George
Herbert Mead
La filosofía del
presente
A. Es evidente que una definición de la cosa física en
términos
de la experiencia manipulatoria y a distancia ha de aplicarse también
al organismo considerado como cosa física. El organismo se ve y se
siente. Suplementamos lo que llega a través de la visión directa con lo
que obtenemos a través de espejos y de imágenes visuales, y nuestras
manos entran en contacto con prácticamente toda la superficie de
nuestros cuerpos. Las experiencias cinestésicas y viscerales pueden
localizarse en el interior de nuestros organismos sólo cuando estos
organismos han alcanzado exteriores. Si usamos las presiones mutuas de
las superficies de nuestro cuerpo en la experiencia de cuerpos que
actúan sobre nosotros, esto tiene lugar únicamente en la medida en que
el cuerpo y otros objetos se han organizado en un campo común de
objetos físicos. Sin duda las superficies en contacto y las
experiencias orgánicas limitadas por estas superficies son, en la
experiencia del infante, las experiencias a partir de las cuales surgen
los exteriores y los interiores de las cosas. Sin embargo, el niño
puede delimitar sus superficies corporales sólo mediante cosas que no
sean su cuerpo, y alcanza las superficies enteras de cosas que no son
su cuerpo antes de llegar a su propio organismo en tanto que cosa que
tiene límites. Genéticamente, el infante avanza desde la periferia en
dirección a su cuerpo. Si usa las presiones del organismo a la hora de
ponerles interiores a las cosas, el cuerpo debe haberse definido antes
mediante su contacto con cosas que tienen límites. Es importante
reconocer que en la experiencia esto continúa siendo la relación entre
las cosas físicas y el cuerpo como cosa física, y entre cosas físicas
diferentes del cuerpo. Llegamos mediante análisis a los interiores de
las cosas sólo alcanzando nuevos exteriores que son efectiva o
imaginativamente las condiciones de esa experiencia de presión que
aparece como el interior ya sea del cuerpo o de otras cosas físicas.
Los conjuntos de cosas físicas, pues, vienen definidos por sus límites,
y entre esas cosas el organismo corporal recibe su definición de la
misma manera. Si por ejemplo contemplamos los colores y la sensación
táctil de las cosas como algo que depende de procesos fisiológicos
internos al organismo, sigue el argumento basándose en la suposición de
las cosas físicas definibles, incluyendo al organismo como algo que
está allí. En la experiencia no se ascribe una prioridad de realidad al
organismo corporal. Si es concebible que la mano pasase a través de la
mesa que se ve, es igualmente concebible que la mano pudiera pasar a
través de la pierna que se ve. Estas cosas físicas son todas
experiencias a distancia. Es decir, se hallan ubicadas en un espacio, y
para estar ubicadas así van ordenadas a partir del centro O de un
sistema de coordenadas. Las formas en las que aparecen son perspectivas
ópticas, y la percepción las realiza en términos de la experiencia del
área manipulatoria, en la que se ven sometidas a la prueba del contacto
para su realidad perceptual; pero siguen siendo objetos visuales en esa
área. En el seno de esta área manipulatoria desaparecen las
distorsiones de las perspectivas ópticas. Las cosas adquiren tamaños
estándar. Que tengan tamaños estándar quiere decir que el centro O
puede hallarse en cualquier punto en el que las cosas tuvieran los
valores espaciales que se encuentran en esta área manipulatoria. El
postulado fundamental de la física newtoniana de que cualquier conjunto
de coordenadas cartesianas puede tomarse como base para la ordenación y
medición de las cosas y de sus movimientos está implicado en nuestro
mundo perceptual. El pensamiento conceptual ha formulado de manera
lógica la actitud de la experiencia perceptual. Surge entonces la
pregunta de cuál es la naturaleza de esa actitud mediante la cual la
percepción varía indiferentemente de un centro O a otro.
En la percepción inmediata las estimulaciones a distancia son
adeecuadas para estimular el acercamiento o la retirada, y contactos y
consumaciones consiguientes. Que la percepción presente a los objetos
distantes teniendo los valores físicos del área manipulatoria no es
algo que tenga que ver con el éxito en el comportamiento de un
organismo percibiente. Decir que la imagen memorística de la
estimulación a distancia tal como apareció en una área manipulatoria se
fusiona con la estimulación a distancia es encubrir un proceso con un
vocablo. Puede fusionarse de esta manera porque la estimulación a
distancia ya es una cosa física. En el seno del área manipulatoria el
objeto actúa sobre el organismo percibiente, y la acción en la
experiencia perceptual significa la presión de su volumen en el
organismo. Hay una infinidad de otras características de su acción, su
temperatura, su olor, y demás, pero éstas son todas características
suyas en tanto que cosa con volumen, y esta naturaleza interna de la
cosa física nunca la alcanzamos subdividiendo sus límites visuales.
Aparece en la cosa física una corriente que originariamente pertenece
al organismo, la de la presión, lo que Whitehead ha llamado "el empuje"
de las cosas, y la cuestión es cómo llega a estar en la cosa. Los
límites a distancia visuales y los tácticles de contacto están allí en
la experiencia inmediata. No estoy examinando la cuestión metafísica de
cómo llegamos desde una experiencia interna a un mundo exterior a
nosotros, sino cómo los objetos distantes y con límites reciben el
interior de objetos perceptuales—interiores nunca revelados mediante la
subdivisión. La propuesta que ya he hecho es que las presiones de las
superficies corporales unas contra otras, sobre todo la de una mano
contra otra, son transferidas al objeto, y la cuestión que planteo es
cómo tiene lugar esta transferencia.
La única respuesta que puedo darle a la pregunta es que el organismo al
agarrar y empujar cosas está identificando su propio esfuerzo con la
experiencia de contacto de la cosa. Aumenta esa experiencia con sus
propios esfuerzos. Coger un objeto duro es estimularse a uno mismo a
realizar ese esfuerzo interno. Uno invoca en sí mismo una acción que
viene también del interior de la cosa. Viene del interior de la cosa
porque esa experiencia aumenta mediante la acción de los cuerpos sobre
los organismos y sobre otras cosas del mundo perceptual. El objeto del
organismo invoca en el organismo la acción del objeto sobre el
organismo, y adquiere así esa naturaleza interna de presión que
constituye el interior de la cosa física. La cosa adquiere semejante
interior sólo en la medida en que el organismo adopta de este modo la
actitud de la cosa. La fórmula de este proceso es que la cosa estimula
al organismo a actuar como la cosa actúa sobre el organismo, y que la
acción de la cosa es la resistencia del organismo a la presión tal como
surge cuando un objeto duro se agarra firmemente con la mano (i).
