José Ángel García Landa - Acción, Relato, Discurso: Estructura de la ficción narrativa
Índice
1.2. Acción

2. RELATO






2.1. DEFINICIÓN Y ORÍGENES DEL CONCEPTO DE RELATO



El relato es el nivel intermedio en nuestro modelo de análisis por estratos de un texto narrativo: el relato es la acción considerada no en sí misma, sino en tanto que es expuesta por el discurso. En literatura, el estudio del relato va unido al estudio del discurso narrativo; el discurso narrativo se define como tal porque transmite o contiene un relato.
    Los orígenes de este concepto suelen buscarse remontándose hasta la retórica clásica y su distinción de tres fases principales en la composición de un discurso: inventio, dispositio y elocutio. El relato correspondería a la dispositio, la ordenación y elaboración de los materiales proporcionados por la inventio.  Pero una identificación precipitada puede ser problemática. Conviene no olvidar que la retórica clásica se ocupaba del estudio de un género muy concreto, la oratoria. Es éste un género argumentativo que en principio tiene poco que ver con la narración, aunque puedan incluirse narraciones como ejemplos (o como parte constitutiva en la oratoria forense, según la Retórica de Aristóteles, 1414 a). Veamos la definición aristotélica de las fases de composición de un discurso:

tres son las cosas que hay que tratar acerca del discurso: lo uno, de dónde se sacarán los medios de persuasión; lo segundo, sobre la elocución; lo tercero, cómo es preciso disponer las partes de un discurso. (Retórica 1403 b)

Estas fases no coinciden exactamente con las que delimita más tarde la Rhetorica ad Herennium, ya mencionadas, pues Aristóteles incluye la actio, la cuarta fase distinguida por la Rhetorica ad Herennium, dentro de la elocución. Y trata de la dispositio en tercer lugar, asunto de cierta relevancia si tenemos en cuenta que en la retórica clásica no tratamos con niveles de análisis (aunque sea posible extrapolar hasta cierto punto en este sentido) sino con instrucciones para fases sucesivas en la composición del discurso. Observemos que Aristóteles ha asignado a la inventio la elaboración de los medios de persuasión; asigna además a la elocutio la elaboración de los elementos estilísticos microestructurales. Resta a la dispositio, por tanto, la organización de argumentos y figuras en la extensión del discurso, de la manera más eficaz posible. La dispositio es, por tanto, el nivel macroestructural, el primero donde el discurso aparece como tal discurso, como un gran sintagma unificado, y no como un paradigma de recursos y figuras; de ahí que Aristóteles le asigne el tercer lugar en su clasificación. La efectividad de un discurso depende de su coherencia, de la articulación correcta entre sus partes constitutivas, y la dispositio tal como es definida por Aristóteles se refiere así a las partes del discurso:

Las partes indispensables son, pues, exposición y argumentación. Estas son las esenciales, y cuando más, exordio, exposición, argumentación, epílogo; porque la refutación de la parte contraria pertenece a la argumentación, y el cotejo de razones es ampliación de las razones de uno mismo, de modo que es una parte de los argumentos, pues demuestra algo el que tal hace; mas no es éste el fin del prólogo ni el del epílogo, sino que hacen recordar. (Retórica 1414 b)

Vemos lo ligadas que están las definiciones de Aristóteles al contexto específico de la oratoria; poco hay aquí directamente aplicable al análisis de la narración, y desde luego es imposible ver una distinción entre nuestros niveles del discurso y del relato. La dispositio es una disposición de actos de habla, y corresponde, por tanto, a nuestro nivel del discurso.
    La distinción entre inventio, dispositio y elocutio se aplicó tardíamente a los estudios literarios. Podemos reconocerla fácilmente en la clasificación de las clases de ingenio (wit) poético que realiza Dryden en el prefacio a su poema Annus Mirabilis:

the first happiness of the poet’s imagination is properly Invention, or finding the thought; the second is fancy, or the variation, deriving or moulding of that thought, as the judgement represents it proper to the subject; the third is elocution, or the art of clothing and adorning the thought so found and varied in apt, significant and sounding words: the quickness of the imagination is seen in the invention, the fertility in the fancy and the accuracy in the expression. (10)

