José Ángel García Landa - Acción, Relato, Discurso: Estructura de la ficción narrativa
En la última sección hemos abandonado el terreno
estrictamente narratológico para dar un rápido vistazo al
contexto pragmático en el cual se produce y recibe la
narración literaria. Vemos que la creacion literaria está
generalmente reconocida como una actividad definida y con rasgos
propios ya se la considere desde el punto de vista psicológico o
sociológico. Poco más hace falta para concebir la
literatura como un tipo definido de actividad discursiva,
pragmática. El análisis pragmático, una vez supera
un cierto grado de abstracción evidente en sus primeras fases,
ha de concebir toda actividad semiótica en relación con
la función que desempeña, función que
inevitablemente nos hace remitirnos a contextos discursivos
particulares, ligados a tradiciones o instituciones concretas, formas
efectivas en las que cristalizan las posibilidades de acción
discursiva abstractamente concebidas. La literatura no es un
sólo tipo de acto de lenguaje, sino una galaxia de
fenómenos discursivos o de modos de usar los textos. Pero es
precisamente la necesaria contextualización de las variedades
discursivas, y su variabilidad histórica y cultural, la que
debería disuadirnos de hacer caracterizaciones
lingüísticas demasiado estrictas, que representarían
generalizaciones indebidas hechas sobre la base de lo que es la
literatura aquí y ahora. Un acontecimiento tan significativo
como la generalización de la escritura electrónica o el
hipertexto podría suponer transformaciones radicales de la
institución llamada literatura en su conjunto, así como
de formas, géneros y protocolos de lectura específicos.
La narración no es un género
discursivo al mismo nivel de abstracción en el que acabamos de
caracterizar a la literatura. La hemos definido como un sistema de
rasgos estructurales que están presentes en mayor o menor medida
en distintos textos o actividades discursivas, siendo dominantes en
ocasiones. Veíamos que hay diversos grados de narratividad, que
las estructuras narrativas pueden vertebrar los fenómenos
discursivos en muy diversa medida; en suma, no hay una línea
clara que separe la narración de las formas no narrativas. La
forma narrativa está constituida por el conjunto de estructuras
que hemos ido describiendo, partiendo de las estructuras básicas
de la acción representada, del relato que la reconfigura y del
discurso que la articula comunicativamente. Los desarrollos ulteriores
de estas estructuras básicas (las variedades de voces
narrativas, perspectivas, etc.) van ligadas a tipos discursivos
más concretos, como son las variedades y tradiciones de la
novela o del cine. Desde el punto de vista de la pragmática,
pues, las diversas modalidades narrativas equivalen a otras tantas
modalidades de actuación comunicativa: así por ejemplo,
los novelistas que desarrollaron la perspectiva actorial estaban
posibilitando nuevas modalidades de representación y
comunicación lingüística de la experiencia y nuevos
protocolos de interacción entre escritores y público.
Todos estos fenómenos estudiados por la crítica literaria
son elementos de una pragmática literaria avant la lettre.
No todos los géneros narrativos presentan el
mismo nivel de desarrollo y elaboración. Sucede con la
narratología como con la zoología o la
antropología: hay especies o fenómenos culturales que
pueden caracterizarse como nucleares o arcaicos, mientras que otros que
han alcanzado un grado de especialización o desarrollo mayor no
sólo se reproducen constantemente a partir de ese núcleo
arcaico de una manera filogenética, sino que presentan una
estratificación en la cual formas residuales de una fase arcaica
anterior coexisten con las estructuras más desarrolladas que las
caracterizan como evolutivamente más avanzadas. Una
lógica semejante es la que rige, por ejemplo, la
oposición entre las estructuras básicas y las
superficiales del texto narrativo, entre la acción y su
codificación semiótica; también subyace a la
relación entre las formas narrativas del pasado y las actuales.
Las técnicas narrativas cambian; nacen de formas
lingüísticas embrionarias, se desarrollan, se establecen y
más que morir pasan a darse por supuestas y a funcionar
implícitamente en una fase posterior de desarrollo. La
especialización por géneros también se somete a
esta regla: la novela psicológica del siglo XX es así un
área especializada de producción narrativa, un reducto
limitado donde se acelera el desarrollo de una convención
determinada, se potencia determinada estructura narrativa (como puede
ser la perspectiva, de Flaubert a James, a Joyce, a Faulkner y
Beckett). Cúmulos de actividades y relaciones sociales producen
el lenguaje tanto en sus aspectos léxico y gramatical como en
las convenciones de uso estudiadas por la pragmática. La
sedimentación de las convenciones produce una multiplicidad de
estructuras narrativas en una multiplicidad de contextos sociales
específicos—y no nos referimos sólo al hecho no
despreciable de que la actividad literaria es uno de esos contextos,
sino también a que la experiencia individual del escritor que
produce una forma literaria nueva es el resultado de su
situación social e histórica: que una forma fija (acto
ilocucionario, género literario, técnica narrativa), es
en definitiva la estandarización de toda una serie de
experiencias de la realidad posibilitadas por una nueva posición
de los sujetos en un complejo histórico y cultural. La
reacción de unas formas artísticas frente a otras tan
favorecida por los formalistas rusos es un aspecto más de esta
estandarización de la experiencia comunicable. Un escritor
utiliza las formas que hereda de la tradición no en un
vacío, sino en una situación concreta que le hace
reaccionar hacia ellas de una manera u otra; por otra parte, esas
formas ya representan de por sí una sedimentación de
convenciones previas y de relaciones sociales.
