En su serie de ensayos The
Citizen of the World,
o "Chinese Letters", Oliver Goldsmith tiene un par de alter-egos entre
los personajes, figuras irónicas en modo diverso los dos: uno es el
visitante chino autor de las cartas, que observa con ojo crítico y nada
ingenuo la sociedad británica del XVIII, es decir, un trasunto del
propio autor en modo irónico distanciador, a la manera de Montesquieu
en
las Lettres persanes o Cadalso en las Cartas Marruecas.
O de Swift en tantos pasajes de Los viajes de Gulliver.
El
otro trasunto es el amigo inglés de este viajero oriental: the Man in
Black. Éste podría parecer mucho más cercano a Goldsmith en
carácter y en
algunos aspectos de su biografía, aunque también es por supuesto una
versión de sí irónica y ficcionalizada.
Aclaremos que Goldsmith era cualquier cosa menos un man in black; aficionado desmedido a las ropas caras y llamativas, para sobrecompensar lo poquita cosa que era, no logró entrar en el clero, según dicen, por unas ofensivas calzas rojas que vestía cuando le fue a presentar su candidatura a un obispo. De haber vestido de negro en esa ocasión, quizá hubiera seguido vistiendo de negro toda su vida, pero su destino iba a ser otro: flautista itinerante y hippie avant la lettre primero, luego médico más o menos aficionado e incompetente, también pluriempleado ujier de colegio, dramaturgo y poeta, jugador empedernido y hombre de mundo, humanista polígrafo y periodista desbordado...
Se dice que una de sus
incompetencias como médico era una cierta incapacidad a la hora de
cobrar sus honorarios, en particular de la gente necesitada. Y es
cierto al menos que abundan en la obra de Goldsmith los personajes
benevolentes un tanto autodestructivos, a modo de autorretrato
sarcástico o de recordatorio personal, que invariablemente reciben
lecciones prácticas sobre the way of the world. Hay algo de
autorretrato irónico, por tanto, en todos estos retratos de
benevolentes estafados o de altruistas enfrentados a la realidad de los
intereses humanos. Es el autorretrato de un reincidente, de un
desilusionado que sin embargo no se resiste a la benevolencia (como
vemos en "The Man in Black" I), pues se ve llevado a ella por un
impulso más fuerte que él y más fuerte que lo que la razón le dice
sobre los hombres y el mundo. Es un reincidente doblemente reincidente,
en cierto modo, pues aquí Goldsmith observa en sí mismo algo que ya
había observado en su padre, otro inocente o generoso excesivo, o
ingenuo estafado, que sirvió en parte de modelo para el por otra parte
modélico Dr. Primrose de The Vicar of Wakefield.
Nos dice Charles Duke Yonge sobre
"The Man in Black" (II):
This description of the father of the Man in Black is understood to have been taken, in many of its incidents, from the character and situation of Goldsmith's own father. In that respect, it resembles the pictures he drew of Dr. Primrose in the opening chapters of the 'Vicar of Wakefield', and the resistance of the Man in Black to the proposal that he should become a clergyman was a representation of at least some of the considerations which comforted Goldsmith himself when the Bishop refused to admit him to ordination. So again the position in which the Man in Black found himself as a hanger-on to a great nobleman, is portrayed in the adventures of George Primrose as the humble companion of Squire Thornhill.
Más conocido que este autorretrato caricaturesco titulado "The Man In Black" (II) es el ensayo o sketch sobre "The Man in Black" (I), en el que se nos presenta al amigo del filósofo chino como un teórico enemigo de la caridad que, sin embargo, da limosna en secreto a los necesitados cuando cree que no lo ven los auditores de sus diatribas sobre la necesidad de ayudarse a sí mismo. Es decir, es un hombre en el que están en conflicto una teoría y una práctica, y más allá, una teoría social (o económica, o antropológica) y las emociones—es un man of feeling, muy de su época, mal que le pese, aunque también se nos presenta inicialmente como la caricatura de lo que podría ser el capitalista ultraliberal de su siglo, supuestamente teorizado por Adam Smith o quizá más bien caricaturizado así por la posteridad.