La resistencia del objeto es continua con el esfuerzo de la mano. En el
desarrollo del infante, esta experiencia ha ser previa a la de su
propio organismo físico como un todo. El infante debe estar situando
este esfuerzo de su interior de las cosas antes de estar en posición de
identificar el esfuerzo como suyo propio. Lo que le rodea se extiende
más allá por todos lados, y formas de colores llegan a localizarse y a
volverse familiares en un mundo en el seno del cual su cuerpo por fin
llega a ocupar un lugar definido. Entretanto, la presión de su cuerpo y
el agarrar de sus manos han de localizar cosas a partir de una actitud
interior, y por fin llega a sí mismo como cosa a través de la acción de
otras cosas sobre él. La materia es el nombre que le damos a esta
naturaleza de las cosas, y su característica es que es idéntica con la
respuesta que invoca. El peso como presión, o la inercia como
resistencia al cambio de reposo o de movimiento, son idénticos al
esfuerzo mediante el peso se sostiene o se imprime movimiento al cuerpo
o se le detiene. El cuerpo tiene en abundancia otros caracteres que son
inherentes a la materia, pero ninguna de estas otras tiene esta
característica. El color, el sonido, el sabor y el olor no pueden
identificarse con las respuestas que inducen, ya sea en los organismos
o en otros objetos; mientras que el contenido experiencial interno de
la materia es idéntico con las respuestas que invoca en las cosas. Fue
un logro llamativo de la ciencia del Renacimiento el aislar esta
cualidad de la materia en tanto que inercia. Newton pudo referirse a
ella ya sea como cantidad de materia o como la propiedad de la materia
mediante la cual continúa en su estado de reposo o de movimiento a
menos que actúe sobre ella una fuerza externa. La inercia y la fuerza
pudieron entonces verse como equivalentes. En las ecuaciones de la
mecánica newtoniana la masa se define en términos de fuerza y la fuerza
se define en términos de masa. Aquí Newton reflejaba una actitud
fundamental de la experiencia hacia las cosas.
Estamos en situación ahora, me parece, de contestar la pregunta que
antes hemos planteado: ¿cómo llegamos a atribuirle a la cosa a
distancia los valores físicos del áre de manipulación? Otra manera de
verbalizar la pregunta sería, ¿cuál es el trasfondo experiencial de la
homogeneidad del espacio? En primer lugar, la continuidad de la
experiencia del esfuerzo y la materia de la cosa física proporcionan a
las cosas una naturaleza interna común que se reconoce cada vez que la
experiencia a distancia se ve completada en sus implicaciones de
contacto. En segundo lugar, la naturaleza interna está allí sólo en
tanto que evoca la respuesta del esfuerzo. El objeto distante, al poner
en marcha la secuencia de respuestas de agarre y manipulación, evoca en
el organismo su propia naturaleza interna de resistencia. Tenemos aquí
la base para la empatía de Lipps. Sería un error considerar esta
naturaleza interna de la materia como una proyección por parte del
organismo, de su sentido de esfuerzo, al objeto. La resistencia está en
la cosa tanto como el esfuerzo está en el organismo, pero la
resistencia está allí sólo frente al esfuerzo, o a la acción de otras
cosas. Traídas pues así al campo del esfuerzo, acción y reacción son
iguales. El carácter interno de la cosa se debe en efecto al
organismo—a la continuidad de esfuerzo y resistencia. Sin embargo, el
carácter de internalidad surge sólo con la aparición del organismo como
objeto, con la definición de superficies y de experiencias del
organismo que se encuentran dentro de las superficies que lo limitan.
Lo que deseo enfatizar es que la cosa física en las presiones de
contacto, y a distancia al despertar respuestas manipulatorias
anticipatorias, evoca en el organismo algo que es continuo con su
propia naturaleza interna, de modo que la acción de la cosa donde está,
se identifica con la respuesta del organismo. Es esto lo que hace
posible que el organismo se situé a sí mismo y a su área manipulatoria
en cualquier objeto distante, y que extienda indefinidamente el espacio
del área manipulatoria, llegando así a un espacio homogéneo a partir de
perspectivas disonantes. Lo que es esencial es que la cosa física
despierta en el organismo su propia respuesta de resistencia, que el
organismo como materia está actuando como actúa la cosa física.
Hay dos expresiones que he usado arriba que requiren más comentario.
Una es la identificación del esfuerzo interno del organismo con la
materia del objeto. Como he indicado, esto no implica que el organismo
proyecta un contenido interno al objeto. La resistencia está allí como
opuesta al esfuerzo, pero en el organismo del infante no está sólo la
respuesta de apretar contra la cosa, sino también, mediante la
integración del sistema nervioso central, el surgimiento de la
respuesta de apretar la otra mano contra la banda que está apretando la
cosa (ii). El organismo actúa
sobre sí mismo, y al actuar sobre sí mismo sus respuestas son idénticas
con las que les da a las cosas. La cosa, pues, hace surgir en el
organismo la tendencia a responder del modo en que la cosa responde al
organismo. Hemos aprendido en años recientes que la función del sistema
nervioso central en las formas superiores es la de conectar todas las
respuestas potencialmente con cada una de las respuestas del organismo.
En cierto sentido todas las respuestas están interconectadas de este
modo por vía de inervación y de inhibición interrelacionadas. Hay que
establecer, sin embargo, una distinción entre el objeto del área
manipulatoria que es visto y también es manejado, y el objeto distante
que está fuera de alcance a la vez que está en perspectiva visual.