La tríada ha ganado en generalidad lo que ha perdido en claridad. Dryden relaciona cada fase de composición de un poema con una potencia determinada de la mente (una idea que hará fortuna más tarde en manos de Coleridge), pero las disocia en cambio del contexto específico que tenían en la retórica clásica, sin que por ello nos resulte posible determinar a qué operaciones significativas en el género narrativo debemos atribuir la categoría de invention y a cuáles la de variation. La invención puede referirse al diseño de la acción, o a la concepción de un pensamiento o dianoia  original, en cuyo caso parecería corresponderse oon la variación la expresión de esa dianoia por medio de la acción. Pero la variación puede referirse también a la elaboración en detalle de una acción sobre la base de un esquema de acción, etc. Es obvio que Dryden no pensaba únicamente en la narración, sino en la composición poética en general. Por todo ello, sólo se pueden establecer paralelismos muy vagos entre los niveles de análisis de la retórica clásica y los de la narratología moderna. Por otra parte, los adelantos han sido enormes, las distinciones reconocibles se han multiplicado, y ello resulta en una inconmensurabilidad de los conceptos utilizados.
    Un terreno más seguro que la retórica para buscar las raíces históricas del concepto de relato es la Poética de Aristóteles. Ya hemos mencionado (1.1.2 supra) la manera en que nuestra distinción entre acción, relato, y discurso subyace a la clasificación aristotélica de las partes constitutivas de la tragedia y de la épica. El hecho de que Aristóteles proyectase la acción (praxis) fuera de la obra oscurece la relación entre relato y mythos. Aristóteles trata además en la sección dedicada al mythos muchos aspectos que no son específicos de este nivel de análisis, sino que sólo se hallan en él en tanto en cuanto la acción es representada por el relato. Y, por último, Aristóteles sólo trata implícitamente las operaciones que constituyen el mythos a partir de la praxis. Pero es evidente que el mythos no es la acción, sino la acción tal como se presenta en la obra, es decir, el relato: “la trama o argumento [mythos] es precisamente la reproducción imitativa de las acciones; llamo, pues, trama o argumento a la peculiar disposición de las acciones” (Poética 1450 a).  Ya se encuentran en la Poética, como iremos apuntando, observaciones relativas a la reestructuración temporal de las acciones y al uso del punto de vista, que suponen un valioso antecedente para los pensadores posteriores.
    Hay que esperar al siglo XX para encontrar el desarrollo lógico de algunas de las ideas aristotélicas, con los formalistas rusos y la distinción ya comentada entre fabula y siuzhet. La mayor innovación de estos conceptos formalistas está en la identificación de una estructura virtual, la fabula, que subyace a la efectivamente presente, el siuzhet.  Además, son conceptos ya específicamente destinados al estudio de textos narrativos. Ahora bien, está claro que si establecemos una identificación aproximada entre fabula y acción, siuzhet parece englobar tanto el relato como el discurso. Los formalistas no establecen claramente la posibilidad teórica de una estructura intermedia entre el texto narrativo y la fabula. Shklovski rechaza explícitamente la posibilidad de interpretar el siuzhet como una mera estructura de acontecimientos: el siuzhet es el resultado de la totalidad de los recursos utilizados para narrar la acción: “The plot of Eugene Onegin’ is not Onegin’s love affair with Tatjana, but the artistic treatment of the fable, achieved by means of interpolating digressions.”  Según esta definición, siuzhet incluye la elocution de Dryden además de esas otras capacidades menos rigurosamente verbales que son fancy e invention. Sin embargo, la teoría formalista está cerca de dar un paso que hubiera resuelto lo que de este modo son definiciones incompletas y problemáticas. Por ejemplo, para Tomashevski, “la fable apparaît comme l’ensemble des motifs dans leur succession chronologique, et de cause à effet; le sujet apparaît comme l’ensemble des mêmes motifs, mais selon la succession qu’ils respectent dans l’oeuvre” (“Thématique” 269). Si Tomashevski considera que el siuzhet es otra cosa que una estructura de acontecimientos, su definición, desde luego, no recoge esa distinción. Para reconciliar las teorías de Shklovski y Tomashevski sobre este punto, necesitamos postular un nivel de análisis intermedio entre la fabula y la superficie textual, un nivel que siga siendo una estructura de acontecimientos (a diferencia del siuzhet de Shklovski, que desborda una definición tal) sin por ello identificarse con la fabula. Sea como sea, los formalistas están de acuerdo en que el siuzhet es un elemento más artístico que la fabula: “Un fait divers que l’ auteur n’aura pas inventé peut lui servir de fable. Le sujet est une construction entièrement artistique” (Tomashevski 27). La definición del dinamismo del arte dada por Shklovski casi se confunde con una descripción de la diferencia entre fabula y siuzhet:

El arte siempre separa los objetos y muestra una parte en lugar del todo, un rasgo en vez del todo, y, aunque sea muy detallado, siempre ofrece una línea intermitente en lugar de la línea continua. El arte siempre separa lo semejante y une lo diferente. Es escalonado y montable. (La disimilitud de lo similar 70)

Tomashevski señala, además de las alteraciones temporales que definen la construcción del siuzhet, un aumento de importancia de los motivos libres y estáticos, por oposición a la fabula, en la que predominan los motivos asociados y dinámicos (“Thématique” 270-272).
    Los herederos de las teorías formalistas han partido de los conceptos de fabula y de siuzhet buscándoles una fundamentación teórica en la lingüística o en la semiótica, a la vez que pormenorizaban la descripción de los recursos narrativos específicos de cada nivel. Emil Volek (135 ss) ha mostrado cómo los trabajos de los estructuralistas franceses tendían a reducir la estructura narrativa a fabula y texto, esfumándose el nivel correspondiente al relato [siuzhet]. Conviene, sin embargo, recordar que las estructuras propias de este nivel siguen estando presentes y son tomadas en cuenta en tanto en cuanto se manifiestan en el nivel textual, y también que no se ha producido tanto una perversión de los conceptos del formalismo ruso como una diferencia de énfasis: oponiendo el concepto de discours al de fabula  / histoire, se estaba en parte subsanando (si bien de una manera deficiente) la indiferenciación que aparecía en el formalismo ruso entre las estructuras discursivas y las del complejo relato-acción. Así, Barthes (“Introduction”) nos presenta tres niveles (funciones, acciones y narración) que atienden a dos aspectos de la acción y al discurso, pasando por alto el nivel del relato. Todorov (“Catégories”) estudia los relatos como “historia” (acción) o como discurso, ignorando también lo específico del relato. En un estudio más extenso (Poétique) habla de los aspectos “semántico”, “sintáctico” y “verbal”, pero lo que nosotros consideraríamos “sintáctico” a nivel de relato está incluido junto con el estudio del discurso en el “aspecto verbal”; los aspectos semántico y sintáctico de Todorov son enfoques diferentes dados a la acción.
    El modelo de análisis estructuralista del relato más detallado y difundido ha sido el desarrollado por Gérard Genette en su “Discours du récit”. Distinguiendo tres aspectos de la realidad narrativa, Genette los define así:

Je propose, sans insister sur les raisons d’ailleurs évidentes du choix des termes, de nommer histoire le signifié ou contenu narratif (même si ce contenu se trouve être, en l’occurrence, d’une faible intensité dramatique ou teneur événementielle), récit proprement dit le signifiant, énoncé, discours ou texte narratif lui-même, et narration l’acte narratif producteur et, par extension, l’ensemble de la situation réelle ou fictive dans laquelle il prend place. (“Discours” 72)

Podemos observar aquí una inconmensurabilidad entre los términos de Genette y los nuestros semejante a la que se produce con relación a los estudios de Barthes, Todorov o los formalistas rusos. Nuestra traducción de récit no sería relato, sino, como dice el mismo Genette, texto o discurso narrativo. Récit no es una estructura abstracta, sino un enunciado lingüístico. Histoire es en principio equivalente a nuestra acción. En cuanto a narration, nos remitimos a la crítica que Mieke Bal ha hecho del concepto:

dans la série: histoire, récit, narration, on rencontre un niveau, le dernier, qui est hétérogène par rapport aux deux autres. La narration concerne le procès d’énonciation, tandis que les deux autres concernent le produit d’ une activité: l’histoire, qui est le produit de l’invention, et le récit, qui est pour Genette le produit de la disposition et de la narration. La narration, en tant qu’activité, devrait être mise avec les autres activités productrices des niveaux: narration, disposition, invention. (Narratologie 6)

Añádase que combiene distinguir claramente entre dos conceptos cubiertos aquí por el término “narración”: el acto comunicativo real del autor y el ficticio, interno al texto, del narrador.
    Mieke Bal pasa a justificar la necesidad de atribuir un nivel de estudio separado al proceso de disposición de la acción. Fundamenta así un auténtico modelo narratológico en tres niveles de análisis (ver 1.2.1 supra), del cual deriva el que aquí estamos proponiendo:

Les instances qui fonctionnent, hiérarchiquement, dans chaque récit, forment la série suivante qui caractérise le récit comme écriture:    
narrateur ---- focalisateur ------ acteur         qui ont chacun une activité:   
narration --- focalisation ----- action          dont les objets sont:       
narré ------¬-- focalisé ---¬-------- objet de  l’action             
                            (Narratologie 32)

    A continuación reproducimos el cuadro en el que resume Bal su concepción de la estructura narrativa.

 
                           
 (Figura nº 5; Bal, Narratologie 33)
                   
Bal deja fuera del cuadro, e incluso explícitamente fuera de su teoría (ver Narratologie 38) ciertas cosas que convendría incluir. Por ejemplo, una diferenciación entre autor real y autor textual, así como una definición de los papeles respectivos del autor y del narrador a la hora de producir el texto (cf. 3.1.4.2, 3.4.1.1 infra). Su personaje nº 6, el “lecteur explicite ou implicite”, es especialmente desafortunado, y resulta mucho más claro poner en su lugar al narratario (narrataire) de Genette (“Discours” 265). En cuanto al focalizador (focalisateur), conviene que lo examinemos ahora algo más detenidamente, pues su actividad está estrechamente ligada al nivel que nos ocupa, el relato.
    Bal ha personalizado al focalizador desarrollando la noción de “relato focalizado” que Genette (“Discours” 203 ss) elabora a partir de las tipologías de puntos de vista de Jean Pouillon (Temps et roman) y Todorov (“Catégories”). Bal distingue un sujeto de la focalización, o focalizador, de un objeto de la focalización, o focalizado (Narratologie 33). La distinción es fundamental, aun si el alcance explicativo que pretende dar Bal a su teoría parece excesivo. Genette (Nouveau discours 48) considera que Bal hace un empleo abusivo de conceptos desarrollados por él con fines más limitados, y se desentiende (en nuestra opinión, precipitadamente) de la teoría de aquélla. Como veremos, es excesivo atribuir exclusivamente a la focalización las alteraciones que transforman la acción en relato; creemos que Bal pasa por alto muchos fenómenos que de ser explicados recurriendo a la focalización no tardarían en desdibujar la teoría y hacerle perder la utilidad que tiene si se la restringe adecuadamente. Restricción por lo demás nada estrecha, pues consideraremos que tiene sentido usar el concepto de focalización como la motivación principal de las transformaciones de selección y ordenación que (entre otras) relacionan la acción y el relato. 
    Por oposición a las tipologías de puntos de vista de las que deriva, el estudio de la focalización se presta a ser utilizado en un estudio microestructural de la narración; aparece aquí la posibilidad de una interesante convergencia con el estudio de la intertextualidad, de la pluridiscursividad de un texto, desarrollado por la semiótica soviética. El estudio del punto de vista realizado por Boris Uspenski resulta, según Segre, en un uso microscópico del mismo del mismo:

el texto narrativo entero puede dividirse sucesivamente en un conjunto de microtextos cada vez más reducidos, cada uno de ellos delimitado por la alternancia de posiciones del autor externas e internas. (Segre, Principios 140)