Esta paradoja aparece planteada, y
resuelta, de otra manera muy distinta, en el inteligentísimo relato
"Asem: An Oriental Tale", titulado a veces "Asem the Man-Hater." Hay
muchas cosas que comentar a propósito de este relato, y en otro
artículo ("Goldsmith darwinista")
ya señalé sus relaciones con el protoevolucionismo dieciochesco del
Universo Pleno y la Gran Cadena del Ser (—véase también el ensayo
"Addison on Aliens" para ver hasta qué punto es
protoevolucionista esta concepción de la filosofía natural
dieciochesca). Hay también en Asem otra versión
del autorretrato del good-natured man que
se ve frustrado y aprende una lección sobre los excesos de la confianza
y la benevolencia. Aquí Asem comienza como "buen cristiano" (si bien en
el relato es de hecho un musulmán) desprendido y generoso, dando todo a
los
pobres sin cuidarse de su propio futuro y bienestar. La catástrofe
económica está asegurada, y también la ruina de su fe en la
benevolencia, pues los demás no le corresponden en su generosidad como
él esperaba, una vez que los necesita. Se vuelve pues un human-hater y se exilia a las
montañas en soledad. Allí la desesperación y la desilusión le llevan al
borde del suicidio, pero es rescatado por una oportuna visión que,
enviada por Alá, le enseña el recto uso de la benevolencia y del
interés propio, por el buen equilibrio propio y de todo su entorno. Y
así, tras pasar por
la ruina, el desengaño y la misantropía, termina Asem como un
comerciante
próspero, y cuidadoso con su libro de asientos, contribuyendo a la
sociedad un poco al estilo de La fábula de las abejas de
Mandeville, o sea, empezando la caridad por uno mismo, y cuidando el
orden social a través del cuidado de uno mismo y de la defensa de sus
intereses.
Encontramos en Asem, pues, una caricatura del idealismo altruista, cristiano o (en modo anticipatorio) vegano y woke, pues a estos activistas modernos nos recuerda Asem cuando sueña con un mundo vegetariano (y de carnívoros vegetarianos), sin violencia entre las especies, ni impacto ecológico discernible. Pero cuando el Genio lo transporta efectivamente a un mundo construido sobre estos principios, se encuentra Asem con que en ese mundo los humanos no son propiamente humanos, sino que son (como diría Yuval Noah Harari en Sapiens) un animal tan insignificante y tan carente de historia y cultura como las cucarachas o los orangutanes. La civilización se erige no en el seno del Edén vegano, sino sobre principios un tanto más desagradables, asertivos, interesados y carnívoros, y sobre modalidades de cooperación e interacción más complejas que la mera benevolencia altruista.
Comparando el relato sobre Asem con los ensayos titulados "The Man in Black" se aprecia mejor una recurrencia de temas y una coherencia, y el triángulo queda completado una vez tenemos en cuenta un cuarto vértice que termina de cuadrar este complejo intertextual: la vida del propio Goldsmith. A lo que podríamos añadir los ecos autobiográficos presentes en numerosas obras, desde "The Deserted Village" a "The Traveller". Se hacen con ello más perceptibles los elementos de autobiografía, más o menos literales o más o menos figurativos, que subyacen y dan forma a la ideología de estos relatos. Autobiografía interpretativa, sobre el propio trayecto vital y sobre los rasgos o debilidades de carácter que llevaron al autor y sus personajes primero a un decurso vital fracasado y finalmente a un autoconocimiento, enmienda y reconciliación con la realidad propia y la capacidad de acción en un entorno social, en el que juegan valores tanto éticos, empáticos y humanitarios, como económicos, egoístas y prácticos.
En el primer relato sobre el Hombre de Negro (nº XVI en la edición referida) veíamos la contradicción entre un altruismo de temperamento, al parecer irrefrenable, y la teoría económica que lo desautoriza y desmiente. Así sermonea, en pura teoría, al visitante chino:
"In every parish house (...) the poor are supplied with food, clothes, fire, and a bed to lie on; they want no more, I desire no more myself; yet still they seem discontented. I am surprised at the inactivity of our magistrates, in not taking up such vagrants, who are only a weight upon the industrious; I am surprised that the people are found to relieve them, when they must be at the same time sensible that it in some measure encourages idleness, extravagance, and imposture. Were I to advise any man for whom I had the least regard, I would caution him by all means not to be imposed upon by their false pretences; let me assure you, sir, they are impostors, every one of them, and rather merit a prison than relief." (97)
Obsérvese que la aparente teoría anti-caritativa o chacun pour soi del Hombre de Negro no es tal, pues está dando por supuesto el sistema de caridad organizada de la Iglesia, esa seguridad social primitiva que impedía la carencia terminal, alimentaba o albergaba a los necesitados y aseguraba al menos la paz social. A lo que se opone el Hombre de Negro es a la "doble imposición" que suponen la caridad individual o la tolerancia de la mendicidad. Pero su oposición resulta ser más teórica que práctica, pues el narrador "chino" no solo le ve dar discretamente a los pobres todo lo que lleva encima, pagando de más por unas cerillas que le ofrecen, sino que observa que si no lleva más es porque lo ha dado antes a otros, cuando no era observado. Y luego da como limosna las cerillas que ha comprado con sobreprecio.