Hemos visto que la continuidad del esfuerzo y de la resistencia de la
materia facilitan la situación del organismo con su área manipulatoria
en el objeto distante. El sentido en el que esto tiene lugar se halla
en las respuestas que surgirían en tal ubicación—respuestas que son
invocadas, aunque inhibidas, en el interior del organismo. Lo que he
estado indicando ahora es que el objeto disttante hace surgir la
respuesta de su propia resistencia además del esfuerzo de reaccionar
ante él. Lo que va comprendido en que un objeto distante esté "allí" no
es simplemente la tendencia a responder a él, ni tan siquiera de modo
anticipativo, ni tampoco se logra su ubicación como objeto distante
sólo mediante una mera imagen sensorial de su tacto, a menos que con la
imagen memorística nos refiramos a la tendencia que hay en el organismo
del infante a apretar de la manera en que aprieta el objeto distante,
invocando así la tendencia a responder con su propia presión. Es ésta
última respuesta la que en nuestra experiencia constituye el objeto
físico—un algo con un interior. Estoy convencido de que esta
corporización del objeto en las respuestas del organismo es el factor
esencial en la emergencia de la cosa física.
El objeto está allí en su resistencia inmediata al esfuerzo del
organismo. No está allí como objeto, sin embargo, es decir, no tiene
interior. Obtiene su interior cuando hace surgir en el organismo su
propia respuesta y así la respuesta del organismo que responde a esta
resistencia. Lo que se ha llamado esta naturaleza del objeto tal y como
es invocada en el organismo aparece en la sensación de dureza o de
resistencia. Está efectivamente, como supuso Locke, la misma naturaleza
extendida resistente en la experiencia del individuo que en el mundo,
pero para Locke esto era en la experiencia del individuo una "idea", es
decir, una sensación. Si reconocemos la identidad de resistencia y
esfuerzo, entonces el carácter de "idea", es decir, de algo que
pertenece a la experiencia del individuo, le viene cuando se hace
surgir la respuesta del organismo bajo la forma de la resistencia, de
la naturaleza interna de la cosa. Éstas tienen, como hemos visto, un
carácter idéntico. Tanto el objeto físico como el organismo son
materiales. Lo que debe mostrarse es que el objeto hace surgir en el
organismo no sólo una respuesta orgánica a la cosa física sino también
una respuesta a sí mismo como objeto que invoca esta respuesta. El
mecanismo mediante que lleva a cabo esto es el cerebro. El mecanismo de
la médula y su bulbo es simplemente de respuestas a estímulos externos.
Tales estímulos son imperativos en sus exigencias. El cerebro, en
cambio, es un órgano que integra una enorme variedad de respuestas,
incluyendo los reflejos inferiores, y es específicamente el centro para
los órganos de los sentidos a distancia situados en la cabeza. En el
proceso integrativo hay diferentes combinaciones alternativas y
alternativas correspondientes también para las inhibiciones que van
necesariamente unidas a esa integración. Esto introduce un desfase en
la respuesta, y un ajuste en cuanto a la selección del tipo de
respuesta, es decir, una elección. La elección implica más que la
competición de dos o más estímulos para obtener el control de la
respuesta orgánica. Implica que la situación está en algún sentido en
el interior del esquema de comportamiento del organismo. Lo que no se
hace define al objeto en la forma en que sí que reaccionamos a él. Las
superficies que limitan el objeto, sus resistencias a diversas posibles
reacciones sobre él, los usos que pudieran dársele en grados diversos,
entran a constituir ese objeto, y son caracteres del objeto que
perderían su naturaleza estática si las respuestas que comprenden se
llevasen efectivamente a cabo. Son competidores entre sí con vistas a
la acción del organismo, pero en la medida en que no se llevan a efecto
constituyen el objeto sobre el cual tiene lugar la acción, y dentro del
conjunto del acto fijan las condiciones de la forma que adopta el acto.
Todas estas respuestas se encuentran en el sistema nervioso central en
tanto que vías de reacción interconectadas con todas las demás vías. Si
algunas respuestas son preponderantes, inhiben ipso facto
a todas las demás. Es posible seguir este proceso de inhibición con
cierto detalle en el uso de músculos y de reflejos de contracción
antagónicos. Se da una clara relajación de ciertos músculos cuando hay
inervación en otros. Para llevar a cabo una una respuesta, el cerebro
inhibe otras respuestas. El sistema es tan responsable de lo que no
hace como de lo que hace. (iii)
En el campo de la materia, la resistencia que el volumen de un cuerpo
ofrece a la mano o a cualquier superficie del cuerpo, y las tendencias
a manipularlo cuando se ve a distancia, se organizan de diversas
maneras. Está, por ejemplo, la tendencia a recoger un libro que está en
una mesa distante. La forma y resistencia del libro se hallan presentes
en cierto sentido en el ajuste que ya está presente en el organismo
cuando se ve el libro. Mi tesis es que las respuestas de contacto
inhibidas en la experiencia a distancia constituyen el sendio de la
ressitencia del objeto físico. Son, en primer lugar, opuestas a las
respuestas que efectivamente se activan nerviosamente o están
pendientes de activarse. Son competidoras para el campo de respuesta.
También, en el seno del mismo acto, fijan las condiciones de la
respuesta efectiva. Me refiero específicamente a las respuestas que
entran en la constitución de la materia en la experiencia a distancia.
Si vemos un libro distante se invocan un número indefinido de
respuestas manipulatorias, como son agarrarlo de diversas maneras,
abrirlo, arrancarle las hojas, apretarlo, frotarlo, y muchas otras.
