¡Ay, robot!

José Ángel García Landa

Universidad de Zaragoza, 2004

ayrobot

Sobre las películas I, Robot (Will Smith) y Bicentennial Man (Robin Williams). Paper in progress (or in regress— return of the regressed, anyway).

 

 

 

He incluido en A Bibliography of Literary Theory, Criticism and Philology una bibliografía sobre el Robotic takeover, uno de los mitos contemporáneos más persistentes y que podríamos resumir así: el hombre crea al robot, y el robot se rebela contra él y lo sustituye o lo esclaviza. Lo sustituye veremos: lo esclaviza... desde luego ya vivimos en un cyborg gigantesco que nos organiza la vida. Y cada vez más. El otro día nos conectaron por primera vez en la universidad la base de datos donde aparecen ya los alumnos de cada cual con su foto, de momento sólo de frente, más adelante de perfil también, supongo; y les haremos a los alumnos y nos harán un seguimiento en red de los progresos esperables. Sonará una alarma automática cuando algo se salga de lo normal... y al final veremos si es un ordenador el que toma las decisiones sobre cómo tratar a los casos anormales. En Yo, Robot está la cosa más avanzada: "si alguno se pasa de listo, lo matan" dice el prota, Will Smith/agente Spooner.

Es curioso el tono de self-begetting prophecy que se le da al robotic takeover en muchas películas, un tono que es especialmente prominente en la serie Terminator. Hay una célebre ilustración que retoma la pintura de la Creación de la Capilla Sixtina, con la mano de Dios casi tocando la de Adán, en este caso intercambiadas por una mano humana y la mano de un robot (hay otras variantes: Dios dando vida a un simio, o por qué no, un simio dando vida a Adán, o Adán dando vida a Dios, o un robot dando vida a otro robot, o, estos días de diciembre de 2004, Chucky el muñeco diabólico dando vida a la Semilla de Chucky). En Terminator se daba al robotic takeover una imagen memorable, al aparecer el esqueleto robótico bajo la carne humana: tras la muerte de la especie humana, queda la máquina, es la idea. Y la serie llevaba el tema de la self-begetting prophecy en tres capítulos: el primero, un Terminator enviado del futuro debe matar a la madre del futuro líder de los humanos resistentes para que éste no llegue a nacer; pero no lo consigue y la madre se prepara para los tiempos difíciles huyendo hacia la frontera del Wild West. Segundo: luchan dos terminators, uno bueno y uno malo, enviados desde el futuro a matar al ahora niño y futuro líder. Imágenes de una carretera en la oscuridad asegurándonos que el futuro no está determinado. Tercero: Self-begetting prophecy otra vez: el terminator bueno, en lucha con la terminatrix mala; y el joven líder puesto a salvo en un viejo refugio antiatómico mientras los robots se apoderan del mundo. La robótica enmarañada en sí misma es un tema ya anunciado en un corto de Disney en los años 30, donde Donald visita una exposición de la ciencia en un museo y se ve atosigado por máquinas que lo bandean a pesar suyo y por obtusos robots que le quitan el sombrero: "Su sombrero, señor; gracias, señor".

Una especie de compulsión nos lleva hacia la profecía autocumplida en estos temas de robótica, una compulsión procedente quizá de que la ciencia ficción ha precedido a la ciencia en estas cuestiones y ésta se ha limitado a ir avanzando pasito a pasito por (parte de, parte de) los caminos indicados previamente. Hay otra anécdota bonita al respecto. Se supone que es real, pero bueno, yo la cuento como literatura y según la recuerdo, quizá con una infusión de leyenda urbana. Uno de los paradigmas del robotic takeover es Hal 9000, el ordenador de 2001 de Kubrick y Clarke. Una de las cosas que dice Hal sobre sí cuando lo están desconectando al fracasar su plan de control, y canta y divaga, es algo así como que lo crearon en el año 1997 en la Universidad de Illinois. Bueno, pues al llegar el año 97, el departamento de robótica de la Universidad de Illinois decidió en efecto crear a Hal 9000, y llamaron a Arthur C. Clarke invitándole a que redactase las primeras palabras que habría de pronunciar Hal en su existencia ahora real. Clarke sugirió lo siguiente: "Buenos días señores. Me llamo Hal 9000. Me he tomado la libertad de borrar Windows 95 de mi disco duro." (Pero si le preguntan a Gates su profecía será que lo que va a ser borrado es todos los demás sistemas— una globalización que asusta).