En su prefacio a Essays of Oliver Goldsmith, Yonge señala la inspiración autobiográfica de diversos episodios de la ficción de Goldsmith, y observa sobre su carácter desprendido e impulsivo lo siguiente:
"It is characteristic of the
impulsive good-nature which, to the end of his life, was a marked
feature of his disposition, that, though he had only five shillings
left to carry him back to his home, more than 100 miles distant, he gave
half of it to a poor woman whom he met on the road, and who moved his
compassion by a piteous tale of distress. He calculated, indeed, on
obtaining a futher supply from a friend whom he himself had often
obliged in a similar way; but who, on being applied to, ungratefully
turned his benevolence and subsequent distress into ridicule" (vii).
Veremos que "El Hombre de Negro
(II)" extrae consecuencias más amargas y maquiavélicas de esta lección
vital.
El contraste entre rigorismo
económico y altruismo benevolente no queda resuelto en el primer
relato, y ello provoca la mirada irónica del narrador chino que observa
los absurdos actos de caridad de quien era un supuesto darwinista social
avant la lettre, el cuasi-spenceriano Hombre de Negro, cuyo
severo exterior esconde un corazón de oro (al menos en el primer
relato). A pesar de sus teorías sobre el parasitismo social y lo
contraproducente de la beneficencia, en este aspirante a economista
liberal en realidad prima al final la caridad cristiana, y eso le hace
tanto más entrañable para el visitante extranjero que toma nota de sus
contradicciones—y para el autor y lector implícitos.
En términos de sociobiología evolucionista, observamos
un individuo social en el que prima el altruismo antes que otro móvil
de conducta señalado por los sociobiólogos, a saber, la incinación a proporcionar un castigo a los
parásitos que abusan de la sociabilidad altruista. Para la observación
valorativa del autor implícito, no cabe duda de que el pobre Hombre de
Negro (I) recibe una alta aprobación, a pesar del potencial ridículo de
sus contradicciones. Es curioso que las teorías en sí no quedan
ridiculizadas o desmentidas, son buena teoría, pero la práctica social
es más diversa y no obedece a un solo motivo ni a una lógica estricta. El humor viene de
comprobar que estas dinámicas sociales contradictorias pueden darse
simultáneamente en un mismo individuo, haciendo de él una contradicción
viviente. El viajero chino se limita observar que es mucho sermoneo por
parte del Hombre de Negro para luego contradecirse él mismo. En el
narrador chino no se dan tales contradicciones: "He was proceeding in this
strain, earnestly to dissuade me from an imprudence of which I am
seldom guilty"... Quizá, por ello, a pesar de que este viajero
chino sea el alter-ego más obvio del autor implícito, podamos ver en el Hombre de
Negro una analogía más cercana a ciertos aspectos o debilidades del propio carácter
de Goldsmith que el autor está retratando, de modo irónico, pero
seguramente certero, en un autorretrato desplazado.
Es en el segundo relato sobre el
Hombre de Negro (cap. XVII en nuestra edición) donde encontramos
analogías todavía más significativas tanto con las experiencias vitales
del propio autor, como con la didáctica económica que veíamos en
"Asem." Es una historia de errores de juventud y de imprudencia
económica, seguida por una enmienda y una madurez estable, serena y
castigada por la experiencia de la vida; la actual prudencia contempla
la vida pasada desde la atalaya de la retrospección, y diagnostica los
pasados errores y los posteriores aciertos que llevaron hasta este
momento de sabiduría y serenidad (quizá no mucho más amplio que el
espacio circunscrito por la escritura y la perspectiva del autor en
tanto que autor implícito). En este segundo relato el Hombre de Negro
narra la
historia de su vida, que tiene algunos paralelos con la vida de Asem y
muchos puntos de contacto con la de Goldsmith. Veremos, por tanto, cómo
el personaje va madurando desde una ingenuidad ridícula apenas
reconocible como propia, hasta acercarse mucho más, a la vez que al
presente narrativo y al narrador intradiegético, el Hombre de Negro, a
la identidad y valores manifestados por el propio autor implícito, y a
lo que sabemos de la experiencia de Goldsmith como autor histórico.
