del proletariado—el valor de referencia de este salario mínimo
sería en realidad, en la economía global de hoy, el de un trabajador de
un taller de trabajadores explotados en China o en Indonesia, etc. Y es
esta diferencia con respecto a los proletarios corrientes, esta
distinción, la que determina el status de la nueva burguesía. Así pues,
la
burguesía en el sentido clásico tiende a desaparecer. (Plus ça change plus c'est la même chose... - JAGL). Los capitalistas
reaparecen como un subconjunto del conjunto de los trabajadores
asalariados: gestores que están cualificados para ganar más por su
competencia, y es por lo cual la evaluación pseudo-científica, que
legitima a los expertos para ganar más, es crucial hoy. Esta categoría
de trabajadores que ganan un salario suplementario no está limitada,
claro, a los ejecutivos: se extiende a todo tipo de expertos:
administradores, empleados públicos, médicos, periodistas,
intelectuales, artistas... en breve, gente como la que estamos aquí en
esta sala. El extra que reciben llega en dos formas: más dinero, para
los ejecutivos y demás, pero también menos trabajo, es decir, más
tiempo libre, para algunos intelectuales, pero también para partes de
la administración estatal.
Ahí reside por ejemplo, me parece, el bloqueo de la China actual: el
objetivo ideal de las reformas de Deng Xiaoping era introducir el
capitalismo sin la burguesía como la nueva clase gobernante. Ahora, sin
embargo, los líderes chinos están descubriendo, para su dolor, cómo el
capitalismo sin una jerarquía estable, aportada por la burguesía como
una nueva clase, genera una inestabilidad permanente. Así pues, ¿qué
dirección tomará la China? De modo más general, puede decirse que ésta
es también la razón por la cual los ex-comunistas están re-emergiendo
como los gestores más eficaces del capitalismo. (Sí,
la eficacia en la pura gestión de objetivos y resultados deseados por
el jefe sube espectacularmente en cuanto se desprecian los derechos
humanos olímpicamente, y post-olímpicamente, y el ciudadano es sólo
carne de cañón o de albóndigas para el plan quinquenal del Partido. Y
viva la eficacia. - JAGL). La enemistad
tradicional contra la burguesía como clase se adapta perfectamente a la
tendencia del capitalismo actual hacia un capitalismo ejecutivo sin
la burguesía clásica. En ambos casos, tal como decía Stalin hace
tiempo, la ejecutiva lo decide todo. En este sentido, me parece, el
stalinismo estaba en realidad por delante de su tiempo. Como saben, en
los años treinta, la nueva clase de los gestores comunistas tenía
privilegios increíbles como burguesía asalariada. Sin avergonzarse,
admitían que en la nueva fábrica soviética, el ejecutivo a cargo recibía
como doscientas o trescientas veces el salario del trabajador
corriente. Tambien emerge una diferencia interesante aqui entre las
actuales China y Rusia. Por ejemplo, ¿cuál es el status de los cuadros
universitarios, los intelectuales? En Rusia, no están incluidos en el
seno de la nueva burguesía asalariada. Se les paga casi nada, tienen
que hacer más traducciones y demás... Aquí los chinos son más
inteligentes: les pagan muy bien; tan bien, de hecho, que ya se están
desplazando miles de profesores universitarios de Taiwan a China, a la
China continental. Esta también es la manera de controlarlos.
Además, y ahora llego a mi conclusión pesimista, esta noción del
salario suplementario nos permite también arrojar nueva luz sobre las
actuales protestas anticapitalistas—sobre un aspecto de las mismas; en
otros sentidos las apoyo totalmente. En tiempos de crisis, el candidato
obvio para apretarse el cinturón son los niveles inferiores de esta
burguesía asalariada. Puesto que sus salarios suplementarios no juegan
ningún papel económico inmanente, el único obstáculo que impide que se
sumen al proletariado es su protesta política. Y aquí tengo un
problema. En muchos países por toda Europa, aunque yo en principio
apoyo las huelgas, claro, sin embargo tengo que decir con franqueza, y
algunos de ustedes encontrarán esto problemático, que me entristece la
medida en que es precisamente esta categoría de la burguesía asalariada
privilegiada—empleados públicos, ejecutivos inferiores, y demás,
intelectuales...— son los que todavía se atreven a hacer huelgas. Los
proletarios de nivel cero no se atreven a hacer huelga: bastante
contentos están con mantener su puesto de trabajo, su salario mínimo y
demás. Y sostengo que muchas de las huelgas que hay hoy en día son las
huelgas de esta burguesía asalariada. Por desgracia, tengo la
impresión, esto les sonará horrible a algunos de mis amigos que dicen
que hay que celebrar la huelga en Eslovenia, una huelga de un día hace
un par de semanas—claro, yo la apoyo, en principio, pero mi problema es
que fue claramente, predominantemente, una huelga de la burguesía
asalariada privilegiada—profesores, policías y demás, intelectuales,
etc.—precisamente los estratos que hasta ahora han disfrutado de una
cierta seguridad, empleo a largo plazo, menos trabajo, y demás. Fue
literalmente, predominantemente, según lo veo yo, no una huelga
solidaria con los trabajadores, sino una huelga cuya finalidad al menos
implícita era mantener las distancias, no unirse a los proletarios. Así
que estamos, insisto, en una situación muy paradójica, en la que esta
burguesía asalariada es la única que aún se atreve—casi—que aún se
atreve a hacer huelga, que es por lo que creo que es absolutamente
crucial inventar, desarrollar, algún tipo de solidaridad de esta nueva
forma de burguesía asalariada con los proletarios corrientes, como los
quieran llamar. Sin esto, las perspectivas son muy tristes.