Una, coger el libro, es predominante, y organiza el acto completo. Por
tanto, inhibe todas las demás. Las tendencias a realizar estas otras
conllevan la misma resistencia a la manipulación, y se hallan ahora en
oposición directa a la tendencia dominante; pero mientras están en
oposición proporcionan las condiciones para el ejercicio de la
respuesta dominante. El tacto del libro si uno lo frotase, los
contornos si uno pasase las manos alrededor, la posibilidad de
abrir el libro, etc., determinan la forma que tomará el agarrar y
levantar el libro. En general, lo que uno no le hace al libro, en la
medida en que esto invoca la misma resistencia que la que se da al
manipularlo efectivamente, y en la medida en que está inhibido por lo
que uno sí le hace, ocupa en la experiencia el lugar de "lo que el
libro es", frente a la respuesta que es la expresión del acto. (iv)
'Inhibición' no connota aquí una simple inexistencia de estas
respuestas, puesto que reaccionan frente a la respuesta dominante para
determinar su forma y naturaleza. La manera en que uno agarra el libro
viene determinada por las otras vías de respuesta, tanto por las que
son inhibidas como por los controles de ajustes en los que las
respuestas no realizadas reciben sin embargo una activación nerviosa
parcial. El acto es un equilibrio móvil en el seno del cual muchas
respuestas entran en juego con la respuesta dominante y responden a
ella. Lo que no se hace actúa como una definición continua de lo que se
hace. Es la resistencia que hay en lo que no se hace lo que es la
materia del objeto al que respondemos.
En la medida en que existe el mundo para el organismo, en la medida en
que es el entorno del organismo, queda reflejado en las reacciones del
organismo al mundo. Aquello con lo que efectivamente entramos en
contacto está allí frente al organismo, pero con mucho en la mayor
parte de lo que nos rodea no nos apoyamos ni la manipulamos. Está
distante de nosotros en el espacio y en el tiempo; y sin embargo tiene
un contenido interno que es una continuación de lo que se halla bajo
nuestros pies y en el ámbito de nuestro alcance. Estos objetos
distantes no sólo invocan en nosotros respuestas directs de movernos
hacia ellos, o en dirección contraria a ellos, y de manipularlos, sino
que también hacen surgir en nosotros los objetos que actúan sobre
nosotros desde nuestro interior. He estado tratando de presentar el
mecanismo neural mediante el cual aparece en la experiencia la
naturaleza interna de la cosa externa.
Si la vista del libro llama a una respuesta directa de movimiento hacia
el, en esta respuesta no hay sin o la excitación del organismo a ese
acto. Pero si todas las otras respuestas de las que pueda ser
responsable el libro se excitan, pueden entrar a formar parte del acto
sólo en la medida en que sean inhibidas o coordinadas entre sí. Están
en oposición a la respuesta dominante de moverse hacia el libro hasta
que la integración del acto las disponga en sus relaciones espaciales y
temporales con la inhibición de su expresión inmediata. Es esta
oposición a la que me he referido como resistencia. El cerebro es la
porción del sistema nervioso central que pertenece a las experiencias a
distancia. Tiene, sin embargo, una conexión directa con los reflejos
del sistema de la médula espinal. No sólo orienta a la cabeza, y por
tanto al organismo, hacia los objetos distantes, sino que también
conecta estos estímulos distantes con las respuestas del tronco y de
los miembros que estos objetos hacen surgir cuando se ha puesto al
organismo al alcance de contacto con los objetos, de modo que estas
respuestas posteriores se hacen surgir adelantándose a la situación en
la cual puedan recibir activación nerviosa efectiva. El objeto está así
expresándose en el organismo no sólo en el hecho de estimularlo a
acercarse o retirarse, sino también haciendo surgir anticipativamente
unas reacciones que se llevarán a cabo de modo efectivo más tarde. Con
el término "expresarse" quiero decir que las relaciones que hacen de
los objetos que lo rodean el entorno del organismo están activas en el
organismo.El entorno está allí para el organismo en la interrelación de
organismo y entorno. Las respuestas diferidas integradas en el acto
dirigido hacia el objeto distante constituyen el objeto como será o al
menos como puede ser para el organismo. Pero para poder ser un objeto
ha de tener un contenido interno, al que nos referimos como los
resultados de respuestas ahora aplazadas. El hecho de que éstas estén
en alguna medida presentes en el objeto distante es lo que requiere
explicación. La explicación que estoy ofreciendo es en términos de la
resistencia que encuentran en el acto dominante con respecto al cual
han de ser integradas. La resistencia se encuentra en el ajuste y
retraso en la ejecución y en las inhibiciones que éstos conllevan.
La fase primaria de esta resistencia hemos visto que se hallaba en la
materia del objeto físico. La continuidad de la resistencia del objeto
con las resistencias de partes del organismo entre sí constituye la
materia tanto de los objetos como del organismo, y transfiere a los
objetos la interioridad de las resistencias orgánicas a ellos, mientras
que los objetos en su organización espacial conducen a la definición
del organismo como objeto físico. Pero, como ya he apuntado, esta
resistencia aparece como la interioridad de la cosa física sólo cuando
el objeto despierta en el organismo la propia actitud de resistencia
del objeto. La cosa física usa las tendencias que tenemos a resistir
por adelantado al contacto efectivo, de modo que existe en el
comportamiento del organismo, no como sensación del organismo, sino
como la entrada del organismo a los objetos, por vía de asumir las
actitudes de éstos, definiendo y controlando así su propia respuesta. (v) Está
también, claro, la respuesta inmediata del organismo a la presión que
recibe, en la cual el objeto como objeto no entra. Aquí no hay carácter
de un objeto que pudiese denominarse sensación. Es sólo la respuesta en
bruto del organismo al entorno. Pero cuando esta actitud de resistencia
del objeto al organismo puede hacerse surgir dentro del propio
organismo, como opuesta a la resistencia del organismo a él, entonces
se da lo que una filosofía de la mente podría situar en el organismo
como algo mental—una idea, en el sentido de Locke. Un examen del
desarrollo de la experiencia del infante, sin embargo, muestra que el
entorno ha de haber entrado primero en las respuestas orgánicas del
niño como una resistencia que posee en común con las resistencias que
el organismo ofrece a sí mismo, antes de que el organismo pueda
definirse a sí mismo y a sus experiencias como distinto de las cosas
físicas que lo rodean. Es el mecanismo del cerebro el que, en sus
conexiones con las respuestas de la médula y del bulbo raquídeo, ha
hecho posible este jugar el papel del objeto físico en el propio
comportamiento del organismo; y en particular ha utilizado las
respuestas manipulatorias de la mano en la interrupción que tienen del
proceso de respuesta hasta su consumación. Aquí la resistencia mutua de
cosa y mano abre la puerta a que la cosa juegue su papel en el
comportamiento del organismo. Y le quedó a la ciencia renacentista la
misión de aislar estas características mensurables de la cosa física,
como condiciones para todos los demás caracteres de la cosa tal y como
aparecen en la experiencia.
