José Ángel García Landa - Acción, Relato, Discurso: Estructura de la ficción narrativa

Índice



Acción, Relato, Discurso:
Estructura de la ficción narrativa



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0. INTRODUCCIÓN





Trataremos (...) de la manera en que hay que estructurar
los relatos si se quiere que la composición esté lograda,
además del número y naturaleza de las partes que la
constituyen, y asimismo de todas las demás cuestiones
 relacionadas con esto. Siguiendo el orden natural,
trataremos primero lo primero.

Aristóteles, Poética, I



No se trata de manifestar una estructura,
sino, en la medida de lo posible,
de  producir una estructuración.

Roland Barthes, S/Z, XII




El objeto inmediato del presente libro son las teorías de la narración y, a través de ellas, los textos narrativos. Su estudio tendrá un carácter puramente especulativo, y apuntará en la dirección de la semiótica y la lingüística más bien que hacia la crítica aplicada. No se articulará en torno a comentarios de obras literarias específicas (al margen de ejemplos ilustrativos ocasionales), y se desarrollará según un plan estrictamente conceptual. Tampoco se trata de una introducción a las diferentes teorías del relato, sino de un estudio crítico y comparativo de las mismas, colocándolas en el marco de una teoría más integradora que contribuya a la vez a esclarecer las relaciones entre teoría lingüística, semiótica, y teoría literaria. (1).  En este sentido nos resultará útil un acercamiento a la pragmática, el enfoque que ha revolucionado la lingüística de los últimos años, introduciendo en el análisis del lenguaje conceptos tan centrales como los de gramática textual, interacción discursiva o acto de habla.

    La teoría de la narración, como la teoría de la literatura en general, ha prestado insuficiente atención al desarrollo de la lingüística, de la misma manera que la lingüística, en su exploración de unidades formales y de sentido superiores a la oración, no siempre ha sabido aprovechar el camino ya abierto en gran medida por la crítica literaria. Establecer una mayor comunicación entre las dos disciplinas es una necesidad constante. Hoy, el beneficio para la teoría literaria es evidente: una vez más, como sucedió en la época de la estilística de los años veinte-treinta, y del estructuralismo desde los años sesenta, la teoría literaria toma nuevo impulso y adquiere un mayor rigor formal. De esta toma de contacto resultará también una flexibilización de las categorías de la lingüística. Es lo propio y lo normal que los lingüistas de tradición formalista trabajen con ejemplos de laboratorio, abstraídos de la realidad comunicativa para aislar y centrar el problema teórico que presentan. Esto es obvio, por ejemplo, en las teorías de los actos de habla de J. L. Austin y J. R. Searle, basadas por conveniencia en una gramática oracional (y no en una gramática textual o discursiva). Pero la teoría literaria ha de explicar un fenómeno complejo en el que las estructuras lingüísticas se complican, se multiplican, se engastan unas dentro de otras o se superponen, dando lugar a una nueva gramática, una gramática de la acción discursiva. Las dos disciplinas, lingüística y teoría de la literatura, se hacen así mutuamente transparentes, traducibles, aprenden a hablar el mismo idioma y a encontrar su lugar en el marco más amplio de la semiótica. Los continuos avances en lingüística y teoría literaria se encargan de que este proceso de adaptación mutua sea una labor constante, que no puede tener un final en el que la integración de ambas disciplinas sea completa.

    Por supuesto, la noción de relato, en torno a la cual se articula la narratología, desborda los límites de la pragmática lingüística. Si definimos el relato como la representación semiótica de una serie de acontecimientos, está claro que esa representación puede ser no lingüística. La variedad del fenómeno narrativo es inmensa: en la conversación corriente, en la literatura, en el cine, pintura, comic o serial televisivo, en los anuncios, en la historia y en la conceptualización de nuestra propia actividad encontramos elementos narrativos. Aquí nos concentraremos en la intersección del fenómeno narrativo y el fenómeno lingüístico-textual, y especialmente en la narración literaria escrita. Y no podemos siquiera aspirar a tratar todas las relaciones entre estas dos áreas. Nuestro trabajo se concentrará en un nivel intermedio de especificidad, y habrá de descuidar o más bien dar por supuestas cuestiones de carácter general, como las relativas a la hermenéutica literaria, así como otras más específicas dentro ya del marco de la narratología, como las diferencias entre los subgéneros narrativos (cuento / novela, narración fantástica / narración realista, etc.) o la problemática de la evolución literaria, para situarnos en el terreno de la metodología narratológica más general.