Así pues, por volver a mi línea principal, el rasgo principal que
deberíamos subrayar sobre la sociedad actual es que la crisis actual no
versa sobre despilfarro imprudente, avaricia, reglamentos bancarios
ineficaces, etc. Yo sostengo que está sucediendo algo mucho más
radical: está llegando a su fin un ciclo económico, un ciclo que
comenzó a principios de los setenta, el momento en el que... —un economista
griego que yo aprecio mucho, Iannis Varufakis, lo llama el minotauro global,—
cuando nació este minotauro global; ha sido el motor que ha hecho rodar
la economía mundial desde principios de los ochenta hasta 2008. Es
decir, los últimos años sesenta y primeros setenta, no fueron
únicamente la época de la crisis del petróleo y la estanflación. La
decisión del presidente Richard Nixon de abandonar el patrón oro en
favor del dólar americano fue la señal de un desplazamiento mucho más
radical en el funcionamiento básico del conjunto del sistema
capitalista. Para finales de los sesenta, la economía americana ya no
era capaz de seguir reciclando sus excedentes a Europa y Asia. Los
excedentes se habían convertido en déficits. Entonces, en 1971, el
gobierno USA respondió a este declive con una maniobra estratégica
audaz y bastante ingeniosa. En lugar de enfrentarse al incipiente
déficit nacional y combatirlo, el gobierno estadounidense decidió hacer
exactamente lo contrario: potenciar los déficits. Y, cito aquí a
Varufakis, "¿quién los pagaría? El resto del mundo. ¿Cómo? Mediante una
transferencia permanente de capitales que corrían sin cesar de aquí
para allá cruzando los dos grandes océanos"—para financiar el déficit
norteamericano. Así pues, este déficit empezó a funcionar como (cito de
nuevo a Varufakis) "una aspiradora gigante, absorbiendo los excedentes
de bienes y capitales de otras gentes. Aunque través de ese arreglo
tomó cuerpo el mayor desequilibrio jamás conocido a escala planetaria,
sin embargo sí dio lugar a algo parecido a un equilibrio mundial: un
sistema internacional de flujos financieros y comerciales asimétricos y
en rápida aceleración capaces de proporcionar una semblanza de
estabilidad y de crecimiento sostenido. Impulsadas por estos déficits,
las principales economías de excedentes del mundo (Alemania, Japón y
luego China) siguieron produciendo bienes en plan masivo mientras
Norteamérica los absorbía. Casi el 70% de los beneficios obtenidos por
estos países a escala global se transfirieron de nuevo a los EE.UU. en
forma de flujos de capitales a Wall Street. ¿Y qué hizo Wall Street con
ellos? Convirtió estos influjos de capital en inversiones directas,
acciones, etc. etc."—fin de la cita.
Aunque la visión del orden global actual de Emmanuel Todd (el
teorizador socioeconómico francés) sea quizá demasiado unilateral, es
difícil negar su momento de verdad: que los Estados Unidos son un
imperio en declive. Su balanza de pagos cada vez más negativa demuestra
que los Estados Unidos son el depredador no productivo. Tiene que
succionar mil millones de dólares de influjos diarios de otras naciones
para comprar para su consumo, y es, como tal, el consumidor universal
keynesiano que mantiene la economía mundial en funcionamiento. Este
influjo—que viene a ser en la práctica como el dinero que se pagaba a
Roma en la Antigüedad, o los regalos que los antiguos griegos ofrecían
al Minotauro—este influjo se basa en un mecanismo económico complejo.
Se confía en los EE.UU. como en un centro seguro y estable de modo que
todos los demás, desde los países árabes productores de petróleo a
Europa Occidental, Japón, incluso los chinos, invierten sus beneficios
excedentarios en los Estados Unidos. Dado que esta "confianza" es ante
todo ideológica y militar, no económica, el problema para los EE.UU. es
cómo justificar su papel imperial. Necesitan un estado de guerra
permanente, así que tuvieron que inventar la "Guerra contra el Terror",
ofreciéndose a sí mismos como el protector universal de todos los demás
estados normales, no delincuentes. De esta manera, el planeta entero
tiende a funcionar como una Esparta universal, con sus tres clases, que
ahora emergen como el Primer, Segundo y Tercer Mundo: los EE.UU. son el
poder militar, político e ideológico, Europa y partes de Asia y de
Sudamérica son las regiones productoras y fabricantes industriales, y
el resto subdesarrollado son los ilotas de hoy en día. Dicho de otro
modo, el capitalismo global trajo consigo una nueva tendencia universal
hacia la oligarquía, disfrazada como la celebración de la diversidad de
culturas.