La película de Will Smith comienza con una exposición de las tres leyes de la robótica, para quien no haya leído a Asimov; parece con ello anunciar que tanto el problema como su solución se ocultarán en alguna falacia lógica resultante de las tres leyes. Y en efecto, el problema es que "para proteger a la humanidad hay que protegerla de sí misma", como opina Viki la cerebro pensante, que hace aquí el papel de Hal 9000 y ha de ser por tanto desconectada (con una caída de voz que recuerda un tanto a Hal y le hace perder su supuesto encanto femenino).

Las tres leyes por tanto han de ser rotas, por un robot (Sonny — o quizá Sony? y va una marca) cuya finalidad última no es proteger a la humanidad de sí misma, sino una finalidad más humana quizás: hacer amigos, elegir un grupo con quien solidarizarse, encontrar un camino propio, trazar planes propios y cumplirlos. (Ahora que la humanidad seguirá yéndose al garete según los cálculos de Viki). El símbolo de la ruptura de las leyes de la robótica es el guiño de ojo del robot libre mental, Sony, al protagonista, Will Smith-Spooner; está de su lado y le va a ayudar a derrotar a Viki. Es la idea, aunque esta escena está tratada con demasiada precipitación para pasar a la acción de tortas. La complicidad, el body language y la simulación derrotan, se supone, a la lógica inflexible de los planes trazados por computadoras; esos planes son la expresión elevada al cuadrado de los planes de la multinacional USR (¿Un cruce curioso de siglas entre la vieja URSS y la República USA?). Es la USR la creadora de los robots, y éstos se apoderan de ella. Ni Viki ni el presidente de la multinacional tenían tiempo para el humor y los dobles sentidos (aunque Viki sí sabe simular).

Algo que llama la atención de la película Yo, Robot es la dimensión de alegoría racial que plantea unida a este debate entre lo mecánico y lo humanamente flexible. De un carteo sobre I-Robot extraigo las siguientes elucubraciones:

La de Yo Robot me la fui a ver yo solito porque a Beatriz le dejan un tanto indiferente las de SF, mientras que yo soy un sucker por ellas. Mi imac blanco (y ya van dos marcas) me recuerda mucho a las cabezas de los robots esos, creo que estaba calculado a idea, y me gustó cómo cambiaban una serie por otra a toda pastilla igual que los ordenadores; como dices estaba bastante entretenida, yo por lo menos me lo pasé muy bien. Y Will Smith, bueno, me gustó lo de su abuela, nada nada lo de la niña que se ahogó (ahora parece que el negro aunque no muera tiene que estar traumado por no morir), y los efectos claro claro... Ah, también lo de la ex de Will, muy divertido en mi opinión; pero a ver si un dia de estos hacen que el negro se enrolle con la blanca y no les pase una desgracia a lo jungle fever; en parte iba de eso la peli que te recomendé del Soderbergh, ya ni me acuerdo del título, una metaficcional sobre jólibud: cantaban una canción divertidísima de el actor negro nunca moja, pero para más inri resulta que también aquí se liaba el tema. Y hablando de blancos: por cierto, buen golpe que el prota sea negro y le llenen la invasión de imacs blancos... Tenía un argumento muy interesante sobre esto de la whiteness este, como se llama, Richard Dyer, buen nombre para ir a hablar de whiteness: ahí entraba desde tu Moby Dick hasta el androide de Alien, o sea que por meterle con calzador al argumento unos pocos robots imacs no iba a petar la cosa.