En la experiencia inmediata la cosa es suave o áspera, es agradable o
dolorosa, en la medida en que es resistente. La suavidad o la aspereza
o lo agradable o el sufrimiento suponen varias respuestas llevadas a
cabo hacia el objeto a distancia, y éstas entran en la organización del
acto aunque sean inhibidas de inmediato. Que no se lleven a cabo
inmediatamente significa que quedan organizadas en torno a la respuesta
dominante de acercamiento o de retirada y las reacciones subsiguientes.
Mi tesis es que la resistencia que esta organización del acto les
ascribe las identifica como caracteres de la cosa, aunque sea como
cualidades inherentes a la cosa física en tanto que objeto resistente.
La superficie que llamamos suave invoca una tendencia a acariciarla,
pero el que uno no pueda hacer esto hasta que haya llegado a ella y la
haya tocado significa que la apariencia efectiva de suavidad o de
agrado espera la resistencia manipulatoria de la cosa física. El que
estos caracteres aparezcan como dependientes del acto organizado con
referencia a alcanzar el objeto físico constituye la fase orgánica de
la realidad de contacto del objeto distante. Lo que quiero enfatizar es
que esta realidad de contacto del objeto distante se manifiesta en la
organización neural en la inhibición de la reacción que despiertan
estos caracteres del objeto distante mediante el acto organizado que
los realiza. En la medida en que la tendencia a acariciar el objeto
suave distante es retenida por la organización del acto que realizará
la tendencia, es una afirmación de la realidad condicional de la
suavidad del objeto. Si no puede entrar en la organización de tal acto,
la abandonamos como una ilusión; por ejemplo la aparente humedad del
brillo tembloroso que hay por encima de la arena del desierto no puede
acomodarse dentro del acto de ir y beber el agua ilusoria. La
aceptación de inhibiciones comprendidas en la actitud de acercamiento
organizada es lo que confiere esas cualidades al objeto distante. Las
resistencias comprendidas en la organización conducen a procesos que
son excitados antes de poder realizarse y que sin embargo pueden
determinar la forma del acto que los completa.
El desarrollo de la cabeza, y del cerebro en tanto que asiento de los
sentidos a distancia, le ha dado al organismo las dos características
principales propias de la mente. Ha producido la excitación
anticipativa de reacciones que sólo pueden realizarse cuando se cumple
la reacción del cuerpo a sus resistencias inmediatas al perseguir su
objetivo. Con la organización del acto de tal modo que estas reacciones
excitadas pero no completadas puedan cumplirse, ha introducido el
futuro en el mecanismo del acto, y el condicionamiento mutuo del
presente y del futuro. También, ha hecho posible que se excite dentro
del organismo esa resistencia de la cosa física que es común a la cosa
y al organismo. La cosa física externa al organismo puede invocar su
propia respuesta y la reacción del organismo en respuesta a ella. En
forma de una resistencia espacialmente definida, la acción del objeto
distante se halla presente en la respuesta del organismo, con su valor
al excitar las reacciones adecuadas del organismo. Además, otras
características del objeto que para realizarse dependen de que se lleve
a cabo un acto orgánico, se convierten, mediante la organización de las
respuestas a ellas en el interior del acto y mediante la aceptación de
ese control, en maneras en que el objeto aparece en la conducta del
organismo. El objeto puede así aparecer en la experiencia por medio de
la reacción del organismo a él, dado el mecanismo del sistema nervioso
superior. Está allí con los valores que tendrá, reflejados en las
respuestas del organismo; pero está allí anticipadamente a las
respuestas. Y es porque los objetos están allí por lo que el organismo
puede volverse un objeto para sí mismo en su experiencia.
B. Hay una diferencia característica entre las llamadas
cualidades primarias y las secundarias. El material en bruto de la
materia aparece en las cualidades primarias de la extensión, la
ocupación efectiva del espacio, y movilidad. Estas responden en nuestra
experiencia a lo que Newton llamó la cantidad de materia. Ésta aparece
en la experiencia inmediata de la resistencia espacial del cuerpo.
Aparece en el impulso. Al menos esta es la experiencia del objeto como
algo que ofrece resistencia en su extensión, de nuestros propios
cuerpos adquiriendo impulso, del esfuerzo necesario para poner un
cuerpo en movimiento y para cambiar su estado de movimiento. La
extensión, el volumen, y la resistencia a un cambio de reposo o de
movimiento, no pueden definirse con exactitud en términos de nuestra
experiencia sensorial, pero son caracteres que nos permiten situarnos
dentro del objeto físico. Su resistencia es igual a la nuestra. Produce
la misma sensación. En el caso de las cualidades secundarias, los
caracteres que aparecen en nuestra visión, oído, gusto y olfato, no
pueden compartirse con los caracteres del objeto físico al que
corresponden. No es siendo rojo, o salado, o ruidoso, u oloroso, como
el organismo se halla en relación con objetos que tienen estas
características. Es resistiendo como el organismo entra en relación con
los objetos resistentes. Si buscamos el mecanismo biológico de esta
experiencia, como lo hacemos en el caso de lo que llamamos los otros
sentidos, lo hallamos en las resistencias que diferentes partes del
organismo ofrecen unas a otras. La mano, en especial, aprieta contra
diferentes partes del cuerpo, y ellas, en respuesta a esta presión, se
le resisten. Cuando uno aprieta la superficie de una mesa, tiene la
misma experiencia que cuando aprieta contra su mano, exceptuando la
ausencia de la respuesta de resistir la presión de la otra mano. Pero
hay aquí un contenido en común, por medio del cual el organismo más
adelante pasa a los interiores de las cosas. En ninguna otra
experiencia sensorial pasamos adentro de la cosa. Nos puede afectar con
su color, olor, sabor o temperatura, pero la relación no instala en
nosotros el carácter del objeto. La resistencia, o la ocupación
efectiva del espacio, la "solidez" de Locke, tiene en la experiencia un
carácter en común, como notó Locke, que está tanto en el individuo como
en las cosas externas. Si lo formulamos en términos de una "idea", de
una sensación de la mente, todo el asunto, tanto el efecto externo como
la sensación interna, queda encerrada en la mente, donde la situó
Berkeley, y donde la dejó Hume para dispersarse con las otras
impresiones de la mente. Lo que exige un análisis más detallado del que
admitía la psicología de su época es esa fase de la cosa física a la
que me he referido como su interior. Este término no se regfiere a las
nuevas superficies descubiertas mediante una subdivisión de la cosa. Sí
tiene que ver con esa unidad de la cosa que Kant y sus seguidores
idealistas situaron en el proceso del juicio; pero tiene que ver con
algo más—a saber, con un elemento de actividad, expresado en el término
resistencia.