Este modelo, quiero insistir, hoy se está desmoronando. Este perverso
desequilibrio estructural—no sabíamos ni siquiera hasta qué punto era
perverso—en el que literalmente todo iba girando alrededor, en el que
el momento clave venía a ser el déficit de al menos mil millones por
día de los Estados Unidos—ya no funciona; este modelo y el capitalismo
están buscando desesperadamente una salida, y creo que es éste el
trasfondo de la crisis. Si hace cincuenta años nos gustaba decir que el mundo necesitaba a los Estados Unidos,
ahora los Estados Unidos necesitan
al mundo.
Cuando yo era joven, recuerdo, era muy popular este dicho cínico,
escribieron un ensayo sobre qué pasaría, en los años sesenta, si toda
la India se hundiese en el océano: la respuesta era, nada. Un
incidente menor. Yo sostengo que si todos los Estados Unidos se
hundieran hoy en el océano, algo parecido se puede aplicar hoy más o
menos a los Estados Unidos.
Así pues, repito, tenemos reacciones, las enumeré al
principio—reacciones a esta crisis. ¿Cómo hemos de juzgar estas
reacciones? ¿Qué está pasando hoy? ¿Qué significa? La Plaza Tahrir, las
protestas de "Occupy Wall Street"... Aquí propondré una versión algo
poética, incluso teológica, pero me atendré a ella de modo muy literal.
En su proyecto Arcades,
Walter Benjamin cita al historiador francés André Montglane, ésta es la
cita: "El pasado ha dejado imágenes de sí mismo en los textos
literarios, imágenes comparables a las que deja impresa la luz en una
placa fotosensible. Sólo el futuro posee reveladores de fotografías lo
suficientemente activos como para examinar esta superficie a la
perfección." Ven, la idea es muy bonita—que en el arte tenemos,
literalmente, señales del futuro. Tenemos
en el arte fragmentos que sencillamente no son legibles en su propio
tiempo: sólo desde el futuro se pueden leer, retroactivamente. Un
ejemplo clásico que creo que repetí aquí hace años, leer adecuadamente
a Kafka es una figura retórica de este estilo. Sólo hoy podemos leer
adecuadamente a Dostoevsky, a William Blake, a Edgar Allan Poe...
vistos retroactivamente desde Kafka. (NOTA
JAGL: Ver sobre estas cuestiones de relectura retrospectiva, y en
concreto sobre el ejemplo de Kafka, mi artículo 'Understanding
Misreading: Hermenéutica de la relectura retrospectiva"). Kafka
fue el revelador que —incluso a John Milton— los volvió legibles.
Creo que de modo parecido, las protestas de "Occupy Wall Street", la
Primavera Árabe, las manifestaciones en Grecia y en España, etc., han de
leerse precisamente como tales señales
del futuro. Deberíamos
invertir la perspectiva historicista corriente de entender un
acontecimiento a partir de su contexto y de su génesis. Las erupciones emancipatorias
radicales no pueden interpretarse de esta manera. (NOTA
JAGL: Žižek
propone aquí en sustancia aplicar a la historia el mismo procedimiento
que T.S. Eliot propone aplicar al canon literario en "Tradition and the
Individual Talent". En suma, pretende "canonizar" las revueltas
radicales. O tal vez asimilar (como los materialistas culturales
británicos) al significado histórico de determinados acontecimientos la
estela de consecuencias, interpretaciones que producen, su recepción y efectos
subsiguientes...). En lugar de analizarlas como parte del
desarrollo continuo desde el pasado al presente, deberíamos introducir
la perspectiva del futuro; deberíamos interpretarlos como partes
limitadas, distorsionadas, a veces incluso pervertidas, de un futuro
utópico que yace latente en el presente, como su potencial oculto. (Claro
que, opina JAGL, eso es un acto 'performativo' de apostar por un
determinado futuro, pues esa interpretación que tiene lugar ahora se
basa necesariamente en un futuro deseado o indeseado o esperable, en
todo caso un futuro imaginado, y no en el futuro efectivo, pues ese
futuro efectivo les pertenecerá a otros cuando sea pasado o presente,
para ellos. Y muy probablemente no será el futuro en el que Žižek
o cualquier otro sagaz intérprete actual han basado sus
interpretaciones, leyendo señales de un futuro que quizá nunca llegue a
existir. (Es el caso de la inmensa mayoría de los futuros)).
Según Gilles Deleuze, en Marcel Proust (cito a Deleuze) "la gente y las
cosas ocupan un lugar en el tiempo que es inconmensurable con el que
tienen en el espacio"—por ejemplo, la demasiado célebre madalena del
principio de la obra maestra de Proust está aquí en el espacio, pero
éste no es su auténtico tiempo. De modo similar, debería uno aprender
el arte de reconocer, desde una posición subjetiva comprometida,
elementos que están aquí en nuestro espacio, pero cuyo tiempo es el
futuro emancipado, el futuro de la idea comunista. Voy a desarrollar
esto más, hasta el extremo de la locura, esta dimensión teleológica.