El padre del Hombre de Negro, al igual que el de Goldsmith, es un clérigo, y ambos son benevolentes y generosos o caritativos, con un punto de vanidad, pues observa el narrador que sus actos de generosidad se los pagaban de vuelta con loas, "for every dinner he gave them they returned an equivalent in praise, and this was all he wanted" (101). Es un cristiano, no cabe duda, pero también un ingenuo y un imprudente: "he loved all the world, and he fancied all the world loved him" (101). No se cuida de dejar un patrimonio a sus hijos (gran imprudencia) y atiende más a los lejanos que a los cercanos, contrariamente a los principios de buena economía monetaria y emocional observados por Adam Smith. En un error de concepto, prefiere dejar a sus hijos formación antes que patrimonio; error pues la formación es errónea, ya que en ella la benevolencia cristiana no se ve compensada por una dosis igual de realismo y prudencia—y así convierte a sus hijos, a imagen y semejanza suya, en "mere machines of pity" (102), con insuficiencia de criterio que les diga hacia dónde orientar esa benevolencia —que no puede ser infinita, pues limitados somos. Sus hijos, donantes universales como él, no son capaces de establecer prioridades ni de distinguir las necesidades reales de las fingidas; en suma, que ni tienen criterio ni saben distinguir la verdad de las imposturas. "In a word, we were perfectly instructed in the art of giving away thousands, before we were taught the more necessary qualifications of getting a farthing" (102).
Su padre, nos dice el personaje, le da una educación poco realista, basada en un saber obsoleto y que ya nada importa al mundo, y lo envía así desprotegido y sin armas a la pelea de gladiadores que (ahora ya lo sabe el Hombre de Negro) es el teatro social de la vida. En la universidad el futuro Hombre de Negro es mediocre y no se distingue en absoluto (como el propio Goldsmith, pues sigue aquí el retrato autobiográfico. También autobiográfica es muy posiblemente la valoración que recibe de su tutor universitario, y que va a servir de Leitmotiv o casi de estribillo a la historia de la vida del Hombre de Negro: a saber, su tutor, como todo el mundo luego, opina de él que es un personaje de buen carácter e incapaz de hacer el mal. Valoración que es la más alta que va a recibir, unánimemente, a lo largo de su vida.
Seguidamente vemos la versión que elige darnos Goldsmith de su frustrada carrera eclesiástica. No se mencionan los calzones rojos, pero sí la aversión que tenía al ropaje eclesiástico... y al negro, que es ahora en su madurez el color que lo caracteriza. Renuncia pues a una vida en el seno de la Iglesia (vida no precisamente llena de atractivos espirituales, pues esos no se mencionan, sino de comodidad e indolencia) por un capricho infantil, por una fijación desmedida con las ropas y los colores. Aversión a la que ahora ha renunciado, como bien puede ver el visitante chino—y aquí hay que observar que Goldsmith está retratando su futura madurez anticipada, pues murió el autor no muy entrado en años y todavía muy aficionado a los trajes caros y de colores vistosos, y en absoluto al color negro que sin embargo ya entreveía por el horizonte futuro, a modo de autocrítica y penitencia. Sus amigos observan que al no elegir el camino eclesiástico ha echado a perder su carrera, pero repiten que es una buena persona sin capacidad alguna para hacer el mal.
