José Ángel García Landa - Acción, Relato, Discurso: Estructura de la ficción narrativa

Índice
3.4. Discurso

4. CONCLUSIÓN





En la última sección hemos abandonado el terreno estrictamente narratológico para dar un rápido vistazo al contexto pragmático en el cual se produce y recibe la narración literaria. Vemos que la creacion literaria está generalmente reconocida como una actividad definida y con rasgos propios ya se la considere desde el punto de vista psicológico o sociológico. Poco más hace falta para concebir la literatura como un tipo definido de actividad discursiva, pragmática. El análisis pragmático, una vez supera un cierto grado de abstracción evidente en sus primeras fases, ha de concebir toda actividad semiótica en relación con la función que desempeña, función que inevitablemente nos hace remitirnos a contextos discursivos particulares, ligados a tradiciones o instituciones concretas, formas efectivas en las que cristalizan las posibilidades de acción discursiva abstractamente concebidas. La literatura no es un sólo tipo de acto de lenguaje, sino una galaxia de fenómenos discursivos o de modos de usar los textos. Pero es precisamente la necesaria contextualización de las variedades discursivas, y su variabilidad histórica y cultural, la que debería disuadirnos de hacer caracterizaciones lingüísticas demasiado estrictas, que representarían generalizaciones indebidas hechas sobre la base de lo que es la literatura aquí y ahora. Un acontecimiento tan significativo como la generalización de la escritura electrónica o el hipertexto podría suponer transformaciones radicales de la institución llamada literatura en su conjunto, así como de formas, géneros y protocolos de lectura específicos.

    La narración no es un género discursivo al mismo nivel de abstracción en el que acabamos de caracterizar a la literatura. La hemos definido como un sistema de rasgos estructurales que están presentes en mayor o menor medida en distintos textos o actividades discursivas, siendo dominantes en ocasiones. Veíamos que hay diversos grados de narratividad, que las estructuras narrativas pueden vertebrar los fenómenos discursivos en muy diversa medida; en suma, no hay una línea clara que separe la narración de las formas no narrativas. La forma narrativa está constituida por el conjunto de estructuras que hemos ido describiendo, partiendo de las estructuras básicas de la acción representada, del relato que la reconfigura y del discurso que la articula comunicativamente. Los desarrollos ulteriores de estas estructuras básicas (las variedades de voces narrativas, perspectivas, etc.) van ligadas a tipos discursivos más concretos, como son las variedades y tradiciones de la novela o del cine. Desde el punto de vista de la pragmática, pues, las diversas modalidades narrativas equivalen a otras tantas modalidades de actuación comunicativa: así por ejemplo, los novelistas que desarrollaron la perspectiva actorial estaban posibilitando nuevas modalidades de representación y comunicación lingüística de la experiencia y nuevos protocolos de interacción entre escritores y público. Todos estos fenómenos estudiados por la crítica literaria son elementos de una pragmática literaria avant la lettre.

    No todos los géneros narrativos presentan el mismo nivel de desarrollo y elaboración. Sucede con la narratología como con la zoología o la antropología: hay especies o fenómenos culturales que pueden caracterizarse como nucleares o arcaicos, mientras que otros que han alcanzado un grado de especialización o desarrollo mayor no sólo se reproducen constantemente a partir de ese núcleo arcaico de una manera filogenética, sino que presentan una estratificación en la cual formas residuales de una fase arcaica anterior coexisten con las estructuras más desarrolladas que las caracterizan como evolutivamente más avanzadas.  Una lógica semejante es la que rige, por ejemplo, la oposición entre las estructuras básicas y las superficiales del texto narrativo, entre la acción y su codificación semiótica; también subyace a la relación entre las formas narrativas del pasado y las actuales. Las técnicas narrativas cambian; nacen de formas lingüísticas embrionarias, se desarrollan, se establecen y más que morir pasan a darse por supuestas y a funcionar implícitamente en una fase posterior de desarrollo. La especialización por géneros también se somete a esta regla: la novela psicológica del siglo XX es así un área especializada de producción narrativa, un reducto limitado donde se acelera el desarrollo de una convención determinada, se potencia determinada estructura narrativa (como puede ser la perspectiva, de Flaubert a James, a Joyce, a Faulkner y Beckett). Cúmulos de actividades y relaciones sociales producen el lenguaje tanto en sus aspectos léxico y gramatical como en las convenciones de uso estudiadas por la pragmática. La sedimentación de las convenciones produce una multiplicidad de estructuras narrativas en una multiplicidad de contextos sociales específicos—y no nos referimos sólo al hecho no despreciable de que la actividad literaria es uno de esos contextos, sino también a que la experiencia individual del escritor que produce una forma literaria nueva es el resultado de su situación social e histórica: que una forma fija (acto ilocucionario, género literario, técnica narrativa), es en definitiva la estandarización de toda una serie de experiencias de la realidad posibilitadas por una nueva posición de los sujetos en un complejo histórico y cultural. La reacción de unas formas artísticas frente a otras tan favorecida por los formalistas rusos es un aspecto más de esta estandarización de la experiencia comunicable. Un escritor utiliza las formas que hereda de la tradición no en un vacío, sino en una situación concreta que le hace reaccionar hacia ellas de una manera u otra; por otra parte, esas formas ya representan de por sí una sedimentación de convenciones previas y de relaciones sociales.