Voy a desarrollar alguna de estas líneas de elucubración. Dyer asociaba el mito de la blancura a la raza blanca, claro, a lo "norteño" cerebral frente a lo "sureño" espontáneo, a lo inexpresivo frente a lo expresivo, a lo estéril frente a lo fértil. Curiosamente, el blanco es tambien un blanco seminal: lo es desde luego el blanco de los imacs-robots de la nueva generación (se llaman Nestor NS-5). La despersonalización o inescrutabilidad (como la "no cara" de Moby Dick, como los ejércitos de clones de la nueva Star Wars, o los 1000 NS-5 almacenados en la fábrica (el hecho de que con Sonny haya 1001 nos remite quizá a otras historias). Los campos de fuerza de la película se distribuyen pues así: los blancos (Viki, los iMac NS-5, el jefe Capitalist (que muere asesinado por los robots) y la que al principio es su fiel servidora, la ayudante Dra. Cold (la llamaré así, aunque se va caldeando un poquito conforme avanza la película). Ah, claro, y el viejo profesor creador de los robots.

Los negros: el detective Spooner y su abuela, su jefe en el departamento de policía, y "los chicos de la calle" que se rebelan contra el toque de queda dictado por los robots. Algunos de estos negros son blancos, by the way. Ah, y la madre del cordero, mother of the lamb: los robots blancos, emblema de la despersonalización que nos amenaza con su rostro lácteo uniformizado, son también negros, una raza explotada y mantenida en la subordinación, quizá esperando un liberador.

Un tema prominente, pues, en la película: el desarrollo de la relación entre Spooner, el negro que odia a los robots, y la doctora Cold, para quien todo es racional, y las emociones y chistes de Spooner están fuera de lugar. Una narración siempre crea espacios de interacción entre estos polos, una síntesis entre la tesis-Blanco y la antitesis-Negro. ·El encuentro sexual entre los protagonistas, la síntesis que pide el género de aventuras, no tiene lugar sin embargo porque los protagonistas son de razas diferentes (el síndrome Pelícano, lo podríamos llamar). Ahora bien, Spooner hace amistades con Sonny, el robot con posibilidades de salirse de la línea; y la Dra. también se sale de su línea gracias a Sonny (que es la excepción, la síntesis viviente entre robot y humano, a falta de un ligue entre los protagonistas). La Dra. Cold empieza la película con un moño apretado, y al final se suelta el pelo, casi parece mulata-- y le dice a Spooner que "parece que hay algo ahí dentro", tras la piel o la cáscara de tío duro. No sabemos si continuará tan prometedor inicio de exploración, el género lo prohibe de momento.

La Dra. Cold no tiene novio: en su plan de vida entra la convivencia con un robot, al que tiene viendo la tele cuando la visita Spooner; suponemos que luego se va a la cama con el blanco robot, a menos que viva totalmente privada de sexo. En todo caso su erotismo queda bien definido por este lema que encuentro en BoingBoing:

La Doctora Cold es alérgica a los gatos: no tiene muchas posibilidades hogareñas esta moza. Por cierto, al gato que rescataba Spooner de la casa del viejo profesor no sabemos lo que le pasa, visto que la Dra. Cold no lo quiere. Es de temer que siga en el maletero cuando se escogorcia el Audi (y van tres marcas). Spooner se queja explícitamente a la Dra. Cold de que lo ha prejuzgado por su raza: hay que mirar más allá de la piel. Y eso es precisamente lo que hará la Dra, Cold, para descubrir una grata sorpresa.

Porque si hay visita de Spooner a la Dra. Cold, también hay visita de la Dra. Cold a Spooner (out of character--- debería mandarle un fax, o dejarle un email, o aparecer en la pantalla/parabrisas del Audi con el moño puesto. Pero no, va a visitarlo, descubre que gasta viejos aparatos de música JVC (yawn...) no robotizados, por la manía de Spooner al automatismo (aunque sí acepta el mando a distancia, por no hablar del Audi inteligente, aunque prefiera conducirlo a pulso). Y la Dra. Cold se interesa por primera vez por Spooner, qué digo por Spooner, por el cuerpo, por la carne de Spooner, cuando descubre que tiene un brazo robot; de hecho se concentra en el brazo robot. Es una escena en la que Spooner se deja examinar pasivamente, mientras la doctora, ajena claro a una posible interpretación erótica de lo que hace, le va acariciando el brazo y el hombro y las costillas; no le mira los dientes de casualidad. Hay en esta escena algo de la viciosa dama blanca examinando al esclavo Mandingo en el mercado (no way he can touch her in his turn). Pero vamos, que más allá de la piel de Spooner hay una agradable sorpresa esperando a la Dra. Cold: un cuerpo semi-robótico, metálico y sin vida, por el que sin embargo ella no llegará a dejarse seducir. Quizá vaya avisada por el anterior fracaso matrimonial de Spooner, o por su costumbre de dejar los calzoncillos encima de la pizza, o algo en esa línea que se trasluce de su manera de vivir. Pero sin embargo Spooner es un buen chico: está pendiente de su abuela, del gato, y deja vivir en paz a su ex, aunque parece que ésta lo ha dejado impresionado a él, eso sí. Y si conoce la ley de la calle, la tiene superada: les dice a la gente que no digan tacos, que eviten el sexo fácil, que apunten antes de disparar, etc.