Cuando una mano aprieta contra la otra, cada mano resiste a la otra
desde dentro. Como he dicho, cuando la mano aprieta una mesa, hay un
elemento de resistencia en la mesa que es idéntico con lo que
encontramos en la resistencia mutua de las dos manos; pero mientras que
la mesa resiste a la mano con la misma eficacia que la otra mano, a la
resistencia de la mesa, tomada como una experiencia abstraída, le falta
el carácter de actividad que le pertenece a la presión de la otra mano.
Sin embargo requiere una abstracción el quitarle este carácter a la
mesa. Decir que ponemos este carácter en la cosa, cuya masa o inercia
se resiste a fuerzas que actúan sobre ella, significa o bien volver a
una doctrina de la consciencia de la materia en bruto que separa el
individuo de las cosas físicas en lugar de interrelacionarlo con ellas,
o bien ignorar el hecho de que el organismo del individuo llega a la
experiencia sólo tal y como lo definen y lo orientan otros objetos.
Tampoco estaríamos justificados al suponer que un individuo localiza
una interioridad dentro de sí antes de hacerlo en otras cosas. Habría
de ser bastante evidente, aunque de hecho se pasa por alto
generalmente, que nos convertimos en cosas físicas a la vez que los
objetos que nos rodean, y que nos anatomizamos, como ha señalado
recientemente Russell, sólo a la vez que anatomizamos a otros. Pero es
posible reconocer en la evolución de la corteza cerebral un mecanismo mediante
el que los organismos superiores pueden vivir en un entorno ocupado por
cosas físicas que, incluyéndolos a ellos, tienen interiores. Sin duda
una respuesta procedente de un interior ha de venir del organismo y no
de la cosa física que está fuera de él, pero no puede ubicarse en el
organismo hasta que el organismo haya sido definido por vía de sus
interrelaciones con otras cosas.
Lo que el amplio desarrollo del cerebro ha hecho posible es la
inervación y organización de las respuestas previamente a su ejecución.
Cuando un organismo dotado con órganos tales encuentra que su mano
aprieta contra un objeto resistente, habrá una experiencia común en la
presión del objeto y la de la otra mano, y habrá también un estímulo al
que contestar con una presión en respuesta exactamente como respondería
la otra mano. El organismo se ha estimulado a sí mismo, mediante su
acción sobre un objeto, a actuar sobre sí a manera del otro objeto.
Para un animal cuyo sistema nervioso central incluye sólo una médula
espinal y un bulbo raquídeo,, cuyas respuestas, por tanto, tienen lugar
sin dilación, semejante tendencia a reaccionar a su propia reacción a
un objeto sería incongruente y carente de sentido. Para un animal cuyos
receptores externos lo ponene en relación con el objeto desde lejos, y
cuya corteza cerebral le permite comenzar y organizar sus respuestas en
anticipación a un contacto satisfactorio o peligroso, tiene inmensa
ventaja ser capaz de actuar en cierto sentido en lugar del objeto
distante y de este modo estar preparado para su propia reacción
subsiguiente. Donde la acción de otras cosas sobre nosotros es en
alguna medida idéntica a respuestas nuestras, de modo que el comienzo
de nuestra acción sobre ellas puede estimularnos a invocar en nuestros
organismos una respuesta diferida que nos coloca en sus actitudes,
pueden volverse objetos para nosotros al mismo tiempo que podemos
volvernos objetos para nosotros mismos, ya que nos aproximamos a
nuestra propia acción posterior desde el punto de vista del otro.
Porque nunca podemos volvernos personas con identidad a menos que la
acción en la que estamos implicados incluya una acción dirigida a
nuestros propios organismos. Sin duda, para convertirnos en sujetos con
consciencia individual el mecanismo de la comunicación es necesario,
pero la matriz de la comunicación es la estimulación que nos
proporcionamos a nosotros mismos para actuar de la manera en que
actuarán aquéllos sobre los cuales estamos actuando.
Hay por tanto dos caracteres de la cosa física, si la contemplamos
desde la perspectiva de la génesis de la experiencia tal como la
hallamos en el individuo, y tal como inferimos que tuvo lugar en la
historia temprana de la comunidad humana. (vi).
El primer carácter es el de la continuidad de la experiencia de presión
en el organismo y de resistencia en el objeto físico. La experiencia
del organismo en su contacto con el objeto físico es la presión que es
el carácter del objeto físico. Ésta, como hemos visto, distingue la
experiencia de contacto de las experiencias de las llamadas cualidades
secundarias. Lo que se experimenta es la resistencia de la cosa física,
y la experiencia de esta resistencia es de por sí una resistencia en el
organismo. Como la expresión "experiencia de" conlleva unas
implicaciones peligrosas, es mejor formular la proposición del modo que
sigue: que en la experiencia de contacto el carácter resistente del
objeto es idéntico al carácter resistente del organismo; mientras que
en la experiencia a distancia el carácter del objeto no está presente
en modo alguno en el organismo.
El segundo carácter que el objeto sin duda toma prestado del organismo,
al volverse un objeto, es el de actuar efectiva o potencialmente sobre
el organismo desde su interior [el del objeto]. (vii). También
he llamado a este carácter el de "tener un interior". Es el carácter de
resistencia idéntico en el organismo y en el objeto el que le abre la
puerta a este tomar prestado. Adoptar la actitud de apretar contra un
objeto es estimular en el organismo la actitud de una presión opuesta.