    Un último problema, de orden terminológico, plantea la teoría de Bal que hemos expuesto. El término récit, al igual que relato, tiene un indeseable matiz de verbalidad. Del mismo defecto adolece narrative, la traducción inglesa propuesta por Marjet Berendsen.  Ha de quedar claro que el récit de Bal, así como su próximo pariente, el relato, han de entenderse en este contexto como estructuras abstractas, al margen de su manifestación en cualquier medio semiótico. 
    Hemos definido, pues, el relato como la acción tal como es expuesta mediante el discurso.  Es el proceso narrativo lo que constituye el relato a partir de la acción, y eso hace difícil definir este nivel intermedio sin incurrir en una excesiva artificialidad. La acción está implícita en el relato, es una abstracción (cf. Todorov, “Catégories” 127) y siempre es percibida (o inventada) y contada por alguien. Es importante señalar, como lo hace Volek respecto de los conceptos de fabula y siuzhet, hasta qué punto la acción y el relato se definen mutuamente (154 ss; cf. 1.1.3.5 supra). Para Tomashevski (Teoría 192, 206) un concepto tan ligado a la fabula como es el de protagonista sólo es definido por el siuzhet; si reflexionamos sobre este ejemplo, veremos que sólo tiene sentido hablar de acción y relato si estamos hablando de uno con relación al otro. La reflexión teórica es útil para definir mejor los conceptos y descubrir nuevas distinciones debajo de identidades aparentes, pero no hay que esperar encontrar fronteras nítidas en los textos objeto de estudio propiamente dichos. El punto básico de esta definición del relato como intersección entre la acción y el discurso es la exclusión que hemos hecho de todos los elementos específicamente discursivos, los que no pertenecen al mundo diegético o de la acción. Sólo aquellos elementos del discurso que condicionen el conocimiento de los hechos de la acción son relevantes para definir el relato. Cuanto más estrecha sea la unión entre acción y discurso (como sucede con frecuencia, por ejemplo, en las narraciones en primera persona) tanto menos definido estará lo específico del relato. Si, por el contrario, el discurso rehuye toda relación de dependencia con la acción, la interacción entre ambos será mucho más nítida. Es obvio, además, que sólo tiene sentido hablar de relato en textos que contienen una acción. Cuanto más difusa sea la serie de acontecimientos y menos responda a la definición de acción, menos sentido tendrá aplicar a su estudio categorías como la focalización, propias del nivel del relato. 
    Muchas de las características del nivel denominado diversamente récit, discours o siuzhet no interesan a los teorizadores que lo definen por el hecho de que constituyan enunciados lingüísticos, sino sólo en tanto en cuanto suponen una reorganización de la acción. Es decir, el tipo de estudio que realiza Bal no es nuevo, simplemente su objeto y su metodología están mejor delimitados. Otros estudiosos han llegado a conclusiones parecidas a las de Bal. Así, Emil Volek reelabora el concepto formalista de siuzhet en este sentido, restringiéndolo a lo que nosotros denominamos relato, y señala que “fabula y siuzhet no están dados directamente sino por mediación del texto” (Volek 149). Cesare Segre (Principios 118) conserva los términos “fábula” y “trama”, traducción de fabula y siuzhet, pero efectuando una transformación semejante: distingue un nivel más superficial, el “discurso”, y otro más profundo, el “modelo narrativo” entendido al modo de Propp. Anteriormente Segre ya había propuesto una división en tres niveles, “fábula”, “intriga” y “discurso” (Estructuras 14; cf. 1.2 supra).
    Con su transformación en relato, los elementos de la acción se modifican, y pueden adquirir un valor diferente. El relato no es la acción, a pesar de contener únicamente acción. Es un signo (o representación) de la acción, y las relaciones entre los elementos de su estructura lo distinguen de la acción, aunque los elementos en sí sean los mismos. En términos peirceanos (cf. Eco, Lector 41 ss), la acción es el objeto del relato, y se ve sustituida por éste  en el proceso comunicativo. Pero esta sustitución no está gobernada por la totalidad de los aspectos de la acción, sino solamente por el ground de la representación. El ground, uno de los componentes que Peirce distingue en su análisis de la significación, es definido así por Eco:

El ground es un atributo del objeto en la medida en que dicho objeto se ha seleccionado de determinada manera y sólo algunos de sus atributos se han elegido como pertinentes para la construcción del Objeto Inmediato del signo. (Lector 45)