Uno de los temas políticos en las películas raciales de los USA es la reintegración de la población negra al mainstream (igual eso se haría mejor si no matasen tantas veces al ayudante negro o si al raro héroe negro se le permitiese un cierto acceso erótico a la heroína blanca--but anyway, digreso, así que regreso al hilo). Esa reintegración se consigue articulando un espacio sintético donde se supera la arriba mencionada antítesis blanco/negro: aquí descansa en varias patas (endebles pero patas):

- La inocencia del Capitalista y del Científico Blanco, que son dos víctimas más (aun si su creación se le escapa Frankenstein-like de las manos).

- La educación emocional / racial de la Doctora Cold.

- La supresión de Viki, que era la conjunción terrorífica de lo robótico y lo femenino (los demás robots son masculinos, eso está claro) —es decir, era el peligro encontrar a la Dra. Cold elevada al cuadrado, en lugar de reeducada.

- La amistad entre el negro ilustrado (Sonny) y el negro blanco under the skin (Spooner). O robot under the skin, también hay fellow-feeling por allí sin duda.

Que la síntesis no es estable queda en evidencia por el hecho de que al final de la película Sonny sigue sin saber quién es él, Spooner sigue sin chica y la Dra. Cold sin novio, apenas despeinada. Y no sabemos nada de los planes del comité directivo de USR.

Estos robots son almas perdidas en un limbo esperando encarnación, son coches nuevecitos en el almacén esperando ser distribuidos al consumidor; son fetos adultos, como los clones de la película de Schwarzenegger; también son soldados inhumanos en formación esperando la orden de matar (como el ejército de clones de Star Wars, dispendable selves). Pero son a la vez los nazis en el rally de Nuremberg y los judíos sometidos a la brutalidad arbitraria de Spooner. Ahora es un nazi, en la fábrica, y un racista, parece mentira que un negro sea tan poco sensible a las castas oprimidas, repitiendo todos los argumentos que se dijeron en tiempos contra su raza esclavizada— pero precisamente that's the point. Mediante los robots nos esclavizamos a nosotros mismos. Los robots, en fin, son a la vez blancos opresores y negros oprimidos: son el sistema que nos atrapará y nos convertirá a todos los blancos en negros luchando por nuestros derechos civiles (la expresión "derechos civiles" aparece en boca del muchacho callejero amigo de Spooner cuando los robots declaran el toque de queda).

La película, por supuesto, es un delirio fantasmagórico sobre estos temas, no una articulación racional de los mismos; de ahí las ambivalencias, los desplazamientos y las síntesis a la manera del dreamwork de Freud que engarzan estos elementos unos con otros. De ahí que los bandazos sean impredecibles. Sonny pasa al final de ser un ente único, un caso único de robot con conciencia y abocado al self-fashioning, a ser el líder de los suyos, otra vez raza oprimida (o son sólo plástico y metal simulando consciousness? Me pierdo— can you have it both ways?). Ahora Sonny es un Martin Luther King, (he had a dream), un puesto que significativamente era ocupado antes por Spooner; Sonny es un Moisés a quien miran inexplicablemente los robots en el desierto (pero no estaban ya descentralizados y desactivados? Me pierdo...). Pero se trata después de todo de delirar a pedal suelto sobre la frontera entre lo humano y lo no humano, reforzando el cocido con ingredientes extraídos de los prejuicios raciales. El problema con Sonny, como con todos los constructos pseudo-fronterizos de Hollywood (en Blade Runner etc.) es que es totalmente humano, no hay salvo en breves imágenes la sensación de algo "a mitad" que no sepamos ubicar. Y en cuanto a los demás robots, son también humanos, claro (aunque serviles y educados o simplemente buenos profesionales); el problema es que en las películas de acción de Hollywood siempre se trata lo humano como no humano, y se hace migas a decenas de árabes o de atracadores o de robots en una mecanización generalizada de la violencia: la película de acción no es el lugar donde explorar la interfaz entre lo humano y lo no humano, pues la solución a menudo consiste en darles un tiro a ambos.