Esta es una actitud fundamental reflejada también en la ley de Newton
de acción y reacción. Ha de haber una acción del objeto igual a la
acción del organismo sobre él, para que en nuestra experiencia pueda
haber una cosa física. Al agarrar el objeto, al empujarlo, al apoyarse
contra él, en cualquier manipulación a que se le someta, el objeto ha
de volver sobre el organismo con una resistencia igual, si ha de ser y
mantenerse como una cosa. El análisis psicológico ha usado aquí el
término de "imágenes cinestésicas" y el análisis estético se ha
referido a ello como "empatía." Vemos al objeto no simplemente ofrecer
resistencia pasiva, sino resistírsenos activamente. Pero me parece que
la importancia fundamental de estos hechos para la emergencia del
objeto físico en la experiencia no se ha reconocido. Es fácil pasarla
por alto, porque la actitud de la respuesta a la presión de la cosa es
idéntica a la del organismo, aunque direccionalmente opuesta. Esta
oposición se revela en la aparición del organismo como un objeto
físico. Semejante objeto puede aparecer únicamente cuando el organismo
ha tomado la actitud de actuar sobre sí mismo, y la invitación a esto
se halla en el hecho de que nos hemos estimulado a nosotros mismos
mediante nuestra actitud hacia la cosa física para responder con
presión como responde la cosa.
Hay aquí dos cuestiones a tener en cuenta. Una es la abstracción
relativamente tardía del objeto físico a partir del objeto social, y la
necesidad de que el organismo tome la actitud del otro para volverse un
objeto para sí mismo. La otra es la estructura del espacio en nuestra
experiencia. Esta halla su expresión en las coordenadas cartesianas y
en la conservación de la estructura idéntica, no importa dónde se sitúe
el origen del sistema. Es el primer elemento de la relatividad
newtoniana. En nuestro espacio perceptual, un individuo halla el centro
del sistema dentro de sí, y las coordenadas se extienden hacia arriba y
hacia abajo, a la derecha y a la izquierda, y delante y detrás de él.
Vienen dadas orgánicamente por su simetría bilateral y por el
mantenimiento de su posición erecta frente a un objeto distante que se
halle en su línea de visión. Lo que deseo recalcar es que hay más
cosaas implicadas en el espacio perceptual aparte de esta orientación.
Las distorsiones del espacio visual distante se corrigen en la
percepción en grado muy considerable. Vemos las cosas en las
dimensiones y estructura del área manipulatoria. Ahora bien, está claro
que esto puede llevarse a cabo en la experiencia inmediata si existe en
la percepción un mecanismo que nos permita adoptar la actitud del
objeto distante. Es la visión de la cosa física distante la que
estimula al organismo a adoptar su actitud de resistencia, que es el
sentido que tiene ver un objeto sólido. La visión de una cosa física en
cualquier punto de nuestro campo de percepción nos sitúa a nosotros
allí, además de donde estamos, y de hecho lo hace porque nos sigúa
donde estamos. Frente a la tendencia a moverse hacia el objeto distante
o en dirección contraria a él, y por encima de esa tendencia, la
ubicación inmediata en el espacio perceptual implica la presencia de
una cosa en ese punto, y la presencia de una cosa más allá del estímulo
de acercarse o de apartarse conlleva el carácter de acción de la cosa
en ese punto: su resistencia activa, que se ha tomado prestada, como he
dicho, de las respuestas del organismo.
Notas de la
edición original
(1). Las secciones (A) y (B) de este ensayo son explicaciones paralelas tomadas de dos manuscritos diferentes.
Notas del traductor
(i) Vemos aquí una extensión o paralelo de la teoría de Mead referente a la constitución de la identidad personal (self ) en el ser humano, tal como se describe más por extenso en Mind, Self and Society.
Sucintamente, podemos decir que se adquiere una identidad personal
(vale decir una interioridad humana) mediante la autoafección que
repite, en un teatro de estímulos relaciones internas, el teatro social
de estímulos y relaciones externas. La autoafección mediante un signo
comunicativo que afecta al sujeto que lo emite a la vez que a otros
sujetos es un elemento crucial para la adquisición de esta interioridad
o subjetividad compleja (ver también más adelante el ensayo
suplementario V, "La génesis de la identidad personal y el control social").
Ahora, en la descripción del origen de la sensación física táctil, una
teatralidad semejante, o mediatización reflexiva del sujeto para la
constitución de la experiencia, se aplica a una modalidad de la
experiencia mucho más básica, y no parece que pueda restringirse esta
descripción a la sensibilidad táctil humana. Vemos por tanto las raíces de
esta autoafección cognitiva, y de la importancia de la reflexividad, en
una modalidad de experiencia sensorial básica y puramente "física" (pero
ya también perceptual, y por tanto cognitiva y semiótica—y en
esta insistencia en la mediación semiótica de la experiencia está la
importancia de la teoría de Mead para pensar tanto el origen de la
subjetividad como de la experiencia en general, y de la semiosis).
(ii) "The band that is pressing
the thing"—se refiere Mead a "la parte de la superficie del organismo que está apretando
contra algo" y que, en su interpretación, crea en la mente una
sensación como si esa parte del cuerpo estuviese siendo apretada por la
mano, por otra parte del propio organismo. Puede compararse el análisis de la percepción ofrecido en el capítulo I.i del Leviathan
de Hobbes ("Of Sense") para ver hasta qué punto se situá la reflexión
de Mead en la tradición más venerable del empirismo anglosajón, y no
solamente en la escuela de psicología fisiológica de Wundt, o en la
fenomenología de la percepción de Dilthey, que también se cuentan entre
sus influencias intelectuales. En ese capítulo, Hobbes apunta de modo
perspicaz a la constitución mental del objeto (y por tanto del mundo)
como resultado de la reacción del organismo a impulsos externos que no
son "sensoriales" hasta que el organismo los convierte en tales en un
proceso que podríamos asimilar a la autopercepción o autoafección aquí
descrita por Mead.