Sobre el origen autobiográfico de estos episodios observa Yonge lo siguiente:
This description of the father of the Man in Black is understood to have been taken, in many of its incidents, from the character and situation of Goldsmith's own father. In that respect it resembles the pictures he drew of Dr. Primrose in the opening chapters of the 'Vicar of Wakefield,' and the resistance of the Man in Black to the proposal that he should become a clergyman was a representation of at least some of the considerations which comforted Goldsmith himself when the Bishop refused to admit him to ordination. So again the position in which the Man in Black found himself as a hanger-on to a great nobleman, is portrayed in the adventures of George Primrose as the humble companion of Squire Thornhill. (201)
Pues en efecto, seguidamente intenta el Hombre de Negro, como también el hijo del Vicario de Wakefield, ser cortesano pobre o más bien parásito y adulador de un aristócrata, otro ejemplo de situaciones recurrentes en la ficción y biografía de Goldsmith. Pero el futuro Hombre de Negro es demasiado inteligente y se nota que sus halagos no son sinceros, así que por tanto no sirve para el puesto y es despedido por su patrón, que sin embargo concuerda en que es una persona de buen carácter e incapaz de hacer el mal, cualidades que empiezan a sentirse ya como una maldición o como una... incapacidad del futuro Hombre de Negro. Veremos que este relato es un pequeño Bildungsroman, la historia de cómo el personaje narrador adquirió su costra de negro, moderando su incapacidad de hacer el mal, y logró así sobrevivir en el mundo. (Se apreciará el paralelismo de fondo con la filosofía y el argumento de "Asem").
El siguiente episodio vital que nos narra el Hombre de Negro es su experiencia con el amor. Cortejó a una jovencita con la que parecía entenderse, ya que ella se reía ante él de su rival Mr. Shrimp, un petimetre que calzaba zapatos de tacón alto. En su entusiasmo con la jovencita, que tenía buena fortuna y vivía con una tía suya, el Joven Hombre de Negro no pareció atender mucho a que la muchacha le hablaba a él de amistad y de la belleza de la mente, no de amor ni de otros atractivos. Recordemos que Goldsmith era notoriamente feo, poquita cosa y desfigurado por la viruela, algo que procuraba compensar al menos en su mente con la elegancia (o "elegancia") en el vestir. También parece apuntarse aquí discretamente que la fortuna de la jovencita no era el menor de sus atractivos para el Hombrecillo de Negro... que recibe su castigo posiblemente merecido cuando, al declararse a la joven, ésta le informa que se había casado poco antes con el señor de los tacones altos... Pero que una idea factible era, según ella, que el frustrado enamorado dirigiese sus atenciones a la señora tía, pues de buena tinta sabía la sobrina que su tía tenía muy buena opinión del Joven Hombre de Negro, o al menos lo consideraba una buena persona sin capacidad alguna para hacer el mal.
Esta historia también sugiere una raíz autobiográfica, al menos en sus fundamentos, pues de las conversaciones privadas de Goldsmith sólo podemos saber lo que elija él contarnos, probablemente ficcionalizado y entre líneas. Goldsmith nunca se casó, pero no fue indiferente a la atracción de las mujeres. De hecho tuvo durante años una célebre obsesión amorosa no correspondida (no correspondida con amor ni sexo, aunque sí con afecto amistoso) con la que llamaba su Jessamy bride, Mary Horneck, una jovencita a la que acompañó durante un viaje en familia a París. Para Washington Irving, entre otros biógrafos de Goldsmith, es una historia de amor imposible, o frustrado, o unidireccional por parte del autor, unrequited love. No se sabe a ciencia cierta que hubiese una declaración formal y rechazo de por medio, pero sí hubo una burla pública a Goldsmith en la prensa, y una furibunda respuesta de éste al autor de la misma, William Kenrick, y a su editor en The London Packet, Thomas Evans, llegando a las manos con este último. Nos dice Tom Taylor (II,71, cit. en National Trust) que al morir Goldsmith poco después de este incidente, la muchacha hizo abrir el ataúd para cortar un rizo de cabello del autor, y al parecer lo conservó toda su vida, hasta su muerte casi setenta años después. Cuando la trató Goldsmith, Mary, más adelante señora de Francis Edward Gwyn, vivía no con su tía sino con su hermana y la madre viuda de ambas, y hay otras circunstancias que varían en la ficción de Goldsmith, como el matrimonio con el petimetre, pero las conexiones autobiográficas sugeridas por esta historia pudieron traslucirse lo suficiente como para dar lugar, sumadas al cotilleo del mundillo social y literario del momento, a las burlas que sufrió el autor por su frustrado enamoramiento. Seguramente no faltaron (pero especulo) quienes, contemplando burlonamente el enamoramiento del feúcho autor con la adolescente, comentasen que la madre viuda sería una pareja más adecuada para Goldsmith, especialmente tras el viaje a París en familia. Goldsmith usó el apelativo "Jessamy bride" para Mary Horneck en un poema de 1769; el viaje a París fue en 1770, la pelea con Kenrick en 1773, y el episodio del ataúd y el rizo en 1774. Ahora bien, lo realmente llamativo es que el relato de The Citizen of the World es muy anterior, anterior a la fecha (1766) en que Joshua Reynolds presentó a Goldsmith a esta familia, a la señora y señoritas Horneck. Es decir, que esta historia real se superpuso a la ya existente (premonitoriamente por así decirlo) en la ficción—un caso digno de ser estudiado por Pierre Bayard (ver mi artículo "(El) mañana habrá sido escrito"). Quizá se trate de un caso de un complejo emocional recurrente, o de una premonición de carácter similar a la que llevó a Oscar Wilde a escribir una versión ficcional de su encuentro con Lord Alfred Douglas, en El retrato de Dorian Gray, antes de que el episodio tuviese lugar en la vida real.