 

Otra de robots: El hombre bicentenario

El hombre bicentenario (Chris Columbus, 2005) como la más reciente I, Robot, está basada en las historias de robots de Asimov. El planteamiento de base es el mismo: un robot que es más humano que los demás (un pseudo-problema, claro, o más bien un desplazamiento metafórico para dramatizar la cuestión: el robot como una máquina que es más humana que las demás). Esta vez la película, de Robin Williams, no es de acción, sino un drama filosófico/sentimental para niños. El androide Andrew, fabricado de serie en 2005, como de hecho ya los hacen, resulta ser excepcional por su creatividad y sensibilidad, se va haciendo cada vez más humano. Primero pide aumentar la expresividad de su rostro mecánico; luego se independiza de la familia que lo había comprado y vive solo, buscando (sin éxito) otros como él. Desarrolla una relación afectiva con la niña de la casa, que casi elige quedarse a vivir con él en lugar de casarse con su novio. El androide encuentra un genio aislado que le desarrolla un aspecto exterior humano, y desarrolla una relación afectiva primero con su antigua "pequeña Miss", cada vez más mayor, y años después, ya dando el paso hacia la relación de pareja, con la nieta de ella, Portia. En el último momento Portia se decide a irse con Andrew en lugar de casarse mecánicamente, como había hecho su abuela, con un hombre "cuya cara parece un abrelatas de esos de antes". A esas alturas ya tiene Andrew un aspecto totalmente humano, con desarrollos de órganos blandos artificiales a los que él mismo ha contribuido, pero cuando intenta que su humanidad se reconozca oficialmente, se le niega precisamente por su inmortalidad. Así que decide emprender su última mejora, ya con Portia envejeciendo, una mejora/empeoramiento que le dé la mortalidad en una fecha indeterminada. Su nueva solicitud ante el Tribunal Supremo se ve atendida por una juez negra, en lugar de un viejo Wasp, y aunque el fallo no es inmediato, consigue que se reconozca su igualdad de derechos civil justo cuando cumplía doscientos años. Para entonces ya eran él y su pareja anciantos terminalmente enfermos y mantenidos con vida artificialmente; muere cuando se disponía o oír el fallo del tribunal, y seguidamente Portia pide a su enfermera-robot que la desconecte del sistema. Ella obedece, ya no sabemos si porque es robot o precisamente por humana; la diferencia se ha difuminado.
 
En esta película el robot jamás se rebela ni es el malo ni demuestra su superioridad en fuerza bruta—en eso es ciertamente excepcional. Es una película en la que más que sobre los robots se habla sobre el envejecimiento y la necesidad de aceptar la muerte—la muerte como un derecho civil, casi, porque toda la retórica de la película, desde la emancipación educada del robot-esclavo hasta la escena del tribunal con la juez negra, asocia la historia de Andrew a la de los negros americanos. Como elemento de incoherencia en el trasfondo trabaja una cosa en la película, claro. Este negro quiere ser como los blancos, y se va blanqueando hasta hacerse totalmente indistinguible de ellos. También falsea el tema, aunque en otro sentido ayude a tratarlo, el hecho de que Andrew se nos presente como un ser aislado y excepcional. La propia película deshace luego ese planteamiento al ir humanizando gradualmente a Galatea, la robotina ayudante del genio solitario, que acaba siendo la enfermera humana que atiende a Andrew y Portia en sus últimos momentos. En fin, el papel desde luego está hecho a medida de Robin Williams, curios experimento de estrellato el de hacer un robot que se le parezca y luego ir extrayendo su cara: Williams es especialista en estos personajes entre la marginalidad extravagante y la humanidad. El tema del reconocimiento de derechos civiles a las parejas homosexuales supongo que también está en el trasfondo, desplazado a la pareja "antinatural" del Andrewoide y esta Porcia que, como la de Shakespeare, también tiene problemas de elección matrimonial. No hace falta que diga que también en el tema de la eutanasia deja la película claramente expuesto su punto de vista.
 