(iii) Compárese esta descripción de Mead con los
recientes estudios de un fenómeno cuya existencia en ningún caso pudo
sospechar, pero que viene a confirmar en cierto modo de manera acabada
esta descripción del papel del cerebro en la constitución del objeto y
de la conciencia de él. Me refiero al sistema cerebral de las neuronas
espejo, presente en grado variable en los primates y quizá en otros
animales superiores, y que se activa —con la correspondiente inhibición simultánea—
al contemplar un actividad de percepción, de ingestión o de movimiento
intencional en un sujeto que esté siendo observado por el sujeto en
cuestión. Lo que deseo subrayar es la simultaneidad de activación y de
inhibición en la constitución de un objeto intencional elaborado, en
este caso el de la intencionalidad de otro individuo. Puede leerse más
sobre neuronas espejo en mi artículo "Interacción internalizada", y en diversas fuentes primarias como Mirror Neurons and the Evolution of Brain and Language, ed.
Maxim I Stamenov y Vittorio Gallese (Advances in Consciousness
Research, series B, 42; Amsterdam: John Benjamins, 2002). Vittorio
Gallese presenta en vídeo algunas ideas centrales en "From Mirror
Neurons to Embodied Simulation: A New Perspective on
Intersubjectivity." Neuropsychoanalysis Lecture Series. Viddler-NPSA 17
dic. 2010.
http://www.viddler.com/explore/npsa/videos/20/
http://videos.benchfly.com/explore/npsa/videos/21/
2011
El capítulo de Matthew Ratcliffe "Phenomenology, Neuroscience and Intersubjectivity," en Companion to Phenomenology and Existentialism (ed.
Hubert Dreyfus y Mark Wrathall; New York: Wiley; Oxford: Blackwell,
2006) establece una relación de estos avances en neurología con las
reflexiones de la tradición fenomenológica. Ver también Marco Iacoboni,
Mirroring People: The Science of Empathy and How We Connect with Others (2008; New York: Farrar, Straus and Giroux-Picador, 2009) y el artículo de la Wikipedia sobre las neuronas espejo. En las "actitudes" de la psicología de I. A. Richards (ver mi artículo "Intersubjetividad corporeizada")
vemos otra teoría de un coetáneo de Mead que pone un importante énfasis
en los impulsos corporales potenciales, inhibidos o bloqueados, a la
hora de constituir la experiencia, en este caso la experiencia artística y la representación.
(iv) Obsérvese
esta radical reinterpretación de la
"esencia" de un objeto físico, o más bien, en la tradición empirista
Lockeana, de sus "cualidades primarias", que pasan aquí a ser también
secundarias, referidas al organismo-sujeto y a su capacidad de acción
sobre el objeto. La materia, tal como la reinterpreta Mead, es un tipo
de respuesta dada por el organismo al entorno, respuesta siempre
mediatizada por sus capaciades de acción en ese entorno, y por la
inhibición de sus propios impulsos de acción o "actitudes" bloqueadas.
Podríamos ver este análisis de Mead, en clave desconstruccionista, como
una redefinición paradójica de lo "subjetivo" y lo "objetivo", o de la
"voluntad" y el "mundo", buscando a ambos una base común en la
experiencia de autorregulación del sistema nervioso del organismo en su
respuesta tanto a sí mismo y su propia actividad como a impulsos
sensoriales más directos; el objeto y la actitud subjetiva hacia él,
por no hablar del propio sujeto o su autoconcepto, son así fenómenos
emergentes a partir de un nivel de acontecimientos que deben ser
descritos a un nivel de análisis diferente. Observemos que la teoría de
la percepción de Mead es perfectamente consistente con otras teorías
ecológicas de la percepción y de la constitución mental de objetos, como
la del umwelt
relativista de las diferentes especies propuesto por la biosemiótica de
von Uexküll, o la más reciente de Donald D. Hoffman referida a la
construcción del mundo visual como una interfaz. (Ver"La teoría de la interface de la percepción" en La Nueva Ilustración Evolucionista).
(v) Aquí Mead
quizá lleva demasiado lejos la "personificación" del objeto,
atribuyéndole actitudes, pero no olvidemos que es un objeto constituido
en el seno del propios sujeto, y que así juega un papel en este drama
interno de diferenciación del propio cuerpo y del mundo. Obsérvese por
cierto la continuidad de este análisis dramatúrgico de la percepción
con ese otro análisis dramatúrgico de la constitución del yo como
objeto social, que constituye una de las mayores aportaciones de Mead
al interaccionismo simbólico. Pueden verse al respecto, además de la exposición de Mead en Mind, Self, and Society, los capítulos correspondientes del
libro de Joel M. Charon Symbolic Interactionism (resumido aquí en "El interaccionismo simbólico").
En el pensamiento de Mead, la sociabilidad e influencias mutuas permean
desde la constitución del mundo físico hasta la percepción y la
consciencia, la identidad personal, y por supuesto las estructuras e
instituciones sociales.
(vi) No parece
estar bien justificada la restricción que hace Mead de este carácter de
la cosa física a la experiencia que de ella tiene la comunidad humana.
Buena parte de estos caracteres de los objetos parecen provenir de una
fase anterior de la evolución, y ser comunes a la experiencia de los
vertebrados, y más especialmente a los que gozan de capacidades
manipuladoras como los primates. También pueden corresponder al menos
algunas de sus principales características a la experiencia de animales
con capacidad manipuladora menos emparentados con el ser humano, como
los elefantes, pulpos, y otros. Hay una ontología corporal también
asociada a las mentes animales, de tal modo que podemos decir que las
bases de la subjetividad compleja se sientan con la mera existencia de
la percepción.
(vii) Hay una
errata en el texto original que confunde el sentido; donde dice "The
second character the object undoubtedly borrows from the organism, in
becoming an object, that of actually or potentially acting upon the
organism from within itself", debería decir "The second character the
object undoubtedly borrows from the organism,
in becoming an object, IS that of actually or potentially acting upon
the
organism from within itself". Para aclarar mejor el sentido del texto
aíslo en párrafos distintos cada uno de estos caracteres prestados del
objeto, el primero y el segundo. Ignacio Sánchez de la Yncera también
ha detectado esta errata en su traducción, aunque difiere algo en la
interpretación de la misma.
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