Porque, ¿en qué sentido? —Claro, las cosas son aquí mucho más
complejas. No estoy diciendo (esto es crucial) que hay un futuro
comunista fijado, y que ya nos está llegando ciencia desde él. ¡No!
Este futuro es puramente virtual. Existirá, o quizá no existirá, este
futuro. Pero la paradoja es que tenemos esta estructura circular: sólo
leyendo lo que hacemos ahora como señales del futuro, desde nuestra
posición comprometida, podemos—quizá—hacer que este futuro tenga lugar.
Déjenme que les traiga, que les cite, una maravillosa historia de
ciencia ficción sobre el viaje en el tiempo, que representa la
estructura de modo perfecto. Intentaré describirla. Es vieja...—me he
olvidado hasta del título. La historia de viaje temporal tiene lugar en
Nueva York en el siglo XXV, donde ya desarrollan una especie de máquina
primitiva para viajar en el tiempo. Bien, pues a un historiador del
arte del siglo XXV le fascina un pintor de mediados del siglo XX, un
pintor vagamente basado en Jackson Pollock. Así que dice, "Dios, me
gustaría estar allí, para escribir la auténtica biografía de este
Pollock." Así que coge la máquina del tiempo y se desplaza al Nueva York
de mediados de los 40. Lo que descubre allí— justo antes de que
empezase la carrera de este pintor—lo que descubre allí es una
pesadilla. Este pintor es un vulgar borracho, totalmente estúpido, que
no sólo carece de cualquier talento, sino que además, cuando el
historiador se le presenta a este pintor, el pintor le roba la máquina
y se escapa al futuro. Ahora, si les gustan las paradojas de la ciencia
ficción y las conocen ya deben haber adivinado ustedes lo que pasa.
Atrapado en este tiempo, el crítico del futuro, ¿qué puede hacer?
Adopta la identidad del pintor y pinta las mismas pinturas que hicieron
al pintor famoso en el futuro. Es una bonita estructura circular. Es
una cosa como ésta la que deberíamos enfatizar.
Profundicemos más en la teleología llegados a este punto. Blaise
Pascal, su idea de Deus absconditus,
le Dieu caché,
el Dios escondido—Hubo muchos comunistas, no sólo Lucien Goldman o
Alain Badiou, que reconocieron la dimensión protocomunista de Pascal en
este extremo. Saben la idea de Pascal: Dios no quiere revelarse
plenamente. Si Dios se revelase plenamente, todo el mundo se
convencería sin más: Dios mío, si lo ves claramente, "ja, ja", quién
dudaría, ya saben. Pero dice que eso no es bueno, no se puede hacer, no
es [bueno] para la auténtica fe. Pero Dios tampoco puede estar
completamente escondido. Si está completamente escondido, entonces,
nada—los escépticos, Pascal los llama "libertinos" (que, cuidado aquí,
es un desplazamiento semántico maravilloso, en el siglo XVI, en el
XVII, libertino, libertin, no
significaba lo que Vds. están seguramente soñando, desenfreno sexual y
demás: significa librepensador escéptico ateo. Y en cien años el
significado cambió completamente—pasó a significar lo que a Vds. les
gusta soñar y demás). Así que, bien, Pascal dice que—aquí viene la
maravillosa idea dialéctica de Pascal del Dios escondido que envía señales. Y
como señala Pascal, estas señales son milagros. Pero, aquí está la
belleza de Pascal, estos milagros, y precisamente en esto consiste la
sabiduría divina, estos milagros son milagros sólo para quienes los
buscan, y que quieren reconocerlos en tanto que tales milagros.
No son milagros allí a la vista para todo el mundo. Pasa algo que es un
milagro; si eres un escéptico libertino corriente, dirás "bah, esto es
sólo un accidente, un fenómeno extraño de la naturaleza"; sólo como
creyente lo reconocerás como tal milagro.
¿Qué significa esto? Pascal aquí es un protomarxista. Significa que la
teoría del comunismo no es una teoría social objetiva. Es una teoría
que es verdad, pero tienes acceso a esta verdad sólo desde una posición
subjetiva comprometida. —No es sólo
que "no nos importan los trabajadores, pero estudia historia y verás
que, huy dios mío, parece que los trabajadores a la larga ganarán, así
que subamos a su carro...", etc.— ¡No! Es sólo desde una posición
comprometida desde donde lo entiendes.
(A mí —NOTA JAGL—todo esto me suena
más bien a que el comunismo y el compromiso éste del que habla Žižek es
una religión laica, una doctrina revelada por profetas a un grupito de creyentes
sectarios o iluminados, una verdad basada en la fe o en la credulidad, igual que
el cristianismo de Pascal. Y que la utopía marxista de Žižek está tan
en el cielo como el Dieu Caché. Claro que puede que yo sea un libertino
en estas cuestiones).
Y es por esto por lo que, como lo dijo Pascal de manera magistral, hay
una reacción circular entre la enseñanza, la doctrina, y el milagro.
Una doctrina es sólo teoría abstracta; necesita un milagro, es decir,
algún acontecimiento imposible y traumático que te conmociona. Pero el
milagro también necesita una doctrina, para ser reconocido como lo que
es. No hay medida externa objetiva—hemos de aceptar este círculo.