En lo que se refiere al cortejo fallido del Hombre de Negro, se trata, en todo caso, de un episodio más de instrucción práctica en la realpolitikde la vida social, y de un capítulo más en el desengaño con el mundo y en la educación emocional de este personaje—que, como vemos, se convierte en su madurez en un estoico desilusionado de la escuela de Timón de Atenas. Esta obra de Shakespeare, sobre la lección que un ingenuo generoso y desprendido recibe a manos de los desagradecidos, es un trasfondo necesario tanto para la historia de Asem como para la del Hombre de Negro. En "Asem" se nos despacha en unas pocas líneas la acción que en el relato se desarrolla en unos párrafos: la historia de cómo la generosidad del protagonista va unida a un buenismo poco realista y a una ignorancia del mundo y de la gente. Las personas a quienes ayuda el Hombre de Negro, como Asem, no hacen sino traerle problemas y no responder luego cuando las necesita; los amigos que supuestamente estaban dispuestos a prestarle cuando tenía dinero, no lo hacen cuando realmente lo necesita; actuando como avalista imprudente de un imprudente, acaba el Hombre de Negro en la cárcel—y descubre que no está llena de ingenuos benevolentes como él, sino de personas taimadas y avisadas del mundo, que siguen explotándole y estafándole allí.
La cárcel actúa como un
inframundo—como el inframundo imaginario del lago en "Asem"—y prepara al
protagonista para un nuevo nacimiento a la sociedad, tras "an entire
reformation in my conduct and behaviour" (107). En lugar de ser
abierto, generoso, buenista e ingenuo, pasa a ser como aquéllos a
quienes conoce y desprecia, y el acto simbólico con el que inaugura su
nueva vida es negar dinero a un viejo conocido que se lo pide, cuando
bien podría haberle ayudado. Pero a estas alturas ya es una cuestión de
principios. Se hace una reputación de agarrado y ahorrador que le hace
subir en la estima social: la gente ya no lo desprecia sino que lo
respeta; se resiste a quienes buscan casarle con sus hijas. Su nuevo
carácter se funda en buscar su propio interés, y la gente entiende
rápidamente ese lenguaje—su reputación sube. "Me hice amigo de un
concejal sólo por observar que si le quitamos un penique a mil libras,
ya no tenemos mil libras". Quizá se case con una viuda rica. "Si hay
una colecta para beneficencia, voy pasando el sombrero pero yo no pongo
nada", y no da limosna a ningún pobre. Como Asem, se ha vuelto un ciudadano respetado
y ha puesto en orden sus asuntos financieros dejando atrás el buenismo
y guiándose por el interés, que lo mueve ahora en armonía con el resto
de la sociedad; "no dando nada, mantenemos la posibilidad de dar
mucho". Con esta lección termina el Hombre de Negro su explicación al
Viajero Chino, y su apólogo vital, que es también, como sucedía en
Asem, toda una teoría económica muy en la línea de Adam Smith.
Es un autorretrato cínico y caricaturesco, el de "The Man in Black (II)", que viene atemperado sin embargo por varias circunstancias. Primero, que Goldsmith quizá viese la solidez de la lógica expuesta por el Hombre de Negro (II), pero no llegó a practicarla a pesar de las tentaciones, y fue generoso e imprudente hasta el final (sin llegar a vestir ropa negra). Segundo, que el relato precedente ("The Man in Black (I)") muestra que la teoría del Hombre de Negro y su práctica son a menudo contradictorias—tanto, que parecemos habérnoslas con dos Hombres de Negro distintos, o dos posibles versiones del personaje en el que Goldsmith busca proyectarse. Uno de los versos más famosos del autor, en The Deserted Village, lamenta los estragos en la vida rural y las comunidades tradicionales producidos por el desalmado capitalismo ("Trade's unfeeling train"). Es curioso ver a Goldsmith como una especie de portavoz de Adam Smith en 'Asem' o en 'The Man in Black (II)', a la vez que dividido con sus tendencias naturales irreprimibles, benevolentes y sentimentales, en The Deserted Village, o en "The Man in Black (I)".