Volviendo al tema de la muerte, la película se presenta como una educación en la necesidad de aceptar la mortalidad. A través de Andrew, gran pinocho o Peter Pan con poco mundo, se nos va instruyendo en los hechos de la vida. Primero en la sexualidad (tema un tanto pringoso pero divertido - sobre todo cuando tras la descripción que hace Andrew del imaginado éxtasis sexual, dice su colega el sabio solitario - "Buaa. ¡Yo también quiero!"). Y luego en la vejez y la mortalidad (ahí van a salir, de momento, menos entusiastas a apuntarse). A los niños les encantó, pero al final a Oscar se le reblandecieron las emociones y nos daba unos abrazos, llorando de pena por el robot viejito, pobrecico. Se dan cuenta de más cosas de las que pensamos, si no no les afectaría tanto, creo. Y es que son pequeños humanos, de órganos blanditos...
 
Lo que opinaba Turing sobre la búsqueda de la inteligencia artificial, en su "Computing Machinery and Intelligence":
 
"In attempting to construct such machines we should not be irreverently usurping His power of creating souls, any more than we are in the procreation of children," Turing had advised. "Rather we are, in either case, instruments of His will providing mansions for the souls that He creates." (cit. por George Dyson, vía BoingBoing).
 
Pero la inteligencia artificial se encamina más bien hacia una semiinteligencia orientada a la eficiencia mercantil de los sistemas. Lo que está sucediendo de hecho es que la robotización avanza en dos sentidos: la estandarización de comportamientos y procedimientos administrativos, lo que Weber llamaba la burocracia, y que mejor se llamaría burrocracia, tiende a hacer de la gente robots; el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial tiende a hacer de las máquinas seres que interactúan inteligentemente. Si a ello se suma la cultura y psicología de las apariencias, vemos en la Actroid el futuro de la robótica. Y desde luego nunca va a pedir derechos civiles ante un tribunal ­ más bien será poco distinguible de los robotizados empleados que idealmente querría tener la gran empresa, y que de hecho obtiene y manufactura con sus procedimientos disciplinares. La Actroid puede ser guapilla, y hasta tiene mucha conversación en según qué temas, pero no la saques de allí. A muchas otras personas, tampoco, especialmente en su puesto de trabajo. He ahí el método para desarrollar, si no la inteligencia, sí al menos la semiinteligencia artificial.
 
(Puede verse el state of the art en tecnología roboblanda aquí, con la Actroid japonesa; o, un poco más "dura", aquí ­ pene-robot de la NASA, vía BoingBoing)

 

 

Referencias

 

Dyer, Richard. White. London: Routledge, 1997.

_____. "Whites Are Nothing: Whiteness, Representation and Death." In "New" Exoticisms: Changing Patterns in the Construction of Otherness. Ed. Isabel Santaolalla. Amsterdam and Atlanta: Rodopi, 2000. 135-55.* (Falling Down, film, 1993).


 

Films

Bicentennial Man. Dir. Chris Columbus. Based on a short story by Isaac Asimov and a novel by Asimov and Robert Silverberg. Cast: Robin Williams, Sam neill, Embeth Davidtz, Wendy Crewson, Hallie Kate Eisenberg, Stephen Root, Lynne Thigpen, Kiersten Warren, Oliver Platt. USA, 1999. (Family robot).

I, Robot. With Will Smith. Twentieth Century Fox, 2004. DVD. Twentieth Century Fox Home Entertainment, 2004.* http://www.irobotmovie.com/

2004-12-09

(Inspired by Asimov's novel).


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