    Estudiaremos la narración literaria como actuación discursiva, como acto de lenguaje en el marco de la pragmática. También estudiamos las consecuencias pragmáticas de la ficcionalización y del desdoblamiento de los enunciadores que se producen en las obras literarias, intentando así un estudio más sistemático de los roles enunciativos textuales y más concretamente de las voces narrativas, un tema que aun en la narratología estructuralista adolece de cierto impresionismo. Esto en cuanto al análisis de la estructura superficial del discurso narrativo. La escala de abstracción que nos proporciona la teoría de los actos de habla (actos perlocucionarios, ilocucionarios, locucionarios) servirá de modelo para adentrarnos en la estructura narrativa, considerando el texto a diversos grados de abstracción. Así definimos otros niveles de análisis, como la acción y el relato, junto con las categorías que les son propias (perspectiva o aspecto en el relato, función o rasgo distintivo en la acción, etc.). A la vez, estudiamos las principales teorías narratológicas formuladas hasta hoy intentando resolver sus puntos de conflicto desde una perspectiva más amplia. El desarrollo que seguiremos será, sin embargo, opuesto al aquí exponemos, de manera que nos enfrentamos desde un principio con la diferencia específica del género narrativo: comenzaremos por un estudio de la acción, y llegamos a la definición del discurso narrativo sólo a través del estudio de la acción y de su transformación discursiva en el relato. Pasamos, por así decirlo, de la semántica de la narración, o de la acción en cuanto significado narrativo, a la sintaxis narrativa, o el relato como estructuración; y de aquí al nivel lingüístico-textual, al estudio pragmático del discurso narrativo como acto de comunicación.

    Es uno de los objetivos de este libro contribuir a una teoría pragmática de la narración literaria. Una teoría de estas características no tiene una validez intrínseca, eterna e inmutable, sino que es el producto de una situación concreta. Más específicamente, su papel es el de aumentar la mutua traducibilidad entre distintas áreas intelectuales, en este caso entre dos disciplinas humanísticas que se encuentran actualmente en un momento de expansión, como son la pragmática textual y la narratología. La teoría de la narración ocupa un lugar privilegiado en los estudios literarios. Es marco de referencia obligado en los estudios filológicos no sólo de todas las áreas de conocimiento (literatura clásica, francófona, hispánica...) sino también sea cual sea la perspectiva crítica que se adopte: historia de la literatura, crítica aplicada, estudios genéricos o comparativos, etc. Por otra parte, la teoría de la narración no cesa de inspirar nuevos caminos en disciplinas humanísticas vecinas al estudio de la literatura: teoría de la comunicación, poética cinematográfica, antropología, etc. Se trata de una auténtica encrucijada donde se encuentran hablando el mismo lenguaje especialistas en los estudios más diversos. Pero sus contactos con la pragmática textual son todavía tentativos e insuficientes.

    En nuestra exposición remitiremos a muchas teorías anteriores, y elaboraremos un buen número de conceptos y definiciones que han de entenderse en general como procedimientos heurísticos, herramientas analíticas. No "hay" tres niveles de análisis, o cuatro, en un texto narrativo, ni "hay" una diferencia entre voz y punto de vista, o entre narrador y autor, si por ello se entiende que esas diferencias se encuentran presentes en el texto como hechos brutos. No hay definiciones absolutas, ni teorías verdaderas en este sentido ingenuo del término.  (2). Sólo hay definiciones o teorías más o menos explicativas, en un momento dado del desarrollo de una disciplina. Una definición es una especie de traducción: nos ayuda a captar un fenómeno en términos de otros fenómenos a los que ya tenemos acceso de una u otra manera. Por tanto, la definición de un objeto determinado varía según el "idioma" en que la queremos formular. Lo mismo podría decirse de las teorías en general. Teorías y definiciones responden a una finalidad determinada. Desde un punto de vista metateórico, la definición en cierto modo crea al objeto definido. El hacer mutuamente traducibles las teorías de la narración y el tender puentes hacia la semiótica y la pragmática nos ayudará, por tanto, a comprender mejor las relaciones entre contextos disciplinares muy diferentes con vistas a los cuales se elaboraron las teorías, y a delimitar terrenos de encuentro. Esto debe tenerse en cuenta antes de dar un carácter absoluto a las definiciones que damos de relato, de perspectiva, etc. Un estudio metateórico también tiene un proyecto y un contexto, y sus conceptos deben medirse en relación a él. No es que definamos hoy lo que es un relato con más exactitud que Aristóteles: lo que sucede es que Aristóteles no necesitaba remitir este concepto a tantas disciplinas y áreas de la experiencia como ha de hacerlo la crítica actual, debido sobre todo a la división del trabajo (y por ende del trabajo intelectual), a la creciente especialización del conocimiento y de la actividad discursiva. Las definiciones o teorías, por tanto, nunca serán exactas en cierto sentido, y en otro sentido siempre lo serán (aunque sólo sea en un contexto limitado). Entre ambos sentidos se encuentra el área en que es posible trabajar con provecho, procurando aumentar la traducibilidad entre distintas visiones del mundo, y en este caso entre distintas disciplinas humanísticas y distintas teorías de la narración.

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Notas

1. Para una breve introducción a la historia de la narratología, véase Narratology, ed. Susana Onega y José Angel García Landa. Cf. también Paul Ricœur, Time and Narrative; Wallace Martin, Recent Theories of Narrative; Patrick O’Neill, Fictions of Discourse.

2. Cf. Mark Freeman, Rewriting the Self 5-6.



1. Acción