Me ha llamado la atención este detalle de la nota final de Thompson, donde comenta sus fuentes. Es, casi, estremecedor.
Están, claro, las propias obras de Fitzroy y de Darwin. El viaje del Beagle de Darwin y El origen de las especies están disponibles en muchas ediciones. En contraste, el Libro del tiempo atmosférico, las Observaciones sobre Nueva Zelanda y la Narración del viaje del HMS Beagle
son difíciles de encontrar fuera de la biblioteca Bodleiana (los
ejemplares de la biblioteca de estos últimos volúmenes todavía tenían
sus páginas sin cortar—nadie se había molestado en leerlos en 165 años).
A saber cuántos
libros pasarán de la imprenta al reciclaje sin nadie que los lea...
Muchos de los nuestros, sin duda. Y también hay personas a las que
nadie lee, en toda su vida.
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