Yo sostengo, por ponerlo en términos ligeramente ingenuos, sostengo que
ahí es donde estamos hoy. Si el comunismo del siglo XX, al menos en su
versión estalinista, era todavía el comunismo de la religión
revelada—ya saben, como los neotomistas, que mantienen que todos los
que piensan honradamente pueden reconocer a Dios, que la verdad está
allá a la luz pública... Nuestro comunismo debería quizá ser, me
encanta este término, no el Deus
Absconditus, sino el Comunismo
Absconditus, por
así decirlo escondido: se pueden leer sus huellas sólo desde una
posición comprometida. Y podemos sustituir punto por punto la oposición
de Pascal entre el creyente auténtico y lo que él llamaba el libertin, por los términos
actuales: libertin
es un escéptico liberal "Oh, no os hagáis ilusiones, esto es sólo un
capricho de la historia, la gente sueña..." ¿Cómo reaccionarían a la
Plaza Tahrir? El libertin
diría, "Es una revuelta interesante, vale, Mubarak los ha estado
jodiendo un poquito, pero quién sabe, ahora veis el resultado, no os lo
toméis demasiado en serio, la gente tiene sueños, la realidad se
impondrá..." Si habláis desde una posición subjetivamente comprometida,
de buscar, o de fidelidad al comunismo, sois capaces de leer, por
ejemplo, pero no sólo, la Plaza Tahrir, Occupy Wall Street, como lo que
fueron, como— No teman, yo soy un ateo total, pero creo que deberíamos
rehabilitar la noción atea de milagro. (Parece que Žižek
desconoce, o ha decidido ignorar, el muy relevante papel de los agentes
infiltrados, servicios secretos, y organizaciones globalistas de
ingeniería social, en la gestión de estos 'milagros'...
presentando como naturales, espontáneos y no guionizados unos fenómenos
que han sido cuidadosamente planificados por personas y organizaciones,
en la medida en que tales previsiones son posibles, y con las
limitaciones inherentes aun a las conspiraciones mejor organizadas -
JAGL).
¿No fue la Plaza Tahrir en algún sentido, no metafísico, claro, —un
milagro? Nadie absolutamente lo esperaba. Nosotros en Occidente éramos
racistas que pensábamos "estúpidos árabes, la única manera de
mobilizarlos es el antisemitismo, el nacionalismo y el fundamentalismo
religioso..." ¡Y pasó un milagro! No, claro, literalmente; un milagro
en el sentido de algo inesperado; otra vez—Occupy Wall Street, otro
milagro. Los milagros suceden. Hace falta una postura comprometida para
reconocerlos. (Y gente muy lista, poderosa y trabajadora, para planificarlos, pastorearlos, y guionizar el relato de los mismos... —JAGL)
De nuevo, no me malinterpreten. No estoy diciendo que haya un Dios
secreto escondido por ahí, o la versión comunista de Dios, la Necesidad
Histórica, que nos está enviando milagros (O los Think Tanks globalistas, como nuevo Deus Absconditus.... — JAGL). ¡No! Esta necesidad es la
necesidad subjetiva, el apremio subjetivo. El milagro en el sentido de
reconocer potenciales, pistas del futuro, aquí y ahora. Sólo son
legibles desde una posición comprometida. (Comprometida con la agenda de llevarlos a cabo, ante todo... —JAGL).
(NOTA JAGL: Antonio Gramsci hablaba
de formas históricas residuales, dominantes y emergentes. Parece ser
que Žižek se sitúa simplemente en esta línea y ve estos mensajes del
futuro de lo que hoy es emergente y será dominante—quizá será dominante, porque lo que
sí enfatiza Žižek
es la incertidumbre y el indeterminismo. Algunos agentes muy poderosos
apuestan fuerte e invierten, sin embargo, en resultados determinables).
Déjenme concluir con tres puntos. El primero. Me gustaría darles
un ejemplo o dos de tales milagros. Son, claro, los milagros políticos,
y espero que vean cómo esto es intuitivamente cierto; si analizan la
Plaza Tahrir, por ejemplo, sólo como fenómeno sociológico, te quedas
atrapado en estas chorradas, "sí, las masas primitivas egipcias, un
breve momento de ilusión, etcétera etcétera..."—No, deberíamos ver en
ella el milagro que viene del futuro, y demás. Pero me gustaría
ponerles dos ejemplos diferentes, para chocarles un poquillo. Saben que
a menudo oímos que la visión comunista quizá sea buena e interesante
pero que se basa en una peligrosa idealización de los seres humanos.
Les atribuye a los humanos una especie de bondad natural que
sencillamente es ajena a las personas reales. ¡Dios mío, tenemos aquí
un milagro! Es maravilloso.... Lo que les voy a contar ahora es una
cosa muy modesta, muy ingenua, pero es una maravilla. Daniel Pink
escribió un libro titulado Drive, y
se refiere en este libro a un conjunto de investigaciones científicas
sobre el comportamiento que hacen pensar que, al menos a veces, los
incentivos externos, la recompensa financiera, pueden ser incluso
contraproducentes. Es decir, por simplificar... —a ver si no voy mal de
tiempo— lo abreviaré un poco.