    El estudio del funcionamiento de las categorías que hemos descrito en su mutua interacción es, como hemos apuntado ya en ocasiones, algo que no puede hacerse al margen de un análisis textual concreto. Cada obra efectúa su propia reconfiguración de los elementos aquí descritos, y por supuesto de otros muchos cuya consideración no entraba en nuestro proyecto. La escritura, siendo un trabajo semiótico sobre las convenciones de representación heredadas, no puede sino manifestar las estructuras narrativas que hemos expuesto en forma cada vez más compleja, e incluso problematizar y desconstruir muchas de las categorías básicas de la narratología.  No carece de justificacion, sin embargo, reexaminar estas categorías, pues son el objeto inmediato de este trabajo de reelaboración, que presupone como ya hemos dicho las formas más elementales, y las fronteras conceptuales ideales con que trabaja la narratología estructural pueden ser problematizadas por la crítica desconstructivista que analice el trabajo de la escritura. Se trata, como decimos, de tipos de estudio con objetivos diferentes. 

    No cabe duda de que en la cultura contemporánea la convencionalización de los géneros discursivos y de la actividad intelectual en general va mano a mano con el proceso generalizado de división del trabajo y especialización del mismo que rige la producción en la sociedad contemporánea, tanto en el aspecto material como en el intelectual. Semejante convencionalización es inherente al desarrollo de las formas semióticas. Podría demostrarse igualmente con la evolución de los elementos decorativos en arquitectura o del espacio geométrico en pintura. Pero la capacidad significativa de la literatura es muy superior al de estos otros fenómenos culturales. La literatura utiliza como material la existencia psíquica y las relaciones sociales, y por tanto su poder de representación y reconfiguración imaginativa de la realidad es mucho mayor. Las estructuras narrativas son un elemento clave en este sentido, una herramienta modeladora de primer orden. Un texto artístico narrativo es una imagen del mundo, no en el sentido de reproducción realista, sino en tanto en cuanto es una estructuración ideológica de la realidad, una perspectivización de la misma desde un determinado aspecto, una toma de posición existencial e ideológica. Por tanto insistimos en la necesidad del estudio concreto, histórico, sociológico, psicológico, de la realidad a la cual el texto de ficción se opone como un mundo hipotético: si la forma de la ficción se define dinámicamente y por oposición, la mitad de su forma está fuera de él y ha de buscarse en la realidad cultural de la cual parte.

    Por lo mismo, un estudio como el presente, que en general hace abstracción de textos concretos y de la evolución histórica para concentrarse en la representación conceptual de las estructuras narrativas, es sólo una herramienta de reflexión teórica. No ha de confundirse con una teoría crítica general o con una guía de interpretación, aunque a veces hayamos tocado aspectos en los que es relevante la teoría de la interpretación. En el análisis crítico de una obra, la mecánica de la narración que hemos descrito ha de concebirse en interacción dialéctica con cada elemento de un texto concreto y con su contexto histórico. También con el contexto histórico de la interpretación. En definitiva, no sólo la literatura, sino también la crítica y teoría literarias son un género discursivo que ha de entenderse en relación con el contexto en el que tiene lugar: un contexto que en el caso de la teoría y crítica literaria, como en las demás actividades intelectuales, viene definido por la subdivisión del trabajo en áreas especializadas. La narratología no es sino una de estas actividades discursivas especializadas, aunque su situación de encrucijada la convierte en un nódulo interdisciplinar especialmente fructífero. En este sentido habría que entender la vocación objetivista de la narratología que expresábamos al final del capítulo anterior: la narratología es un punto de encuentro donde se hacen mutuamente inteligibles una gran variedad de disciplinas y discursos culturales, pues múltiples son también las funciones culturales que desempeña la narración que es su objeto de estudio.

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Notas


1. Ver Landow, Hyper/Text/Theory; Alvin Kernan, “Plausible and Helpful Things to Say About Literature in a Time When All Print Institutions Are Breaking Down”;  Bernard Sharratt, “Cybertheory”.

2. Para la analogía sociológica, ver los conceptos de  formas culturales residuales, emergentes y dominantes en Raymond Williams, Marxism and Literature.

3. Es la tesis que desarrolla más por extenso A. Gibson en Towards a Postmodern Theory of Narrative.


Bibliografía