La selección de un punto de vista narrativo es así un caso más del fenómeno semiótico general por el cual un signo atiende solamente a ciertos atributos de su referente. En el caso de la ficción, el objeto inmediato, el objeto tal como es representado por el signo, es con frecuencia el único objeto existente. A la acción ficticia sólo podemos acceder por medio del relato. La acción se convierte así en un puro objeto inmediato, inaccesible para nosotros a través de otros signos producidos en virtud de otro ground. Nos hallamos así en presencia de un bloque de sentido homogéneo que imita las estructuras propias de un proceso significativo. Continuaremos, sin embargo, hablando de las relaciones entre el relato y la acción al margen de una distinción ente sus manifestaciones ficcionales y las no ficcionales, procedimiento justificable por el hecho de que las estructuras ficcionales imitan exactamente a las no ficcionales en su funcionamiento a este nivel; la diferente interpretación es un fenómeno de orden discursivo.
    Los recursos del relato constituyen de por sí un poderoso instrumento de modelación de la acción, de producción de nuevos sentidos a partir de ella. Booth (Rhetoric 271 ss) muestra el potencial ideológico presente en recursos tales como la elección de las partes dramatizadas y las simplemente narradas a la hora de presentar una acción, así como del punto de vista y de la reestructuración temporal. La estructura temporal del siuzhet era enfatizada de modo especial por los formalistas rusos, y el uso del punto de vista pareció contener el secreto de la calidad artística a los teorizadores anglonorteamericanos que siguen a Henry James.
    Un relato se define frente a una acción por reglas constructivas que le son propias. Constituyen estas reglas de transformación de la acción una entidad particular tanto frente a la acción como a la manifestación efectiva que pueda recibir esta entidad de carácter abstracto.  El relato tiene, por tanto, una estructura propia.
    La imposición sobre la acción de esta estructura ajena a ella supone una perspectivización de la misma. No debemos confundir esta perspectivización impuesta por todo relato con un tipo de perspectivización más específica, que es una de las formas que asume la primera en el género novelístico. Es esta segunda perspectivización lo que Stanzel define como “the regulation of the spatio-temporal arrangement with respect to the centre or the focus of the narrated events”, siendo este foco ya un personaje, ya un narrador ajeno al mundo de los personajes (o bien periférico). Stanzel habla de perspectiva interna (centrada en un personaje) y externa (centrada en el narrador) (Theory 49). La aparición de esta perspectivización, añade Stanzel, es un fenómeno histórico, localizable en el tiempo. Considera (precipitadamente) que la novela victoriana es previa a la perspectivización: ésta aparecería con Flaubert y James: “With the advent of impressionism, traditional patterns of perception decline more and more in importance and are supplanted by individual, subjective perceptions” (123). Más generalmente, el desarrollo de formas perspectivísticas tanto en las artes plásticas como en literatura va unido al desarrollo de la subjetividad y la individualidad en la cultura occidental, que pasa por fases variadas a través de ideologías como el cristianismo, el capitalismo, o de fenómenos culturales como el Renacimiento o el Romanticismo, antes de llegar a los experimentos modernistas en que piensa Stanzel. 
    No deja de ser curioso comprobar cómo Norman Friedman (“Point of view”), tras detectar una evolución semejante a la observada por Stanzel, observa en cierta literatura de la vanguardia de los años 40 y 50 lo que él diagnostica como una slice of life sin selección alguna del material. Friedman niega carácter artístico a este tipo de narración, y parece creer seriamente en su posibilidad; se trataría de una presentación directa de la acción, sin la perspectivización obligatoria impuesta por el relato, sin mediación. Nosotros descartamos enteramente esta posibilidad, pero será preciso hacer un estudio mucho más exhaustivo de la perspectivización realizada por el relato para decidir en qué sentido esta técnica narrativa es carente de perspectiva, en qué sentido es extremadamente perspectivista (pues, después de todo, Friedman la denomina “camera mode”) y en qué sentido la literatura de James y Flaubert es más perspectivista que la de Dickens. “Perspectiva” es un término muy general, bajo el que se ocultan diferentes conceptos, emparentados pero no identificables entre sí.
    Hemos mencionado ya lo que puede ser un primer paso para semejante análisis. El relato impone una selección, una ordenación y una significación sobre los acontecimientos de la acción.  Estos conceptos son de antiquísima tradición clásica, en una aplicación más general:

Dado que a todo ser le están siempre asociados ciertos elementos inherentes a su sustancia, se sigue de allí que podemos hallar un factor de sublimidad en la consistente y apropiada selección de esos elementos y en la posibilidad de combinar esos rasgos constituyentes para formar un todo orgánico. (Sobre lo sublime X. i, 105. Cursiva añadida.)

Pouillon explica así la necesidad de un proceso de selección efectuado sobre la acción en el género novelístico:

Cuando el novelista nos presenta los personajes se encuentra frente al problema de su pluralidad. Como no estamos en el teatro, es imposible “que éste nos presente” simultáneamente a todos los héroes. En una novela, en cambio, vemos unos personajes a través de otros. Lo que nos hace conocerlos no son solamente las palabras que se dicen cuando están juntos en el escenario, sino lo que piensan unos de otros. Entonces cabe preguntar: ¿Qué punto de vista, qué perspectiva se debe elegir para ordenar y recorrer de manera novelística esta pluralidad? (…) Una de las características de la novela, es la de que los protagonistas puedan existir de diferente manera, no estar en el mismo plano, puesto que no son vistos de la misma manera. (Tiempo 23-24)