El experimento era como sigue. Les dieron
a un grupo de personas tareas de diferente nivel. Primero eran tareas
de nivel bajo, trabajo mecánico. Y les daban cantidades diferentes de
recompensa financiera. Si había un trabajo primitivo, no creativo,
descubrieron lo obvio: cuanto más te pagan, más eficiente eres. Pero
cuando las tareas se volvían mínimamente creativas, con retos
intelectuales, descubrieron esto, una cosa muy bonita—aunque sea
ingenua, y sea explotada inmediatamente por los capitalistas...
Descubrieron que no sólo por encima de cierto nivel el dinero no
importa, sino que por encima de determinado nivel, el dinero es
contraproducente. Es increíblemente hermoso. Si tenemos un grupo de
personas, y les decimos, aquí tenemos un hueso duro de roer, uno
creativo, sobre cómo reestructurar el ciberespacio de tal manera, o lo
que sea—si les das demasiado dinero, lo harán peor que si no les das
nada de dinero. Entonces hicieron, los científicos, una cosa—para
disipar malentendidos, ustedes pensarán que debían ser unos cuantos
científicos lunáticos de izquierdas; y sí que lo eran, porque la
institución que organizó esto era el tan conocido grupo izquierdista
conocido como el grupo bancario federal de los EE.UU.—los que hicieron
esto. Así que, siguieron, y dijeron, un momento, quizá esto sea una
especificidad cultural, de gente que tiene un nivel de vida
relativamente alto en los Estados Unidos. Así que hicieron una cosa
magnífica, honesta y sencilla: fueron a África, a Mali, o a... al
África pobre, fueron a un pueblo a la India, repitieron exactamente el
mismo experimento—¡con cantidades menores de dinero, claro! y
obtuvieron siempre el mismo resultado. Ya tienen el resultado. No sólo
es que el dinero no importe, más allá de un determinado punto, es que
es incluso contraproducente. Si tienes una tarea creativa y eres
consciente de que cuanto mejor la hagas más te pagarán, si hay
demasiado dinero, es contraproducente.
Lo haces peor.
¿Por qué me gusta este ejemplo? Lo sé: es (a) totalmente ingenuo; (b)
sé cómo le gustan estos ejemplos al capitalismo postmoderno para joder
más a los trabajadores, ya saben, es así toda la propaganda de
Google-Microsoft, "te proporcionamos un entorno creativo donde el
dinero no importa y toda esa historia, etc." Así que, claro, deberíamos
saber bien lo que pasa aquí: que esto se aplica a las compañías por
acciones, Microsoft, Google, Apple, pero ya saben cuál es el otro lado
de Apple: yo creo que si hubiera de vivir en una dictadura, sería un
dictador, y una de las reglas irracionales que impodría sería que cada
vez que se mencione a Apple, la marca, habría que decir Apple
/Foxconn—¿saben lo que es Foxconn? La verdad de Apple. Literalmente más
de un millón de trabajadores, en los suburbios de Shanghai y otros
sitios, trabajando en las condiciones más terroríficas, y, típico de la
China de hoy en día, la obscenidad es pública y directa. Por ejemplo—es
increíble lo que pasa hoy—el director de Foxconn visitó Shanghai y
pidió ver al director del zoo de Shanghai, del jardín zoológico. Le
preguntaron por qué, y dijo, "Bueno, es que tenemos problemas
similares. Mi problema es cómo dirigir de modo disciplinado a un millón
de animales, y espero aprender algo del jardín zoológico, cómo lo hacen
allí"—saben... La historia de Foxconn es maravillosa. Tenemos ahí
al capitalismo humano en su mejor expresión. Saben, cuando tuvieron
esos suicidios en masa, —¿saben qué hizo Foxconn? Todo trabajador de
Foxconn ha de firmar un pacto anti-suicidio. Promete que no se matará a
sí mismo y —mucho mejor— promete que si ve a alguno de sus colegas
demasiado deprimido, que lo denunciará, y además—me pareció
maravilloso—los suicidios se hacen tirándose de edificios de gran
altura, como estaban en edificios pequeños de muchos pisos, Foxconn
puso redes alrededor de los edificios, esto es humanismo...