Quizá sea la paradoja inherente al altruismo—que se aplica sabiamente cuando se hace no de modo indiscriminado, sino más bien favoreciendo a quienes son nuestro prójimo.... ¿pero quiénes son nuestro prójimo, exactamente? Parece ser una cuestión irresoluble, si les preguntamos a estos dos Hombres de Negro.
En su libro de psicología evolucionista The Meaning of Human Existence, el sociobiólogo E. O. Wilson señala dos tendencias y motivaciones inherentes a la sociabilidad humana: una de fondo, más básicamente darwiniana, es la lucha por la vida de todo ser vivo, la competición con otros individuos y el cultivo egoísta de los intereses que favorecen al individuo; la otra motivación, que es un desarrollo posterior y más específico de la sociabilidad humana (un desarrollo que no llega a eliminar la primera tendencia, sino que se construye sobre ella), lleva al individuo a posiciones altruistas, que favorecen no tanto a su persona como al grupo social al que pertenece. Esta otra tendencia básica de la psique es la que permite las actitudes desprendidas como las que caracterizan al Hombre de Negro I, y al II cuando era joven. Son las que hacen de la sociedad humana una sociedad cohesionada y cooperativa, en competición eso sí con otros seres vivos, incluyendo otros grupos humanos con los que también se puede colaborar estratégicamente. (Por eso decíamos que esta tendencia no anula la lucha por la vida sino que se construye en su seno, o sobre ella).
"In a nutshell, individual selection favors what we call sin and group selection favors virtue. The result is the internal conflict of conscience that afflicts all but psychopaths" (Wilson, The Meaning of Human Existence 179).
Son estas dos tendencias inherentes
a la sociabilidad humana y a las motivaciones del comportamiento las
que vemos dramatizadas, a modo de contradicción paradójica, en la
figura del Hombre de Negro, como resultado al parecer de la intensa
manera en que Goldsmith sentía la paradoja del altruismo en sí mismo,
en conflicto y coexistencia con sus agudas observaciones sociales del
comportamiento propio y de las otras personas. Goldsmith nos muestra cómo
estos principios de comportamiento, cuya raíz sociobiológica y
evolucionista desvela E. O. Wilson, inspiran no sólo dos teorías
económicas contradictorias en su época (lo que podríamos llamar el tradicionalismo
benevolente cristiano frente al capitalismo liberal) sino
también la actuación práctica de los individuos en su diversidad
social, y también en sus contradicciones internas, vale decir: los
conflictos éticos y políticos que gobiernan y dividen tanto a los
movimientos sociales como a la interioridad de los individuos.
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Referencias
Bayard, Pierre. Demain est écrit. (Paradoxe). París: Minuit, 2005.
Goldsmith, Oliver. Essays of Oliver Goldsmith. Ed. Charles Duke Yonge. Nueva York: Macmillan, 1904.
García Landa, José Angel. "(El) Mañana habrá sido escrito." Vanity Fea 29 enero 2008. Reseña de Demain est écrit, de Pierre Bayard.
https://garciala.blogia.com/2014/091105--el-ma-ana-habr-sido-escrito.php
2022
_____. "Goldsmith darwinista." 30 April 2009. Ibercampus (Vanity Fea) 2 mayo 2019.
https://www.ibercampus.es/goldsmith-darwinista-38331.htm
2019
_____. "E. O. Wilson's The Meaning of Human Existence: A Conspectus." SSRN 3 julio 2015.
http://ssrn.com/abstract=2626377
National Trust. "Mary Horneck, 'The Jessamy Bride' later Mrs Francis Edward Gwyn (?1752-1840)." National Trust Collection.
https://www.nationaltrustcollections.org.uk/object/766137
2022
Oxford Companion to English Literature, ed. Margaret Drabble.
Oxford: Oxford UP, 2000.
Wilson, E. O. The Meaning of Human Existence. Nueva York y Londres: Norton-Liveright, 2014.
—oOo—