El punto de vista (y con éste el artificio discursivo que lo manifiesta e incluso lo justifica o motiva de modo realista) gobiernan no sólo la selección, sino también en gran medida la disposición de los acontecimientos. En gran medida, pues por una parte el discurso puede renunciar a justificar la estructura del relato, y en todo caso justificarla en diversa medida o de diversas maneras.  Por otra parte, deberemos introducir más adelante la diferencia entre discurso real y discurso ficticio superpuesto a aquél. Veremos entonces más claramente que el relato puede desbordar al discurso ficticio y estar parcialmente organizado por el discurso real de manera directa. Una estructuración de este tipo (por ejemplo, la que gobierna las relaciones entre los distintos discursos ficticios que constituyen algunas novelas de Faulkner, como The Sound and the Fury y As I Lay Dying) no pueden ser justificadas por las estructuras discursivas ficticias: es el artista como tal quien se hace responsable de ellas, sin motivarlas mediante un proceso o personaje de la ficción. Tampoco cabe decir que esto un problema de focalización sin más, pues, como arguye Bal, la focalización necesita un sujeto focalizador. No tenemos en estos casos otro remedio que reconstruir un sujeto a partir de la estructura del relato y llamarlo “autor textual” —pero así dejamos de hablar de focalización y entramos en el área de la composición artística. Este fenómeno afecta tanto a la selección como a la ordenación y significación de los acontecimientos. La selección de acontecimientos debe forzosamente transmitirse por medio de un discurso, y es responsabilidad de un narrador, elemento intratextual, antes de serlo del autor textual: pero el sistema del narrador queda desbordado desde el momento en que hay varios narradores cuyas narraciones deben ordenarse. La ordenación de acontecimientos puede estar por una parte, como hemos dicho, sometida al punto de vista y al discurso del narrador, pero puede manifestarse a la vez textual y silenciosamente en la articulación de los discursos de distintos narradores y en general en una ordenación de secuencias no motivada de modo realista por elementos intratextuales, como no está motivada en las novelas mencionadas. Será necesario, cuando hablemos del tiempo del relato, ver a qué tipo de motivación discursiva obedecen la selección, reordenación y representación temporal.
    Podemos distinguir un grado de justificación en los procesos de selección, ordenación y representación intermedio entre la justificación diegética y aquélla que es responsabilidad única del autor implícito. Nos referimos a la justificación de carácter exclusivamente narratorial, la que es propia de un narrador heterodiegético y extradiegético  (el de Little Dorrit, Le Père Goriot o Barchester Towers). Esta justificación discursiva se da cuando la selección, ordenación o representación de acontecimientos no es relacionable con ningún proceso cognoscitivo interior a la misma acción, pero sí son asumidas explícitamente por el narrador. En estos casos vemos escindirse la función desempeñada que en otros casos por la focalización, cuando por una parte nos transmitía la acción sígnicamente, nos daba a conocer lo focalizado, y por otra nos hacía compartir, en tanto que espectadores implícitos, la experiencia del focalizador, experimentar la acción. En el caso del fenómeno mencionado podríamos hablar de focalización extradiegética,  seguimos conociendo lo focalizado, pero la actividad del focalizador ya no nos comunica acción, sino una especie de virtualidad de la acción: el narrador adopta perspectivas variables, y algunas son exclusivas de su conocimiento privilegiado, pero otras son una imitación de posibles procesos cognoscitivos de actores que son imitados por el narrador (por ejemplo, lo que “la gente” dice, o lo que “un paseante” podría ver).
    La focalización, en suma, no debe identificarse ni con el simple proceso de selección de acontecimientos, ni con el conjunto de alteraciones de la acción producidas conjuntamente por la selección, ordenación y representación. Algunas transformaciones son de naturaleza puramente compositiva, y existe así la posibilidad de una selección, ordenación y representacion de acontecimientos que no es regida por la focalización. La transición de la focalización a la composición es un continuo, pero en última instancia la composición es un principio de carácter superior, que utiiza la focalización como recurso formal.En consecuencia, sostendremos que la focalización no es el proceso exclusivo que da forma al relato, contrariamente a lo que da a entender el esquema de Bal (Narratologie 33), aunque sí es uno de los más importantes.
    Hay que evitar también identificar con la selección el nacimiento de un espacio del relato, y tampoco limitar al tiempo los efectos de la disposición. Tanto selección como disposición tienen un aspecto temporal y otro espacial. Volveremos más adelante al problema del espacio en la novela; observemos ahora sólo que la constitución de un espacio novelesco está estrechamente ligada a los rasgos caracterizadores de los personajes y a la focalización.  Pero insistimos en que la focalización no sólo organiza el espacio perceptivo del personaje o del narrador, sino también las alteraciones temporales que resultan de la actividad del personaje focalizador o del narrador. Asimismo, la redisposición de acontecimientos no tiene únicamente un valor temporal, ya que enfrenta también los espacios ligados a esos acontecimientos, pudiendo surgir de ello relaciones creadoras de significado. El espacio de la novela, tanto como el tiempo, está estructurado (cf. Gullón, Espacio y novela 21), y esta estructuración debe poder describirse. Intuiciones como la de Muir, que señala el predominio del tiempo en las novelas dramáticas y del espacio en las de personajes (cit. por Gullón 11) así como los efectos de simultaneización del tiempo o la espacialización de la novela (Joseph Frank, “Spatial Form in Modern Literature”; Gullón) pueden expresarse de una manera sistemática desarrollando los principios que hemos venido exponiendo.
    Una última observación sobre el concepto de relato antes de pasar a su desarrollo. Observamos que mientras por una parte se mantiene la tensión relato  / acción descrita por Volek,  mediante la cual ambos se definen e identifican mutuamente, por otra el relato es susceptible de constituirse en una nueva acción y de reproducir en su propio nivel todos los mecanismos de funcionamiento que describíamos en el capítulo anterior. Así, por ejemplo, la oposición dialéctica entre disyunción y no disyunción que Julia Kristeva descubre en la novela (Texto 79) podrá manifestarse en ésta en cuanto que es acción o en cuanto que es relato, en cuyo caso la oposición habría sido establecida únicamente mediante el juego de las categorías que dan lugar al relato (temporalización, aspectualización, modalización). Otro tanto, podemos adelantar, sucede en el nivel del discurso. Creemos que la importancia que este tipo de fenómenos tengan en un relato depende de esta ley más general formulada por Volek:

A medida que el siuzhet se aleja de la fábula, el centro de gravedad de su construcción, como por una suerte de compensación estructural, se desplaza de los nexos cronológico-causales hacia las relaciones de composición entre los elementos: el eje metonímico de la fábula está como intersecado por el eje metafórico de la composición. (Volek 155)

Pero no entraremos en más detalle para definir teóricamente estas complicaciones de la estructura semiótica. Como las transformaciones de la acción sobre las que llamábamos la atención en el apartado 1.2.8, o como la cuestión de la reflexividad o metaficción que mencionaremos esporádicamente analizando el nivel del discurso, se trata de fenómenos de segundo grado, derivados de las formas narrativas más generales que son el objeto de nuestra atención. Estos fenómenos son de indudable relevancia, especialmente en la narración contemporánea, hecha con la sedimentacion de materiales elaborados por tradiciones narrativas anteriores. En ella, la referencia intertextual es mayor que nunca, y la estructura narrativa puede alcanzar grados de complejidad insospechados en el pasado. Pero consideramos que aquí es suficiente concentrarnos en la lógica de funcionamiento específica de cada nivel. La forma que adopten no se puede determinar al margen del análisis de un texto o un tipo de textos, un subgénero narrativo concreto, una época o un autor determinados.


2.2. Relato

Notas

          Cf. Barthes, “Introduction” 5; Todorov, “Catégories” 127; García Berrio, Significado 209; Segre, Principios 216.
         Diánoia en el sentido más amplio que Frye da al término: el significado de la obra (Anatomy of criticism 73).
         Es precipitado decir, como Ricœur (Time and Narrative 2, 12), que a la mimesis aristotélica, una noción no unívoca, es totalmente ajeno el sentido de reproducir, de “hacer una copia”; este sentido del término mimesis, aunque quizá no el más innovador, sí es indudablemente un ingrediente en la Poética.
         Han de tenerse en cuenta las matizaciones de Volek y las nuestras propias sobre este punto (1.1.3.3 supra).
         Shklovski, O teorii prozy 204; cit. en Erlich 242.
         Hay, naturalmente, otras acepciones corrientes del término “narración”; la más común es texto narrativo.
         Oponemos selección a ordenación de tal manera que las alteraciones estructurales del relato dependen unas de la selección, y otras de la ordenación. Hay que añadir además los procesos de significación o representación que intervienen en otras transformaciones como la aspectualización, modalización y perspectivización.
         Marjet Berendsen, “The Teller and the Observer: Narration and focalization in narrative texts” 140. Lo mismo sucede con “narracion” en español, cf. la nota previa a la anterior.
         La traducción española de Bal (Teoría de la narrativa) termina de complicar las cosas, al utilizar los términos “fábula”, “historia” y “texto” para los niveles que en Narratologie se llamaban respectivamente histoire, récit y texte. Esta circunstancia deberá tenerse en cuenta en las citas de Teoría de la narrativa.
         Chatman (Story and Discourse 43) define plot como “story-as-discoursed”. Nuestro concepto de relato está próximo, pues, a esta nueva acepción de plot.
         No estamos, pues, de acuerdo con Chatman (Story and Discourse 106) cuando declara que “verbal narratives can be completely nonscenic” ni con Genette, que en su Nouveau discours du récit intenta nadar y guardar la ropa, al defender a la vez el detallado método de análisis desarrollado en su “Discours du récit” y la laxitud terminológica, la falta de rigorismo. Genette se niega a hacer una diferencia entre focalización variable, focalización cero y ausencia de focalización. Así declara que “à la différence du cinéaste, le romancier n’est pas obligé de mettre sa caméra quelque part: il n’a pas de caméra” (Nouveau discours 48). Pero al igual que Chatman, Genette parece confundir aquí el género novelístico con la narración. La narración es un fenómeno lingüístico, o retórico si se prefiere, que no es sino uno de los ingredientes del género novelístico. Pero lo que estamos intentando definir con nociones como la de focalización es el modo narrativo, y no la novela. Y, desde luego, al narrar hay que narrar algo, y poner la “cámara” en alguna parte. La proporción de acción que contenga una novela puede ser mínima, pero quizá tenga cierto peso a la hora de diferenciarla de un libro de ensayos.
         Sustitución peculiar, que trataremos más adelante, en el caso de la ficción, en que el objeto es imaginario.
         Por ej. Lubbock, The Craft of Fiction;  Schorer, “Technique as discovery”, o Friedman, “Point of view”.
         Esto no quiere decir que la independencia respecto del medio semiótico sea total. Es obvio que hay medios de transmisión que favorecen determinadas estrategias del relato; es un lugar común, por ejemplo, que la novela es más apta que el cine para la manifestación del carácter, mientras que el cine es especialmente adecuado para narrar acciones. Las diferencias básicas entre literatura y artes plásticas en este sentido están admirablemente expuestas en el Laocoonte de Lessing.