Así que, bueno, —pero lo que digo es que, a pesar de esto, a pesar de
toda la ingenuidad de este experimento, ¿no hay sin embargo algo muy
bonito aquí? ¿No es, de modo muy ingenuo, una especie de confirmación
empírica de que no, el egoísmo capitalista no es lo que supone un
peligro para nosotros; no estamos soñando; es cierto que a un
determinado nivel se puede organizar la producción de modo que no
solamente no está condicionada, la calidad, por las finanzas, sino que
además, el aspecto financiero, si se subraya demasiado, si se enfatiza,
es incluso contraproducente? Quiero decir, puede que nos riamos de esa
idea marxista de la definición del comunismo, "a cada uno según sus
necesidades, de cada uno según sus capacidades"—pero, lo siento, ¿no es
acaso exactamente la fórmula de esto? Si le das dinero a la gente según
su necesidad, sin necesidad de darles dinero, cada uno trabajará según
sus capacidades. De nuevo, creo que esto es una modesta pero
maravillosa señal del futuro. Cómo es empíricamente falso, esos que
dicen, "Bah, los comunistas estáis soñando", etc. etc.... ¡No! El
egoísmo no es una cosa que esté en la naturaleza. De modo pervertido,
incluso Rousseau supo esto. Sabía que el capitalismo no es ni siquiera
egoísmo: es envidia, resentimiento. El punto básico del capitalismo no
es "yo tengo que ganar"— es, "tú
tienes que perder". Pero vale, esa es otra historia... (Es
mucho más habitual, quizá por más intuitivo u obvio, oír precisamente
lo contrario... Que el socialismo no se basa en realidad en 'yo tengo
que ganar más' sino en 'tú no puedes destacar'... Decididamente, Žižek está pensando 'a la contra', por ponerlo suavemente —JAGL). (En fin, que aquí Žižek delira hasta
el desbarre
más absoluto, y podemos decir que se le ve el plumero sectario. Para
empezar, el capitalismo se basa en la cooperación racional entre las
distintas capacidades, laborales y organizativas, de las personas, y en
una explotación del trabajo ajeno según normas públicas y sometidas al
mercado de intereses comunes. También en la disponibilidad de
excedentes y la legitimidad de su préstamo... pero en fin, para qué
entrar en este debate absurdo, sobre todo cuando se confunde
deliberadamente al capitalismo liberal con el Capitalismo de Amiguetes
denunciado por Adam Smith y cultivado asiduamente por las élites
financieras globalistas. Pero Žižek al parecer quiere una Cuba
universal, o peor aún, una Esparta universal, pero una Esparta con
congresos
internacionales donde lo inviten. Pero esas invitaciones y YouTubes
sólo se dan en el seno del capitalismo, y de ahí las copia el Aparato
comunista).
Ahora déjenme, para concluir en un tono más ligero, y una
cosa que a todos nos gusta, con una invitación a que vean series de
televisión. Como todos sabemos (ahora hablo como hegeliano) el Weltgeist
se ha desplazado, recientemente, de Hollywood a las series televisivas.
La cultura popular auténticamente creativa, incluso comercialmente
creativa, viene hoy en día mucho más de algunas de ellas, HBO y demás,
que de las películas. Las películas están teniendo que competir
precisamente con narraciones televisivas más interesantes, y se están
volviendo cada vez más estúpidas en una línea espectacular, como Los Vengadores
y demás. Todas estas ultrabatallas y demás enmascaran una carencia
total de... —no son capaces ni siquiera construir una narración
interesante que le diese una función propia. Bien; un amigo mío,
un teólogo americano—muy izquierdista, sería la versión americana de
vuestro Boris Gudnievich de aquí...—que es amigo mío—Adam Kotsko,
escribió un libro magnífico sobre Por
qué nos gustan los sociópatas.
Se fijó en una cosa: precisamente en el ámbito de las series de
televisión, casi todos—bueno, no casi todos, pero predominantemente,
los héroes son predominantemente sociópatas. Por ejemplo, monstruos
como—gángsteres asesinos como Tony Soprano, asesinos en serie como
Dexter, agentes antiterroristas torturadores como Jack Bower, hasta
padres primitivos y disfuncionales como Homer Simpson, etc., etc.
Obviamente parece que nos encantan los sociópatas. Lo que une a todas
estas figuras es que, sea por la razón que sea, desde la mera
satisfacción subjetiva o por el beneficio material, hasta para proteger
el tejido básico de nuestra sociedad, estos protagonistas son capaces,
sin ningún tipo de escrúpulo moral, de suspender las normas básicas de
la empatía y de la decencia humana. Hacen trampas, matan, torturan,
manipulan, humillan a los otros, etc.—a sus vecinos, sin normas que los
constriñan.
¿Cómo hemos de interpretar esta rara fascinación? La respuesta más
obvia sería leerlo como una descomposición de nuestros lazos sociales,
de lo que mantiene a nuestras sociedades unidas. Nuestras sociedades
obviamente necesitan sociópatas, si han de funcionar con normalidad:
sólo los sociópatas pueden salvarnos; las normas sociales han de
romperse por el bien de la propia sociedad. Sin embargo, Adam Kotsko
propone un análisis clarificador en el que da un paso crucial más allá:
el problema de estos sociópatas es que no son bastante sociopáticos.
Todavía necesitan a la sociedad, y, a su manera, sirven a la sociedad.
Dicho en otras palabras, lo que Jacques Lacan llama el gran Otro sigue
estando operativo, a saber, los objetivos que motivan a estos
sociópatas son todavía fines socialmente aceptables: aspectos
materiales, reconocimiento social, o incluso fines patrióticos, como
Jack Bower, salvar al país de uno, etc. etc. La sociedad también
absorbe el resultado de sus actividades. Por ejemplo, yo sostengo que
el sociópata más pérfido y patológico es el Dr. House—para mí. Que
rompe todas las normas precisamente para salvar a la gente, and sou on and sou on. A
partir de esta comprensión dialéctica básica, Kotsko esboza la idea de
un auténtico...— dice, maravillosamente, no es sólo que estos sociápatas
sean figuras patológicas, lo son porque a fin de cuentas no son
suficientemente sociopáticos, necesitamos por fin un auténtico
sociópata, un revolucionario social que sea capaz de cuestionar
efectivamente las coordenadas básicas de nuestra sustancia social.