El estudio del funcionamiento de las
categorías que hemos descrito en su mutua interacción es,
como hemos apuntado ya en ocasiones, algo que no puede hacerse al
margen de un análisis textual concreto. Cada obra efectúa
su propia reconfiguración de los elementos aquí
descritos, y por supuesto de otros muchos cuya consideración no
entraba en nuestro proyecto. La escritura, siendo un trabajo
semiótico sobre las convenciones de representación
heredadas, no puede sino manifestar las estructuras narrativas que
hemos expuesto en forma cada vez más compleja, e incluso
problematizar y desconstruir muchas de las categorías
básicas de la narratología. No carece de
justificacion, sin embargo, reexaminar estas categorías, pues
son el objeto inmediato de este trabajo de reelaboración, que
presupone como ya hemos dicho las formas más elementales, y las
fronteras conceptuales ideales con que trabaja la narratología
estructural pueden ser problematizadas por la crítica
desconstructivista que analice el trabajo de la escritura. Se trata,
como decimos, de tipos de estudio con objetivos diferentes.
No cabe duda de que en la cultura
contemporánea la convencionalización de los
géneros discursivos y de la actividad intelectual en general va
mano a mano con el proceso generalizado de división del trabajo
y especialización del mismo que rige la producción en la
sociedad contemporánea, tanto en el aspecto material como en el
intelectual. Semejante convencionalización es inherente al
desarrollo de las formas semióticas. Podría demostrarse
igualmente con la evolución de los elementos decorativos en
arquitectura o del espacio geométrico en pintura. Pero la
capacidad significativa de la literatura es muy superior al de estos
otros fenómenos culturales. La literatura utiliza como material
la existencia psíquica y las relaciones sociales, y por tanto su
poder de representación y reconfiguración imaginativa de
la realidad es mucho mayor. Las estructuras narrativas son un elemento
clave en este sentido, una herramienta modeladora de primer orden. Un
texto artístico narrativo es una imagen del mundo, no en el
sentido de reproducción realista, sino en tanto en cuanto es una
estructuración ideológica de la realidad, una
perspectivización de la misma desde un determinado aspecto, una
toma de posición existencial e ideológica. Por tanto
insistimos en la necesidad del estudio concreto, histórico,
sociológico, psicológico, de la realidad a la cual el
texto de ficción se opone como un mundo hipotético: si la
forma de la ficción se define dinámicamente y por
oposición, la mitad de su forma está fuera de él y
ha de buscarse en la realidad cultural de la cual parte.
Por lo mismo, un estudio como el presente, que en
general hace abstracción de textos concretos y de la
evolución histórica para concentrarse en la
representación conceptual de las estructuras narrativas, es
sólo una herramienta de reflexión teórica. No ha
de confundirse con una teoría crítica general o con una
guía de interpretación, aunque a veces hayamos tocado
aspectos en los que es relevante la teoría de la
interpretación. En el análisis crítico de una
obra, la mecánica de la narración que hemos descrito ha
de concebirse en interacción dialéctica con cada elemento
de un texto concreto y con su contexto histórico. También
con el contexto histórico de la interpretación. En
definitiva, no sólo la literatura, sino también la
crítica y teoría literarias son un género
discursivo que ha de entenderse en relación con el contexto en
el que tiene lugar: un contexto que en el caso de la teoría y
crítica literaria, como en las demás actividades
intelectuales, viene definido por la subdivisión del trabajo en
áreas especializadas. La narratología no es sino una de
estas actividades discursivas especializadas, aunque su
situación de encrucijada la convierte en un nódulo
interdisciplinar especialmente fructífero. En este sentido
habría que entender la vocación objetivista de la
narratología que expresábamos al final del
capítulo anterior: la narratología es un punto de
encuentro donde se hacen mutuamente inteligibles una gran variedad de
disciplinas y discursos culturales, pues múltiples son
también las funciones culturales que desempeña la
narración que es su objeto de estudio.
—o—oOo—o—
Notas
1. Ver Landow, Hyper/Text/Theory; Alvin Kernan, “Plausible and
Helpful Things to Say About Literature in a Time When All Print
Institutions Are Breaking Down”; Bernard Sharratt,
“Cybertheory”.
2. Para la analogía sociológica, ver los conceptos
de formas culturales residuales, emergentes y dominantes en
Raymond Williams, Marxism and Literature.
3. Es la tesis que desarrolla más por extenso A. Gibson en Towards a Postmodern Theory of Narrative.