         Cf. Chatman: “The discourse can be manifested in various media, but it has an internal structure qualitatively different from any of its possible manifestations” (Story and Discourse 43). Chatman, sin embargo, ascribe a este nivel que en principio parece coincidir con nuestro concepto de relato algunos elementos que nosotros consideraremos discursivos.
         Sirvan de ejemplo el análisis de Clemens Lugowski en Die Form der Individualität im Roman, o la “Theorie des Romans” de Lukács. Cf. también las relaciones entre forma y subjetivismo observadas en William Edinger, Samuel Johnson and Poetic Style, o Francisco Rico, La novela picaresca y el punto de vista.
         Cf. por ejemplo los distintos tipos de fenómenos perspectivísticos sugeridos por Lozano, Peña-Marín y Abril (130); ver también David Lee, Competing Discourses.
         Chatman (28) señala order y selection como los dos únicos rasgos relevantes en la definición del discourse (♠ relato), incurriendo según creemos en incoherencias con su propia teoría. Sternberg (51), al definir un hueco informativo permanente frente a uno temporal, define así el papel de la selección y la combinación en el paso de la acción al relato: “The former gap [el permanente] results already form the process of selection that produces the fabula, the latter [el provisional] from the process of combination and displacement that produces the sujet”. Sternberg está obviamente interpretando selección o bien en un sentido expansivo que no nos concierne aquí, identificándola a invención, o bien se refiere a una selección de acontecimientos causalmente concatenados (selección, por tanto, en el sentido de eliminación) que da forma a una fabula a partir de una story entendida al modo de Forster (cf. Sternberg 11 ss). Pero esta selección ya es para nosotros un proceso del relato. Además, Sternberg está tratando sobre los huecos informativos dejados por el relato, y así presta atención únicamente a una selección cuantitativa: qué acontecimientos forman parte de la fabula. Igualmente importante es, sin embargo, la selección cualitativa efectuada por las diversas modalidades de representación, que ya no se puede atribuir en modo alguno al nivel de la fabula: qué acontecimientos son presentados de qué manera, cómo son representados o significados. Por tanto, no es sólo la ordenación lo que constituye el siuzhet o el relato, según nos llevaría a creer esta definición, sino los procesos combinados de selección y ordenación, más el elemento de reestructuración modal, perspectística, etc.
         Cf. los artificios de motivación realista estudiados por el formalismo ruso. Tomashevski habla así de la motivación mediante un artificio discursivo: “Si el material de la fábula no se desarrolla de un modo lineal, adquiere gran importancia el “narrador”, pues los desplazamientos en el interior de la trama se introducen, por lo general, como una propiedad del relato” [♠ del proceso narrativo] (Teoría 191). Sternberg incluye una noción parecida en su clasificación de los tipos de estructuras creadoras de suspense, y define la motivación como “the explicit or implicit justification, explanation, or dissimulation of an artistic convention, device, or necessity either in the terms of artistic exigencies, goals, and functionality (aesthetic or rhetorical motivation) or in terms of the referential pattern of the fictive world (realistic or quasi-mimetic motivation)” (247). Señala asimismo que el uso de un punto de vista es “the most comprehensive principle (or framework) motivating the selection, combination, and distribution of elements in the narrative text” (254). A esta distinción superpondríamos otro criterio: el que la motivación esté justificada a nivel de acción o a nivel de discurso. Cf. 3.2.2.1 infra.
         Cf. el implied author de Booth (Rhetoric 71 ss, 211 ss). Bal sostiene que el estudio de la focalización terminaría de disolver a esta figura fantasmal: “Tout ce qu’on a traditionnellement considéré comme intrusions d’auteur, les traces du implied author, peut être analysé en traces du narrateur et traces du focalisateur” (Narratologie 38). Pero si confrontamos esta afirmación con los ejemplos de Faulkner a que aludimos, vemos que resulta exagerada y, como hemos dicho, contradictoria con la propia teoría de Bal. Cf. 3.3.1.2. infra.
         Partimos de la terminología de Genette (“Discours”); cf. 3.2.1.4 infra.
         Aunque sólo la navaja de Occam nos hace usar aquí el mismo término, “focalización”.
         “La representación del espacio en el texto está muy ligada a la de las personas por la relación que tiene con la cuestión del punto de vista” (Lozano, Peña-Marín y Abril 129).
         Cf. 1.1.3.5 supra. Naturalmente, Volek la formula en términos de fabula y siuzhet.
        



2.2. Relato