Luego Kotsko enumera los rasgos que salvan a cada uno de los
principales tipos de sociópatas de las series—clasifica a los
sociópatas en tres o cuatro grupos. Primero están los intrigantes, como
Homer Simpson. Un padre de familia vulgar y estúpido que simplemente
disfruta humillando a sus vecinos, ganándoles— (eh, ¿cómo dice? —...— Ya lo
sé, mi hijo sabe esto desde hace cinco años, lleva llamándome Homer
tres años...) —Pero Kotsko se fija en un maravilloso rasgo que lo
salva. Fijaos que cuando Homer tiene éxito en sus intrigas primitivas,
exhibe una clase de inocencia maravillosa, una alegría infantil, "'¡Ja
Ja! Los he jodido bien," y demás. Esto es un rasgo que lo redime. Luego
tenemos el siguiente tipo de personaje sociopático. Los intrigantes que
elaboran unas despiadadas intrigas, hasta el asesinato o lo que sea,
principalmente trampas financieras para tener éxito—no, los intrigantes
no, lo siento, estos son los trepas.
Exhiben sin embargo una creatividad excepcional, y una disposición al
riesgo, en la consecución de sus fines sin contemplaciones. Luego
tenemos la figura más ominosa entre los sociópatas, los aplicadores de la ley, como Jack
Bower, hasta cierto punto incluso McNalty, de The Wire.
El rasgo que los redime es que están dedicados en cuerpo y alma a un
objetivo más importante que su vida normal, con su búsqueda de la
felicidad.
Y ahora, para concluir, quiero hacer una cosa muy estalinista. Ya saben
lo que buscaban los estalinistas—un modelo del hombre del futuro. Yo
sostengo que si combinamos estos tres rasgos salvadores, conseguiremos
el tipo de persona que necesitamos en nuestra lucha por la justicia y
la solidaridad. Una persona que tenga algo en común con Jack Bower y
demás, dedicado a una tarea mayor que su vida. A esta persona no le
gusta el primer preámbulo de la Declaración de Independencia—el
objetivo de nuestra vida no es la consecución de la felicidad, es algo
mayor, por lo cual deberíamos estar dispuestos a arriesgar la vida si
es necesario. La segunda cosa que desde luego tendría que tener en
común con los trepas—una creatividad y una disposición para el riesgo
excepcionales—y el tercer rasgo, por supuesto, deberíamos ser en
nuestras luchas como Homer Simpson. No como estos revolucionarios
marxistas, "Oh dios mío, tengo que sacrificar mi vida familiar por la
noble causa de la revolución...." ¡No! Deberíamos tener este goce
infantil, ¡jaja! Los hemos jodido bien, y demás. Deberíamos redescubrir
esta alegría inocente infantil al hacer la tarea bien. Cuando le
preguntaron a Stalin en 1929, ¿cuál es el bolchevique ideal?
—respondió, "El bolchevique ideal"—muy interesante la respuesta—es una
combinación de la dedicación y obsesión rusas y del espíritu pragmático
y práctico norteamericano. Quizá nuestra respuesta hoy debería ser: un
auténtico combatiente por la emancipación (JAGL- Observemos la hábil falacia que pretende colar Žižek:
'el bolchevique ideal' es como 'el auténtico combatiente por la
emancipación'.... En fin... A los Antifas y demás, supongo que tiene en
mente, visto lo visto) —un auténtico combatiente por la emancipacióndebería combinar la
dedicación a una causa superior de Jack Bower, la creatividad y
disposición al riesgo excepcionales que tienen los trepas sociales
brutales, y la alegría inocente de Homer Soprano. Si combináis estas
tres cosas, tenéis la señal del futuro de qué tipo de persona
deberíamos estar buscando. Muchas gracias.
(Nota final de JAGL:Bien, menos mal que la sociedad no
está hecha de estos liberadores. Me parece que en efecto se les
encuentra más en las células comunistas, o en los despachos de Wall
Street, o en los grupos terroristas. Lástima que no parezca un
ingrediente para el hombre del futuro un poco de comprensión panorámica
de la realidad, o de visión crítica de la misma. Por lo que se ve,
reciben su misión ya programada; la causa superior que los supera debe de
ser. Pésima impresión me ha hecho el final de esta conferencia de
Žižek, incluida su admirativa cita a Stalin como hombre de superior
penetración— a partir de un comienzo que parecía más prometedor. Pero
ya ven, criticar de modo brillante y divertido es una cosa; construir y
proponer alternativas es otra. Y no viene mal oír la formulación
positiva para hacerse una idea más clara de por dónde pisa uno y a
dónde va. Siguiendo a Žižek, y visto el simplismo atroz de sus ideas
sobre el capitalismo y la organización del trabajo, vamos directos a
repetir la revolución de 1917, o a tomar La Habana o a tomarnos un
habano con Fidel—como si no nos llegasen mensajes del pasado además de
los del futuro).